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LICENCIA ECLESIASTICA
NiKil obstttt:
Dr. Andrés de Lucas
Censor
Madrid, 29-V-52
Imprimase:
tJOSE MARIA
Obispo Auxiliar
Nibil obstat:
Fr. Manuel Merino
Censor
Madrid. 18-I-53
Imprimase:
Fr. Crescencio Fernández
Prior Provincial
UNOV 3 1955
LA INQUISICION ^^^os¡o^^é
ESPAÑOLA
Y LOS
PROBLEMAS DE LA CULTURA
Y DE LA INTOLERANCIA
POR
/
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. 5. A.
MADRID
EDICIONES CULTURA HISPANICA
1953
AL EXCELENTISIMO SEÑOR DON MI-
GUEL GOMEZ DEL CAMPILLO, DE LA
REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA Y
EX DIRECTOR DEL ARCHIVO HISTO-
RICO NACIONAL
Tengo con usted, mi respetable y querido
amigo, una deuda permanente de gratitud que
nunca será pagada. Como expresión de mi agra-
decimiento y de mi devoción por usted, quiero
poner al jrente de este libro su nombre, reca-
tado siempre en una modestia ingénita, pero
que en vano oculta para los que le conocemos
sus grandes dones de espíritu y su extraordi-
naria preparación histórica, ennoblecido todo
por el carácter íntegro e insobornable del caba-
llero cristiano. Dígnese aceptar, querido ami-
go, mis mejores deseos, y no se olvide de su
buen amigo y capellán que besa su mano.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE
ADVER T ENCIA PRELIMINAR
CUMPLE al autor de este libro precisar cuidadosamente ciertos
extremos. En ninguna de mis obras he intentado hacer la apo-
logía o la "detracción" del Santo Oficio. Personalmente soy lo m,ás
anti-inquisitorial que idearse pueda, como hombre inclinado hacia las
soluciones cordiales, placiéndome resolver las diferencias y los antago-
nismos conforme a métodos humanos de transigencia y de tolerancia,
aunque reconozcamos que en muchas ocasiones resulta del todo impo-
sible mantener estas actitudes de cordialidad. La contumacia en el
error, con consecuencias funestas para los mídeos sociales, las intransi-
gencias, las influencias alienígenas contra el espíritu del terruño natal,
base de la convivencia política, la mentira y los venenos se esparcen
con tal virulencia que la conservación de las Instituciones y de los paí-
ses postula procedimientos duros y violentos, tínico medio de superar
la crisis humana y los profundos estiajes espirituales.
En mis libros sobre la Inquisición española me he limitado sencilla-
mente a señalar sus excelencias y sus defectos notorios, con la añadi-
dura en emplear en casi todas sus páginas materiales de primera mano.
Pero séame permitido formular un interrogante: cuando la sociedad
se encuentra invadida de predicadores del ateísmo, es decir, de nega-
dores de la Divinidad ; cuando en nuestras modernas y maravillosas
ciudades los poderes del Mal derraman los vinos trastornadores de la-
soberbia satánica, con el desprecio de todos los postulados morales y
éticos, abarrotadas de infrahombres y de pederastas, ¿no será exigen-
cia ineludible de la Humanidad crear tribunales de represión policíaca,
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A
con métodos enérgicos y expeditivos, llámense Direcciones de respon
sabilidades, llámense Inquisiciones generales^ Esto es todo.
Urge un brevísimo comentario en torno de este libro.
Los dos estudios sobre Indices expurgatorios y censuras (capítu-
los I y III) se apoyan en referencias inquisitoriales de la época. Pese
a la amplia información de Marcel Bataillon — tan estimada por nos-
otros— en su clásica y discutida obra Erasme et l'Espagne, las inter-
pretaciones que ofrecemos sobre la personalidad del doctor Juan de
Vcrgara son nuestras, a planta pedís usque ad verticem capitis, fruto
de largos estudios sobre preciosos legajos documentales, donde vive
encerrada, casi sin desflorar y ver la luz, la densa y apretada vida
de nuestro espíritu crítico, con las rebeldías del hombre ibérico, dis-
conforme y antagonista a tanta vulgaridad, a tanto lugar común y,
sobre todo, a tanto dogmatismo, frutos no precisamente de cultura,
de genialidad o de verdadera ciencia eclesiástica, sino consecuencias
de la ignorancia gárrula y de las supersticiones más deplorables. Acu-
semos la decisión y la intrepidez de hombres del linaje y corte de
Vergara y Sigüenza, víctimas del alud de una colectividad y de unas
minorías, sí abroqueladas en la "discreción" y en la "mensura", pero^
también en la ignorancia, en los convencionalismos y en las rutinas,
muerte de toda vivaz y fecunda tradición.
Un capítulo importantísimo de este libro es el referente al si-
glo XVIII ; es decir, el conjunto de notas frescas c inéditas que apor-
tamos para el estudio de una de las épocas más interesantes de nues-
tra historia moderna. Para el que sepa leer entre lineas no habrá
dificultad en la exégesis. En algunos aspectos y modalidades, el siglo
es profundamente español; cuenta con valores raciales de la cepa más
maravillosamente hispánica. El movimiento de modernidad que se in-
tentaba, procurando readaptarnos, encajar con Europa, no tuvo, des-
graciadamente, completa vigencia, desvirtuándose en muchas mentes
con ruidoso fracaso. Acháquese en algunos a ignorancia; acháquese
en otros a pasiones inconfesables y a ausencia de pondus y de espíritu
crítico. Porque dígase con toda honradez y sinceridad que la hostilidad
pertinaz y flagrante contra instituciones que en el aspecto dogmático
están y estarán siempre para un católico por cima de toda discusión y
— 8 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
controversia, se explica adecuadamente ante el movimiento de regre-
sión, de incultura y de mal gusto que afectaba en la vida nacional a
núcleos sociales que antaño tuvieron el honor de ser los exponentes
Tnús acusados de la vida especulativa, al frente siempre de todo ím-
petu critico, de toda cxégesis y de todo ejercicio mental, lo mismo
en la Teología que en el Humanismo, en la Poesía que en la Arqueo-
logia bíblica. ¿Por qué, en ve:: de intentar recoger los fermentos an-
tiguos, empalmando con la vieja tradición renacentista española y con
las nuevas adquisiciones europeas, abominando simultáneamente de
aquellos clérigos, momificados en las corruptelas más inauditas, se
atacó tan injusta y feroismente a la Iglesia, con tan terribles estragos
morales para el país, con consecuencias tan catastróficas en orden a
nuestro sentimiento religioso? Algunos aspectos de aquella basofia y
de aquella decadencia quedan recogidos en este libro, explicándose así
la insurgencia y la protesta española, aunque hayamos de lamentar
los excesos, las violencias y las sinrazones de extremismos, nada in-
telectuales, desasistidos de razones históricas y de criterios magistrales.
Resta, finalmente , consignar o repetir como causa principal de la
declinación española, en el sentido que historiamos, el odium theolo-
gicum. La declinación tenía que ser, lógicamente, lenta y laboriosa;
pero cuando los grandes maestros son sustituidos por los mediocres,
heridos de esterilidad, como formados en barroquismos y en todos los
abusos y excesos de la antigua seudodialéctica escolástica, tan fusti-
gada por Cano y otros insígales varones, la crisis llega a términos
inauditos y a realidades inconcebibles; es decir, se amortigua y des-
aparece la investigación crítica de la verdad, base de toda especula-
ción sapiente. Ello queda expuesto en esta obra, y el estudio será am-
pliado con nuevas referencias y argumentos en algún próximo libro
mío, consagrado a la observación de este conjunto de problemas his-
tóricos fundamentales, de la mayor importancia y trascendencia. Así,
ante el odium theologiciim, la Inquisición pasa a planos muy secun-
darios en los debates, siempre actuales y permanentes, sobre nuestra
pretendida intolerancia...
Miguel de la Pinta Llórente.
— 9 —
CAPITULO PRIMERO
Misión fundamental del Santo Oficio. — Ortodoxia y heterodoxia. — Un texto de
don Marcelino Menéndez Pelayo. — Derechos de la autoridad civil y eclesiástica.
Primeras provisiones de la Inquisición en materia de libros protestantes. — Que-
ma de libros hei éticos. — Privilegios inhibitorios. — Algunos catálogos romanos y
edictos del maestío del Sacro Palacio. — El catálogo de Lovaina. — Edictos varios.
Catálogos de don Fernando de Valdés e Indices de los años 1583 y 1584. —
Biblias protestantes. — Visita de navios. — Colaboradores. — Dictamen del doctor
Jerónimo de Zurita sobre las obras literarias. — Humanistas y teólogo , notados.
La Biblia de Vatablo de Valencia. — El padre Juan de Pineda y sus c ilaborado-
res sevillanos. — Autores antiguos y graves. — Catálogos del Cardenal Sandoval
y Rojas. — La librería de San Lorenzo del Escorial. — Reglas preconizadas. —
Independencia de los calificadores españoles. — Indice del Maestro del Sacro Pa-
lacio.— Juntas de! año 1629. — Opiniones del padre Juan de Pineda. — El "Tos-
tado", Eneas Silvio Piccolomini, don Francisco de Quevedo. — Publicación del
catálogo de 1632 — Indices de don Antonio de Sotomayor. — Otra vez don Fran-
cisco de Quevedo. — Junta de 1679. — Catálogos de los años 1707 y 1747. —
L establecimiento en España de la Inquisición exige desde el
1 (/ primer momento una serie de providencias }' ordenaciones que
se derivan lógicamente de su propia e íntima naturaleza. Fundada es-
trictamente para proteger en la Peninsula la Dogmática ortodoxa,
transmitida por una serie de generaciones exentas de levaduras he-
réticas, y que llegan a constituir en España una comunidad política,
asentada primordialtnente en la roca pirenaica de la fe, pese a ser la
piel ibérica crisol de razas, integrada, consiguientemente, por castas
muy variadas y semejantes, y regidas por módulos muy contradicto-
Una opinión del autor.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
ríos, postulaba la vigencia de todos los procedimientos encaminados a
cumplir y llenar su misión fundacional.
En vano se hubiera luchado al iniciarse los albores del mundo del
Renacimiento y de los grandes y extraordinarios descubrimientos geo-
gráficos, si el Santo Oficio no hubiera consagrado sus dones y su fuer-
za para intervenir y prohibir las mercancías averiadas del espíritu, fru-
tos unas veces de la ciencia y de la conciencia heterodoxa, francamen-
te inadmisibles, desde el punto de vista católico romano, o frutos de los
descarríos de los hijos de su Bautismo y de su Credo.
¿ Para qué hablar de los derechos de todo Estado de proscribir los
vehículos de expresión de la propaganda inmoral o de la propaganda
política, atentatoria, no contra procedimientos y normas ajenos al pro-
pio pensar, sino debeladores de la autoridad, de la Moral, de los prin-
cipios éticos y religiosos que constituyen la base de todo orden social
y de toda dignidad humana? ¡Intolerancia! Esta intolerancia es vieja
en el mundo, y se ejerció en él por todos los Estados y por todas las
Instituciones, para evitar la decadencia trágica a donde podía arras-
trar al hombre los detritus de la inmoralidad con todas las escorias
y vergüenzas humanas, ya para conservar las tradiciones inmortales
del espíritu, haciendo aflorar en la Humanidad el mármol y las rosas...
No ha)' mejor golosina para el gusto que el buen libro, ni peor
veneno que el libro emponzoñado, donde larvada o abiertamente se de-
rraman los vinos trastornadores de la mentira o de la duda con todas
las negaciones y fermentos de la herejía, pretendiendo arrancar la idea
de Dios de la mente humana, o haciendo resbalar al hombre por la
pendiente de las claudicaciones morales, secuela al fin de cuentas de
la metafísica aceptada. Piénsese simplemente en los estatutos de prensa
y en las leyes de censura gubernativa establecidas en las naciones mo-
dernas, exigidas para la normalidad y la coherencia políticas de los
países en defensa de su propia constitución histórica, de su genio pe-
culiar, y podremos fácilmente hacer la valoración definitiva de la fis-
calización eclesiástica, urgida únicamente en nombre del patrimonio
sagrado de la fe y de la conciencia, hostilizadas sistemáticamente lo
mismo en las épocas de crisis flagrantes que en las etapas fecundas de
renacimiento y de plenitud.
— • 12 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Es el mal fuerza progresiva y que ofrece perspectivas ilimitadas en
su desarrollo, sin las interferencias y mediatizaciones de la censura ci-
vil o eclesiástica. ¿ Puédese hablar de intolerancia y de inflexibilidad
cuando se trata de salvar y proteger el depósito de las verdades dogmá-
ticas? Ya escribió don Marcelino Menéndez Pelayo unas páginas elo-
cuentes y sabias sobre el tema. Si entre las condiciones psicológicas de la
naturaleza humana precisamos los criterios tajantes y definitivos sobre
la posesión de las pretendidas verdades, para el católico el problema
adquiere las características más complejas, y la más exigente respon-
sabiHdad: "el que admite que las herejías es crimen gravísimo y pecado
que clama al cielo, y que compromete la existencia de la sociedad civil ;
el que rechaza el principio de la tolerancia dogmática, es decir, de la
indiferencia entre la verdad y el error, tiene que aceptar forzosamente
la punición espiritual y temporal de los herejes" (i). Nada de particu-
lar, por tanto, que la Inquisición utilizase para defensa de la ortodoxia
romana todos los recursos a su alcance, y que no se contentase con los
remedios ordinarios de penitencias espirituales, reclusiones, ayunos,
azotes, destierros y demás procedimientos extendidos entonces en todos
los países, sino que acudiese a la intervención y prohibición de toda
clase de libros heréticos, y de toda otra cualquiera manifestación in-
telectual opuesta a nuestro Credo latino, a nuestro sentimiento re-
ligioso. Estas preocupaciones cuajaron en los célebres Indices Ex-
purgatorios que provocaron tanta hostilidad, y que recogían las cen-
suras y prohibiciones de la Inquisición en todas las materias tocantes
a libros heterodoxos o inmorales.
Conviene resolver en estas primeras líneas un interrogante. Des-
cartado el positivo derecho de la Iglesia para prohibir y condenar li-
bros redactados por autores católicos, o ajenos a nuestra comunión
religiosa, pero referentes a materias ortodoxas, cumpliendo así los
fines de su institución, es indiscutible que con ese mismo derecho y
en su propia esfera puede obrar lo mismo la autoridad política de una
nación, interesándose por la cultura y la seguridad moral de sus súb-
(i) Don Marcelino Menéndez y Pelayo en Historia de los Heterodoxos Es-
partóles, tomo II, pág. 689, Madrid, i%o.
— 13 —
MIGUEL DE. LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
ditos. Tenemos así antecedentes muy antiguos de la censura de libros.
Recuérdese la pena de muerte impuesta por Constantino a los que
leyeran cierto famoso libro de Arrio. El Concilio de Efeso alaba la
preocupación de Teodorico y Valentiniano por hacer quemar los li-
bros de Porfirio y Nestorio. Justiniano prohibe los libros de los IVla-
niqueos y los de Severo. El Concilio III de Toledo refiere que por
autoridad del Rey Recaredo se quemaron en Toledo los libros de los
Arríanos, y se anota por los autores antiguos cómo habiéndose pro-
hibido por la Sede Apostólica el libro de San Julián se opuso y salió
a la defensa el Rey Egica, logrando que corriese el libro.
Todo esto es cierto e indiscutible, aunque conviene advertir que
valiéndose de estas y otras referencias, en controversias suscitadas
en el siglo xviii sobre el tema por intelectuales más o menos sospe-
chosos de anticlericalismo, o exageradamente nacionalistas, se repro-
dujeron con el fin de disminuir y menoscabar la autoridad del Santo
Oficio. Se trataba sencillamente de las regalías. Esta tradición lite-
raria estuvo nutrida de obras importantes. Don Francisco Salgado,
don Juan Solórzano, Juan Bautista Larrea y Pedro Salcedo, entre
otros, son los exponentes más conspicuos, y Mirabal y Macanaz no
hacían sino responder, por pasiones más o menos inconfesables, a
las exigencias políticas y nacionalistas del tiempo y de aquella tradi-
ción intelectual. Así afirmaba Macanaz que la prohibición de libros
en los dominios españoles era privativa regalía de la Corona (2). Del
Expurgatorio de la época consta, efectivamente, que el primer edicto
promulgado por la Inquisición mandando recoger los libros prohibi-
dos fué en el año 1549, y nueve años después, en 1558, ordenaba Fe-
lipe II la ley de licencias para la impresión de libros. Deduciríamos
de todo ello que la facultad de intervenir y prohibir libros por parte
del Santo Oficio, fue jurisdicción y facultad concedida a esta Insti-
(2) He leído frecuentemente en libros y documentos que el Concilio Late-
ranense V concedió a la jurisdicción eclesiástica autoridad para aprobar los
libros. Impugnaron la vigencia de esta Ley para España, según parece, el P. Suá-
rez, Martín Navarro, Fr. Jerónimo Rodríguez, Bartolomé Carranza, el Maestro
Lezama, Barbosa y otros. Hasta la fecha no me ha sido posible contrastar la
referencia.
— 14 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
tución española por los Pontífices y los Reyes, descartadas, sin em-
bargo, las exageradas preocupaciones y alegatos del nacionalismo re-
galista de IVtacanaz y de sus conmilitones. Y es indiscutible que,
independientemente de los Reyes, la potestad eclesiástica ejercitó este
derecho desde sus orígenes. Inocencio IV prohibe las Biblias adulte-
radas (3) ; Juan XXII, los libros sobre magia ; }• es sobradamente co-
nocido, para no insistir en el tema, cómo la mayoría de los concilios
generales y particulares ordenaron recoger los escritos contra el
Dogma y la Moral cristianos. Base fundamental de la vida de la Igle-
sia es la unidad, y ha de ser así defendida como garantía de su con-
tinuidad y permanencia contra la herejía y los criterios disconformes
e individuales, fomentadores de la disociación y del escándalo. Ya en
los Hechos de los Apóstoles aparece consignada una referencia sobre
quema de libros acontecida en Efeso (4).
El primer despacho en materias de libros, registrado entre la do-
cumentación inquisitorial, parece ser una provisión de Adriano, In-
quisidor general, fechado en Tordesillas, a 7 de abril de 1521, para
recoger las obras de Lutero (5). En el año 1523, don Alonso Man-
rique despachaba una abundante correspondencia a diferentes Inqui-
siciones y unas letras especiales al Corregidor de Guipúzcoa, encar-
gándole la máxima diligencia para que las obras de Lutero se entre-
gasen a los inquisidores (6). Se avisaba también a los de Navarra
para poder "cobrar" los libros del fraile apóstata que fácilmente atra-
vesaban la ra>a fronteriza. He dado a conocer en mi libro La Inqui-
sición española las providencias enviadas a la provincia de Guipúz-
coa, y consignadas al inquisidor Ayala. Rezan así indicando el iti-
nerario: "que dexados todos los negocios luego deue yr por Santan-
dria (Santander) a Segura, y allá ha de publicar lo de los libros
que se tomaron en la dicha provincia de Guipúzcoa, y con sermón,
como él lo acostumbra bien hazer, e imponer edicto, ha de amonestar
(3) Const., XXVIII, n. 34.
(4) Capítulo XIX, vers. 19.
(5) A. H. N. Inq., lib. 4.475.
(6) Ibídem.
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MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
a todos los que supieron alguna cosa contra nuestra santa fe chatóli-
ca, que convenga a de dezir. La misma diligencia ha de hazer en To-
losa, y, porque éste es uno de los principales pueblos de la provm-
cia, puede estar alli algunos días, y de allí deue >t a San Sebas-
tián, y también estar allí algunos días, y publicar en el Pasaje y
en Oyarmín, y en la Rentería la prouisión que Ueua, porque allí
se tomaron los libros". El Protestantismo constituyó en estos años
una verdadera preocupación para el Santo Oficio, dado su afán prose-
litísta y propagandístico extendido a todos los países. He dado a co-
nocer anteriormente en mi aludido libro otro texto del mismo inquisi-
dor general, Manrique, escribiendo desde Valladolid al Prior de Lugo,
interesándole en una investigación para cerciorarse de la no exis-
tencia de libros luteranos por la región gallega. Por los años 1530 y
1531 siguen despachándose cartas acordadas sobre las obras de Lu-
tero (7).
Como se ve, las primeras prohibiciones de libros no se hicieron
en forma de Indices Expurgatorios, sino por cartas acordadas y pro-
visiones. Unas veces se libran para recogerlos por dañosa doctrina;
otras, para expurgarlos, continuándose así tradicionalmente. Exis-
tía, además, la costumbre de escribir a las Universidades del Reino
y á los Colegios, invitándoles a esta clase de tareas censorias. Se
reunieron por estos apremios doctas asambleas en los centros uni-
versitarios y en la Corte satisfaciendo a aquellas demandas, mientras
que los comisarios de los puertos se esmeraban diligentemente en
las habituales inspecciones de las "visitas" de los navios para prohi-
bir la entrada en España de libros heréticos y perniciosos. Así llega-
mos hasta el año 1549, fecha del primer Edicto librado por el inqui-
sidor general don Fernando de Valdés, prohibiendo la lectura de li-
bros prohibidos.
Son clásicas algunas de las quemas de libros heterodoxos veri-
ficadas, unas en el siglo xvi y otras en la primera mitad del siglo
siguiente. En la plaza de Vivarrambla, en el año 1500, mandaba el
(7) Cf. Miguel de la Pinta en La Inquisición española, Madrid, 1948, pá-
gina 241.
— 16 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Cardenal Cisneros arrojar al fuego gran número de alcoranes y de
otras materias. Refieren los documentos que pasaron de "vn quento y
cinco mil volúmenes" sin reservar "illuminaciones y enquadernados
de mucho valor". Parece, efectivamente, que muchos de aquellos libros
árabes estaban adornados con labores de plata y aljófar. Cisneros
residía entonces en Granada, y no había llegado aún a ser Inquisi-
dor General. Achiqúese el acto a su carácter duro e inflexible en
materias de conciencia y de fe, sin olvidar sus grandes excelencias
y condiciones. En la Atenas salmantina se quemaron públicamente la
cátedra y el libro de Pedro de Osma. Según registro de la Secretaría
de Aragón (lib. 8), el año 1558 mandaba el Consejo en Valladolid
que se quemasen gran número de libros. En 25 de noviembre de 1623
se ordena por don Antonio Pacheco, patriarca e inquisidor general,
recoger los libros verdes de Aragón, y se advierte a los inquisidores
de Zaragoza que después de recogidos se quemen públicamente, y que
se haga con acompañamiento de familiares y asistencia del alguacil
y notario del secreto, ejecutándose lo dispuesto el día de San An-
drés (8). Por el año 1632, por mandato del arzobispo, inquisidor gene-
ral y Consejo de la Suprema, se quemaban más de dos mil "cuerpos"
de libros prohibidos, verificándose el acto en el Colegio de Agustinos
de Doña María de Aragón, ogaño Palacio del Senado. Más de se-
senta mil libros de artes mágicas y encantamientos, "sciencias ilíci-
tas y supersticiones", se quemaron en auto público en Salamanca, a
la vera del Convento de San Esteban, vedándose por edicto públi-
co la retención y lectura de aquellas artes supersticiosas y vanas (9).
Aunque por las leyes de la Recopilación española se establecía
que los inquisidores y prelados redactasen todos los años catálo-
gos de libros prohibidos, la ejecución de esta ley se reserva úni-
camente para los inquisidores. Es cierto que en el Indice Expurga-
torio de Clemente VIII se habla indiferentemente de obispos e inqui-
sidores ; pero, instituido en España el Santo Oficio con su autoridad
y procedimientos para conocer la herejía y proceder contra los fau-
(8) . A. H. N. Inq.: lib. 4.475.
(9) Cfr. Grandezas de España..., lib. 2, fol. 228.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tores y receptores de herejes, se mantuvo el criterio de independen-
cia, con potestad, por parte de los inquisidores, de inhibir a jueces,
obispos y arzobispos. Conviene precisar unos datos muy interesan-
tes para darse cuenta de cómo fue favorecido y autorizado este pri-
vilegio inquisitorial. Por la "extravagante" de Julio III — "cum me-
ditatio" — incluida en el Catálogo general de Lovaina, impresión de
Toledo (1551), y por otro "motu proprio" de Pió IV — "cum pro mu-
ñere"— expedido en 1564, y conservado en el Bulario Magno, se
revocaban las licencias concedidas a toda clase de personas, incluidos
obispos )' arzobispos, de leer y retener libros heréticos o sospechosos,
excepto los inquisidores y comisarios de la Sede Apostólica. Paulo IV,
por otro "motu proprio" del 21 de diciembre de 1558 — "exponi nobis
super fecisti" — revocaba asimismo las mismas licencias y facultades
alcanzando a todas las dignidades seculares y eclesiásticas, para leer
libros heréticos condenados o reprobados por la Santa Sede, o por
los inquisidores generales, con pena de excomunión mayor para los
contraventores. El mismo Paulo IV, en Breve dirigido a don Fer-
nando de Valdés — incluido en el Catálogo del año 1559 — le otorga
facultades para compeler con censuras y penas eclesiásticas a los
lectores y ocultadores de libros heréticos, sin exceptuar a prelados
más o menos eminentes por su dignidad. Clemente VIII, en el "motu
l^roprio" que comienza "cum sicut accepimus" de 1612, dirigido al
Cardenal Sandoval y Rojas revocaba todas las licencias de leer y re-
tener libros prohibidos con censuras "ipso facto incurrendas", reser-
vando la absolución al Romano Pontífice o a los inquisidores genera-
les. Lo mismo ordenaba Urbano VIII, y está recogido su documento
apostólico en el Expurgatorio de 1632. Es decir, que privilegios tan
excepcionales y notorios se cometen exclusivamente a los inquisido-
res generales, con facultad de inhibir a los obispos, retirándose todas
las licencias anteriormente concedidas para leer }• poseer libros heré-
ticos y sospechosos, condenados por los inquisidores generales de
España, confiriéndoles la potestad de proceder contra los violadores
de esta ley.
Amplitud tal de derechos y prerrogativas tan excepcionales otorga-
das graciosamente a las Inquisiciones hicieron que pudieran éstas lie-
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
nar cumplidamente su cometido, sucediendo a las cartas acordadas y
a las provisiones los Indices Expurgatorios.
Refiriéndonos, a título incidental, a los Catálogos romanos po-
demos hacer mención de algunos de los publicados por los Pon-
tífices. El primero lleva por título Index Lihrorum prohibitorimi
cum rcgulis conjectis per Paires a Tridentina Synodo selectos, aufo-
ritate FU IV primum editus. Su data es el año 1564. Siguieron las
mejoras y ampliaciones de Sixto V y Clemente VIII, reduciéndose
la obra a un volumen de dimensiones reducidas. Después del Indice
de Clemente VIII se publicaron algunos decretos de la Congrega-
ción de Cardenales de la Inquisición y del Maestro del Sacro Pa-
lacio.
Son interesantes los edictos del Maestro del Sacro Palacio. El
de 1603 prohibe cincuenta y seis autores. En 1606 los cardenales in-
quisidores intervienen unos libros impresos por la República de Ve-
necia sobre las censuras de Paulo V y otros Pontífices. El edicto de
1609 veda tres autores, y entre ellos figura la Apología, del Rey de
Inglaterra. Otro edicto publicado en la misma fecha prohibió vein-
tiséis autores, destacándose el nombre esclarecido del Padre Suárez
y el del Rey de Inglaterra con su Institutio. En 1613 se incluía entre
las obras vedadas la Apología, de Belarmino, pro jure Principuvi. En
el decreto de 1621 de la Congregación Cardenalicia se registra entre
otros autores, a nuestro Barbosa; y en 1628 la misma Congregación
Cardenalicia prohibía diez autores, acusándose principalmente Ma-
riana, vinculado al "Discurso" sobre el gobierno de la Compañía; el
desdichado Padre Poza, con su Elncidarium y el libro De regia pro-
tectione, del regalista don Francisco Salgado. Basten estas líneas para
satisfacer la curiosidad erudita.
Compete especialmente a nuestra tarea investigadora la exposi-
ción de los Indices Expurgatorios españoles con aspecto muy fun-
damentales.
El año 1539 solicitaba el Emperador de la Santidad de Paulo III
la gracia de encomendar a los inquisidores españoles la expurga-
ción y prohibición de los libros luteranos. Con este motivo y para
asegurar mejor la empresa se dirigía el Monarca a la Universidad
— JQ —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
de Lovaina con el ruego de que se redactase un Catálogo de libros
prohibidos. Simultáneamente publicaba varios edictos prohibiendo
la impresión de libros de perniciosa doctrina. Se aspiraba en la re-
dacción del Catálogo de Lovaina a una censura docta de libros y
proposiciones, verificada mediante examen "magistral, consultivo y
escolástico", con la ambición de lograr un Indice básico que res-
pondiera a las exigencias del momento. Editado el Catálogo de Lo-
vaina se reimprimía en las prensas de ValladoUd en el año 1551, y
deseando el Inquisidor general don Fernando de Valdés, Arzobispo de
Sevilla, ocurrir al remedio de la circulación de los libros hetero-
doxos, determinaba en el mismo año de 1551 redactar otro Catálogo,
como, efectivamente, se ejecutaba, incorporando en él, el Catálogo
de la Universidad de Lovaina, con la extravagante de Julio III
contra los lectores y retentores de libros prohibidos o reprobados.
Otrosí, se publica, además, un edicto para que se guarde dicho Catá-
logo, pena de excomunión mayor latee sententice y se amenazaba a
los transgresores como inobedientes y sospechosos en la fe. El Ca-
tálogo se imprimió y reimprimió en varias localidades. En Toledo,
en la "oficina" de Juan de Ayala (1531), y en Granada, en casa de
Juan Blavio (año 1552). El año 1554, por otro edicto de don Fernan-
do de Valdés, se publicaba la censura general contra los errores es-
parcidos por los herejes en la Sagrada Escritura: "Censura Genera-
lis contra errores, quibus recentes haeretici sacram scripturam asper-
serunt, edita a supremo scnatu Inquisifionis aduersus hereticam
prauitatem et apostasiam in Hispania, et aliis regnis, et dominiis
Cesarece Majestatis constituto" . Se imprimió en Valladolid, en la im-
prenta de Francisco Fernández de Córdoba, con privilegio imperial,
consignándose principalmente la advertencia de no poder retenerse
Biblias impresas desde 1528, sin licencia y advertimiento del Santo
Oficio (10). Por el año 1559, y ordenado también por Valdés, se pu-
(10) "Catalogi Librorum Reprobatorum et prselegendorum ex iudicio Aca-
demiae Lovaiiiensis. Cum edicto Caesareas Maiestatis evulgati. Pinciae, ex offici-
na Francis. Ferdi. Corbuden. Anno Domini, M.D.L.I., mandato de consilio sanctse
generalis Inquisitionis. "
"Catalogus librorum Reprobatorum Ex Ivdicio Academiae Lovaniensis Cum
— 20 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
blicaba otro Expurgatorio, interesante como todos, desde el punto
de vista literario. De él se hicieron dos ediciones en Valladolid.
Las dos se imprimieron en casa de Sebastián Martínez. Abarca las
secciones de libros prohibidos latinos, castellanos, alemanes, fran-
ceses y lusitanos. Una de estas ediciones aumenta )' amplía la pri-
mera, donde ya se consignaban los trabajos de censura que se esta-
ban llevando a cabo para perfeccionar la redacción. En la sección de
libros en romance se consideran, sobre todo, los peligros de los ejem-
plares y ediciones hebraicos y las Horas, Evangelios y epístolas
paulinas, editadas en lenguaje vernacular. Aluden asi a ellos los in-
quisidores: "todos los libros hebraicos, o en cualquier lengua es-
criptos que contengan ceremonias iudaicas ; todos qualesquier libros
scriptos en hebraico, o en otra lengua vulgar que sean de la ley
vieja, y libros de la secta de Mahoma, scritos en arábigo, o en ro-
mance, o en qualquiera otra lengua vulgar...; las horas sobredichas
se prohiben ; porque algunos dellos no conuiene que anden en roman-
ce ; otros, porque contienen cosas vanas, curiosas y apócrifas y su-
persticiosas, y otros porque tienen errores y heregias ; y porque ay
algunos pedamos de Euangelios y Epístolas de Sant Pablo, y otros lu-
gares del Nueuo Testamento en vulgar castellano, ansí impresos como
de mano, de que se han seguido algunos inconuenientes, mandamos
que los tales libros y tractados se exhiban y se entreguen al Sancto
OfFicio, agora tengan nombre de autor o no" (ii).
Hasta los años 1583 y 1584, en los que se imprimen los dos gran-
Edicto Caesareae Maiestatis Evvlgus Extravagans Sanctissimi Domini nostri
D. lulii papje tertii contra tenentes seu legentes libros prohibitos vel repróbalos.
AHts Catalogvs Librorum auctoritate illustrissimi ac reuereiidissimi domini
D Ferdinandi de valdes archiepiscopi Hispalen inquisitoris generalis ; et domi-
norum de consilio sanctíe generalis inquisitionis iam pridem reprobatorum cum
edicto dominorum inquisitorum apostolicoriim in ciuitate Toletaa residentium,
quorum censura nonnulli alii libro novissime reprobati : prioribus adiuiigtintur.
Toleti, ex Officina Ion de Aisala. Anno: D. 1551."
(11) "Cathalfiguvs librorum qui prohibendur mandato Illustrissimi et Reve-
rend. D.D. Ferdinandi de Valdes Hispalen. Archiepi, Inquisitoris Generalis His-
panix, necnon et Suprenii Sanctoe ac Generalis Inquisitionis Senatus Hoc Anno
— 21 — •
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
des catálogos del Cardenal Quiroga, se registran en la serie de pu-
blicaciones de este carácter, llevando en las portadas el nombre de
nuestro Rey Felipe II, diferentes edictos y expurgatorios editados en
el extranjero, en los países políticamente españoles y sujetos a nues-
tro dominio. Así, los editados sucesivamente en Amberes en los años
1570 (dos ediciones) y 1571, figurando en esta edición la firma del
eximio Arias Montano, quien redactaba la advertencia preliminar o
el prefacio disertando sobre la elaboración del catálogo, en el que se
recogen — escribe — los prohibidos de más uso y circulación.
Fue, como decimos, en los años 1583 y 1584 cuando el gran Car-
denal don Gaspar de Quiroga, inquisidor general, decidió la publica-
ción de los dos catálogos que llevan su noml^re, y que se editaron con
aplauso de todos los doctos ; con decir que tuvo parte activa en su
redacción el Padre Juan de Mariana, ya quedan ponderadas sus ca-
lidades y excelencias. Se cuenta que el ilustre jesuíta tuvo consigo
durante mucho tiempo cuatro amanuenses ayudándole en la fatigosa
tarea. El Cardenal explica y expone la urgencia y necesidad de su In-
dice expurgatorio: "Y auiéndose platicado y conferido diuersas veces
en el Consejo de la santa general Inquisición, ha parescido que se
deuía ordenar e imprimir otro nueuo Catálogo e Indice vniuersal de
los libros que se deuan prohibir (de que se tiene noticia) assí de au-
thores hereges, como otros que contienen falsa y reprouada doctrina
o sospechosa doctrina ; de cuya lectión resultarían muchos y grandes
inconuenientes ; y dar algunas reglas generales, que comprehendan los
demás libros y tractados, de que al presente no hay particular noticia,
y que de aquí adelante (en cualquier tiempo) se descubrieren, escrí-
uieren o publicaren. El qual dicho nueuo Catálogo está ordenado e
impreso con mucho acuerdo y deliberación de las Vniversidades destos
M.D.L.IX editufl. Quorum iiissu et licentia Sebastianus Martincz Escudebat
Pinciae. "
"Cathalogvs librorum, qui prohibentur mandato Illustrissimi et Reuerend.
D.D. Ferdinandi de Valdes Hispan Archiepi, Inquisitoris generales Hispanire.
Necnon et Svpremi Sanct:e Ac Generalis Inquisitionis Senatvs. Hoc anuo
M.D.LIX editus. Quorum iussu et licentia Sebastianus Martinez Excudebat.
Pincia'. "
— • 22
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Reynos, y de otras muchas personas doctas que para este efifecto se
consultaron" (12).
Una de las cuestiones que más interesaron a través de todos estos
años a que nos acabamos de referir fue el asunto de las Biblias, de
las Biblias protestantes que penetraban en España, burlando la vigi-
lancia de los puestos fronterizos. Constantemente se introducían con
ellas libros heréticos al socaire de otras mercancías. Se introdujeron
muchos valiéndose los agentes hasta de las botas de vino : se cons-
truían en el fondo o en el medio ciertos compartimientos con tal in-
dustria y sagacidad que, examinándolas ya por la boca o por los cos-
tados, no se descubrían fácilmente los libros (13). Entre éstos figura-
ban para los inquisidores como blanco especial de sus preocupaciones
y solicitudes las Biblias "deprabadas" que continuamente penetraban
en la Península. En el mes de diciembre de 1553 enviaba el Monarca
español unas letras a Fray Domingo de Soto ordenándole se perso-
nase en la Corte para intervenir en el Consejo de la Inquisición, pró-
ximo a reunirse, para determinar lo pertinente en la máteria. Se acude
al fraile dominico "por la qualídad de vuestra persona y por la mu-
cha noticia y experiencia que tenéys destos negocios" (14). También
se comisionaba al doctor Millán para registrar y caHficar los libros
Í12) "Index et Catalogvs Librorum prohibitornm, mandato Illustrissimi ac
R'euerendiss. D.D. Gasparis Qviroga Cardenalis Arcliicpiscopi Toletani, ac in
Regnis Hispaniarum Generalis Inquisitoris, denuo, editus. Cnm Consilio Sv-
premi Senatus Sanctse Generalis Inquisitionis. Madriti, Apud Alphonsum Gome-
zium Regium Typographum, Anno M.D.LXXXIII."
"Index Expnrgatorivs Librorvm Qvi Hoc SeccvIo Prodiervnt, Vel doctrin;c
non sanae errorüius inspersis, vel inutilis et offensivas nialedicentias fellibus per-
inixtis, justa sacri Concilii Tridentini decretum ; Philippi II Regis Catholici
jussu et authoritate, atque Albani Ducis consolio ac ministerio in Belgia con-
cinnatus ; anno M.D.L.XXI. Acceserunt huic aditioni Excerpta Aliorum Li-
brorum Expurgatorum, qui, in Indice hoc Bélgico desiderabantur, Ex índice
Hispánico, lUvslrissimi D.D. Gasparis Qviroga, Cardinalis et Archiespiscopi
Toletani. Hispa, generalis Inquisitoris iussu edito. De Consilio Supremi Senatu
S. Generalis Inquisitionis, justa exemplar quod typis mandatnm est Madriti,
apud Alphonsum Gomezium, regium, Typographum, anuo M.D.T,XXXI\'."
(13) A. H. N. Inq., lib. 1.278.
(14) A. H. N. Inq., Hb. 248.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
conservados en el Hospital de Tavera. Ocupaban, al parecer, dos pie-
zas -randes y otras estancias menores de la casa. Informa el mqui-
sidor a mediados del año 1561 "que ay Biblias y textos ""evos en
cantidad de los que siguen, ansí en latín, como en vulgar. Ay Biblias
de las defendidas por el Catálogo y censuras, las quales no se truxe-
ron en el término de la corrección, expresadas en el Cathalogo y Cen-
sura Ay otras Biblias que no son expresadas en la censura y Catha-
logo las quales tienen los mismos herrores que las expresadas, o
algunos dellos". En el margen se anota: "que se quemen". Se quema
también otra clase de Biblias ortodoxas y sin incluir, por t^^t^'
Catálogo, pero que adolecen de una tacha curiosa: "Ay otras Biblias
contenidas en el cathálogo que no tienen herrores ningunos de los
contenidos en la censura, ni otro alguno. Créese que solamente fueron
prohibidas por auer dicho el impresor falsamente que eran corregida,
por Fray Domingo de Soto, ympresas en Salamanca por Andrea de
Portonaris." Las exposiciones de Montesino y de Valtanas también
se quemaron (15). .
Sobre las traducciones en romance de los textos sagrados se ha-
bía ordenado, por la regla IV del Indice del Concilio de Trento, edi-
tado por Pío IV en 1564, atender a las disposiciones de los mqmsi-
dores en todo lo referente al uso de aquellas traducciones. \ a en el
Catálogo de libros prohibidos de Paulo IV en I559 se prohibía, como
después lo hizo el inquisidor Valdés, imprimir, leer o retener sin li-
cencia de la Inquisición Romana Biblias traducidas en lenguas vul-
gares, alemán, francés, espaííol o flamenco (16). Del año 1603 se con-
serva una epístola de los inquisidores de Sevilla insistiendo en que
los comisarios de los puertos -visiten" con toda diligencia los navios
arribados a nuestras playas, fiscalizando fardos y baúles para inter-
ceptar una edición de Biblias en lengua vulgar que quenan introducir
desde Holanda los protestantes: "Estén con mucho cuydado de visi-
tar los nauíos y fardos que a ellos aportaren, para ver si en ellos vie-
nen las Biblias en lengua española corrumpida e instrucciones de
(15) A. H. N. Inq., Hb. 324-
(16) A. H. N. Inq., leg. 4-421.
— 24
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
aíjuellos estados de Flandes, Olanda y Gelanda que han echo impri-
mir a su costa para metellos en España, y que este cuydado se les
está encomendado por este Santo Oficio a los dichos Comisarios" (17).
Han llegado hasta nosotros muy escasas referencias de las cola-
boraciones de intelectuales en la elaboración de los primeros Indices
expurgatorios españoles. Como nota excepcional, se acusan las activi-
dades del Padre Juan de Mariana y del polígrafo extremeño Benito
Arias Montano. Sabemos que existía entre la documentación inquisi-
torial una copiosa correspondencia sobre el tema, preocupándose la
Suprema de la elección y nombramiento de calificadores. El 2 de se-
tiembre de 1572, el Consejo se ponía al habla con el doctor Diego de
\'era, doctoral de Salamanca y catedrático de Decretos en aquella
ciudad, con la pretensión de nombrarle para las tareas censorias en
la redacción de los Catálogos, supliendo con su asistencia al comisa-
rio del Santo Oficio, Francisco Sancho, hombre de muchas historias,
que había recibido órdenes reales para desplazarse a la Ciudad Eterna.
Se le entregan a Vera los papeles de Sancho, con el memorial ya re-
dactado por aquel inquisidor, y se recomiendan para su trabajo, como
colaboradores, a Fray García del Castillo, monje benito, y al maes-
tro León de Castro, "por ser docto, curioso y desocupado" (18).
A fines del mismo año, y prosiguiendo el Consejo Supremo en estos
negocios y debates, se enviaban letras al decano y Colegio de Teólo-
gos de la Salmanticense, con la invitación de reunirse para tratar so-
bre el tema: "Ha parescido, señores, pediros y encomendaros mucho
que los juntéis en el lugar que os pareciere, que si le vbiese en las
schuelas, sería apropósito para tratar de lo que os fuere propuesto,
continuando lo que tan bien y con tanta diligencia aueis hecho" (19).
¿Qué valoraciones críticas profesaban los hombres de letras de la
época acerca de la prohibición de obras literarias por el Santo Ofi-
cio ? Se ha conservado el dictamen de Jerónimo Zurita, y es tan in-
teresante, y a la vez tan poco conocido, que merece reproducirse en
(17) A. H. N. Inq., leg. 2.954-
(18) A. H. N. Inq., lib. 326.
(19) A. H. N. Inq., ibidem.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
estas páginas. Zurita lo dirige a la Inquisición, y son muy de notar
sus observaciones. Escribia : "En lo que toca a los libros (jue dañan
las costumbres, parece que se puede considerar en dos maneras : o son
libros latinos, o vulgares en español o en otras lenguas." A los lati-
nos los divide Zurita en tres órdenes: "O son — dice — Epigramma-
torios, como Catullo y Marcial y la Priapeia, que anda al cabo de Vir-
gilio ; Elegiacos, como Tibulo y Propercio y Ouidio ; otros son Cómi-
cos, como Planto y Terencio. De todos éstos, el Indice del Concilio
dice que los puedan tener, mas que en los estudios no los lean a los
muchachos. Esto está muy sancta y prudentemente mandado; que si
los vedaran absolutamente fuera quitar toda la imitación y propiedad
de la lengua latina, ponqué Ovidio tiene gran ingenio y experiencia de
muchas cosas, >• las pone delante los ojos con gran facilidad y elo-
quencia; Tibulo y Propercio tienen mucha elegancia y ornato, y tra-
tan esta materia, como caualleros que eran muy cuerdos y bien ha-
blados ; Catullo y Marcial tienen mucha agudeza, y aunque en Catullo
ay algunas deshonestidades, escríuelas con buen término, como se dixo
de Tibulo y Propercio : ay en él muchas virtudes de poesía y imita-
ción de autores griegos; Marcial habla en esto más deshonestamente:
cuando no trata de cosas lascivas tiene auisos dichos con malicia sa-
brosa y erudita, embuelta en mucho donayre, por donde aduierte de
las inepcias y pesadumbres que algunos dan por no mirar en ellas,
o por no saber más."
Acerca de los libros vulgares, así en lengua española como en las
extranjeras, sigue Zurita alumbrando con su ingenio y cultura el
tema: "Los de otras lenguas en la gente ordinaria ay pocos que los
entiendan, y ansí los tales Hbros que tubieren eloquencia o ingenio,
y las virtudes de poesía que aprouechan para formar y enriquecer el
st)'lo, como está dicho de los poetas latinos, aunciue tengan algunas
cosas menos honestas, o que traten exprofeso cosas de amores, parece
que no se deben vedar." Así, recomienda el cronista aragonés los so-
netos del Petrarca, los "Asolanos" de Pedro Bembo, las novelas de
Bocaccio y los Cánticos de Ausias March. Las lascivias y deshones-
tidades de Bocaccio exigen la expurgación, pero recomienda no se ve-
den, "por ser las más de ellas ingeniosísimas y muy eloquentes".
— 26 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Los libros en romance patrio le ofrecen otras clasificaciones. Pri-
mero, los devotos, para los que recomienda las reglas generales. Los
de "caballería" e imaginación los considera "sin artificio y erudición".
Exceptúa los cuatro libros primeros del Amadís, bien compuestos.
Valora La Celestina, Cárcel de Amor y Qucstión de Amor, entre los
libros amorosos escritos con honestidad e ingenio ; en cambio, censu-
ra la Comedia Florinea, La Thebaida y La Resurrección de Celestina.
Escribe Zurita que estos libros están escritos con "gazefatones, que
ningunas orejas honestas los deben sufrir".
Se refiere, finalmente, después, a las poesías antiguas y modernas.
Qué podía decir Zurita sino el dicho conocido de Marcial : Simt hotia
qucedam, sunt mediocria, siint mala multa; aliter non consfat, Auite,
liber. "En nuestras coplas de amores — así se expresa — se han dicho
muchas agudezas, y también muchas liuiandades e impertinencias; po-
dría algún hombre de juicio diputado para esto dexar algunos y qui-
tar otros." Fina poesía que no debe prohibirse eran para Zurita La
Celestina, Boscán y Garcilaso, Don Diego de Mendo:2a, el Cancione-
ro General, las coplas de Rodrigo de Cota y el Triunfo del Amor, de
x\lvar Gómez de Mendoza. Sobre Garcilaso vierte este juicio: "De
Garcilaso se puede decir que compite con los poetas latinos, y que con
gran felicidad los imita y le pueden leer las Vírgenes Vestales y
así sería gran pérdida para el lustre de nuestra lengua vedar sus
obras" (20). ¿Qué apreciaciones formularía un saltatumbas literario
anticlerical y moderno sobre dictamen tan magnífico de Zurita, oscu-
rantista y retrógrado?
* * *
El proceso de la cultura y la incesante evolución de la vida y de
la historia depararon otros tiempos con sus exigencias y novedades
intelectuales, más o menos fecundas y originales, acusándose, junto al
estiaje espiritual y la desorientación de muchos países, etapas nutridas
de plenitud, y continuando los españoles, pese a las escisiones religio-
(20) Conf. R. B. A. y M. (año 1903), tomo I, págs. 218-221.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
sas y a las hendeduras políticas, con su ortodoxia y su gran tradi-
ción especulativa... Nuevas generaciones intelectuales habían surgido
en el Continente, y se imponía la revisión cuidadosa de los Indices
Expurgatorios, perfeccionando los antiguos y echando las bases para
la elaboración de otros modernos que respondiesen a las nuevas exi-
gencias y demandas.
En el año 1605 precisamos cómo se interesaba en la edición de un
nuevo Indice Expurgatorio a los inquisidores de Valladolid, ordenán-
doles la más cuidadosa diligencia en reunir a los maestros universi-
tarios para censurar y calificar los "exercicios de letras". Se recurría,
principalmente, a la Atenas salmantina para que fueran allí nombra-
dos varios profesores teólogos y astrólogos, doctos en su especialidad,
para el examen de las materias astrológicas, confiriendo sus doctrinas
con las reglas del Catálogo y, generalmente, con las reglas de la Igle-
sia en orden a averiguar y tomar resolución de los libros prohibi-
dos y reprobados, señalando los lugares necesitados de enmienda. Se
recogían, además, una serie de interesantísimas notas indicando la
preferencia que debería darse a cierta bibliografía que se reproduce, y
digna de tenerse en cuenta por el interés doctrinal. Destaquemos aquí
algunos ejemplares o autores que preocupaban al Santo Oficio. Se
alude a la "Biblioteca" de los Padres, aumentada en varios tomos
después de la publicación de los anteriores Catálogos. Otrosí, intere-
san Erasto y Teofrasto, Paracelso, Raimundo Lulio, el Theatrum zñ-
tce humane, de Conrado Liscosthemen, ampliado por Teodoro Zun-
gueiro y hermano en variedades humanísticas de los Apothegmas del
mismo autor ; las Sentencias, de Pedro Lagneiro, o los Axiomas po-
líticos, económicos y eclesiásticos, de Jorge Richtero, obras llenas de
viveza, de humorismo y de intención, y nutridas de experiencias hu-
manas, como los clásicos Florilegios, de Gruntero y de Langio. Las
"notas" inquisitoriales advierten también al Thesaurus, de Estepefa-
nom ; a los Sermones, de Savonarola ; a las obras de Juan Pero sobre
el Antiguo Testamento, y a los Problemas, de Jorge Véneto. Estas
preocupaciones del Santo Oficio se extendieron a todos los distritos
inquisitoriales. En el de Mallorca se verifican investigaciones en tor-
no a Raimundo Lulio. La preocupación era extremada ; "luego que
— 28 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
recibáis ésta, converná que encarguéis a algún Comisario o qualifica-
dor de esse Santo Oficio, persona de inteligencia en materia de libros,
saque vna relación y memoria de los libros y doctrina de Raymundo
Lull, )' controuersias, della, con distinción y claridad, no sólo de los
títulos de los libros, sino en qué lengua, y de qué marca, y qué vo-
lúmenes, y si son de mano o impresos, el tiempo y lugar de la im-
presión, y quándo se copiaron, y si son traslados simples, de dónde
se copiaron, pudiéndose tener razón dello, y nos los remitáis lo más
presto que se pueda." En Barcelona se practicaban las mismas dili-
gencias (21).
Es muy significativo para la cultura española que todavía en
24 de diciembre de 1605 se redactasen imas lineas para la Inquisición
de Valencia. Se refieren a que en aquella ciudad se había llevado una
Biblia de Vatablo con nuevas anotaciones y con los textos griegos y
hebreos. Se recomienda la mayor diligencia para rescatar aquel ejem-
plar, a pesar de estar dicha obra vista y corregida por el Tribunal.
Estas búsquedas de ejemplares eran constantes y sistemáticas. Citaré
dos casos. En el Colegio de la Compañía se conservaba un Theatrum
vitce humane, expurgado hasta cierto punto. Fué este libro donativo
del Cardenal Zapata. Desean los inquisidores que se confronte con el
Expurgatorio. Una referencia mny curiosa toca a la memoria del fa-
moso arquitecto Juan de Herrera. "Se tiene noticias — reza el tex-
to— que Juan de Herrera, criado de su Magestad, juntó y dexó en
Madrid gran copia de libros y muchos papeles y controversias a la
doctrina de Raymundo Lullio, y en particular al abono y defensa
della." Se buscan con este motivo los herederos de Herrera para
saber el paradero de dichos papeles y libros (22).
Organizada y en marcha la elaboración del nuevo Indice Expur-
gatorio, que llevaría el nombre del Cardenal Sandoval y Rojas, no
hubo descanso en las tareas, iniciándose los trabajos en todos los cen-
tros culturales de la Península, y procurando incorporar a ellos las
figuras más distinguidas y de mayor responsabilidad. Se buscan co-
(21) A. H. N. Inq., lib. 291.
(22) A. H. N. Inq., ibídcm.
— 29 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
rrcsponsales en todas las regiones y se trabaja intensamente. Cuentan
noticias pintorescas y extravagantes, si no en la formal sustancia, sí
en las expresiones y alegatos. En los primeros años del siglo figuraba
nada menos que como decano de la Rota Romana el auditor Peña,
de nacionalidad española. Se dirige éste a la Junta del Catálogo, por
medio del Cardenal de Toledo, y se despacha en estos pedantescos y
pintorescos términos, que le acreditan como extraña y singular per-
sonalidad. Después de referirse a los libros modernos, llenos de mil
novedades, habla de que, con motivo de usarse "esta maldita luxu-
ria (?) de estampar libros, la Iglesia ha perdido mucho", puesto que
los hombres han ido olvidando la "antigua y segura doctrina de bue-
nos doctores por la sofisticada i adulterina de los modernos". El
doctor Peña, en el mismo mes de setiembre de aquel año (1606), alude
a los constantes peligros que tiene la Religión en España por parte
de los extranjeros. Se ve claramente — dice — "la diligencia que pone
el calvinismo, particularmente de Inglaterra, para hinchir a España
i Italia de heregías" (23).
En medio de estas incidencias y corresponsalías, residía en la ciu-
dad hispalense un ilustre y doctísimo jesuíta, eje de todos los traba-
jos y esfuerzos consagrados a lograr la pronta aparición del nuevo
Catálogo Expurgatorio. Era este famoso hijo de la Compañía el Pa-
dre Juan de Pineda, varón de egregia memoria en los fastos de nues-
tra cultura eclesiástica. Incorporado a aquellas actividades, le vemos
incesantemente, en medio de sus personales trabajos, aquejado por
las preocupaciones del Indice que por obediencia se le habían impues-
to. El Padre Pineda está pidiendo a voces un libro que yo brindaría
desde estas páginas a tantos jesuítas cultos, eruditos y modernos.
Desde Sevilla escribía al Consejo, con fecha 8 de marzo de 161 1,
recomendándole a varones doctos de aquella tierra que podían cola-
borar en la expurgación de libros. "Hay aquí — escribe Pineda —
quatro o seis hombres eruditos y curiosos, y de grandes librerías y
noticias de libros, de cuya amistad y trato me voy aprovechando para
el Catálogo." Eran estas personas el licenciado Juan de Carranza, ju-
(231 A. H. N. Inq., leg. .1.517.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
lista y abogado docto y curioso ; el maestro don Juan de la Serna,
teólogo y predicador; don Francisco de Calatayud, muy erudito, "de
gran librería" — dice Pineda — , de gran memoria y muy trabajador;
el licenciado Juan de Torres, predicador, erudito y humanista ; don
Juan de Fonseca, maestrescuela de la Iglesia sevillana, hermano del
marqués de Orellana, erudito y docto en latinidades, y el licenciado
dftn Francisco de la Rioja, docto también en griego y latín.
Según los censores y calificadores de la época, se imponía la
edición del nuevo Catálogo por haberse redactado el Expurgatorio
del 83 con alguna prisa. Se expurgaron autores varios en ciertos lu-
gares, dejando otros de mayor inconveniente y de doctrina más per-
niciosa. Así, por ejemplo, Budeo y Erasmo. En éste se señalaba el
tercer tomo de las Epístolas, que recogía cartas para Carnerario, Lu-
lero }• otros. En ellas — en la misiva, entre otras, dirigida a Cartu-
jano— insistía Erasmo en sus acerbas criticas contra el estado reli-
gioso. Escribía de los monasterios : Istiusmodi ergastula non sinc
instinctu Sathance fuisse instituía. Podían, efectivamente, recogerse au-
tores varios no sometidos hasta la sazón a expurgaciones y censuras.
Entre las minorías selectas, corrían sin oposición proposiciones vitan-
das de Jorge Véneto, los Comentarios de Serrano a Platón, y las ci-
tas marginales a la Utopía de Tomás Moro. Nuevas obras exigían
cautelas crecientes. Así, los impresos del Obispo Muso, de Sado-
leto y de Juan Mérula, entre otros. No se advirtió ni consideró al
autor de la Magia Natural, ni se habían interesado los antiguos cen-
sores en las anotaciones, prefacios y escolios de autores griegos y
latinos, tan estimados entre los hombres eruditos. Postulaba el nuevo
Catálogo las exigencias de incluir los nuevos autores condenados o
expurgados con las respectivas órdenes y mandatos, sin insertar en
los Catálogos. Menudeaban, para escrupulosos y detallistas, en el an-
tiguo Expurgatorio del 83, en reglas generales y cláusulas particula-
res, palabras oscuras y ambiguas.
Una pregunta se suscitó en los trabajos preliminares para la re-
dacción del Catálogo. ¿ Se debían expurgar algunas proposiciones de
autores graves y reputados, ni santos ni antiguos, pero profesores
universitarios de buena doctrina u hombres de bien asentada cultura,
— 31 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
como Melchor Cano, Fray Andrés de Vega, el doctor Juan de Me-
dina o el Complutense? ¿Cómo habían de ser expurgados autores de
estas características y de esta personalidad? Se respondió: "No se
expurguen por la reverencia que se debe a las personas )• doctrinas,
y seguridad en la fe, y que se les aga la cortesía que se les hace en el
cathálogo del Ilustrísimo Don Gaspar de Quiroga en la segunda par-
te de la carta ad lectorem, a donde dize, "y por esta misma conside-
ración tampoco se censuran en este cathálogo los libros y tratados de
algunos authores, como son algunas sentencias que se hallan en Ca-
yetano, y de la mesma manera se pueden nombrar Vega, el Complu-
tense y otros tales, sin censurarles más sus proposiciones" (24).
En 13 de marzo de 1610 dirigía el Monarca español a la Sede
Apostólica una carta en creencia de su Embajador en Roma sobre la
necesidad e importancia de un nuevo Catálogo. En la epístola se ad-
vertía al Pontífice de la inconveniencia de intervenir los Obispos en
estas materias, según la costumbre romana, acreditada en el Indice
de Pío IV y de Clemente VIII. Los españoles rehusaban las inter-
ferencias episcopales, ofreciendo el Santo Oficio desde su estableci-
miento en la Península unas características propias, radicalmente
opuestas a instituciones de otro tipo, carentes de la importancia y
de la disciplina de nuestro Santo Oficio. Se fundaban también los
inquisidores españoles para vindicar su derecho en el motu proprio o
"extravagante" de Julio III, a la que anteriormente hemos aludido,
revocando facultades y licencias de antiguo otorgadas, exceptuando
en sus letras a los inquisidores y comisarios de la Sede Apostólica
sobre el crimen de herejía.
La preocupación del nuevo Catálogo había acuciado al Patriarca
Inquisidor General, ordenando una Junta en Valladolid, integrada
por el licenciado Alonso Márquez de Prado, decano del Consejo Su-
premo ; Fray Ignacio de Ibero, Abad de Fitero, de la Orden de San
Bernardo ; Fray Diego de Arce, franciscano ; el doctor Camargo, Ca-
nónigo Magistral de Avila; el maestro Tiedra, de los Predicadores,
(24) A. H. N. Inq., lib. 4.517.
_ 32 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
y el licenciado don Juan de Hoces. Los trabajos se llevaron con ac-
tividad, contando con la colaboración que día tras día se había bus-
cado, y, así, el 20 de diciembre el Consejo deputaba a uno de sus
miembros, Miguel García de Molina, para notificar al Rey la termi-
nación del nuevo Indice Expurgatorio, acabado felizmente con la ayu-
da y asistencia de las escuelas de teología del país y las censuras de
los hombres de letras más destacados de la época (25).
Vista la satisfacción del Monarca, se ordenó por el Inquisidor Ge-
neral la publicación del Catálogo con trompetas y atabales, señalando
como lugar de la publicación la iglesia de Santa María. El día 21 de
diciembre de aquel año (161 2) se verificaba el acto, estando presentes
los Obispos de Tortosa y Canarias, marqués de Prado y Francisco
de Sosa. Ambos a dos se sentaron en la capilla mayor de Santa Ma-
ría, "en unas sillas de terciopelo carmesí con almohadas", acompa-
ñándoles el doctor Jerónimo Ruiz de Camargo, Canónigo de la Ma-
gistral de Avila ; el doctor don Juan de Hoces ; el Padre maestro
Fray Diego de Tiedra, predicador real ; el insigne Maluenda ; el Pa-
dre Juan de Pineda, y Fray Francisco de Jesús, del Carmen Calzado,
todos ellos miembros de la Junta del Catálogo Expurgatorio. Des-
pués de la lectura de la provisión del Cardenal, el Obispo de Cana-
rias subió a un tablado con sitial y predicó de la feria y del Indice,
fijándose después a las puertas de la iglesia las letras del Cardenal
Inquisidor.
No escasearon al final de los debates correspondencias muy cor-
tesanas a la Sede Apostólica y a los Cardenales, recibiendo el Inqui-
sidor General del Monarca español y de la Silla Pontificia plácemes
y enhorabuenas por el éxito de la reciente publicación. También se
(25) El Consejo lo integraban a la sazón el Obispo de Tortosa, Valdcs,
Zapata, Castro, Obispo de Canarias y Trejo. He aquí la portada del Indice:
" Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorvm Illmi. Ac. Rmi. D. D. Ber-
nardi de Sandoval Et Roxas, S. R. E. Presb. Cardin. Tit S. Anastasiae Ar-
chiepiscop. Toletani Hispaniarum Primatis Maioris Castellx Cancellarii Gene-
ralis Inquisitoris Regii Statvs Consilliarii etc. Avctoritate et Ivssv Editvs. De
Consilio Svpremii Senatus Stae Generalis Inquisitionis Hispaniarvm. Madriti
Apud Lvdovicuni Sánchez Typographum Regivm. M.DC.XII.
— 33 —
3
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
obsequió con billetes y letras muy protocolarias al Cardenal Nepote,
a Zapata, Borja y Belarmino.
La publicación del Catálogo del año 1612 suscitó una cuestión
referente al Real Monasterio de El Escorial. Una provisión del Car-
denal Sandoval y Rojas acusa el episodio. Según el nuevo Expurga-
torio, la librería real de San Lorenzo se descabalaba, conforme las
normas entre libros prohibidos y condenados. El Prior Jerónimo, en
memorial dirigido al Rey, alude, para dar más fuerza a sus argu-
inentos de que se respetase la regia y célebre librería, a que los
monjes utilizaban ordinariamente para sus quehaceres de cultura una
biblioteca particular de la Comunidad. El monje jerónimo deseaba
que los libros vedados se conservasen en sus anaqueles, como hasta
entonces, poniéndoles algún título o censura por donde se conociese
su calidad y, en lo tocante a códices o manuscritos, se respetasen sin
tocar ni expurgar dichas obras. Se delegó para estudiar la cuestión
a Fray Francisco de Jesús, y, según los informes y relaciones, San-
doval }" Rojas redactaba las siguientes normas : Se permite y otorga
licencia para que permanezcan en sus estanterías y puedan ser leídos
por el Prior, bibliotecario y catedráticos del Colegio — por ser hom-
bres doctos — los libros prohibidos que tratan de letras humanas sin
tocar materias religiosas, libros inofensivos por su doctrina y sólo
odiosos por la condenación de sus autores. Sin embargo, las tales
obras deberían estar señaladas. Los libros de autores de esta clase
referentes a cuestiones y asuntos religiosos o concernientes a ellas,
como las cronologías sagradas e historias de Pontífices, se apartarían
en librería especial destinada a estas materias, redactándose dos In-
dices, uno de los cviales estaría en poder del Consejo y otro en la
misma librería de los libros prohibidos. En lo concerniente a códices
y manuscritos la provisión dictamina: "Se sacarán dos liliros de he-
resiarcas que ay en ella para poner con los otros desta clase en su
librería, los quales y los de los Raninos y Biblias en romance, per-
niiíimos se puedan quedar dentro de la dicha librería, como condición
que todos se pongan juntos en otros estantes aparte con título de
prohibidos, y damos licencia al dicho Prior, librero mayor y cathedrá-
tícos para poderlos leer, como hasta aquí lo han tenido ; y así mismo
— 34 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
damos licencia al religioso que ha hecho la botica del dicho conuento
para que solo él, y no otra persona alguna, para las distilaciones de
las quintas esencias, y para otros usos de importancia, pueda tener y
aprouecharse de algunos libros de la facultad de medicina" (26).
Editado el Cathálogo, sabemos que el Consejo comenzó a re-
partirlo por los distritos inquisitoriales: "Juan González lleuó en
20 de hebrero vna caxa para los Inquisidores de Córdoba, y otra
para los de Seuilla, y otra para los de Canarias. Posa en el mesón
de la Herradura. F'rancisco González, vecino de Salamanca, ordina-
rio de Santiago a esta villa, lleuo vna caxa con seis libros para aquella
Inquisición. En este día a Rodrigo de Aguila, ordinario de Granada,
se le dió otra caxa con siete libros. Juan Muñoz, ordinario de To-
ledo lleuó otra caxa con seis catálogos. Francisco Hernández, ordi-
nario de Portugal, que posa en el mesón nueuo, en la calle de Alcalá,
(26) A. H. N. Inq., lib. 291. El Prior del Monasterio, Fr. Juan de Peralta,
con fecha 4 de i.oviembre de 1613, escribía así al Inquisidor : "Mil gracias doi
a Va. Illustrisinia por la merced que me higo en enuiar al padre Dr. Francisco
de Jesús a que tomase ragón por menudo de todos los libros prohibidos que ay
en esta liberia, que como hombre tan docto y erudito lo ha hecho con gran
satisfacción de su Magestad, y me a mandado que escriba a V. Illustrisima se
da por seruido de que se execute lo que el Padre Fr. Francisco ha tratado con
su Magestad y conmigo, siendo parecer de V. Illustrisima de que se haga par-
ticular librería en un piega que su Magestad ha señalado, donde estén en cus-
todia todos los libros prohibidos, sin que naide los pueda ver sin especial orden
de V. Illustrisima, o de quien sus beces hubiere ; y asi mismo estén en esa
misma piega, en su enterega todos los libros expurgables para muchos fines
vtiles que se pueden ofrecer, quedando estos mismos expurgados en la librería
vsual, adonde no ha de haber cosa que no esté por menuda corregida, conforme
al Expurgatorio, por manera que aya tres librerías en esta casa : dos vsuales,
que son la principal y la manuscrita, y la tercerá reserbada, adonde esté todo
lo prohibido, y lo expurgable en su enterega, sin que naide pueda entrar en ella
sin orden expresso, de quien V. Illustrisima fuere serbido, esto ha parecido a
su Magestad se escriba a Y . Illustrisima para que no haubiendo inconueni^nte
sescriba mandado executar en esta forma, o en la que a V. Illustrisima mejor
pareciere, cuyo orden y disposición aguardo en esto y en todo lo que demás
que V. Illustrisima me quisiere mandar, como a sierbo suyo. Fr. Juan de Pe-
ralta. " ( Ib'idem.)
— 35 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
lleuó una caxa de Llerena con siete catálogos en 22 de hebrero
de 1613" (27).
Cerca de trescientos ejemplares se repartieron por orden del Car-
denal a diversas personalidades. Unos, en papel; otros, dorados, y
los más sencillamente encuadernados. Al P. Juan de Pineda se le ob-
sequió, además del suyo, con dos ejemplares para enviar a dos co-
legios de Francia y Alemania, colaboradores en la redacción del Ca-
tálogo. Por el mismo servicio se remitió un ejemplar a Pedro de
Valencia, que también trabajó en la obra. Cuatro fueron para los
confesores de los Re>'es y del Principe, más al Maestro de éste. Apun-
ta la referencia: "En 23 de henero se dieron trece cathálogos con
listones de seda para dar a los señores del Consejo Real, que no se
les hauia dado." Se regaló por orden del Inquisidor otro ejemplar al
portero del Consejo, Guarnicio, por lo mucho que trabajó en las noti-
ficaciones y avisos dados a los libreros. No faltaron tampoco ejempla-
res a los oficiales de la imprenta que tiró el libro. Se hace entrega de
dos Catálogos a dichos artesanos por los derechos "llamados de capi-
lla". A Su Santidad se remitió un ejemplar en oro y listones de seda.
Los informes, las críticas y las censuras procedentes de toda Es-
paña prosiguieron a través de los años, y cuajaban después de la publi-
cación del Catálogo del año 1612 en la redacción de una serie de normas
o reglas propuestas por el Consejo a los calificadores y censores para
su estudio, aprovechando iniciativas de los criterios más dispares y
opuestos. Se reducen a catorce y es muy interesante su contenido. Se
prohiben en principio toda clase de impresos, cuyos autores sean here-
jes, y los tratados de moros o judíos, "cuj-o argumento fuese contra
las cosas de nuestra santa fe chatólica, o contra las costumbres y vniuer-
sales cerimonías de la Iglesia Romana, o contra las comunes exposicio-
nes de la Sagrada Escritura en el sentido literal della, o que enseñen
su secta judaica o mahometana, y errores reprobados de ella"; pero
dentro de esta prohibición destaca una providencia sumamente in-
teresante, pues se eximen de la prohibición general los estudios de los
biblistas judíos, va exposiciones del Texto o vocabularios y libros de
(27) A. H. N. Inq. (Ibidem.)
_ 36 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
gramática. Reza así este inciso de la regla, que satisfará seguramente
a los hebraístas; "pero no por esto se entienda ser prohibidos Josepho,
ni Philón, ni el Parafraste chaldaico, ni los rabinos que describen ex-
poniendo la Escritura, ni tampoco se prohiben los vocabularios o dic-
cionarios y libros de gramática, compuestos por semejantes autores ni
los que tratan de historia y otras sciencias y facultades". La regla 4
completa la referencia anterior. No se vedan las traslaciones e in-
terpretaciones de los autores heréticos sobre textos griegos o hebreos,
exentos de errores y doctrinas sospechosas, ni las obras acerca de
santos, filósofos o poetas — apotegmas, diccionarios, índices — , pero
queda prohibida cualquier traducción bíblica, así del viejo como del
Nuevo Testamento, trabajada por autores heterodoxos. Se prohiben
por la regla 5 las traducciones de la Sagrada Escritura en lenguas
romances, aún sin contenido herético, pero no así las notas, textos,
alegaciones, cláusulas )■ sentencias para ilustración de los lectores pia-
dosos. La regla 6 interviene y condena las oraciones y textos con
"promesas fabulosas" y vanas predicciones, tales como son "que quien
tal oración o deuoción rezare no morirá muerte súbita, ni en agua
ni en fuego, o que sabrá la hora de la muerte, o que verá a Nuestro
Señor en aquella hora con otras cosas semejantes. En la 7 se pro-
hiben los comentarios, exégesis, censuras y prólogos sobre textos sa-
grados y santos, escritas contra la estimación y creencias de la Igle-
sia. Se entiende, además, escritas por autores cristianos, porque los
libros de gentiles no se prohiben de no estar particularmente consig-
nados en los Indices. Se vedaban por la regla 8 las disputas y con-
troversia entre católicos y heterodoxos, de manera especial los libros
donde se hostiliza a la secta mahometana por los inconvenientes que
podrían resultar. Se atiende en la regla 9 a la lectura y ejercicio de la
Nigromancia, Hidromancía, Piromancia, Geomancia, invocación de
Demonios, encantamentos y cercos, }' en general las materias de arte
mágica, hechicerías, brujerías, supersticiones y agüeros, entendién-
dose únicamente por lícitos los exorcismos y conjuros admitidos en
los manuales eclesiásticos. Item, se vedan categóricamente toda la
literatura de Astrología judiciaria, y demás ciencias y artes referen-
tes a las cosas futuras y contingentes, dependientes siempre del libre
— 37 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
albedrío y de la voluntad humana. La regla lo es curiosa, y la vamos
a reproducir textualmente: "Otrosí, se prohiben todos los pasquines
y liuelos infamatorios, infamosos, debaxo de qualquier título y nom-
bre, salgan o se escriban debaxo e intitulen, en los quales con autori-
dades }•• palabras de la Sagrada Escritura, se dizen y tractan cosas
y materias profanas; y lo mesmo se entienda de todas las canciones,
coplas, sonetos, prosas y versos y rimas de qualquier lengua, com-
puestos, que traten cosa de la Sagrada Scriptura, interpretándola pro-
fanamente, y a otros propósitos, fuera de lo que común y ordinaria-
mente la santa madre yglesia romana admite y vsa, y contra la re-
verencia y respecto deuido a las palabras de la divina Scriptura." Las
impresiones sin nombre de autor y pie de imprenta, a partir del año
1611, quedaban prohibidas por la regla 11. La 12 insiste en la pro-
hibición formal de toda clase de libros atentatorios contra la "doctrina,
costumbres, cerimonias" de la Iglesia. Es muy curiosa la "disposi-
ción" 12. Es de este tenor: "asi mesmo prohiben todas y cualquier
ymagenes, retratos, figuras, monedas, empresas, invenciones y meda-
llas que sean en yrrisión de los santos, en desacato e yrreuerencia su-
yas, y de sus imágenes y reliquias, o milagros, hábito, profesión y vida,
y así mismo los que fuesen en desacato de la Santa Sede Apostólica,
de los romanos pontífices, cardenales y obispos, y de su estado y orden,
dignidad y autoridad, clanes y poderío espiritual, las quales cosas
todas en ([ualquier materia que estén estampadas, pintadas, dibuxa-
das. labradas, texidas o figuradas, se prohiben y vedan, bien así como
los libros de los herejes y heresiarcas, de que en este cathálogo se
haze mención." Y finalizan las reglas apuntando la 14 unas conside-
raciones sobre la corrección de libros que pudieran ser fácilmente cfi-
rregidos, pero por personas delegadas del Santo Oficio, y no por
otros libros o autores, sin dispensa y permiso de la Inquisición {28).
Nos haríamos harto difusos si procediéramos a insertar en estas
páginas todas las circunstancias que acompañan a las Juntas cele-
bradas ininterrumpidamente para alcanzar la perfección más acaba-
da en la impresión de los catálogos futuros, enmendando yerros y
(28) A. H. N. Inq., leg. 4.517-
_ 38 -
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
omisiones de los pasados ; pero merece la pena de ampliar este capí-
tulo comentando algunos aspectos de aquellas historias antes de ex-
poner breve y sintéticamente las últimas ediciones de los Indices Ex-
purgatorios españoles.
¿ Tuvieron nuestros hombres de letras criterios independientes y
personales en sus trabajos, soslayando las influencias de los docu-
mentos romanos ? La respuesta es afirmativa. Los Indices expurgato-
rios no influyeron positivamente en la elaboración de nuestros Catá-
logos nacionales, salvo como instrucciones particulares y avisos,
aprovechables siempre como a^'uda e ilustración. Fue asi muy oportu-
no y conveniente para las tareas españolas, como criterio ejemplar
y como experiencia, el Indice del Maestro del Sacro Palacio, Juan
María Brasichelense, impreso en Roma en 1607 y después en Bér-
goma, en 1608. Fueron también muy recomendables y de resultados
muy positivos las censuras particulares, como las del Cardenal Ba-
ronío y las de César Baronio, que precisaban en sus trabajos la ca-
lidad y ortodoxia de autores varios sin olvidar tampoco las adverten-
cias y valoraciones manuscritas del Padre Gretser, controversista in-
signe y profundo conocedor de la literatura de la época.
Pero pese a informaciones extrañas 3^' a influencias alienígenas,
muy útiles y beneficiosas, no se olvide, sin embargo, el carácter
independiente de nuestro genio, muy característico por aquellos días,
aun en materias de disciplina y política eclesiástica, y asi los espa-
ñoles se movían en estos negocios con independencia de criterio,
guiándose por sus propias y ricas experiencias, y resolviendo los
problemas planteados por las censuras y prohibiciones, "quitando
y poniendo, aprobando y reprobando, sin obligarnos a seguir pare-
cer o calificación agena ; )■ a veces permitiendo lo que otros permi-
tían", como muy doctamente apuntaba el padre Juan de Pineda en
escrito dirigido al Consejo de Inquisición el 24 de julio de 1628 (29).
Por confidencias particulares conocemos noticias muy curiosas
y concretas de la elaboración del Indice del Maestro del Sacro Pa-
lacio, y las destacamos por ilustrar mejor las cosas españolas. Aun-
(2g) A. H. N. Inq., lib. 291.
— 39 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
que con el nombre del Prelado romano, el alma y la vida de aquel
Expurgatorio fueron dos clarísimos españoles: el Maestro Maluen-
da y su colega de hábito Jerónimo de Tiedra. El Padre Pineda
había conocido a Maluenda en la Ciudad Eterna por el año 1603, y
no obstante tener noticia el Padre Jesuíta de cómo se habían llevado
las cosas en aquella Corte, sin dejar de rendir la consideración debida
al Catálogo impreso bajo el cuidado del Pontífice, véanse sus diferen-
cias y los criterios liberales de los españoles. En la Summa, de Ma-
nuel de Saa el Indice romano expurga ciento noventa y siete capítu-
los, mientras el Indice Expurgatorio español tacha únicamente dos
lugares, estampando estas palabras : alia autem omittuntur qucF ñeque
ad Sancti Officii iudicium spectant, ñeque gravcm ojfensionem ha-
bere videntur. En las obras del Maestro Aria Montano se mandan Ix)-
rrar por el Catálogo extranjero cincuenta y un lugares. La censura
española se constriñó a marginar ocho o nueve lugares. El Padre Pi-
neda refiere unas confidencias muy sabrosas. Son un trozo de la pe-
queña historia de nuestros hombres de letras que no puedo menos de
dar a conocer a mis lectores. Escribe así : "En las obras de Arias Mon-
tano en que el dicho Maestro nota y manda borrar cinquenta y un
lugares tan largos que él mismo señala y quenta, v quántos renglones
se ayan de borrar, en una parte 20, en otra 30, en otra ciento por
cuenta; en otras, medias páginas y páginas enteras, y en alguna todo
el Comentario de Apocalipsis, que pareció intolerable rigor, no expur-
gar siquiera lo que pudiera ofender, sino borrarlo todo, bueno y malo
a hecho ; y aunque sobre este autor tuuimos muchas conferencias v-
dificultades no fueron, ni nos pasó por el pensamiento, por confor-
marnos con el Maestro del Sacro Palacio, ni aún con sus notas (pues
en otros autores de menos importancia nos apartamos de él), sino
porque el señor Obispo dp Canarias, don Francisco de Sosa, no que-
ría que Arias Montano estuviese sujeto a nuestra censura, ni entrase
en número de los demás autores en poco ni en mucho, sobre que uvo
pesadumbre y bozes que nos daña, y palmadas en la mesa, y última-
mente apeló a consulta particular con el señor Cardenal don Bernar-
do de Sandoval, en que se resolvió que no se dexase de aduertir (aun-
que lo menos que se pudiese) en el dicho autor, todo lo qual so-
— 40 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
licitaua Pedro de Valencia, discípulo de Arias Montano, el qual en
este particular pretendió recusarme, teniéndome por poco aficionado
a el dicho autor por auer yo escrito en mis libros en general, }• sin
nombrar a nadie que no me contentauan los intérpretes de las Els-
crituras que las interpretauan con autoridades de Horacio, TibuUo, Ca-
tuilo y Propercio, y casi nunca allegauan los santos doctores de la Igle-
sia, en que parecía que notaua al dicho Montano, más acabadas todas
estas contiendas, auiendo una y muchas veces examinado al dicho
autor, y mirando por la autoridad )• entereza del Santo Oficio no halló
nuestro Expurgatorio lugar ninguno digno de borrarse, y de todos
los cinquenta y uno que borraua el Maestro del Sacro Palacio, en
solos ocho o nueuc se puso a la margen alguna breue advertencia de
buena y breue explicación, que cabía en el dicho autor para que el
lector no se engañase con menos buen sentido" (30).
Otro libro curioso, español. De sacra Philosophia, del Doctor
Valles, mereció la acritud censoria del Catálogo romano. Se tachan
quince lugares que en el Indice español se atemperan y disminuyen.
Los censores españoles siguen la norma de siempre : su estricto cri-
terio, sin escribir al dictado. Proceden quitando, poniendo, aproban-
do o reprobando como juagábamos convenir.
De idéntica forma intervino la censura española con otros mu-
chos libros católicos y doctos. Valga la pena de citar entre los ex-
tranjeros y nacionales las obras del padre Enrique de Lesio, de Valen-
tín de Erice, textos de Navarro y de Covarrubias, las Obras de
Fr. Diego de Estella, según la impresión de Alcalá, la Praxis epis-
copalis, de Tomás de Zerola, o la edición salmantina del Hipotypo-
sron, del Maestro Martínez de Cantalapiedra, monumento de cien-
cia castiza y nacional, gloria de nuestro espíritu universitario rena-
centista.
El omnino prohihentur romano se modera constantemente en el
Indice español, siempre que se trata de obras que puedan expurgarse
dejando lo bueno y útil, conforme las normas de Clemente VIII (31).
Í.30) A. H. N. Inq., lib. 2QI.
(31) A. H. N. Inq. (Ihidem.) Son muy interesantes las manifestaciones del
— 41 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
La Junta Española lo somete todo al tamiz de su critica mtel.gen-
te sin furores censorios, ni cerrazones inquisitoriales. La misma
independencia de juicio, puesta de manifiesto con el Indice del Maes-
tro romano, se estila con la censura nacional. En la Intiuisicion de
Toledo, con asentimiento del Consejo, y precediendo consulta de ca-
tedráticos alcalainos, se había tachado una proposición sobre los actos
vitales de las criaturas, consignada en el libro de los Opúsculos, del
padre Mariana. Pese a ello, y probándose nuevamente que la afirma-
ción de Mariana no tenia calidad, y que era verdadera la proposi-
ción, fué admitida y aprobada por todos los teólogos calificadores de
la Asamblea. El padre Pineda se expresa informando de estos me-
nesteres, en los que se actuó con tanta libertad de movimientos, "que
por reglas ^para lo venidero no fuera prudente, estando -escribe
al Inquisidor General- siempre en pie el último juizio de \ . A., que
según las nueuas circunstancias del tiempo, lugar y personas orde-
nará lo más conueniente" (32).
padre Pineda aludiendo a estas cosas. "En el dicho Ind.ce del Maestro no so
ay algunas notas y expurgaciones superfinas, más otras ofensivas, como es en
sintos muy antiguos y venerados en la Iglesia, ponerles notas de descrédito.,
y poca reuerenca. como a San Gregorio Turonense ponerle nota por expresas
palabras, que escribió muchas cosas falsas, y agenas de verdaü, lo cual se v -
ñera en el tomo 7 de la Biblioteca Patrum ; y en otros antiquísimos, y nuiy
"cibidos. ponerles acada paso, "cante lege", que aunqu. para algunos católicos
u d se cautela y aduertencia vtil. para otros, y aún para los '--.es, puede
er daüosa, haziondo sospechosos de mala doctrma. o de ^^^^^^"^^^^
regías a los santos y escritores antiguos que también es contra la eUcio,
y reglas del Indice de Clemente VIII. En lo qual ^^"^^ ^^.^^ "^^^ J
"caute lege", como nueva en la Iglesia, y solamente usada del dicho Mae.tn.
o por mejor dezir, del Maestro Maluenda. que estaba presente, y aprobada del
Sr Márquez de Prado, Obispo de Tortosa, que nos presidia en el Expurga-
torio, no fué bien recibida, sino antes extrañada, y aun murmurada en el Con-
sejo, como me lo dixo el Sr. D. Juan Capata. Ob.spo después de Zamora
porque si es autor antiguo a quien no se ha de tocar, tampoco se deue haz.r
con la tal nota de sospechoso, si es moderno, y causa ofensión, se deue ex-
purgar. " ■•ir-
(32) No quiero silenciar que los años 1619 ó 1620 se denuncio en el Con-
sejo una proposición que eximía a la Madre de Dios no solo de la culpa on-
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Por aquellas calendas (año 1629) integraban el Consejo Supre-
mo de la ínquición los siguientes sefaores : Cifuentes, Sotomayor,
Ortiz, Carrillo, Chacón, Pacheco y Serrano. Las Juntas para orde-
nar el nuevo Catálogo se celebran en casa del Consejero Pacheco
con la asistencia de don Juan Dionisio Portocarrero, Inquisidor de
Sevilla, el Dr. Don Cristóbal de Guzmán, Maestro del Infante Car-
denal, Fr. Juan de Santo Tomás de la Orden de los Predicadores;
Fr. Esteban Pérez, franciscano ; el agustino Fr. Martín de Albiz y los
Padres Luis de Torres y Juan de Pineda. Todos ellos eran varones
graves y doctos. Pacheco pertenecía, como he apuntado, al Consejo
Supremo y era canónigo de Cuenca ; Portocarrero, inquisidor de Sevi-
lla ; don Cristóbal de Guzmán, Calificador del Consejo ; Fr. Juan de
Santo Tomás, Calificador del Consejo, IMaestro en Teología y Regen-
te del Colegio de Santo Tomás de Alcalá ; Fr. Esteban Pérez, Cali-
ficador del Consejo y Lector de Teología en su Provincia; Fr. Mar-
tín de xA.lbiz, de la Orden de San Agustín, Calificador del Consejo,
Maestro en Sagrada Teología por su Orden, Doctor de la Universidad
de Alcalá y catedráticos de Prima de Escoto por la misma Escuela y
Fr. Juan de Pineda, Visitador General de las librerías del Reino.
El Padre Luis de Torres no contó para nada en las Juntas por haber-
se excusado, dadas las obligaciones a que estaba consagrado por ór-
denes del Rey.
Las Juntas en casa de Pacheco comenzaron en 21 de diciembre,
a las dos y medía de la tarde. Refieren los documentos que congre-
gados los Calificadores, sin orden a la antigüedad de asientos, y
en forma circular, explicó el padre Pineda los motivos de haberse
reunido, que no eran otros si no examinar las censuras dadas a dife-
rentes libros, y tratar de cosas pertenecientes al nuevo Indice que
se proyectaba publicar. El P. Pineda había residido en Madrid para
dedicarse a estas tareas por espacio de año v' medio, abandonando su
ginal, más también de delito de incurrir en ella. No obstante de tacharla por
herética o errónea graves autores, como Cayetano, Belarmiro, Suárez, Váz-
quez, Córdoba y otros, el Consejo Supremo mandó examinar sus fundamentos
y razones, resultando del examen absuelta tal proposición de la censura y dada
por piadosa y probable.
— 43 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
conventualidad de Sevilla, y esperaba de todos los asistentes cola-
boración decidida para resolverlo todo, como podía esperarse de su
"larga experiencia, letras y celo".
Iniciados los debates y consultas, el padre Juan de Pineda se
expresó en estos términos : "A maj-or gloria de Dios Nuestro Señor,
servicio de la Iglesia, pureza de la fe y servicio del Consejo Su-
premo de la Santa General Inquisición, a quien toca su conservación
en estos Reynos, diré de la utilidad y necesidad de este nuevo Ca-
thálogo, o de la renovación del pasado, que es el fundamento de lo
que el Consejo año y medio a me mandado trabajar, como quien desto
tiene alguna más particular noticia y experiencia".
La utilidad y la necesidad eran evidentes para el P. Pineda. Se
habian agotado las ediciones del Catálogo antiguo, pudiendo adqui-
rirle únicamente a altos y excesivos precios. Se excusaban así en
muchas librerías la venta de libros prohibidos o por expurgar, dada
la ignorancia del Catálogo y de sus reglas por la escasez de ejem-
plares. Otra razón era la difusión de catálogos extranjeros, que aún
no desvirtuando en sus aspectos fundamentales la sustancia de nues-
tros Expurgatorios, incluían prefaciones, comentarios y aun críticas
acerbas contra nuestros Catálogos. Se alude también a la impresión
del catálogo expurgatorio de Portugal (1624), que aunque influido
por el español, contenía otras muchas prohibiciones y expurgos. Ejem-
plo claro de animadversión a lo nuestro lo ofrecía la impresión ex-
tranjera de Génova. Contaba una razón muy interesante expuesta
así por el padre jesuíta: "El auer en estos doce o catorce años des-
pués del otro cathálogo, salido a la luz más libros de herejes huma-
nistas, juristas, políticos, poetas, y sobre Escritura que en tremta
años atrás, de que herbía toda esta Corte y todos los curiosos del
Reyno, y con la nouedad se buscaba, y se embiaua por ellos, fuera
del Reyno, y como nueuos no estañan nombrados, ni prohibidos, en
especial, con que algunos más entendidos aduertían ser autores he-
reges, ó por lo menos sospechosos, disimulauan por no estar nom-
bradamente todos", razón fundamental, efectivamente, y que exigía
sabias y nuevas disposiciones. Existían, además, fuera del Catálogo
dos Apéndices y otros documentos -cartas acordadas— y prohibi-
44 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CU LTV KA
ciones que contribuían al confusionismo e inseguridad en materias
tan delicadas.
Las razones propias e intrínsecas del Catálogo postulaban la
misma exigencia de la impresión.
Se refiere el P. Pineda, en primer lugar, a la falta de clari-
dad del Indice anterior por las muchas "remisiones y alphabeíos"
que tenía, y consiguientemente la poca facilidad para dar con lo que
se buscaba e interesaba al lector, suponiendo tiempo y trabajo. El
índice presentaba también muchas menudencias fijas, v. g., escribien-
do de algún hereje bene dixit, o mérito sensit, eleganter, sapienter, et-
cétera, se consignaba, dele "eleganter" , dele ''mérito" , dele "bene" , con
otras pequeñeces insustanciales, puesto que ni todo lo escrito por un in-
telectual heterodoxo es pecado o inexacto. De insignificancias de esta
clase — indiscutiblemente, criterios aldeanos y absurdos. — estaba pla-
gada la redacción del antiguo Expurgatorio. Se eludían epítetos y tra-
tamientos honrosos. Se tacharon frases como ésta : historiografus di-
ligentissimus. A Enrique Estéfano se le regateaba un peritissimus en
griego. Se fundaban todas estas limitaciones y criterios de vía estre-
cha en que el Catálogo romano mandaba en la Instrucción del ex-
purgo de libros, ut omnia epiteta honorijica et omnia in laudem hac-
reticorum deleantur. Todo lo cual podía hacerse con advertencia, o,
tratándose de alabanzas generales, en abono de la persona, como
cuando se dice vir optimus, probus, bonae memoriae, piae memoriae,
virtutibus exornatus, de re bene meritiis, o cosas parecidas, como ex-
presiones o encarecimientos notorios en todos los países europeos
— consagraciones científicas o literarias definitivas — por las excelen-
cias insignes de autor de fama internacional, verbigracia, de Erasmo,
a quien se apellidaba Germaniae decus, Bataviae lumen, eruditorum
princeps, o como alcanzó a ponderarse la obra erudita de Scalígero,
denominándole Deus eruditorum.
Tampoco se incluyeron en el anterior Expurgatorio, según las ad-
vertencias del P. Pineda, muchos autores que deberían haberse ano-
tado, y que no se realizó por economía de tiempo o por no haber sus
libros a la mano. El Padre Pineda añadía, además, negligencias y
equivocaciones parecidas de otra clase. En el catálogo antiguo se pro-
— 45 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
hibían, por ejemplo, todos los libros de Jerónimo Cardano, incluj-en-
do, por tanto, su Arithmetica, ni expurgada ni prohibida, y otra obra
ac¡rca de Tolomeo, cuya expurgación fué fácil. El ilustre jesuíta se
congratula en su exposición de haberse corregido estos y otros erro-
res y defectos quantum vires humanae patiuntur, acrecentando el nue-
vo Expurgatorio con dos mil títulos nuevos entre prohibidos y expur-
gados, y consignando haber utilizado veinte Indices importantes de
libros, más otros tantos Catálogos ordinarios de Francfort, informa-
ciones alemanas del Padre Jaime Cretser, de la Universidad de In-
glostadt y de sus doctores, del Colegio de Burdeos, más el examen
de librerías y bibliotecas muy importantes de la Corte y de otras ca-
pitales. Se trató, finalmente, para facilitar el trabajo de encontrar los
autores, redactar un índice alfabético con la maj-or claridad, citando
los folios, y añadiéndose a los autores la naturaleza y la secta profe-
sada, a satisfacción de la más exigente curiosidad.
Las sesiones, presididas por don Pedro Pacheco, fueron muy inte-
resantes, y revelan en conjunto el excelente criterio de los Consejeros
y la ponderación, ciencia y ecuanimidad del Padre Juan de Pineda.
Se ventiló, por ejemplo, el caso de las obras del Tostado. El Ca-
tálogo Expurgatorio de Portugal del año 1624 llegaba a tachar cues-
tiones enteras del Ahulense. Los calificadores consideran en sus digre-
siones la antígüedad, la fama y hasta la santidad que envolvían su
figura y para librarle de las censuras apoyan sus dictámenes en la
Instrucción del Catálogo romano que decía: m libris cathohcorum ve-
terum nihil mutare jas sit... si quid autcm maion momentt et am-
madversione dignum occurrerit liceat vel ad margines, y conforme con
estas normas se apostíllan y declaran con breves notas o comentarios
marginales la doctrina "equíuoca" del autor, sin tachaduras y con-
denaciones textuales.
Se confirió largamente en la segunda sesión, tenida a 23 de di-
ciembre, sobre el problema que podría plantearse acerca de las obras
de Pío II (Eneas Silvio Piccolomini). y notadas con palabras generales,
m actis Aeneae Svhii prohibentur, quae ipse in Bulla retractattoms
damnavit. Se convino en advertir lo particular del autor, con expre-
sa y particularísima mención de una epístola donde se detraía a la
- 46 -
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
autoridad apostólica. También se expurgaron las calumnias vertidas
contra los Príncipes y los Religiosos contenidas en el Epitome de la
Historia de Portugal de don Manuel de Faria y Sonsa. El alud de
letanías compuestas en honor de nuestra insigne y esclarecida Doc-
tora Santa Teresa, invocándola como Mater y Virgo obligaron a los
caliñcadores a ordenar se recogiesen, confomie al Decreto de Cle-
mente VIII.
En la quinta sesión tocaron los padres calificadores la obra litera-
ria de don Francisco de Quevedo. El texto es curioso e interesante :
"Pareció que las Obras de don Francisco de Quevedo que vuiesen
impreso hasta el día de oy (después de auerse prohibido (como lo
están) se aduierta lo siguiente, que las obras que han salido en nom-
bre de don Francisco Oueuedo, se mandan recoger, y las que con-
forme a los dichos originales se imprimiesen, con lo qual no se pasó
adelante."
Se conserva entre la documentación inquisitorial el edicto o "for-
ma de publicación" del nuevo Expurgatorio. Salió el acompañamien-
to de las casas del Eminentísimo Cardenal, y pasando por la plazuela
de Santo Domingo a Palacio, allí se dio el primer pregón del catá-
logo. Merecen reproducirse los textos como expresión de aquel epi-
sodio histórico en los fastos de la historia de la villa madrileña :
"Manda el Eminentísimo Señor Cardenal Inquisidor General y otros,
señores del Consejo de Su Magestad de la santa general Inquisición
a todos los vecinos y moradores dcsta villa de Madrid que se halla-
ren mañana domingo, diez y ocho deste presente mes en la yglesia
parrochial de Santa María, a la hora de la misa mayor, a oír el edicto
y prouisíón de Su Eminencia Reverendísima sobre la reuocación de
las licencias para tener libros prohibidos y leerlos, conforme al nuevo
Indice y Catálogo Expurgatorio que desto ha salido, la qual así hagan
y cumplan, so pena de excomunión mayor. Mandóse pregonar para
que venga a noticia de todos." V.n la Puerta de Guadalajara se dió
el segundo pregón, 3,' en la Puerta del Sol, el tercero. Continuó el
acompañamiento por la calle del Príncipe y la del León, saliendo a
la plazuela de Antón Martín, donde se dio el cuarto, y, buscando el
cortejo la calle de Atocha, recaló en la Plaza Mayor, atravesando La
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MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Provincia, dándose alli el quinto pregón, y finalizando en la plaza de
Santo Domingo, donde se dió el último, después de bajar a San Gi-
nés y atravesar el Postigo de San Martín y la calle de los Preciados.
El protocolo inquisitorial nos refiere el suceso del domingo. Kl
acompañamiento se ordenó así: "Delante de todos iban dos familia-
res con baras que para actos semejantes los nombra la Congregación,
y luego hasta setenta Familiares, que así allí se hallaron de dos en
dos, y al fin de ellos iba el estandarte dicho, el qual, aunque es cos-
tumbre llevarlo los mayordomos con orden del dicho señor Inquisidor
le dieron a don Vicente Baltorra, Cauallero del hábito de Calatrava,
hijo primogénito del Conde la Villa Nova, varón de Torres, y una
borla don Francisco Manrrique, Cauallero del hábito de Alcántara, y
familiar, hermano del Duque de Galisteo, Conde de Osorno ; y la otra
lleuó el Mayordomo más antiguo, y junto al dicho estandarte los mi-
nistros del Santo Oficio Eclesiásticos, como Notarios y Comisarios de
diferentes partidos, que aquí residen y se hallaron allí, y detrás de
ellos los padres calificadores de diferentes Inquisiciones, y los vltimos
los del Consejo y los dos Comisarios de esta Villa, que son el Maes-
tro Sebastian de Mesa, Cura de San Justo y Pastor, y el Doctor Juan
de la Peña, y Niso, Cura de San Miguel, se les dió el penúltimo lu-
gar, llevando en medio al Padre Pedro González de Mendoza, Rector
del Colegio de la Compañía de Jesús desta Villa, que entre todos los
ministros eclesiásticos y calificadores serían quarenta, poco más o me-
nos ; y luego siguieron los dichos alguazil mayor y notario de! secreto,
y después el dicho Inquisidor don Christobal de Ybarra y Mendoza
en una muía bien adereqada, y a su mano derecha iba el dicho Duque
de Galisteo, Conde de Osorno y Familiar del Santo Oficio, y a la
mano izquierda don Balthasar de Chaues, Cauallero del hábito de
Santiago, Conde de la Calzada, y asi mismo Familiar, hijo del señor
don Antonio de Chaues y Mendoza, el Consejo y Cámara de Su Mn-
gestad, y Gouernador en su Real Consejo de Ordenes, y en esta for-
ma fué el dicho acompañamiento por la Plazuela de Santo Domingo
a San Martín, y salieron a la calle Mayor, y desde allí a Santa María,
donde se apearon y a la puerta della algtmos de los Familiares que
auía en la iglesia salieron a recil)ir al Inquisidor con otro estandarte
- 48 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
mayor de la dicha Congregación, y el Cura rebestido y con capa y
diácono y subdiacono y otros clérigos con sobrepellices, cantó el As-
perges me y dió el agua bendita al Inquisidor y el Coro respondió en
la forma ordinaria, y caminando por medio de la Iglesia el Inquisi-
dor haziendo oración al altar mayor subió las gradas solo y se sentó
en una silla de terciopelo carmesí con su almohada a los pies, que es-
taña el presbiterio al lado del euangelio, y aunque se acostumbra po-
ner un paño de terciopelo detrás en la pared, no fué necesario por
estar colgada la capilla mayor con una colgadura bordada, y el estan-
darte grande se puso detrás en el dicho lugar, y el menor al lado del
altar; los dichos Duques de Galisteo, Conde de la Calzada, don Vi-
cente Valterra y don Fernando Manrique, se sentaron bajo de las
gradas al dicho lado del evangelio en quatro sillas, lo qual se hizo con
orden del Consejo, como se aduierte arriba.
"Frontero de las dichas sillas se puso un banco de respaldar, como
es costumbre, en que se sentaron el dicho alguazil mayor y notario del
secreto, y de las dichas sillas y banco abajo, así en la capilla mayor
como en el cuerpo de la yglesia, se seguían bancos rasos cubiertos
con sus tapetes, y en los que tocaron a la capilla mayor se sentaron
los dichos padres calificadores, y ministros eclesiásticos, en la forma
}• por el orden que vinieron en el acompañamiento, y detrás de ellos,
en bancos a una y otra banda, asi mismo cubiertos los secretarios y
ministros de Su Magestad, como contadores y otros semejantes; y en
todo el resto de los bancos hasta los pies de la yglesia, todos los di-
chos Familiares, dixo la misa el Cura de la dicha iglesia, y oft'ició la
capilla del Carmen, y diósele al Inquisidor la paz e incienso, como es
costumbre ; después del credo el dicho notario del secreto, dió al li-
cenciado Pedro de Montaluo Morales (su hermano) clérigo presbítero
y notario del Santo Oficio, el Breue de Su Santidad y Prouisión de
Su Eminencia Reuerendísima, y fué al pulpito acompañado de los al-
guaziles de la dicha Congregación y lo leyó en alta voz : y luego fixó
el dicho edicto y prouisión a la Puerta de la dicha yglesia, a que se
siguió el sermón que predicó el Padre Agustín de Castro, de la Com-
pañía de Jesús, y Calificador del Consejo a quien el Eminentísimo In-
(juisidor General (y señores del Consejo le auían encargado, y acabada
— 49 —
4
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
la misa, se volvió el acompañamiento adonde salió, de la manera que
llegó a la >'glesia" (33).
La publicación del Catálogo de 1632 perfeccionó, efectivamente, las
ediciones anteriores con aportaciones de calidad, resultado de los
constantes y sistemáticos trabajos. Con respecto al Expurgatorio de
161 2, el nuevo Indice censuraba nuevos textos literarios, en particu-
lar a Erasmo, Hotomano, e Indices de San Agustín. Al Indice de
Sandoval v Rojas se le añadieron más de dos mil autores censurados.
El Santo Oficio reconoció públicamente los trabajos del Padre Juan
de Pineda. Se le libró como ayuda de costa para su viaje de retorno
a Sevilla mil quinientos reales, enderezando sendas epístolas en su
alabanza al General de la Compañía, Padre Viteleschi, y al Provin-
cial de Andalucía, Muñoz de Gálvez.
Por el año 1633, es decir, un año después de haber salido el Ex-
purgatorio del Cardenal Zapata comenzaron a llegar al Consejo nue-
vas enmiendas, censuras y juicios desfavorables en el sentido de po-
derse mejorar los Indices, verificadas y contrastadas las faltas y yerros
contenidas en la última edición del año 1632. Como las correspon-
Ux) El sermón del P. Agustín de Castro se publicó, el mismo ano de 1632,
en Madrid por !a viuda de Luis Sánchez, impresor del Reino bajo os auspi-
cios del Sr. Cardenal: "Sermón que predicó el P. Agustm de Castro, de la
Compañía de Jesús, Calificador de la Santa General Inquisición, en la publica-
ción del Indice Expurgatorio de los libros que se hizo en 18 de Ene o de :6 3
en esta Corte "Dedicado al Eminentísimo y Reverendísimo Sr. U^ Entorno
Zapata, Cardenal de la Santa Yglesía Rom^a, titulo de Santa Balbina Pro
tector de Espai^a, Inquisidor General en los Reynos y Senoru^s de -^^^"^-1;
y de su Consejo de Estado. En Madrid. Por la Vda. de Luis Sánchez ^no 1632^
He aquí la inscripción del Indice Expurgatorio: "Novus Index Librorvm Pro-
hibitorvm et Expurgatorvm : Edítivs Autoritate Et lussu Emintm. ac Reuenmi
hiDitorvm P - Presbvt Card Tit S. Balbins ; Protectons His-
D.D. Antonn Zapata, S. R. E. Presoyt, L,aru. iiu o , ,
paniarum- Inquisitoris Generalis in ómnibus Regnis et ditionibus Ph.hpp. I\ -
R C " ¡b eL Statu. etc. De Consilio Svpremi Senatus S^ Geiierahs Inqu.si-
tionis. Hispali Ex Typographeo Francisci De Lyra. An.M.DC.XXX.II.
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
dencias son muy abundantes y reflejan los criterios, algunas veces
muy particulares, de sus autores, no insistiré demasiado, poniendo
exclusivamente de manifiesto las "notas" redactadas por el Inquisi-
dor sevillano don Juan Dionisio Portocarrero, otrora miembro muy
destacado de las Juntas de calificadores en los tiempos de don Anto-
nio Zapata.
Se alude, en principio, en la exposición de referencia a las con-
diciones esenciales de orden, distinción y claridad que debían adornar
a los Expurgatorios, procurando que cada libro y autor ocupasen el
lugar propio, expresándose la enmienda y el expurgo de cada uno de
ellos. Las normas empleadas en la Iglesia desde el Tridentino se ha-
blan sujetado a unos criterios que distinguían tres clases de libros.
En la primera contaban concretamente las obras de autores heréticos,
llevando siempre aneja la infamia, la sospecha y la prohibición, aun
sin tratar de religión, vedándose su lectura sin la oportuna licencia
del Inquisidor General, juzgando éste que podrían su lectura y estu-
dio reportar utilidad. En la segunda clase se registraban los libros
de autores ortodoxos, pero de doctrina dañosa y calificable, y, así, se
prohibían o in totum, o con expurgación, si el libro lo permitía. La
tercera clase abarcaba los libros de autores desconocidos, versaran o no
sobre materias religiosas. Al principio se redactaron estos Indices con
demasiada brevedad, estampando únicamente los títulos de los libros
que se prohibían, sin particularizar la expurgación, y se consideraban
así más como Indices o tablas de libros prohibidos que como Expur-
gatorios. Creciendo el número de las ediciones y pareciendo que mu-
chos podían permitirse con expurgación, se varió el parecer, y de las
enmiendas o expurgaciones se redactó un libro con tablas o índice de
todas las obras expurgadas o prohibidas para encontrar fácilmente el
libro que se quisiera intervenir.
Considera Portocarrero el Catálogo del año 1632 plagado de equi-
vocaciones y sin responder a las características generales de esta clase
de obras. Así, la tabla — .dice — o índice del Expurgatorio contenía
muchas equivocaciones. Registraba muchos libros que después no se
hallaban en el cuerpo de la expurgación ; otros estaban expurgados o
prohibidos sin registrarse en el índice. Se citaban más de setenta au-
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tores que, precisados en el índice, no se hallaban en el cuerpo del Ca-
tálogo, al revés, más de ciento sesenta que se registraban en el
Expurgatorio sin anotarse en el índice. Un yerro fundamental del Ca-
tálogo consistía en hacer a muchos autores juntamente herejes y or-
todoxos. Las erratas de imprenta eran considerables, mermando el
crédito y la labor de la Junta. Se omitieron también en los autores
su profesión y doctrina, y se estampaban libros sin haber padecido
censura, multiplicando y acumulando vanamente títulos, pues aun en
el caso de no haber sido examinada la obra (ni puesta, por tanto, en
el Indice), siendo hereje el autor, quedaba ipso jacto excluido por la
regla general.
El remedio único y verdaderamente eficaz para remediar las la-
gunas del Expurgatorio lo ve el inquisidor sevillano en la publicación
de otra obra de esta clase: "Hacer uno —escribe — de mucho menos
coste, más usual y practicable y sin los yerros que en éste se hallan,
lo qual nos parece dificultoso, según la disposición en que están los
papeles, que en esta parte se han trabaxado. Lo que mueue a propo-
ner esto a V. A. en primer lugar es la obligación que tiene a su mes-
mo crédito y authoridad tan necesaria para la defensa de la fe. Cosa
cierta es que ninguna cosa tanto aborrecen los herejes, y aún muchos
de los catholicos de fuera de España, como el nombre de la Santa In-
quisición. De todas las calumnias se ha defendido y a todas ha supe-
rado la grande authoridad de V. A. con la madurez, espacio y aten-
ción, con que siempre ha procedido en sus juizios. Si aora ven los
herejes y calumniadores que se publica este Expurgatorio por orden
de V. A., y se manda usar dél, y le ven lleno de tantos yerros, como
se ha mostrado, los que más cumplidamente juzgaren dél, será dezir
que se hizo muy apresuradamente, y sin aquel peso }' madurez con
que gouierna V. A. este santo tribunal con toda entereza y justizia...
Quedando este Expurgatorio en pie, es necesario echarle muchos re-
miendos, con apéndices, añadiduras, o otro género de suplementos, con
que se siguen inconuenientes. El vno que se hace intolerable y diffi-
cilisima la expurgación de los libros, porque será menester usar de los
Expurgatorios, el vno el que aora ay, y luego el apéndice o suple-
mento que se haze para reformar este, como Expurgatorio de Expur-
— 52 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
gatorio, y auer de expurgar los libros en dos Expurgatorios. El otro
inconueniente es que no se extinguiendo este Expurgatorio, aunque se
reforme por nueuos suplementos, siempre queda en pie, y anda a los
ojos de todo el mundo lo errado, y como hallan en la fachada del
libro el nombre y authoridad de V. A., los que no buscasen excusas
)• reformaciones destos yerros, sino con que calumniar la veneración
que se deue a V. A. y excurecerla, tomarán solamente lo errado, y
dexarán lo que lo reforma. En los libros que V. A. manda expurgar,
si se halla ser muy grande el número de los errores y proposiciones
malas, no se permite el libro, sino se prohibe m totmn. Cotéjese quam
gran número es el de las planas que en este Expurgatorio están con
algunos destos j'erros, y quizá se hallarán ser tantas, que más con-
ueniente parecerá el suprimirle totalmente que el remedarle." Siguen
a estas consideraciones las razones de tipo económico que hacía cos-
tosa la adquisición del Catálogo (34).
Conforme con estas orientaciones que se repiten arreo en las co-
rrespondencias inquisitoriales, publicaba en el año 1640 el Santo Ofi-
cio el Catálogo Expurgatorio, bajo los auspicios del Inquisidor ge-
neral don Antonio de Sotomayor. El motivo de la edición del nuevo
Expurgatorio lo basaba el Arzobispo de Damasco, como era lógico, en
la aparición de nuevos libros heréticos y en la abundancia de Biblias
en romance. Pese a las visitas de los navios y a la investigación y es-
crutinio en las librerías, los volúmenes llegaban a España en pliegos,
y cisí se introducían con mayor éxito y facilidad (35).
Sucesivamente, fueron editándose los últimos Catálogos Expurga-
torios de la Inquisición española. En el año 1667 se publicaba un
(34) A. H. N. Inq., leg. 291.
(35) "Novissimvs Librorvni Prohibitorvm Et Expurgatorvm Index Ca-
tholicis Hispaniaium Regnis, Philippi IIII. Reg. Cath. .^nn. 1640. — -lussu ac
studiis illmi. ac R. D. D. Antonii a soto Maior supremi praesidis, ac in Regnis
Hisp. Sicil, et iridiar. Generalis inquisitoris etc. Libroeum expurgandorum, lu-
culenter ac vigilantissime recognitus, Noiiissimus index De Cousilio Supremi
Senatus Inquisilioiiis General. Madriti Ex Typographeo Didaci Diaz Au.
M.DC.X.L."
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MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
nuevo Indice, protegido, como el anterior, por el Arzobispo de Da-
masco, don Antonio de Sotomayor (36). En él se recogia una inte-
resante colección de decretos, el Indice del Tridentino y el de libros
prohibidos de Alejandro VII, editado en Roma en 1665, más el edic-
to o provisión del año 1640 suscrito por el mismo Inquisidor general.
Se consigna entre sus páginas una preciosa advertencia referente a
las obras de don Francisco de Quevedo. Se permite la Política de
Dios, Govierno de Christo, impresa en Madrid en el año 1626 por
la viuda de Alonso Martínez, y no otra impresión. Se permiten tam-
bién los siguientes libros: La defensa del Patronato de Santiago; Ju-
guetes de la niñez, impreso en Madrid el año 1629; La Cuna y la
Sepultura; La traducción del Róniulo, del Marqués Virgilio; La tra-
ducción de la vida devota de San Francisco de Sales ; El conocimiento
propio ; Consolación de Séneca a Gallón, en castellano. Todos los demás
libros y tratados impressos y manuscritos, que corren en nombre de
dicho Autor se prohiben, "lo qual ha pedido por su particular petición
no reconociéndolos por propios". El tema, como se ve, es interesan-
tísimo, y a él dedicaremos en capítulos siguientes algunas considera-
ciones.
Por el mes de julio de 1679 llamaba a su residencia el Obispo de
Badajoz, y entonces Consejero de Inquisición, don Juan Marín de
Rodezno, al secretario Cantolla. Martín de Rodezno tenía entonces a
su cargo la Superintendencia del nuevo Expurgatorio, y explicó a
Cantolla cómo don Diego Sarmiento de Valladares, Obispo e Inqui-
sidor general, antecesor de Rocaberti, y el Consejo, le nombraban se-
cretario para asistir a escribir y ayudar en la redacción de un nuevo
Catálogo y corregir y ajustar lo ya trabajado, previniendo que para
esta obra y tarea se contase con el Padre Ignacio de Zulueta, de la
(36) "Index Librorvm Prohibitorvm Et Expurgandorvm Novissimvs Pro
Catholicis Hispaniarvin Regnis Philippi IV, Regis Cathol. III. Ac R. D. I).
Antonii A. Sotomaior Supremi Prassidis, et in Regnis Hispaniarum, Siciliae, et
Indiarum Generalis Inquisitoris, etc. jussu ac studiis luculenter et vigilantissimc
recognitus ; De Consilio Supremi Senatus Inquisitionis Generalis. Juxta Exeni-
plar excussum. Madriti. Ex Typographeo Didaci Diaz. Svbsignatum Lldo.
Hverta. M.DC.LXVII."
— 54 —
LA INQi lSICION y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Compañía de Jesús, hombre de prendas distinguidas y versado en
lenguas.
Dio principio la Junta en casa del señor Marín, asistiendo Zulue-
ta y Cantolla con los papeles y documentos reunidos por don Fernan-
do Gallego, secretario por Aragón, y don Gregorio Ojea y Ulloa, ofi-
cial mayor. Pista documentación era fundamental y preciosa. Se contó
así en la Junta con el Registro de cartas acordadas de prohibiciones
de libros, "borradores", hechos por los secretarios Juan de Clavijo,
José de Ribera y don Diego de Rubalcaba, ordenado por disposición
de los inquisidores generales y los señores del Consejo en diferentes
épocas y etapas. Contaron, además, los reparos y advertencias hechos
por los calificadores del Consejo hasta el año 1640, las "delaciones"
presentadas desde el año 1640 hasta el tiempo de la Junta, con los
pareceres de los censores, y lo resuelto y acordado en el Consejo ; los
"libros del Consejo" o de los "Inquisidores generales", con prohi-
biciones taxativas e inserción de los Breves Apostólicos ; "edictos e
impresos" de prohibiciones de libros y proposiciones condenadas por
los Pontífices; los "Expurgatorios" anteriores al año 1640, y los Ca-
tálogos romanos. Con este material se comenzó a trabajar, asistiendo
el Padre Zulueta, no sólo a la Junta particular, sino también a las
que se tuvieron para expurgar algunos de los libros prohibidos.
Se formaron en casa de don Juan Marín dos salas de calificado-
res, cu}'Os pareceres vistos en Consejo se traducían en resolución de-
finitiva que pasaba inmediatamente a la Junta particular con los pa-
peles originales, añadiéndose al Indice las prohibiciones acordadas
por el Consejo. Se nombró corrector de la obra al P. Zulueta, en-
cargándose de todo el secretario don Fernando Gallego, y de la im-
presión Bernardo de Villadiego, que acometía la empresa por el año
1684, entregando de cada pliego que se "tiraba o imprimía", tres: uno
para el Inquisidor General, otro para el secretario del Consejo y el
tercero para el corrector, quien se entendía directamente con el im-
presor para los menesteres de las correcciones o enmiendas. Se de-
terminó que el volumen fuese proporcionado o discreto, "ciñéndose
la letra" y despojando en las notas sobre los autores heréticos de
primera clase, dictados y títulos, referencias de su vida } muerte,
— 55 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
respetando únicamente su patria, secta y obras, según se determinó
por el P. Zulueta, don Gerónimo Ximénez, Fr. Jacinto Parra y otros
calificadores. Se admitieron las obras de autores de primera clase,
remitidas por las Universidades alemanas, sin preceder examen parti-
cular a ejemplo de los Expurgatorios de los años 1612 y 1632, por
ser notorio hacerse anualmente Catálogos para las "nundinas" de
Francfort.
En mayo de 1685 moría el P. Zulueta, recogiendo sus papeles y no-
tas don Fernando Gallego, >• haciéndose cargo de ellos don Jeróni-
mo Díaz Ximénez. Por muerte también de éste escribe don Domingo
de Cantolla y Miera, que se le entregaron por don Juan de Ocampo
todas las notas, documentos y papeles originales, encontrándoles suel-
tos, descosidos, sin foliar y con muchos pliegos divididos en dos hojas.
Pero, a pesar de convenirse en seguir la impresión del Catálogo éste
había de retrasarse hasta el año 1707 en que se publicaba, llevando
al frente el nombre de don Diego Sarmiento de Valladares y de su su-
cesor don Vidal Marín, Obispo de Ceuta. En él se rendía un homenaje
a los altos méritos del P. Zulueta, firmando el edicto, como era es-
tilo y costumbre, el Obispo inquisidor y excusándose de la tardanza
de la publicación por el suceso de la muerte de don Diego Felipe Sar-
miento de Valladares (37).
Resta ya poco por historiar. En el año 1747 se imprimía el Ca-
tálogo de don Francisco Pérez de Prado, en el que intervinieron de
consuno los jesuítas PP. José Cassani y José Carrasco, hombre el
primero de muchos viceversas y gramáticas, }• a quien pensamos dedi-
car en obra de interés nuestra curiosidad investigadora. El Catálogo
recogía como novedades abundante bibliografía quietísta y jansenis-
ta que como es sabido constituyen unos capítulos interesantísimos en
la historia de la cultura y del sentimiento religioso de aquellos tiempos.
Los Indices Expurgatorios, es decir, la censura inquisitorial, a la
que nos acabamos de referir, significaba indiscutiblemente un orden
(37) "Index Kxpurgatorivs Hispanvs Ab Excmo. Domino ü. Didaco Sar-
miento Et Valladares Inceptvs, Et Ab lUmo. Domino D. Vitale Marn, Per-
fectvs. Anno M.DCC-VH" (Frontis del volumen).
- 56 -
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
intelectual que urgía preconizar y establecer en los países europeos,
en medio de las disidencias religiosas y de los vinos fuertes y espesos
del Htimañismo paganizante, racionalista y ateo. No incurramos, sin
embargo, en declamaciones torpes, ni en lugares comunes. Cuando
este orden intelectual se quebranta en el tránsito de los viejos méto-
dos, del ideario clásico, de la antigua tradición intelectual, a la secula-
rización de la cultura, a la libertad de opinión, a la época moderna, en
una palabra — no silenciará el autor de este libro sus excelencias, su
progreso — fueron posibles, por lo que a España se refiere, todas las
crisis nacionales y políticas. Dos guerras civiles, veintitantas asonadas
y motines, la quema de los conventos y las palizas a los clérigos,
la pérdida de las colonias, la desnacionalización... Porque la fuerza de
los pueblos es su diferenciación, su originalidad ; ser profundamente
diferente de los demás pueblos, consecuencia de la unidad, de la cohe-
rencia ideológica, del tono y del carácter, que constituyen los elementos
vitales de un país. De este genio propio y peculiar, del carácter ori-
ginal peninsular clásico y católico surgía nuestra maravillosa perso-
nalidad...
CAPITULO II
Doble significación del erasmismo. — Versiones españolas de las obras de Eras-
mo. — Intervenciones de obras de Erasmo. — Algunas notas de las Juntas de los
expurgatorios. — Erasmistas españoles. — Las Asambleas de Valladolid. — Materias
doctrinales calificadas. — Algunos juicios. — Clausura de las Asambleas. — El doc-
tor Juan de Vergara. — Su actividad intelectual. — Familia del Doctor. — Acusa-
ción del fiscal de! Santo Oficio de Toledo. — Respuestas de Vergara. — Aspectos
de la causa del Doctor. — Carácter y personalidad de Vergara. — Respuestas de
Vergara a la publicación de testigos. — Trato dado a Vergara en las cárceles in-
quisitoriales.— Sus valedores. — .A.spectos jurídicos del proceso. — Rechazo de pro-
banza.— Alegatos del Doctor. — Fallo y sentencia. — El benedictino Fr. Alonso de
Virués. — Referencias de Llórente sobre Virués. — Cargos contra Virués y su re-
clusión en el Monasterio de San Benito, de Valladolid. — Testifica el benedic-
tino contra Vergara. — La personalidad humana y científica de Fr. José de Si-
güenza, bibliotecario de El Escorial. — .Acusaciones de los monjes contra Sigüen-
za. — Su reclusión en la isla de Toledo. — Los cargos contra el monje jeróninio
y sus comentarios y deposiciones. — Significación renacentista de Sigüenza y po-
breza intelectual de los monjes de F.l Escorial.
MARCEL Bataillón ha expuesto extensamente la historia espiri-
tual del erasmismo en la Península. No es nuestra misión
repetir lo tantas veces expuesto con sutileza crítica y con copiosa eru-
dición, j)ero pese a valoraciones precisas y adecuadas sobre los aspec-
tos negativos de aquel movimiento, fue el erasmismo dentro del inte-
lectualismo europeo levadura maravillosa para la posibilidad de un
renacimiento de los espíritus, y consiguientemente de la cultura, en-
quistada en las viejas rutinas escolásticas y en los canceles mohosos
de las tradicionales rutinas, suficientes a través de los años para secar
— 59 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
las raíces jugosas de todo florecimiento creador >• humano. ¿Qué vir-
tudes de fina y preciosa poesía y cultura pueden alumbrar cuando la
vida interior del hombre está desasistida de los criterios del previo
examen, de la duda analítica, del elenco socrático, en una palabra,
aplicados a los problemas de la vida y de la cultura? Erasmo repre-
sentaba todas estas modalidades, de contenido eficaz y positivo para
recrear y fecundar la cultura tradicional, desvalorizada por los for-
mulismos escolásticos con vigencia en la especulación y repercutiendo
en la vida práctica y cotidiana de los menesteres de la vida piadosa.
Se caracteriza esta última modalidad por los puntos y las comas, por
el practicismo rutinario, tanto más grave en nuestro país, clásico por
el puritanismo y la estrechez de los juicios en materia de regla moral.
A esta ausencia de estilos, de desembarazo y de originalidad práctica
y creadora, se denominaba mojigatería y fariseísmo, acusándose los
aspectos especulativos y científicos por los que se ha convenido en
conocer con el nombre de filisteísmo intelectual.
El año 1521 aparecía la versión española del Enchiridion, de
Erasmo, debida a Alonso Fernández de Madrid. Desde el año 1520
hasta el 1556 se sucedieron las ediciones y reimpresiones del huma-
nista holandés. Es conocida la referencia textual de Vives a Erasmo
sobre la fortuna de sus versiones en tierras castellanas. Marcel Batai-
llon consigna las prohibiciones del Indice de Milán de 1554, regis-
trando en sus páginas los "Coloquios", la "Moría", las "Anotaciones
sobre el Nuevo Testamento" y los "Escolios sobre San Jerónimo".
El Indice de Venecía incorpora a la lista más obras, algunas muy im-
portantes en la extensa producción erasmiana. En los Indices de Val-
dés figuran ya las obras del fecundo humanista, manteniendo el Con-
sejo Supremo su rigurosa prohibición, pese a censuras benévolas ex-
presadas por el Decano de Salamanca, Francisco Sancho (i). En el
año 1559 el rigor se extremaba prohibiendo la Inquisición la Mona,
los Coloquios y el Modus Orandi, editadas en latín y en castellano.
En romance se intervenían los Comentarios sobre el Pater Noster,
la Exposición sobre el salmo Bcatiir vir, el Miserere mei Deus y Cum
(i) Cfr. Marcel Batailloii en Erasme et VEspagne, págs. 759-761.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
invocarem (2). No es menester extremar nuestras referencias sobre
estas prohibiciones y censuras, conociendo la personalidad singula-
rísima del autor de aquellos libros. En el curso de las ediciones de
los Expurgatorios, se anotaron frecuentemente en las Juntas textos
erasmianos. Así, en la edición agustiniana se mandaron borrar "cier-
tas'' anotaciones del editor, incluyendo por cierto escolios de Vives.
La misma censura sufrió el tercer tomo de las epístolas. Se trataba de
la impresión de Basilea por Frobenio en 1538, y menudean con reite-
ración las palabras dele y deleantur (3). En el año 16 16 se censura-
ban algunas páginas del Antibarharorum, publicado también en Ba-
silea en 1520. Llama la atención la censura eclesiástica al prurito
de Erasmo de encarecer la erudición profana con merma de la Teo-
logía, a cuyos profesionales motejaba de "idiotas", sobre todo a los
frailes, con la apreciación de sostener que más debía la Iglesia a algún
hereje que a los confesores de la fe (4).
La llama viva del erasmismo prendió entre las inquietudes espi-
rituales de algunos ingenios españoles, articulándose una tradición
de hombres de ciencia-teólogos, eruditos, humanistas, escriturarios,
cuya lucidez crítica y talento convierten todo lo racional en objeto
concreto de valoración, un intelectualismo que da primacía a la razón
y a la cultura en el juego de los valores, sin descarríos heterodoxos y
contumacias antidogmáticas. Citemos como exponentes a Gracián de
Alderete, a los Arzobispos don Alonso de Fonseca y don Alonso Man-
rique, a Luis Núñez Coronel, al doctor Juan de Vergara, a Pedro de
Lerma, exilado en París, a Juan Maldonado, al benedictino Alfonso
de Virués, al Obispo Cabrero y al Arcediano de Alcor, sin recordar
a Alfonso de Valdés, de más complicada biología espiritual.
Pero no obstante de valedores de la calidad de los consignados y
de las albórbolas y euforia de los simpatizantes y fervorosos discípulos
y admiradores del Maestro, un alud de enérgicos y apasionados disi-
dentes y detractores creaban el ambiente de escándalo intelectual (¡ue
(2) Ib ídem.
(3) A. H. N. Inq., legs. 5.062 y 5.555-
(4) A. H. N. Inq., leg. 5.599.
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cuajaba en el año 1527 en las conocidas Asambleas o Congregaciones
de Valladolid. En la Sorbona se habia puesto en entredicho la orto-
doxia erasmiana, y en Valladolid se quería calificar y depurar, confor-
me a normas de ortodoxia y sana Teología, la labor intelectual del
humanista holandés. No se ventilaban los ataques y la crítica acerba
y sangrienta contra las abigarradas sutilezas de la escuela degenerada,
contra los alambicamientos y casuísmos de la seudodialéctica con sus
declaraciones pretenciosas y gárrulas. La Junta de Valladolid aspira-
ba a cosas más sustanciales : a discriminar la doctrina de Erasmo
en torno al conjunto de creencias dogmáticas proclamadas por el ma-
gisterio eclesiástico, sin atender, por tanto, a criterios particulares o
a actitudes y posturas críticas, admisibles en todo lo accidental y su-
jetos a valoraciones subjetivas inteligentes. Una ojeada a las materias
que habían de tratarse orientarán definitivamente al erudito lector.
Se desnatan todas las referencias erasmianas en varias y delicadas pro-
posiciones: Contra Sacrosantam Dei Trinitatem; Contra Chrisli Di-
vinitatem, dignitaten et gloriam; Contra Spiritus Sancti divinitatem ;
Contra sanctam haereticorum Inquisitionem; Contra Baptismum; Con-
tra Confessionem ; Contra Eucharistiam ; Contra Sacramentum Ordi-
nis; Contra Matrimonium ; Contra auctoritatem Sacres Scripturce Evan-
gelistarum et Apostolorum ; Contra christianitatem , Concilia et Patrcs
Orthodoxos; Contra Virginis Marte honorem; Contra auctoritatem
Summi Pontificis; Contra ecclesiasticas ccercmonias ; Contra delectum
ciborum et Ecclesice jejunia; Contra celibatum; Contra scholasticos
Doctores; Contra indulgentias ; Contra sanctorum venerationes, sa-
cras reliquias et imagines et percgrinationes ad pia loca; Contra jus
in bonis temporalibus ; Contra libertatem arbitrii ; Contra poenas in-
jerorum.
Los juicios valorativos en torno de cuestiones tan delicadas fue-
ron diversos y contradictorios. El Maestro Francisco de Vitoria salva
la intención general de Erasmo, a pesar de controvertir puntos deli-
cadísimos de éste en materia dogmática — boniis enim quandoque dor-
mitat Homerus, recordaba Vitoria—. El Obispo Cabrero le reputa
por ortodoxo y cristiano, considerando sus libros de la mayor utilidad
para los lectores sencillos y piadosos: "credo, teneo et judico Erasmum
— 62 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
esse verum et orthodoxum christianurn... constat mihi ex multis operi-
bus ab eo editis cuín multa utilitate omnium, qui pie et candide sine
sfomacho et bile legent." El Abad de Alcalá, después de discutir la con-
veniencia de suprimirse en los libros de Erasmo los equívocos, las ter-
giversaciones y argucias consignadas sobre la divinidad de Cristo, con-
sagra como ortodoxas y católicas las sentencias erasmianas.
En el día lo de agosto de aquel año 1527 se proseguían las Asam-
bleas, pero el día 13 quedaban disueltas por el Arzobispo de Sevilla,
a pretexto de una general pestilencia que obligaba a Carlos V a retirar-
se fugitivo a Falencia, }• a los Embajadores al cercano burgo de Paredes.
Es incuestionable que los frailes castellanos tenían razón, si se estu-
diaba el contenido de algunas de las proposiciones entresacadas de los
libros de Erasmo, precisados los títulos y capítulos, pero el Arzobispo
erasmista trató con su decisión de obstaculizar una probable condenación
del Maestro, donde coexistían junto a excelencias intelectuales tan fi-
nas y extraordinarias, aspectos negativos tan acusados y categóricos.
¿Qué juicio formular sobre problema tan completo y contradictorio, si
prescindimos de la ganga que acompañaba a tantas preciosidades y joyas
de cultura trabajadas por un indiscutible ingenio sazonado por la más
variada ciencia )■ sabiduría ? El autor de estas páginas lo ha condensado
en oportuna ocasión. Seguramente se unió el peligro de la pestilen-
cia a las discordancias y encontradas razones surgidas entre los teólo-
gos y humanistas en torno del problema erasmíano. Las divergencias fue-
ron tan grandes ; las influencias tan marcadas )' de tanto peso, que el
Arzobispo sevillano tuvo por bien dejar esta controversia para más ade-
lante. Amigos y enemigos se ufanaron del triunfo. Unicamente puede
afirmarse que al poco tiempo de la Junta de Valladolid los erasmístas
comenzaron a ser perseguidos y acusados en la Inquisición española.
Las Congregaciones de Valladolid plantearon y acusaron e! movimiento
de cultura intelectual que se abría con el nombre de Erasmo en Europa.
Un movimiento de independencia romántica, de sabio espíritu crítico en-
treverado con osadías, irreverencias y desfilantes en nombre precisa-
mente de la mentalidad crítica. Era el primer capítulo de una historia
de cultura que, junto a las desviaciones, burlas y vayas irrespetuosas
que indiscutiblemente hicieron mucho daño en muchas conciencias,
- 63 -
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
empalmaba con el renacimiento del Petrarca, y producía la fermentación
espiritual que ha influido en todas nuestra cultura moderna (5).
Clausuradas tan inesperadamente las Congregaciones erasmianas
de Valladolid, los erasmistas españoles se dispersaron, viviendo su vida
y andanzas con mayor o peor fortuna, según sus actividades, su carácter
y su vocación intelectual. De entre ellos cúmplenos destacar de una ma-
nera singular los perfiles de tres varones de peregrino ingenio: el Doc-
tor Juan de Vergara, Fr. Alonso de Virúes y Fr. José de Siguenza,
célebre en los anales del Renacimiento, y cuya memoria va asociada a
la historia de la librería laurentina.
El Doctor Juan de Vergara era hombre de una personahdad ex-
traordinaria. El carácter, la ciencia clásica y el espíritu crítico sa-
zonaban su Musa y su rica vida interior, traducida por la sinceridad y
el desgarro en grato maridaje con la gravedad eclesiástica y la honda
reflexión intelectual. ¡Cómo nos place verle asociado a las actividades
del Cardenal Cisneros, "galga envuelta en manta de jerga", como reza
el dicho del cronista burlesco del Emperador! Fué, efectivamente, secre-
tario del gran político en el último año de su vida. Fué, ademas, cate-
drático de la Complutense y canónigo de la Metropolitana. Paso des-
pués a secretario del Arzobispo Fonseca, quien se hsonjeaba de poseer
para sus epístolas un rival de Bembo y de Sadoleto. Gómez de Castro
le llama vir ómnibus modis maximus, y Luis Vives, vir erudiHone tan
rara quam vul incógnita et iuditio sanissimo, et supra quam dtn possü
exacto. Se trata indiscutiblemente de una personalidad excepcional.
Don Marcelino Menéndez y Pelayo le considera "padre de nuestra
crítica histórica", como refutador de las Fábulas del Beroso, de Juan
Antonio Viterbiense, y Melchor Cano le recuerda en su obra clasica de
los loci theologici. Intervino Vergara en la gran edición cntica de Aris-
tóteles que el Cardenal proyectaba, y por su encargo llegó a traducir
y compendiar en latín los ocho libros de la Física, los trece de la Me-
tafísica y los tres del tratado Del alma. En la respuesta al cargo diez
(r) Cfr Marcel Bataillon en Braswr et VEspagne, págs. 243-29Q; Y Miguel
de la Pinta Llórente, en En torno a hombres y problemas del Remcun.ento
español (i944), págs- 81-102.
- 64 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
y siete de la acusación fiscal puesta contra él en la Inquisición de To-
ledo, ilustra el eximio humanista sus actividades intelectuales escri-
biendo que "como teólogo y como medianamente enseñado en las len-
guas, especialmente griega e latina, a dicho muchas veces que en doc-
tores mu}' auténticos se hallan equivocaciones y yerros cometidos por
falta de lengua griega y hebraica; asimismo en traslaciones hechas de
las dichas lenguas en latín existen faltas, por donde los glosadores no
pudieron bien atinar el verdadero sentido del texto, conociendo de la
lengua original, e que esto pudo muy bien dezir, ni nada tiene de ex-
traño, porque además de trasladar en latín por mandato del señor Car-
denal, Don Francisco Ximénez la mayor parte de la filosofía e meta-
física de Aristótilcs, notó destas faltas de expositores mucho número,
de que comenzó hazer un tratado; y más tarde por disposición del Car-
denal trasladó de griego en latín por ynterpretación lineal los Prover-
bios y Sapiencia, Eclesiástico y Eclesiastes, y Job, y otros tratados a
libros de la Sagrada Escritura, donde notó lo mismo, y todo esto es
notorio a los que algo saben..." (6).
Como homenaje a su Mecenas y protector, Vergara escribió — lo
reproduce Gómez de Castro en su obra sobre el Cardenal — el elogio de
su sepulcro en unos claros versos latinos :
Considerat musís Franciscus grande lyceum,
Cóndor in exiguo nunc cgo sarcophago.
Praetextam iunxi sacco, galeamque galero.
Frater, dux, praesitl, cardinusque pater.
Quin virtute mea uinctmn est diadema cucullo
Cum mihi regnanti paruit Hesperia (7).
(6) Cfr. A. H. N. Inq., leg. 334, fol. 284.
(7) Vid. Gómez de Castro, De rcbus gcsfis a Francisco Ximenio Cisncrio,
página 243. Francofurti, 1581. (En el Ms. K. III-31, de la Biblioteca Real de
El Escorial, fol. 49, se encuentra la siguiente referencia : " Copla focha por doc-
tor Vergara : "Toma tres partes de dieta — y cuatro de golondrina — con otras
tres de resina — de la de color muy prieta. — Y el quexido tomarás -~ de
cosa que mucho duela — y una de las Qon que huela — el águila y sanarás."
Se dirige, .según parece, a Diego López Ayala. Fué éste familiar del Carde-
- 65 _
5
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Parece indiscutible que Vergara fué, después de los Valdés, el
admirador y secuaz más decidido de Erasmo en España. Acusado pre-
cisamente de erasmismo ingresaba en las cárceles secretas del Santo
Oficio de Toledo el 23 de junio de 1533, pese a su crédito y persona-
lidad.
La familia del Doctor se componía de Juan, y sus hermanos Fran-
cisco, Isabel y Bernardino Tovar, este último hermano uterino. Fué
la causa o el motivo de su prisión las acusaciones y cargos puestas con-
tra él por la célebre beata Francisca Hernández, conocida en la historia
de nuestro sentimiento religioso. Francisca Hernández mantenía rela-
ciones amorosas con Tovar, adscrito apasionadamente al cenáculo que
presidía la beata en Valladolid. Llevada de su espíritu andariego y
errante, la Beata se había establecido sucesivamente en Salamanca, en
Valladolid y en Castrillo de Tejeriego, acomodándose luego en Tole-
do y nuevamente en Valladolid. Fué procesada en el año 1530, y,
viéndose perdida, quiso comprometer al Doctor Vergara, por haber
éste separado a Tovar de su perniciosa influencia. Así desencantado,
Tovar se incorporaba al bando de María Cazalla, y, acusado por ve-
hementes sospechas de iluminado y luterano, ingresaba también en
los calabozos del Santo Oficio de Toledo. En esta ciudad, precisamen-
te a 27 de julio de 1530, declaraba Francisca Hernández ante el in-
quisidor \^aguer contra el Doctor Juan de Vergara. Con Francisca
Hernández era también procesado su "espiritual enamorado", Fran-
cisco Ortiz, sucesor en los favores de la Beata del hermano uterino
del Doctor. En presencia de los inquisidores Alonso Mexía y Vaguer,
manifestaba a principios de octubre haberle recomendado Francisca
Hernández que no comunicase con Tovar, por haberse éste contagia-
do de los errores de su hermano Vergara acerca de las Bulas y la
oración vocal. Acusa Ortiz al Doctor de poner en duda la eficacia de
las Bulas, sobre cuyo asunto disputó en Valladolid el declarante cier-
ta tarde que predicaba en la morada de la Beata ; de alabar en Eras-
mo el que no se rezasen las horas canónicas, si se estaba consagrad )
nal Cisneros, y suministró datos a Gómez de Castro para su obra. ¿ Será el
coplero el doctor Vergara, de quien hacemos historia?
— 66 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
a graves tareas y estudios, y, finalmente, aseguró que Bernardino To-
var llamaba "cagajonería" a las interpretaciones y comentarios del
Sagrado Texto hechas por San Bernardo.
No parecieron, sin embargo, suficientes los cargos de Ortiz y de
Francisca líernández para proceder contra el Doctor. Pese a estas y
otras acusaciones del corte de las ya expuestas, el Santo Oficio se
movía con su habitual lentitud y prudencia. Hallándose en Medina
del Campo cumpliendo ciertas diligencias tocantes al proceso de Fran-
cisca Hernández los inquisidores Niño, el licenciado Aguirre y los
Obispos de Orense y Mondoñedo, de la Suprema, acordaron suspen-
der todo intento de procesar a Vergara hasta las nuevas declaraciones
que se esperaban obtener de Francisca Hernández y de su criada,
Mari-Ramirez.
No es posible en un libro de las dimensiones del presente expo-
ner ampliamente un proceso tan nutrido de referencias y textos ; pero
ello no debe obstar para reproducir en estas páginas, como parte la
más sustancial de estos protocolos, la acusación del Fiscal Diego Or-
tiz de Angulo, con las respuestas del Doctor, además de sus princi-
pales alegatos para la comprensión de este capitulo tan interesante de
la historia de nuestro espíritu crítico.
La acusación del Fiscal se presentó a 12 de julio de 1533, es de-
cir, a las dos semanas de haber ingresado Vergara en cárceles secre-
tas. El Fiscal Ortiz de Angulo denuncia y acusa al Doctor Vergara
"por hereje apóstata de nuestra sancta fe cathólica, por factor y de-
fensor de herejes... porquestando en nombre e posesión de christiano,
e por tal ser nombrado, e gozando de los preuilegios, libertades y esen-
ciones que los cathólicos christianos gozan, pueden y deven gozar, en
ofensa de Dios nuestro Señor, e de su santa yglesia nuestra Madre,
y en menosprecio, y con gran escándalo del pueblo cathólico y reli-
gión christiana, pospuesto el temor de Dios y la saluación de su áni-
ma herético y apostató."
.Sobre veintidós artículos o cargos versa la acusación fiscal :
I. "Que tenía, favorecía y aprobaba la opinión y errores lutera-
nos, diziendo que quitado lo de la confesión, que todas las otras opi-
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
niones que tenía el dicho Luthero le parecían muy bien, y loava mu-
cho al dicho Lutero y a todas sus cosas."
2. "Yten, quel dicho doctor Vergara dezia, defendía y afirma va
que lo que dezia Luthero de las Bullas, que nuestro muy santo padre
concedía, a los fieles christianos, ansí biuos como difuntos del thesoro
de la yglesia, que dezia verdad Luthero, que era cosa de burla, po-
niendo el defecto en el Papa, que no las podía dar, y no en las per-
sonas que tomavan las dichas bullas, y mofaua dellas, diziendo "que
me hagan a mí creer que en dando el sonido el real salga vn ánima
del purgatorio, y fauorezcan y aprovechen aquellas indulgencias a los
fieles christianos, poniendo las manos una sobre otra, como quien
cuenta dineros."
3. "Otrosí, que el dicho doctor Vergara fauorescía mucho las
cosas del dicho Luthero, aprouando su persona, errores y cosas, di-
ziendo que por eso el Papa le perseguía, porque rreprehendía sus co-
sas, no porque las cosas del dicho Luthero no fuesen de Dios."
4. "Ansí mesmo quel dicho doctor Vergara tenía libros e qua-
dernos en su poder del dicho Luthero, e sus sequaces reprovados, sa-
biendo quel dicho Luthero, y secuaces, }' libros, estaban rreprovados
por heréticos, e que aviéndose leydo cartas de edicto mucho tiempo
avía por este Sancto Officio, para que todas las personas que tuviesen
libros de Luthero, e sus secuaces, y sus obras y libros estando repro-
vados y condenado por herético, no los manifestó, ni exhibió hasta ,
que supo que su hermano el bachiller Tovar estaba preso por el San-
to Officio; y entonces por temor quel dicho Tovar lo diría y mani-
festaría en este Sancto Officio, y por no haber exhibido y presentado .
en el dicho Sancto Officio los dichos libros, dentro de los términos ,
contenidos, en las cartas de edicto que mucho tiempo se avían leydo
e publicado se dexó caer y ha dexado estar mucho tiempo ha en las
censuras en ellas contenidas." jl
5. "Yten, quel dicho doctor Vergara dezia }• afirmava que en- H
tre otras cosas buenas que tenía Martín Luthero tenía vna que era H
dezir misa después de comer ; y siendo reprendido por ello, dezia que H
no yva nada en ello, porque nuestro Señor avía consagrado después H
de comer." H
— 68 — ■
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
6. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara tenía, dezía e afirmava que
no eran necesarias las cerimonias de la misa, e que contradiziéndoselo
cierta persona, e diziéndole que aquello era heregía, porque la yglesia
gobernada por spíritu santo avía ordenado el lugar e tiempo, e las
cerimonias de la misa, e que lo que Jesu Christo avía hecho era para
dar fin a las cosas de la ley vieja, y para dar orden en la ley nueua,
y el dicho doctor se quedó en su error y opinión."
7. "Ansí mesmo quel dicho doctor Vergara loava a los que te-
nían libertad y dezían misa sin rezar, e dexava él de aj-unar, e de oyr
misa, diziendo que Erasmo se lo avía dicho en Flandes, y por su
consejó dexó la dicha persona de rezar."
8. "Yten, quel dicho doctor Vergara dezía e afirmava, como
alumbrado, que no era menester oración vocal, j' que bastaua la men-
tal, porque rezar vocalmente no era sino para quebrar la cabeza, y que
a qué propósito se dezía vn "Ave María" a vn santo, que era quebrar
la cabeqa, y que bastaba con el pensamiento ponerse en Dios ; y sien-
do reprendido por ello, se quedó en su mala opinión y error. Yten,
tampoco a las ymágenes de los santos, como lutherano, llama de los
santos: "esos santillos", por menosprecio."
9. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara dezía e afirmava, como
tal alumbrado, que las obras exteriores de ayunar y disciplinar e ha-
zer limosnas e todas las otras cosas semejantes eran superfinas."
10. "Ansí mesmo quel dicho doctor Vergara dezía otras vezes,
como alumbrado, quel rezar e los ayunos, que eran cosas superfinas
y ordenadas por ydiotas."
ir. "Yten, quel dicho doctor Vergara tenía e creya, e afirmava
las opiniones y errores de los que se dizen alumbrados, en especial
cerca de los susodichos, e otras cosas, e por ser ombre de tanta es-
tima y crédito, se cree que ha hecho mucho daño contra la fe cerca
de las cosas susodichas y otras semejantes."
12. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara dezía y afirmava que la
confesión no era de derecho divino, e que así lo tenía Erasmo."
13. "Ansí mesmo, quel dicho doctor Vergara diziéndole que avía
errores en las obras de Erasmo condenados por el concilio de Cons-
tancia, dezía que jurava a Dios, que no avía error ninguno en ellas,
- 69 -
MIGUEL DE LA FLVTA LLORENTE, O. S. A.
ni estaría ansí determinado en el dicho concilio, y se enojó sobre ello
con cierta persona, porque se lo contradezía, aviendo, como a>', mu-
chos errores, y cosas sospechosas, y escandalosas y malsonantes contra
la fe y santa madre yglesia en las dichas obras del dicho Erasmo."
14. "Yten, quel dicho doctor Vergara es tan demasiadamente
amigo del dicho Erasmo, y lo defendía en tanta manera, y a sus obras,
que diziendo que en ellas avía muchos errores, y cosas sospechosas,
y escandalosas y malsonantes contra la fe y madre sancta yglesia: y
que por tales estañan condenadas y reprouadas por los doctores, maes-
tros e vniuersidad de París, y quel dicho Erasmo era segundo Luthe-
ro ; e como glosa dél dezia e hablaua mucho mal el dicho doctor Ver-
gara in contentu y menosprecio de los dichos doctores, maestros e
vniuersidad de París, porque avían condenfido los dichos errores de
Erasmo."
15. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara como factor e defensor
de hereges, y personas que sentía y siente mal del Santo Oficio de la
Inquisición y Santa Cruzada y Bullas, que nuestro muy sancto padre
concede, dezía que dos santas superfinas avía en el mundo, que no
erán bautizadas ni canonizadas, de quien poco se seruía Dios, que era
la sancta Ynquisíción >• la santa Cruzada, mofando dellas, y siendo re-
prendido por ello se quedó en su opinión e pertinacia."
16. " Ansí mesmo, quel dicho doctor Vergara, como enseñador e
dogmatizador de los dichos errores de Lutero e alumbrados, trabajó
mucho de doctrinar e ymponer en ellos a cierta persona, y tuviera en
mucho a la tal persona, y quisiera seguir su doctrina, y estar en los
dichos errores."
17. "Yten, quel dicho doctor Vergara hablando con otra perso-
na sobre las traslaciones que se avían hecho de griego en latín, dixo
que sant Agustín por no saber griego, no supo lo que se hizo en la
declaración que hizo en los salmos de David, y en su libro de las
Quinquagenas ; e diziéndole que parezía muy mal dezir aquellas pa-
labras, y mu>' desacatadas, por ser aquel vn libro a quien toda la
yglesia vniuersal tiene en muy gran deuoción, y que le parecía que
quien aquello dezía no sentía bien de la fe, pues era libro aprovado
por la yglesia, y sant Agustín le escriuió lleno de spíritu santo, el
70 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
dicho doctor dixo a esto muchas injurias, diziendo quél que dezía lo
contrario, quél no sabía que cosa era spíritu sancto ; y que los frayles
en contradezir a Erasrno eran necios, y que algunas palabras ansí de
los salmos como de Salomón, no están trasladadas en la Sagrada Scrip-
tura que tenemos, de la manera que están en lo griego, syno que quie-
re dezir otra cosa, dando más autoridad a lo griego, quél y otros he-
reges quieren dezir contra la Sagrada Escriptura, y que se le antoja
a Erasmo dezir y a otros que quieren impugnar las cosas de la ygle-
sia, a lo que la santa madre yglesia alumbrada por el Espíritu santo
tiene aprovado tanto tiempo ha; que de crer es y de tener que ovo
personas más sabias en la lengua griega, y que la entendieron mejor
y con mejor espíritu, )■ fe, y santidad que agora las ay; y es grauí-
simo atreuimiento querer poner lengua en tan grandes doctores y
santas personas, como fueron sant Gerónimo y sant Agustín, y los
otros doctores de la yglesia, y que se reveyeron mucho de la trasla-
ción que hizieron, y que para aprouarlo y tenerlo por tal que lo vie-
ran otras personas muy sabias en las lenguas latina, griega }• hebray-
ca, y dezir lo contrario es error."
i8. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara, como factor e defensor
de hereges, e impedidor del santo Oficio, e corrompedor de las per-
sonas que entienden en la execución y seruicio, deteniendo preso en
la cárcel de dicho Santo Oficio al bachiller Bernardino de Tovar, su
hermano, por el crimen e delito de la heregía, le ha embiado muchos
avisos, fuera de la cárcel, escriptos de ciertas formas, que no parecía
que venía escripto nada, por donde tenía más sospecha, avisándole de
muchas cosas, ansí para que no confessase, ni dixese los errores que
avía hecho, e cometido, e visto hazer e cometer a otras personas con-
tra nuestra santa fe cathólica, como de otras cosas en perjuicio del
santo Oficio ; e recibió ansí mesmo el dicho doctor otras muchas car-
tas e avisos del dicho Tovar, su hermano, de la dicha cárcel sobre lo
mesmo, y de la mesma forma, y ansí el dicho Tovar ha estado nega-
tivo, y para hazer lo susodicho y otras cosas han corrompido con pa-
labras, obras e promesas algunas personas en gran deservicio de Dios
nuestro Señor, e de nuestra santa fe cathólica y daño e perjuicin del
Santo Oficio e infamia de las tales personas."
— 71 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
19. "Ansí mesmo qiiel dicho doctor Vergara, como persona odio-
sa al Santo Oficio, ha dicho palabras injuriosas contra él e sus mi-
nistros e oficiales, e personas que entienden en la execución dél."
20. "Yten, quel dicho doctor Vergara ha sido factor y defensor
y encubridor e participante de hereges y de sus heregías, y como per-
sona que siente mal de nuestra santa fe católica no lo ha dicho ni
manifestado en este Santo Oficio, según e como era obligado."
21. "Otrosí, quel dicho doctor Vergara sintiendo mal de las cen-
suras y juramento, y no creyendo que obliga su guarda, como lu-
therano y alumbrado, se ha permitido estar en sentencia de exco-
munión maj'or mucho tiempo ha, por auer cometido los susodichos
errores y otros, y no manifestándolo, e por lo callar e yncubrir se a
perjurado cerca de algunas cosas que ha seydo preguntado."
22. "Ansí mesmo quel dicho doctor Vergara, además y allende
de lo susodicho, ha fecho, dicho, e comentado, y enseñado y doctri-
nado, e visto hazer, dezir, e cometer, e doctrinar a otras muchas per-
sonas los dichos errores y heregías, y cosas escandalosas y sospecho-
sas, y malsonantes contra la fe que protesto dezir y declarar en la
prosecución desta causa, cada e quando a mi derecho conviniere, con
ánimo e protestación de lo añadir a esta actisación."
A 15 de julio respondía Vergara a la acusación, ciñéndose estric-
tamente a la sustancia de los cargos. Si ofrece interés como primera
manifestación del Doctor, sus alegatos más importantes están repar-
tidos entre los folios del proceso, culminando sobre todos la respuesta
a la publicación de testigos, pieza a la que otrora consagramos un
breve comentario, destacando algunos de los aspectos más esenciales
de documento autógrafo tan soberbio por acusarse en él las magní-
ficas cualidades del autor, y al que nos hemos de referir en las pá-
ginas siguientes.
A las inculpaciones fiscales contesta Vergara, como indicamos, con
precisión y segundad. Sobre ser afecto a las doctrinas de Lutero,
responde el Doctor con su escasa curiosidad por conocerle cuando se
hallaba en Alemania, y le reputa por abominable, junto con su doc-
trina. A la cuestión de las indulgencias, se expresa en el sentido de
ser sus dichos cosa de chanza y humor festivo. A los capítulos ter-
— 72 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
cero, cuarto y quinto, referentes a Lutero, los niega, acusando úni-
camente haberlo podido decir narrative, como expresión del mismo
Lutero. Al cargo sexto lo rechaza, suponiendo ser especie vertida por
la Beata Francisca Hernández. Al capítulo séptimo lo niega categó-
ricamente, como acusación graciosa y gratuita. Al octavo, precisa no
haber escuchado a nadie que rechazase la oración vocal, habiendo te-
nido siempre que la oración común "que se haze por los ministros de
la yglesia, y en persona de ella, ha de ser vocal, y que la particular
y privada de cada vno de los que no son sacerdotes ni beneficiados,
no es menester que sea vocal, avnque sea bueno, para incitar la mental,
y que quando en alguno la vocal estorvase a la mental, los santos
ductores aconsejan que se dexe la vocal". La acusación de alumbrado
la desprecia, diciendo que ni les habló, ni conoció nunca sus opiniones.
Niega en el cargo noveno sus diálogos con Francisca Hernández, con-
fesando que la vio cuatro o cinco veces en Valladolid, siempre de-
lante de muchas personas, y teniendo como causa el librar a su her-
mano de aquella compañía. El capítulo décimo lo considera como
invención calumniosa de la Beata, siendo inverosímil en un letrado de
su calidad expresarse en el sentido de ser impuesta por "idiotas" la
obligación del ayuno y rezo. Contaba un cargo gravísimo, expuesto
en las acusaciones duodécima y decimotercera : el de la confesión. La
materia, tan grave, la resuelve y explica Vergara de esta guisa : "que
siempre tuvo por opinión más cierta que la confesión era de derecho
divino, pero que ha dicho algunas veces que no tenía él la opinión
contraria por errónea, hasta que viese determinación de la Iglesia so-
bre ello, porque resulta temeraria cosa condenar tantos doctores como
la tienen. Que él no ha visto esta determinación ; que si la hubiera
leído en el Papa Adriano, pues es tan moderno y tan docto, la hu-
biera leído, y él dize en su quarto expresamente que el que dize que
la confesión es de derecho positivo, no es hereje, pues decirlo no es
quitar la obligación de confesión, pues quedamos obligados a obede-
cer..." Vergara sostenía que no había condenación, pero declaraba
que. de haberla, "el baxava su cabeza, y dezía que no avía más que
disputar", pero digamos resueltamente que Vergara tenía por sana y
— 73 —
/
MIGUEL DE I-A PINT.-i LLORENTE. O. S. A.
cierta la opinión de ser la confesión de derecho divino. Sobre ser afi-
cionado y amigo de Erasmo, replica que lo era, como todos los prín-
cipes eclesiásticos y seglares, y precisa con gran criterio su juicio sobre
la condenación de Erasmo por la Sorbona, donde simultaneó la pasión
con la crítica real y objetiva. El cargo quince lo juzga versión ten-
denciosa de la Beata Hernández. Se le acusaba en el artículo dieciséis
de dogmatizante, aludiendo a cierto discípulo suyo a quien pretendía
ilustrar en doctrina de alumbrados y otros descarríos. Responde Ver-
gara que era en su vida ajeno a charlas y tratos humanos, ocupado
en negocios y letras, "e que esto es público e notorio". La acusación
diecisiete sobre las equivocaciones de San Agustín la niega tal como
se la imputan, y refiere un episodio acaecido en Madrid, en presencia
del Arzobispo de Toledo, entre él y el agustino Fr. Bernardino de
Flores. Escribe Vergara que en la ]ilática hubf) "muchas simplezas y
mu>' apasionadas". Se ventilaba la ignorancia de lenguas, causa de
tantas equivocaciones en traducciones y exégesis. Vergara reprochó
al contrincante su desconocimiento en la materia, achacándole no ha-
ber leído más que los sermones de .San Vicente Ferrer. a lo que con-
testó Fr. Bernardino que más provecho había en la iglesia San Vi-
cente que San Gerónimo. Xo pudiendo sufrir el doctor alcalaíno tal
osadía e impertinencia le dijo cort alteración "que su sant Agustín por
falta de las lenguas, especialmente de la hebrea en que fue escrito ori-
ginalmente el salterio, no avía acertado en muchas partes de su Quin-
cuagenas el verdadero sentido del profeta... e tiene por sí a San Ge-
rónimo, al cual no le agradó nada esta obra de las Quincuagenas, como
él lo escribe al mismo San Agustín". Diserta después el doctor sobre
la sustancia de la materia, indicando que aprobado el libro de San
Agustín por la Iglesia no quería decir que se pecase contra la fe, afir-
mando sus inexactitudes y yerros. Los mismos doctores se contradicen
en obras aprobadas por el magisterio eclesiástico. Recordemos a San
Pablo respondiendo a San Pedro sobre la cuestión, De observatione
legalium diciendo que no andaba el dicho San Pedro conforme a la ver-
dad del Evangelio. Al capítulo diez y ocho responde V'ergara en el sen-
tido de haber, efectivamente, escrito a Tovar, aconsejándole declarar
LA hVQL lSIClO.X y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
con toda lisura la verdad ; y niega después categóricamente los cargos
diez y nueve, veinte, veintiuno y veintidós (8).
Con la acusación fiscal reproducida y los descargos que el eru-
dito lector acaba de leer se inició este proceso de cultura, uno de
los más célebres de la Península por las materias en él discutidas y
por la personalidad eximia del encartado.
La Causa presenta dos aspectos: el doctrinal y el jurídico o inqui-
sitorial ; concretamente, cómo fué tratado Vergara por el Santo Oficio
durante su reclusión. El aspecto doctrinal ofrece cuestiones funda-
mentales, dignas de ser ilustradas.
El caso del Doctor presenta un interés flagrante. Preguntamos :
¿se habla contagiado Vergara de la heterodoxia que en su tiempo
arruinaba a tantos espíritus en el Continente? En Vergara, hombre de
gran ingenio }' entregado intensamente a la vida especulativa, que le
había regalado con pingües rendimientos, beneficiando aquella natura-
leza intelectual tan pródigamente hasta convertirle en un extraordi-
nario Maestro, se acusaban primordialmente unas condiciones nativas
de aspereza y sinceridad que sin llegar a lo bronco y desgarrado, no
favorecen precisamente a los que las poseen cuando han de desenvol-
verse en ambientes y medios, donde se aplican las clásicas medidas...
Vergara se definía por su libre manera de negociar, sti libre manera de
avisar y su libre manera de hablar lo que sentía. Estas características
tan personales se agravaban por la curiosidad insaciable del crítico,
enjuiciador de tantas sinrazones y rutinas con categoría de verdades
consagradas, a la vez que aceptador de novedades y nuevas aportacio-
nes incorporadas al acervo común por la cultura y el desarrollo racio-
nal de la crítica, novedades y aportaciones que han de sufrir contras-
tes prolongados hasta obtener la vigencia definitiva. Juzgue, por tanto,
el lector, situando el problema dentro de estos términos, la disconfor-
midad y hostilidad que promovería el Doctor en los ambientes tradi-
cionales y estáticos, donde cada innovación supone una lucha recia )•
\iri!, hasta llegar muchas veces a lo dramático y sangriento. Hombre
de pro, Vergara era una personalidad desbordante y sin falsillas, donde
(8) A. H. X. Inq., leg. 665, fol. 91.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
el temperamento y la expresión originales estaban a flor de labio para
zaherir corruptelas, y caracterizar más o menos duramente a perso-
nalidades y doctrinas. Es decir, hombre de una pieza, un castellano
castizo y excepcional, alumbrado por las luces del espíritu y la pe-
sadumbre gloriosa de una rica personalidad. Todos sus dichos subra-
yan nuestras valoraciones. Contestando a la testificación del Arcediano
De la Fuente, Canónigo de Alcalá, se expresa así Vergara: "y a lo
que dice que soi hombre que me alargo en el hablar, diré que después
de un hombre estar preso, luego vienen todos a estas apariencias, que
se alargava en el hablar, \' avn en el escopir, y como a él le parece que
me alargava yo en el hablar, assí me parece a mí que se alarga en el
deponer" (9). Cuentan asi en el proceso dichos muy expresivos del
Doctor cortados por este patrón, y muy ejemplares para denunciar su
genialidad. Predicando en Toledo el Maestro Diego Fernández contra
los doctores que no enseñaban la palabra divina, se ofendió Vergara,
y diciendo Fernández : el Espíritu Santo habla por mi boca; y dijo
Vergara : reniego yo de vuestro Espíritu Santo. Don Manuel Serrano
y Sanz exhumó un texto curioso del proceso. Al verse Vergara rodeado
de contradicciones y sinsabores, como sometido a los trámites enfado-
sos de un proceso criminal, perdidas su ecuanimidad y ponderación le
vemos enfrentarse con el inquisidor Juan Yáñez, exclamando : Aqui
las causas son inmortales; lo cual dijo: faciendo meneos con las ma-
nos e por otras palabras.
Es indiscutible que las libertades }• desembarazos de expresión
unidas a la amplitud de criterio que el Doctor mantenía en muchos as-
pectos de la ciencia y de la vida, consecuencia de su talento y cultura, le
perjudicaron extraordinariamente, agravando su situación, de suyo com-
plicada por su espíritu renacentista y moderno. Pero el fondo del pro-
blema, es decir, su erasmismo, constituye la acusación fundamental
donde se ensamblan y encajan los cargos rtiás importantes de que se
hace responsable al Doctor. Explicando su pensamiento, escribe en la
respuesta a la publicación de testigos haber conocido a Erasmo y ha-
blado con él ligeramente, "sin tocar en cosas de veras, de lo que me
(9) Ibídem, fol. 450.
- 76 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
pesa, porque quisiera averie mucho comunicado y tratado". Manifes-
tada así su simpatía intelectual hacia el humanista holandés, añade in
continenti unas líneas sobre el artículo de la oración vocal: "Porque
caso que así fuera, que yo ouiera loado en Erasmo el dexar de rezar
el oficio diuino por estudiar alguna cosa que importase (lo que nunca
por el pensamiento me passó), ¿qué tiene que ver esto con el error
cerca de la oración vocal? Sé que cierto es que podía Erasmo dexar
el officio diuino por estudiar, aunque fuese mal dexado, o yo loárselo,
aunque fuese mal loado, sin tocar en el error de los que quitan la ora-
ción vocal, quanto más que en ello podía ser bien hecho, e por consi-
guiente licitamente loado, si la importancia de lo que estudiava era
sufificiente, como en tal razón se presupone."
El cargo más delicado donde se conjuga también el nombre de
Erasmo fue el referente a si la "confesión" era negada por Erasmo en el
sentido de ser de derecho divino. Ciertamente, pese a sutilezas )' a alam-
bicamientos eruditos, Vergara reputaba la "confesión", como de dere-
cho divino, pero ha de tenerse en cuenta, prescindiendo de doctrinas
antiguas, que el episodio que historiamos acaecía en los años 1533 y
1534, diez y ocho años antes de la sesión XI V de la segunda etapa del
Concilio de Trento (i de mayo de 1551-28 de abril de 1552). Por lo
demás, ateniéndose a opiniones y escuelas, Vergara pudo "entonces"
declarar: "Lo que dize este testigo de la tradición de los santos e vso
de la yglesia vniuersal, concluye bien, quod confessio est de necessitate
sahitis, y esto ningún católico lo niega, más no concluye, quod huius-
modi necessitas proveniat ex jure divino potius quam humano, sicut et
notat Adrianus, 2 q., "De confessiones ', respondiendo ad rationes
Scoti."
Vergara tenía que ser "enemigo e odioso" para los hombres de
claustro. Ellos dirigieron la batalla en la Sorbona para condenar las
obras de Erasmo, e indiscutiblemente ellos habían sido el blanco de las
críticas sangrientas y vehementes del Maestro, extendidas por todo el
Continente, y donde el descoco y las osadías no pudieron alcanzar más
vigor y fuerza demoledora. Aquellas gracias gruesas y brutales empal-
maron con la Ilustración, llegando hasta nuestros meridianos intelec-
tuales. Consiguientemente con estas realidades, Vergara tachó en su
— 77 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
proceso las testificaciones de los frailes, reputándoles por enemigos sin-
gulares: "Otrossy, por quanto los frailes por la mayor parte me tienen
por enemigo e odioso, a causa de averme yo mostrado amigo e afificio-
nado de Erasmo, digo que los recuso, assí para que sus dichos contra
mí sean repellidos como de enemigos, como para ninguno dellos sea ad-
mitido a ver ni votar mi proceso ; e ansí pido e juro a Dios, e a esta f
que no hago excusación maliciosamente, sino con temor que tengo que
por la dicha causa perjudicarán mi justicia." Xada más lejos de creer
en una enemistad violenta y tendenciosa por parte de \^ergara contra
los hombres del clero regular, enemigos indiscutibles y sistemáticos de
Erasmo y de su influencia en Europa. Como hombre ponderado vuelve
a repetir Vergara en la respuesta a la publicación de testigos sus pun-
tos de vista, notando aspectos muy curiosos del tema, y haciendo refe-
rencia a las oposiciones a cátedra en la Universidad salmanticense.
El texto merece los honores de la reproducción, como muestra, ade-
más, de los matices finos de la crítica del Doctor, pese a su castellanis-
mo enjuto y seco. "Digo, señores, que no soi tan ignorante ni tan apa-
sionado que no conozca muy bien que entre jrayies ay grandes personas
en letras y vida, y todas buenas calidades, y mucho más en España que
en otras naciones, a las quales por ventura touo respecto Erasmo quan-
do tan resueltamente habló dellos. Más como yo no sepa quién son los
que dellos han de ser llamados a la vista de mi proceso, ni los co-
nozca, es me jorgado hablar en general, como es general entre ellos
el odio y enemistad contra Erasmo y contra sus amigos, quanto más que
muy notorio es, señores, con qiiánta vehemencia y conspiración acos-
tumbran los religiosos en estas cosas de parcialidad que les tocan, jun-
tarse en vn parecer y ser todos a vna. En Salamanca vemos cada vez
que se ofrece oposición de algunos dellos a cáthedra, que todos los de
su Orden se conforman luego con él contra cualquiera otro por emi-
nente que sea; y quando faltando dellos opposifor quieren ayudar a vn
extraño, donde va vno, allí van todos, sin que falte voto. No quiero yo
juzgar sus conciencias. Mas mysterio grande parece que en tanta diuer-
sidad de condiciones y juycios de hombres, salgan tantos pareceres siem-
pre tan yguales y tan redondos, como si de vnas mismas turquesas salie-
sen; y pues fuera de frayles ay en España letras y zelo, y todo lo que se
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LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
requiere, sin nota de pasión y de parcialidad, no es razón dczir que
sin ellos no se descubrirán los errores, do quiera que los ouicrc, como
el jiscal lo significa" (lo).
Quede, pues, constancia del fervor erasniista de Vergara, pero
quede también constancia de la ortodoxia del Doctor. "Se quejaba Ver-
gara — dice el Doctor Medina — que en Paris oviesen maltratado la
doctrina de Erasmo, y añadía Vergara que la Asamblea de la Sorbona
"fué subrepticiamente hecha". Pero su actitud encajaba dentro de la
ortodoxia. Vergara estaba incorporado al erasmismo en su sentido de
renovación fecunda de las instituciones y de la cultura, en su amor por
las clásicas antigüedades y por el espíritu crítico que anima en general
su extraordinaria labor. Esto era ejemplar en un país como España,
tan apegado a fórmulas preestablecidas... Enjuiciando así el sentido
del humanista toledano, bien podía decirse que articuli parisienses non
transeunt montes vel mare...
¿Cómo fué tratado el Doctor Juan de Vergara en la Inquisición
de Toledo, y cómo se desenvolvió el curso de su proceso ?
En medio de las competencias y de las envidias, una personalidad
del corte de la del doctor Juan de Vergara tenía que tener valedores
que le protegieran y se preocuparan de su destino y fortuna, honrán-
dose con la amistad y los servicios de clérigo tan insigne. Así lo com-
probamos en el proceso. En los primeros días de junio de 1533 llega-
ban a Alcalá rumores e informaciones del expediente que se estaba in-
coando al Doctor, y de los propósitos de los inquisidores toledanos de
detenerle en cárceles secretas. De esta versisón se hizo eco inmediata-
mente el Arzobispo de Toledo, Don Alonso de Fonseca, preocupado por
la suerte de su egregio secretario, enviando unas letras al Licenciado
Peña, Abad de San Vicente y Vicario general de Toledo. Le escribe
Fonseca que en unión del doctor Vivel, a quien enviaba a la ciudad me-
tropolitana, interesasen a los inquisidores para evitar la prisión de Ver-
gara en los calabozos del Santo Oficio. El Arzobispo proponía varias
soluciones : libertad sobre fianzas hasta de cinquenta mil ducados ; re-
clusión en la "claustra" de la catedral con las mismas fianzas y con las
(10) Ibídem, fol. 514 r.-igS v.
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MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
guardas convenientes, y, finalmente, reclusión en las casas que la In-
quisición señalase, suplicando, además, a los inquisidores se demandase
al Doctor con diligencia para despachar la causa con toda brevedad. El
gran Fonseca escribía: "es mucha razón que se tenga consideración
a la persona del doctor, y al lugar que en mi casa tiene, para que así
en esto como en la carcelería, no la llenen por el estilo que a los otros;
y en esto poned el cu>'dado y diligencia que yo de vos confío, pues véis
quánto en ello va, y procurad que quando por ac^uí vengáis, traygáis es-
ta cosa bien sabida para que aquí se provea lo que convenga. Nuestro
Señor vuestra venerable persona guarde". Sabemos la ineficacia de es-
tas preocupaciones. Efectivamente, el 17 de mayo había demandado
a Vergara el fiscal Diego Ortiz de Angulo. Le acusaba de hereje e in-
famador del Santo Oficio, solicitando su prisión, a lo que accedía la
Inquisición, como sabemos, ingresando el doctor en prisiones el 23 de
junio de 1533. En el mes de agosto nada menos que el Cardenal de
Sevilla urgía a los inquisidores el buen trato que se debía dar a Ver-
gara: "A nos penado que huviese cabsa para la presión o detenimiento
del doctor Vergara, por ser tan digno y tan preheminente oficial del
señor Arzobispo de Toledo, a quien es mucha razón que tengamos res-
peto para le servir y agradar, y también por ser onrada persona y es-
timada, y ansí mismo lo sentimos en que es canónigo de esa santa ygle-
sia, a do devemos y somos muy obligados por nuestra naturaleza, y por
ao's aver largo tiempo criado en ella... Os rogamos y encargamos que
ayáis por recomendada la persona del dicho doctor y su buen tratamien-
to, que para esto ay mucha razón que ansy se haga, y también os enco-
mendamos la brevedad de la causa" (n).
Detenido Vergara en los calabozos inquisitoriales ocupaba una cel-
da con ventanas a la calle, y según referencias se asomaba frecuente-
mente por ellas para distraerse y curiosear. Como le pareciese al fiscal
Angulo excesiva piedad y benevolencia solicitó de los inquisidores fuese
trasladado a otra pieza, "donde nadie le pueda ver, ni comunicar con él,
ni él comunicar con otra persona". Vista la petición, parecióles a los
inquisidores de Toledo lo más oportuno y discreto cerrar y clavar las
(11) Ibídem, fol. 460 r.
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LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ventanas. Con este episodio comenzó la vida de V'ergara en las cárceles
inquisitoriales. Según los protocolos, el doctor Vergara ocupaba la par-
te alta de las prisiones, en el departamento contiguo a la cámara del
secreto, en una celda conocida con el nombre de "sala dorada", en donde
permaneció casi hasta el final del proceso.
Desde las primeras fechas eligió Vergara como procurador y le-
trado al Licenciado Mora, del Consejo del Arzobispo de Toledo, y éste
le ayudaría a conllevar las penalidades y triljulaciones de su espíritu
durante su encerramiento. Es muy difícil suponer que un hombre del
temperamento y de la vitalidad del doctor Juan de Vergara asistiese
con calma y según estilo corriente al curso de su causa. En efecto, en
26 de junio comienzan a acusarse la actividad y las inquietudes del
Maestro. Nada más pasar los umbrales del Santo Oficio, Vergara ape-
laba de su prisión a los señores del Consejo. Así en el primer escrito
firmado a los tres días de su prisión, hace alusión a su gesto, e insiste
vivamente en la apelación. Son muy interesantes todos estos alegatos
para conocer su espíritu y su indomable carácter, asistido por otra
parte con razones de peso que él expone con sapientísimo criterio :
"El doctor Vergara digo que al tiempo que vuestras mercedes me man-
daron quedar preso en esta cárcel, yo apellé de la injusta prisión para
ante los señores del Consejo de la santa y general Inquisición, y lue-
go el día siguiente pedí papel y escrivanía para dar mi apellación por
escrito, lo qual me fué negado... por ende yo acortando razones, y co-
nociendo los agravios, y queriendo que los agrabios cesen, digo, afir-
mándome en la dicha mi appellación, que appello de la prisión que vues-
tras mercedes mandaron hazer de mi persona, porque hablando con el
acatamiento deuído fué y es injusta, y muy agrabiada, y digna de ser
reuocada, como hecha sin información, ni causa bastante, por las ra-
zones que del proceso se pueden collegir..." La exposición sigue su
curso, y el Doctor va basando su demanda en argumentos de urgen-
cia jurídica y moral: "... y por solas sospechas sin mucho fundamento,
no se deuen assí deshonrar a personas de honra ; que avn para solo
inquirir quiso el Derecho que precediesse clamoro.sa insinuación de
muchos, quanto más para prender". Soslayadas las relaciones entre
Vergara y Tovar. preso éste, y que se aducen contra el Doctor como
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MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cargo, podrían contar testificaciones de otros declarantes, e insiste así
Vergara: "Lo otro porque si la causa de la dicha mi prisión es por aver
otras testificaciones, o dichos de testigos contra mi, estos no pueden ser
sino de qualesquier palabras, como en estos tiempos es vso y costum-
bre; )■ pues yo no soi idiota, y pudiera dar razón de mí, que por ventura
satisfaziera, primero deviera ser examinado cerca de las tales palabras,
que se procediera a deshonrarme, pues saben vuestras mercedes questo
se ha hecho assí con otros muchos que tenían menos honra que perder
que yo". Seguidamente se enfrenta con los inquisidores, y les indica
que si su apelación es denegada, apela también al Consejo de semejante
denegación. En las primeras líneas de su exposición aludía el r^Iaestro
a la actitud del tribunal en la primera audiencia, actitud quizá moti-
vada por alguna osadía del Doctor, y que consistió en negarle papel
para poder escribir sus descargos. Téngase el suceso como extraordi-
nario, pues en la Inquisición española siempre se facilitaba tinta y fo-
lios de papel para el servicio de sus presos y para sus expansiones y
defensas, máxime en los expedientes de importancia. Partiendo de
aquella negación, Vergara precisa su significación con su clásico des-
embarazo y libertad: "Por quanto vuestras mercedes me niegan papel
para escreuir, y yo tengo necesidad descreuir muchas cosas tocantes
a mi defensa, y para escribirlas, indirectamente se me niega la defensa
ques de jure naturali, pido y supplico a vuestras mercedes, pues al
fiscal y a quantos quisieren dezir contra mí, no se les quitará el aparejo,
no sea yo de peor condición ; y avnque hasta agora no se me haya
puesto acusación, basta estar preso para tener necesidad descreuir" (12).
La apelación constituía para Vergara su más íntima preocupación
en aquellos días. Hacia fines del mes en curso suplicaba a los inquisi-
dores no se dilatasen más en entregarle certificado de su apelación,
dado que ya habían transcurrido siete días desde que puso su deman-
da, sufriendo lógicamente en la dilación muchos agravios. El 5 de
julio volvía sobre lo mismo con verdadera insistencia como cosa que
competía a la justicia de su Causa: "No sé si sigue, ni veo que se haze
(12) Ibídetn, fols. 140 r.-iúy v. : 198 r.-549 r. y 189 r.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
nada", y consigna que cada día está "más mal dispuesto de salud".
A instancias tales se le comunicó que la apelación se le otorgaba.
Pero sin embargo de esta información se desvanecían los días, y
el Doctor continuaba llenando folios para salir adelante con su intento.
Vergara aceptaba, desde luego, el estilo corriente del Santo Oficio, y
en espera de la resolución de los señores del Consejo se vió sor¡)ren-
dido por las medidas tomadas, después de aguantar cerca de un mes,
y que agravaban más su prisión, pues se clavaban, como conoce el lec-
tor, las ventanas de su aposento y se echaba "red a la puerta dél". Se
querella el humanista de que no se espere la determinación de la Su-
prema, una vez concedida y otorgada la apelación. La pesadumbre
motivada por esta actitud se refleja en estos renglones: "Poniéndome
en tanto estrecho que yo no lo puedo tolerar, sin grave daño de mi
salud, y peligro de mi persona, dando por causa desto, que los dichos
señores del Consejo diz que embiaron a mandar que se pusiese cierta
acusación qüe se me ha puesto, e porque desta manera de proceder,
yo recibo notorio agrabio, digo que affirmándome en la dicha primera
apellación, añadiendo agrabio a agravio, e apellación a apellación, torno
apellar de vuestra merced de la dicha innovación y estrechura de mi
prisión para ante los dichos señores, e digo hablando con el acatamiento
que debo, la dicha manera de mi prisión ser muy agraviada e injusta-
mente hecha." Es esta exposición memorable entre los folios del pro-
ceso por haber destacado en ella Vergara algunas de sus condiciones
espirituales, que él traduce en sus hábitos ordinarios y costumbres
corrientes. Notorio era a todo el mundo en Toledo que Vergara era
hombre con sus rarezas y peculiaridades, que le acusaban como origi-
nal y algo intemperante, pero no podía admitirse que fuera hombre
vinculado a movimientos extraños y a cenáculos peligrosos, como los
de los alumbrados. Vergara era hombre de clara vida y de intachable
ortodoxia, sin complicaciones místicas heterodoxas: "Deue constar a
los dichos señores mu)' abiertamente, pues conocen mi persona, e saben
que mi trato e conuersación no ha sido conforme al de los que dizen
alumbrados, ni he andado jamás en beaterías, ni extremidades de detio-
ción, ni en conpañía de hombres apartados de la común conuersación,
ni en mi hábito, trato y palabras, tal cosa se ha notado; antes he sicm-
- 83 -
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
pre andado metido en todo el tráfago y ocupación de negocios y coséis
por las Cortes, e por otras partes, fuera de donde los dichos alumbra-
dos conuersauan, e jamás hablé palabra con ellos, ni hombre dcllos con-
migo, ni llegaron a mis orejas sus proposiciones y errores" (13). Asi
se sinceraba el Doctor de la tacha de alumbrado, y precisaba con toda
claridad su propósito de llevar adelante su apelación. En autógrafo
posterior de Vergara comprobamos que la apelación concedida al fin
por los inquisidores de Toledo no tenía eco ninguno en Madrid, donde
residía a la sazón la Suprema, acabando los inquisidores del distrito,
viendo las continuadas protestas del doctor, por aceptar sus deseos de
cometer al procurador de la Causa la misión de trabajar en la Corte
la respuesta del Consejo de Inquisición, respuesta que después de tan-
tos dimes y diretes )• no llegó, siguiendo el proceso su curso y des-
arrollo habituales.
Con fecha dos de octubre comenzaba Vergara a interesar en el tri-
bunal la entrega de la publicación de testigos para responder a ella y
abreviar los trámites del proceso. Esta preocupación de resolver la
causa por todos los medios, aclarando situación tan deplorable para la
fama del encartado, se contrasta a la continua en el proceso, y pese
a los baches que presenta y a sus aspectos negativos y desagradables,
no tuvo ciertamente el Doctor muy adversa fortuna, comparándola so-
bre todo con los procesos ruidosos, y muy parecidos, que se iban a
abrir no tardando muchos años en la Inquisición de Valladolid. Con
muy pocas semanas de cárcel, ya el letrado Alora, que asistía a Verga-
ra, protestaba que no se le hubiese aiín entregado el traslado de la acu-
sación ñscal, y que bastaba ese tiempo "para aver hecho vn proceso
sobre la sucesión de vn Reyno". Más tarde solicitaba Mora, después
de haber hablado con tan notoria exageración, que si la causa de su
patrocinado estaba conclusa, que se dignasen los inquisidores recibirla
a la prueba, con órdenes al Promotor Fiscal de verificar su probanza
para facilitar la publicación, "porque este negocio no se haga inmor-
tal". Parece ser que por estas calendas los inquisidores quisieron lle-
var al ánimo del Doctor la seguridad de que su causa constituía para
(13) Ibideni, fols. 256 r.-i7s v.
- 84 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ellos la máxima preocupación, siendo la más atendida y cuidada entre
todas las que se ventilaban en aquel tribunal.
A 23 de noviembre sabemos se le había entregado a Vergara la pu-
blicación, referencia conocida por los extremos del Arzobispo Fonseca,
quien desde Alcalá volvía a recomendar muy expresivamente la per-
sona del detenido, con estos términos: "... mucho, señores, os pido yo,
y ruegos queráis abreviar de aquí adelante lo que resta para final despa-
cho deste negocio, conforme a su calidad, y a la persona y méritos del
Doctor". A siete de diciembre reitera el Arzobispo sus deseos solici-
tando de la amabilidad de los inquisidores copia de la publicación, en-
viando para la custodia de las respuestas a su familiar el Doctor Vivel.
El diez y ocho del mismo mes insistía Fonseca, y escribe — vale la pena
recoger su expresión — ■: "no sabría, señores, dezir el cuydado que ten-
go deste negocio, y el aliuio y plazer que me daría verle despachado ;
y por esto torno a pedir por merced a vuestra merced se quisieran acor-
dar que al doctor se le ha estrechado cada día más la carcelería, y que
se ha procedido hasta publicación, y ésta se ha dado, pasados cinco
meses, y que todo ha seydo al contrario de lo que yo hasta aquí he pe-
dido'', expresión esta última que revela la ingenuidad del Arzobispo
Fonseca, pues pese a la silla primada de Toledo, en aquellos años el
Santo Oficio solo atendía las instancias del Rey de España, y dentro
de los tribunales, a las recomendaciones y solicitudes del Inquisidor Ge-
neral. Pero de todas formas, eran inútiles los deseos del prelado por
no haberse entregado por Vergara la respuesta a la publicación hasta
el día 7 de marzo del año 1534. El día anterior precisamente hacía
constar el Doctor, terminado ya de escribir su maravilloso alegato, ante
los inquisidores, no haberse probado cosa contra él ni "plene" ni "se-
miplene" "ni por otra vía de indicio ni presunción, que me arguya de
nial cristiano, ni en mí jamás obo error en el entendimiento con perti-
nencia en la voluntad, por donde no procede ni avía lugar la dicha acu-
sación contra mi puesta, ni fuera raqón que con mi persona se oviera
hecho lo que se ha hecho en la prisión y cárcel". Así toda la argumen-
tación de Vergara para rechazar su prisión y su deshonra se fundamen-
taba en la ausencia de testificaciones positivas y concluyentes que pusie-
ran en entredicho manifiesto y sospecha su ortodoxia y sacerdocio. Nota
- 85 -
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
de esta manera a los testigos de cargo. Las acusaciones de la beata
Hernández eran simples invenciones contra él, una vez que ella se vió
recluida. Los catorce testigos postreros los considera testigos únicos y
singulares, deponiendo por conjeturas y referencias extrañas. Añade
Vergara que son sus enemigos y le tienen mala voluntad, y les reputa
por falsos y perjuros. Entre testigos de esta clase se daban contradic-
ciones notorias. Asi el primero y tercero capítulos del primer testigo
sobre materia de confesión y alumbrados. Cuentan en el proceso del
Doctor testigos que deponen solamente de generalidades, surgiendo
frecuentemente en sus determinaciones las conocidas contradicciones.
Refiriéndose a la acusación de Francisca Hernández y su criada Mari-
Ramírez, escribe Vergara que "la señora y criada procuraron ser con-
textes", fuera de que las mujeres no son ordinariamente fidedignas.
Alude también Vergara a la responsabilidad y garantías de muchos cri-
terios expositivos en estos términos : "Deponen de palabras que oyeron
muchos días y años ha ; las cuales en caso negado que yo las hubiera
dicho, no se pudieran tener en la memoria tan formal y expresamente
como se dixeron. porque en cosa de palabras desde a dos días que se
digan, no se pueden acordar del todo en ellas, quanto más al cabo de
tanto tiempo, en el qual aun en el hecho propio de derecho se presume
oluido, quanto más en el ageno" (14). Consciente de su personalidad
y categoría, rechaza otras proposiciones y palabras que se le achacan,
propias de hombre idiota y vulgar, especies increíbles en un letrado,
doctor en Teología y "leído en la sagrada scriptura y cathólicos docto-
res". Todo lo cual le hace concluir que no existe causa ninguna por la
que pueda ser acusado ni detenido en cárceles, "de donde tanta aíTren-
ta se me ha seguido a mí, a mi linaje, y a otras personas" (15).
Pero sin embargo de estas preciosas referencias, que indiscutible-
mente eran de peso para aliviar el proceso de trámites enfadosos, evi-
tando preguntas y repreguntas, testificaciones, abonos e inculpaciones,
el proceso siguió su curso, entreverándose incidencias con incidencias
y surgiendo continuamente nuevos imponderables, que iniciaban cues-
(14) Ibídem, fols. 982 r.-igi v.
(15) Ibídem.
— 86 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
tiones nuevas, todas ellas causa de dilaciones y entorpecimientos, y,
por tanto, perjudiciales para la resolución del expediente. A Vergara
le esperaban todavía muchos meses de cárcel, de aquella cárcel que él
llamó en alguna ocasión "peladero", y, comprobando que su negocio
seguiría con los clásicos plazos dilatorios, renunció a la probanza para
ver de acordar incidentes y complicaciones. En 25 de ma^'o de i535
se presentó Vergara en la audiencia del tribunal diciendo "que lo que
quiere es suplicar a sus mercedes que se acuerden de su negocio, e
de mandarle despachar, aviendo respecto a los grandes trabajos que
ha pasado e pasa, e que ya ni la paciencia ni la salud le bastan, es-
pecialmente estando como está tantos dias ha estrechado en vn rincón,
iviéndole quitado lo más e más principal de su aposento, e que esto
ss lo que quiere".
A 3 de noviembre de 1535 los inquisidores y doctores Vaguer,
Diego Girón de Loaisa ; Blas Ortiz, canónigo y vicario de Toledo ;
[uan Ubago, inquisidor de Zaragoza ; Juan de Medina, canónigo y ca-
:edrático de Alcalá, juntamente con el maestro Juan de Villarreal, ca-
lónigo de Sigüenza, y el doctor Diego Rodríguez, abogado del fisco,
"ecibían de los calificadores las proposiciones censuradas y comenta-
das. Entresacaremos algunas para que se vea su estilo y espíritu.
A la proposición de que las opiniones de Lutero eran buenas,
salvo lo de la confesión, se califica así: "Esta proposición vniuersal,
10 singularizando opinión alguna, se pudo dezir en tiempo que se pu-
liesse tolerar ; pero dicha en estos tiempos, mayormente después de
leclarados los errores de Lutero y condenados, est escandalosa, erro-
lea, sapiens manifieste herereses et favet haereticos." Sobre las tra-
lucciones del griego al latín que Vergara censura, los calificadores
ipostillaron su criterio con estas palabras: "Esto puede pasar." Las
)piniones del Doctor sobre San Agustín en sus Quincuagenas mar-
jínanlas : "Esto es dicho atrevido, injurioso y gran desacato al San-
o." Obsérvese en ello la gran ingenuidad de los señores docto-
"es de Toledo. Acerca de la testificación de que Vergara defendía
a opinión de Erasmo de no rezar por estudiar materia grave e im-
portante, los calificadores escriben que, efectivamente, "i)odría ser tal
f de tanta importancia el tal estudio, que díxo verdad". ^' asi con-
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tinúan los críticos de la Inquisición, con bastante buen sentido y cri-
terio, salvo alguna que otra valoración. Pero téngase en cuenta que la
mayoría de las opiniones que se enjuician eran especies gratuitas de
que se acusaba al Doctor sin haber tenido éste arte ni parte en ellas.
Nada más interesante que la lectura y el examen de los votos de
este proceso, que se prolongó hasta el mes de diciembre de aquel año
de 1535. El doctor Medina reconoce que no estaba plenamente pro-
bado contra Vergara el cargo de herejía, consignando que casi todos
los testigos — a. excepción de los dos primeros — no le perjudicaban,
o, simplemente, le excusaban. Medina juzgaba que las deposiciones
carecían de valor, juzgándolas, como las juzgaba el mismo Vergara,
"singulares", "de oydas" o "de credulitate". Las testificaciones de
Francisca Hernández y de su criada no constituían para el juez de
la Inquisición entera probanza. En primer lugar, se desestiman, me-
jor dicho, se estiman en poco, "porque son mujeres", además de ser
criminosas como procesadas por el Santo Oficio, habiéndose únicamen-
te admitido sus dichos por tratarse de un negocio en favor de la fe.
Otrosí, la relativa importancia de tales testigos quedaba disminuida,
atento que se limitaba a dos personas, y, aunque contextes ambas a
dos, unidas por responsabilidades y delitos. Se disminuía aún más la
importancia de los testigos acusando a hombre de la categoría del
Doctor, "que es sacerdote y persona de estima, y tenida comúnmente
por hombre de verdad, según requería el oficio de secretario que a
tenido con los Arzobispos de Toledo passados". Hechas estas consi-
deraciones por el doctor Medina, >• descartados los dos primeros tes-
tigos, condena el inquisidor a Vergara como suspecto, atendidas las
restantes testificaciones. Podía ponerse a Vergara al tormento, pero
cree que ha de templarse la justicia con la misericordia, principalmen-
te habidas la honra y reputación del reo, canónigo de Toledo y exi-
mio hombre de letras, contra quien se había depuesto con "cargos
solapados y yndírectos", y que había padecido extraordinariamente
en su prestigio durante su permanencia en cárceles secretas, por todo
lo cual concreta Medina su voto en este parecer, que abjure de ve-
hementi, por lo menos, los tres artículos más graves y de más peso:
el de los preceptos eclesiásticos, el de las indulgencias y el de los sa-
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
cramentos. Dicha abjuración habría de hacerla el Doctor delante de
veinte o treinta personas honradas, católicas y seglares, recluyéndole
luego en un monasterio, donde hiciera penitencia, por lo menos du-
rante medio año, y condenándole a pagar mil ducados. Merece no-
tarse que en el voto del doctor Medina se registra un pasaje referen-
te a la simpatía intelectual que profesaba Vergara a Erasmo (i6).
El doctor Blas Ortiz opinó que, como compensación de tantos
días de cárcel, se le descontara a Vergara parte de la pena, remitién-
dole el castigo de salir en público en el cadalso, optando por que se
fallase la sentencia en San Juan de los Rej-es o en San Pedro Már-
tir y que abjurase de vehementi de los tres artículos señalados por
el doctor Medina, condenándole a pagar dos mil ducados. Añadió Or-
tiz que los teólogos no le habían probado a Vergara el crimen de he-
rejía (17).
Pero fueron en vano votos de esta calidad, que favorecían a nues-
tro Doctor en el sentido de evitarle la pública infamia de salir en un
auto de fe de la Inquisición en la ciudad de Toledo, de la que era
ornamento y gloria por las excelencias de su espíritu, por su densa
humanidad y por su extraordinaria cultura. La sentencia y fallo con-
dena a Vergara a salir al auto de fe, como penitente, con una vela
de cera en la mano, y, después de leída la sentencia, abjuraría de
vehementi el crimen de herejía, con el castigo de recluirse en un mo-
nasterio, penitenciándole, además, en mil quinientos ducados de oro,
a su valor, para gastos del Santo Oficio. Leído y pronunciado el fallo
en la sala de la audiencia, se le volvía a leer al Doctor el día 11 de
diciembre de 1535, estando Vergara "encima otro cadalhaso, donde
estauan otras muchas personas, hombres e mugeres penitentes". El
día 24, según se estilaba en la Inquisición española, en audiencia in-
quisitorial, se ordenaba al Maestro la maj-or discreción sobre lo que
había visto en el Santo Oficio durante su prisión, dándole licencia
para retirarse a la morada de Diego López de Ayala, canónigo de
Toledo, donde residiría hasta pasado el día de Reyes, en que se tras-
Ció) Ibídem, fols. 440 r.-55i v.
(17) Ibídem, fols. 1.187 r.-i.286.
- 89 -
MIGUEL DE LA PINTA Ll ORENTE, O. S. A.
ladaría, para cumplir la pena de reclusión de un año, al monasterio
de los agustinos de la imperial ciudad. En otros trabajos míos he ex-
puesto las andanzas y las historias de Vergara, hasta abrírsele un se-
gundo proceso por desobediencia. Resta por añadir que Vergara pa-
gaba el tributo mortal el día 20 de febrero del año 1557, dejando todos
sus bienes al manicomio de Toledo.
* * ♦
En mi libro En torno a hombres y problcuias del Renacimiento
español, he recogido una serie de notas eruditas muy interesantes
sobre Fr. Alonso de Virués. Este benedictino habia nacido en Tierra
de Campos, en Olmedo, uno de los parajes más característicos y ex-
presivos de Castilla. Era hombre interesante, y uno de los predicado-
res más predilectos y queridos del Emperador. Juan Dantisco, suegro
de Gracián de Alderete, escribía en 1529 acerca de él desde Valla-
dolid a Alonso de Valdés, con frases encomiásticas: "Cada domingo
oigo la predicación verdaderamente piadosa y cristiana del hermano
benedictino Alonso de Virués; no le conozco más que por el pulpito,
pero si tú tienes alguna relación con él, hazme a mi también parti-
cipante de ella." Acompañó a Carlos V por Flandes y Alemania en
los años 1540 y 1541. El canónigo Llórente consigna en su Historia
crítica de la Inquisición unas preciosas referencias sobre su proceso,
que queremos repetir: "Fue preso en las cárceles secretas de la In-
quisición de Sevilla, como sospechoso de herejía luterana; el Empe-
rador, que no solamente le conocía por sus sermones, sino por trato
particular en sus viajes de Alemania, lo sintió tanto que, suponiendo
ser todo efecto de conjuración capaz de ser evitada por el inquisidor
general, desterró a éste de la Corte, y lo mandó pasar a residir a su
arzobispado de Sevilla, donde murió en 28 de septiembre de 1538."
En una obra de Virués, Philippiccc Disputationcs viginti advcrsus Lu-
therana dogmata per Philippnm Melanchthoncm defensa, se hace eco
de sus tribulaciones antiguas, es decir, de su permanencia en las cár-
celes inquisitoriales. Se refiere al empacho jurídico que padecían los
hombres de la Inquisición. Todo son testificaciones, preguntas, repre-
— 90 —
LA INQUISICIOX y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
guntas, cargos y descargos (nomina qucr et ipso pocne timenda sonó),
dice, dirigiéndose a su protector regio Carlos V. Según Llórente, se
le consideró como sospechoso de herejía luterana )• se le penitenció
condenándole dos años a estar recluso en un convento, suspendiéndo-
le, además, de las licencias de predicar.
A Virués le cita don Fermín Caballero en su Alonso y Juan de
Valdés; don Marcelino Menéndez Pelayo, en sus Heterodoxos ; el
P. Beltrán de Heredia, en alguno de sus trabajos, y Marcel Bataillon
escribe reiteradamente de él en su obra clásica sobre el erasmismo en
España. En mi obra anteriormente aludida expuse algunos aspectos
de su naturaleza intelectual con el título Aportaciones para la vida del
erasmista Fr. Alonso de Virués. Desgraciadamente, los papeles inqui-
sitoriales sobre esta extraña personalidad se han perdido, o, al menos,
no se ha logrado hasta la fecha la fortuna de descubrir su paradero.
La documentación sobre Virués, exceptuando referencias ligeras es-
parcidas aquí y acullá en los registros del Archivo del Santo Oficio,
donde nosotros trabajamos, habrían de encontrarse entre los protoco-
los del Santo Oficio de Sevilla, al parecer, todos ellos perdidos; entre
los documentos de la Inquisición de Valladolid, casi todos también
desaparecidos por voraces incendios, o entre los legajos del distrito
inquisitorial de Toledo, perseguidos también por adversa fortuna.
Ciertamente, se ha conservado una cantidad considerable de procesos
del mayor interés documental, catalogados todos ellos hace ya bastan-
tes años con la escrupulosidad que preside todos los trabajos de eru-
dito tan fino y concienzudo como lo es don Miguel Gómez del Cam-
pillo; pero, de todas formas, consta por los textos eruditos cómo en
tiempo de la "francesada" fué llevado todo el dossier documental de
aquella Inquisición al Alcázar, considerándolo como el lugar que ofre-
cía más seguridad, y allí se extraviaron muchos documentos del más
preciado valor. Sea lo que fuere, quizá el porvenir reserve algún feliz
hallazgo a los futuros investigadores para poder desvelar una exis-
tencia tan rica de matices y lances como seguramente serán la vida v
las actividades del célebre erasmista.
Es un poco desconcertante la personalidad de Virués )• presenta
contrastes muy marcados. Como hombre de prendas intelectuales y
— 91 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
adscrito a los movimientos modernos renacentistas, más o menos exa-
gerados, fué, al parecer, extremado e imprudente en alguno de sus
dichos decideros. La tradición literaria nos cuenta que participaba de
ideas muy peregrinas. Así, por ejemplo, entendía Virués que debía
preferirse el estado del matrimonio al del celibato, y apreciaba que la
vida activa es más meritoria y valiosa que la contemplativa. El vali-
miento del Emperador le sacó adelante de las persecuciones, aunque
no pudo disimularse la gravedad de sus asertos, viéndose comprome-
tido y sometido a expediente. Las proposiciones del benedictino fue-
ron encomendadas a la censura alcalaína, y no precisamente a los teó-
logos de Salamanca, que hubieran puesto en entredicho definitivo la
ortodoxia de Virués. En Alcalá se aplicaban medidas más benévolas,
anchas y transigentes. Carlos V se preocupó de suavizar las aspere-
zas y el rigor habitual, recomendando su persona: "me será muy
grata }• acepta por el buen concepto y edificación que tengo de su
doctrina", dice aludiendo al buen trato que se había de dar al encau-
sado. Se hizo todavía más. El Emperador orilló toda clase de dificul-
tades, logrando breve de absolución, con la habilitación respectiva, y,
por sus buenos oficios, lograba conseguirle del Consistorio la mitra
de Canarias, vacante desde el año 1534.
Hemos consignado que su personalidad ofrece contrastes sorpren-
dentes. Vergara dijo de él que era Erasmi usque ad invidiam percu-
pidus, y, como hombres de letras ambos a dos y de los mismos gustos
intelectuales, parece que deberían ser excelentes camaradas, pues cons-
ta que el día 30 de abril del año 1534 se presentaba Virués, sin
ser llamado, en los tribunales de la Inquisición de Toledo para de-
poner contra el doctor Juan de Vergara, procesado, como es sabido,
en aquella sazón. Frisaba Virués por entonces en los cuarenta y un
años, y mucho le debió urgir la conciencia para consignar la siguiente
testificación contra el secretario del Arzobispo Don Alfonso de Fonse-
ca : "... hablando este testigo con el doctor Juan de Vergara en cosas
de theología tocantes a conciencia, comentaron a disputar sobre ellas,
y este testigo no se acuerda a qué propósito allegó la doctrina general
de los sacramentos que dan gracia ex opere operato ; y el dicho doctor
Juan de Vergara se lo negó escarneciendo de ello; e diziendo que de
— 92 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
dónde sabía este testigo aquello ; que aquello era fantasía de opinio-
nes, e dixo otras palabras semejantes, escarneciendo e rriyéndose dello ;
e avn le parece a este testigo que teniéndolo el dicho doctor Juan de
Vergara por mala doctrina, avnque desto no se acuerda distintamente ;
y este testigo en confirmación desta doctrina de los sacramentos que
davan gracia ex opere opcrato, no se acordando de las determinaciones
de la yglesia que ay sobre ello, se allegó de presto la doctrina vniuersal
de los doctores y de toda la escuela de theología ; y el dicho doctor Ver-
gara se burló también desto, como de lo que antes este testigo le avía
dicho..." La testificación fué ampliada en el mes de enero del
año 1535, pero en circunstancias muy críticas para el deponente Vi-
rués. Los inquisidores solicitaron que les esclareciese la antigua de-
posición, y la esclareció efectivamente Virués delante de los inquisido-
res en una celda del monasterio de San Benito de Valladolid, donde
arrastraba la condena de su proceso por expresiones extremadas e in-
temperantes revueltas con osadías y atrevimientos del mismo tipo que
muchas del Doctor Juan de Vergara. El lance, como se ve, es suma-
mente interesante, y no podemos valorarlo adecuadamente por insu-
ficiencia de documentación y de puntos de apoyo. Desde luego antes
de la segunda testificación del benedictino, que se caracteriza por ser
una digresión de enjundiosa teología, salvaba la ortodoxia del huma-
nista toledano, indicando que como no podía conocer el ánimo de Ver-
gara, "le tiene en dubda por buen christiano" (18).
Resta por puntualizar aspectos muy curiosos del erasmista Fr. José
de Sigüenza, aspectos que no han trascendido debidamente, y que urge
perfilar. A mi compañero de hábito Fr. Julián Zarco Cuevas se debe
la primera publicación de las proposiciones del monje jerónimo. Fue-
ron publicadas en la revista Religión y Cultura, y yo las recogí más
tarde en mi mencionado libro En torno a hombres y problemas del Re-
nacimiento español, donde ocupan con unas advertencias las páginas
117-127.
¿Fué Fr. José de Sigüenza víctima de la Inquisición? ¿Estuvo re-
(18) Vid. Miguel de la Pinta Llórente en En torno a hombres y problemas
del Renacimiento español, págs. 103-115, Madrid, 1944.
— 93 —
MIGUEL DE í.A PINTA LLORENTE, O. S. A.
cluído como el doctor Juan de Vergara en las cárceles del Santo Oficio ?
No cuentan apenas referencias para exponer con seguridad el episodio
de Sigüenza con los inquisidores. Parece ser que estuvo recluido más de
medio año en el monasterio de La Sisla, por orden de los jueces de
Toledo, a quienes se habían delatado dichos y proposiciones del monje
jerónimo. Llórente, en su célebre "Historia crítica...", apunta como
causa de su delación la envidia de sus compañeros de claustro que no
le podían perdonar su talento y su personalidad "el haber sido (el P. Si-
güenza) uno de los mejores predicadores, y el más agradable al Rey, le
produjo persecución amarga. Los otros monjes, cuyos sermones no
conseguían tanto aplauso, le delataron a la Inquisición de Toledo, como
sospechoso, de la herejía luterana. Estuvo preso cerca de un año en el
monasterio de su Orden, llamado de La Sisla, con obligación de pre-
sentarse al tribunal, cuando se le avisara. Satisfizo a gusto de los cali-
ficadores; fué absuelto, y murió después de prelado de su propia co-
munidad". Tuvo, desgraciadamente, la envidia, base sólida para des-
acreditarle, dada la mala lengua del ilustre bibliotecario de El Es-
corial. De su pluma escribió Fr. Lucas de Alaejos "que era cortada \'
cortadora". Y de su ingenio fresco y de sus libertades en el hablar baste
con citar un famoso pasaje que reza así: "que lo que llaman Teología
es ingenio de Platón y Aristóteles, mezclado con la palabra divina, y
ansí ni parece uno ni otro, sino un mulo contra el precepto de Dios".
Acháquese la especie no a influencia herética, sino a exageraciones en
el decir y a la enemiga que Sigüenza profesaba a las Escuelas.
Pero de todas formas, si son ciertas e innegables estas sombras y
exageraciones del carácter del bibliotecario de El Escorial, la versión
de Llórente sobre las competencias, celos y despecho de los "fratres"
está autorizada nada menos que por el cronista de su propia Comu-
nidad. Fr. Francisco de los Santos, varón íntegro y escrupuloso his-
toriador, que se expresa de esta guisa: "Leía la lección de Escriptura
con autoridad, magisterio y espíritu, que parecía otro San Jerónimo en
Belén, y esto les daba enojos. Escribía este tiempo un libro (muy como
de su talento) de Discursos sobre los doce capítulos del Ecclesiastes de
Salomón, y la Historia del Rey de los Reyes..., obras doctísimas, lle-
nas de erudición y de esplendor para lustre y enseñanza de los estudio-
— 94 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
sos ; y éstos (que no deuíiin de serlo) hacían poco aprecio y estima de
ellas, como también de su elección en las doctrinas y de su modo en el
pulpito... Al fin, el enemigo los cegó tanto que, para que perdiese la
digna aceptación que tenía universalmente con el Fundador, con los
cortesanos y con la Comunidad, se atrevieron a tocarle en lo que más
resplandecía, que era en la Fe y en la doctrina, y denunciaron de él
en el Santo Oficio de la Inquisición de Toledo" (19).
Las proposiciones atribuidas al Padre Sigüenza presentan el más
vivo interés y responden a los criterios intelectuales mejor asentados,
dentro de las influencias renacentistas y del espíritu científico más
moderno. Huelga afirmar que este cuerpo doctrinal del monje jerónimo
ha de ser interpretado con la exégesis y escolios de Sigüenza, y no
concretamente según la enunciación literal de las proposiciones, ex-
puesta así a deformaciones y equívocos, cuando no a manifiestas here-
jías y desviaciones heterodoxas. Uno de los cargos hacía referencia a
que Sigüenza reprobaba la lectura de libros piadosos y devotos. Dicho
cargo se enuncia así en la "primera respuesta" : que aconsejó a algu-
nos frayles que ni leyesen libros de deuoción, sino sólo los Euangelios,
que era lo demás perder tiempo. Responde Sigüenza: "A vn solo fray-
le lo he dicho, y lo aconsejaré a todos quantos de ueras quisieran apro-
uechar en vida de verdadera penitencia, y mortificación, y deuoción,
porque allí está en su fuente, y los demás son arroyos, y cada día salen
mil librillos, que no tienen número." En la segunda respuesta, "el car-
go se concretaba con más precisión": Aconseja que lean el Evangelio,
y se encomienden a Dios. Y dió por consejo a un religioso que dejase
de leer los libros de deuoción, y leyese el Euangelio, y se encomendase
a Dios, y El le alumbraría ; y otras veces le dijo lo mismo. Sigüenza se
explica más explícito en estos términos: "respondo: este es vn frayle
que se da a deuoción y yo trataua por esto mucho con él, y tras cada
libro de deuotión que sale se ua luego, y ansí nunca asienta en nada,
ni toma orden de proceder en su oratión con firmeza. Dígele lo que
(19) Historia crítica de la Inquisición de España, tomo IV, págs. ,?07-,3oS ;
y Qvarta Parte de la Historia de la Orden de San Jerónimo..., lib. cap. 111,
páginas 707-708, Madrid, 1680.
— 95 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
yo he hecho para mí, que también anduue variando en este exercitio ;
que para lo que toca al amor de Dios y del próximo, en que consiste la
perfection chiristiana, y las buenas obras que uan enderezadas aquí, que
en ningún libro los hallará más altamente, ni con más fuerza y espíritu
encomendadas que en el Euangelio; y en lo que toca a la deuoción de
la Pasión, ninguna cosa más le despertará que leer las Pasiones que
escriuieron los Euangelistas, y que resine su voluntad >• amor en Dios,
que Él dará allí a entender más que por ningunos otros libros. Y este
frayle es sacerdote, y a él y a otros muchos les he persuadido que lean
la Santa Scriptura y en particular Epístolas y Euangelios. porque ay
muchos dellos que nunca la leen; y como llora Sanct Joan Chrisósto-
mo hay muchos sacerdotes que aún no saben quántas escriuió Sanct
Pablo; y >'o no he dicho mal de los libros de deuoción, antes acon-
sejo a' los que no la tienen que los lean, y se los compro de mis li-
mosnas, y me han costado más de ciento reales los que les he com-
prado; y esto no lo he visto hazer a ninguno de la casa donde viuo."
La proposición séptima de la "primera respuesta" rezaba asi: "que
se pierde mucho tiempo en los estudios de la Theohgía escolástica,
y que son de poco prouecho". Sigüenza responde: "Nunca he dejado
de persuadir a todos los estudiantes que estudien muy de veras, y con
gran cuydado theología escolástica, aun hasta aquellas questiones que
parezen muy poco necesarias. Y con todo eso digo que en muchas
questiones se pierde mucho tiempo, y son de poco o ningún prouecho,
especiahiiente para los que >-a vna vez las estudiaron." En la "se-
gunda respuesta" amplía los conceptos, perfilando más sus ideas en
torno al tema: "Respondo, que es falso testimonio, y prouaré con mu-
chos que les he aconsejado que la estudien muy de ueras, y princi-
palmente he aconsejado esto a todos los que oían hebreo, y dígoles
que es muy necesaria para no dar en errores, y para que no nos en-
gañe nadie; y me quejo de quien tal ha dicho de mi, pues no hay
frayle en la Orden de Sanct Hierónimo que la aya estudiado ni es-
tudie más que yo. Es verdad que he dicho que se pierde mucho tiem-
po en el modo con que agora leen multiplicando infinitas questiones,
V ansí leen pocas de las de la S. Theología. y de las que hacen más
¡1 caso, por detenerse en methafísicas, y en hazcr questiones vanas y
- 96 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ynútiles": sí es esta la opinión de Sancto Thomás, si la de Cayetano,
sí la de Scoto"; y ansí lo lloran esto mismo, y lo reprehenden mu-
chos doctores..." Así se explicaban, y casi con las mismas palabras,
los hebraístas salmantinos. Martínez de Cantalapiedra respondía a la
"publicación" diciendo "que alaba la Escriptura escolástica mejor que
ninguno la a sabido alabar... y que no obstante esto, quando le pareze
que a}' algo que reprehender, lo haze no por contención sino por hon-
rar la verdad, ques Dios principalmente, que en Sagrada Escriptura
no saben ellos tanto, como los que an ocupado toda la bida en
ello" (20). Las tachas puestas contra los hebraístas se repiten en es-
tas inculpaciones, y ello denuncia y advierte claramente la influencia
de ciertas ideas que se fueron abriendo paso en la Península, pese a
retardatarios apegados a las corruptelas y al moho. Respondiendo
también el Maestro Gaspar de Grajal a la "publicación en el año 1573.
se expresaba en el sentido de negar que él quitase autoridad a los
santos: "Dize que yo me reya y mofaba de las declaraciones de los
Santos en algunos pasos de la Scriptura... y no dará testigo que ja-
más me haya visto reyr ni mofar de cosa de Sanctos..." A Sigüenza
se le tildaba de decir "que le muestren algún Sancto que declare la
Sancta Scriptura, y lo que en ella Dios quiere deair, y que en la ex-
posición van largos y difusos, y se diuierten a sus consideraciones que
diuierten la conexión de la letra". Manifiesta Sigüenza: "No he visto,
ni creo que agora le ay, algún sancto que haya comentado toda la
sancta scriptura en el sentido literal, y desto era la plática; lo demás,
¿quién lo puede negar que aya leydo alguna cosa en ellos, pues tienen
muchas moralidades, alegorías y disputas? Con anterioridad, en la
"primera respuesta" había declarado: "Claro está, que los sanctos in-
finitas veces se diuierten a sus propósitos, y al pueblo a quien predi-
can, y a las alegorías que son fuera del sentido literal, y así van lar-
gos..." La última proposición de las dos respuestas es pintoresca y
arguye el humor de Sigüenza: "que Christo mandaua que no se lla-
(20) Vid. Miguel de la Pinta Llórente en Proceso crimina! contra el he-
braísta salmantino Martín Martínez de Cantalapiedra (C. S. I. C), Institiitoi
Arias Montano de estudios hebraicos y Oriente próximo, pág. 185, Madrid, 1946.
— 97 —
7
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
masen padres ni maestros, y que por enmendallo dezimos, ''Padre
Maestro", a lo que depone el bibliotecario de El Escorial: "Esto dije
casi sonriéndome, y como por donayre, alegando (y es uerdadj que
se lo oy dezir a un hombre discreto" ; y más adelante dice Sigüenza :
"Esto dige como por donayre, y agora digo de veras que muchos en
el mismo sentido que Christo lo veda se atreuen a llamarse "Padres"
y "Maestros"; o llaman "Padre Maestro", o por adulación o lisonja,
o por ambiíión, deseando las honras y preminencias que ally Christo
reprehende, porque estos vicios no son agora menores que entonces,
y esto es muy reprehensible" (21).
Hemos de advertir, para la valoración exacta de este episodio y
pequeña historia, que algunos de los cargos puestos contra Sigüenza
adquieren un subido precio: están tomados casi al pie de la letra de
sentencias y afirmaciones erasmianas, desnatadas ya en las Asambleas
<ie Valladolid, ya desfloradas de sus libros por doctos y sabios censo-
res, probando asi categóricamente el arraigo que en el espíritu de Si-
güenza tenían y su notoria influencia en la formación espiritual del
monje de El Escorial. Se trata de una naturaleza intelectual de rara
calidad y méritos, de un renacentista que discurría valientemente, ais-
lado y solitario, como Grajal, como Fr. Luis, como Cantalapiedra,
como el Brócense, como tantos otros egregios españoles, en medio de
la "claustra" o de los patios universitarios, riñendo la batalla de la
ciencia, dentro de un intelectuaHsmo de cepa castiza y tradicional...,
sin asociaciones peyorativas o heterodoxas. Fr. José de Sigüenza es
la joya única y preciosa del Monasterio de El Escorial. Como expo-
líente de cultura nacional no salvan a la Orden jerónima en España
ni Vera, ni Mauricio, ni Santos, ni Reinoso, ni ^.lanzanares o Ci-
íuentes. Pero en Sigüenza se desposó la tradición eclesiástica con el
renacimiento sabio y moderno, con características muy ricas y talento
muy personal. Fuera de él no existió en El Escorial más que riqueza
material, pero una riqueza que encajó con la decadencia y el marasmo
en la alta especulación, en la poesía, en la historia, en el Humanis-
(21) Vid. Miguel de la Pinta Llórente en En torno a hombres y problemas
del Renacimiento español, págs. 120-126.
- 98 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
mo... Por eso he escrito en otra ocasión, destacando la ilustre figura
de Sigüenza, cómo en él afloraba la viva simpatía de la historia, arran-
cando del conocimiento de las fuentes eruditas y clásicas. ¿Qué lector
español no recuerda su magna Historia, su Historia de la Orden de
San Jerónimo (1600), donde^ coexisten tantos elementos de belleza in-
telectual, trabados por la ironía, por la avidez insaciable del saber,
por la amplia cultura y la íntima emoción del espíritu ?
CAPITULO III
Historia interna de los expurgatorios. — La tragicomedia de Calixto y Melibea.
Las Trescientas, de Juan de Mena. — El Speculum Vitce Humance. — El padre
Vázquez y Alonso de Valdés. — La Historia Pontifical, de Illescas. — El Juan
Fero. — Pedro R'amus. — León de Castro y su libro sobre Isaías. — Fr. Luis de
León. — El Quijote. — Don Francisco de Quevedo y don Luis de Góngora. — Es-
critores místicos : Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, fray Luis de Granada,
el beato Juan de Avila, Fr. Francisco de Osuna y Fr. Diego de Estella.^ —
Fr. Francisco de Vitoria y Arias Montano, Agustín Barbosa, y notas sobre
Suárez, Gabriel Vázquez, Tomás Sánchez y Salmerón. • — Padre V alderrama,
Leonardo de Argensola, Gerónimo Román y Tirso de Molina. — Censuras varias
sobre humanistas, Fr. Hortensio Paravicino, León Hebreo y el " Ente dilucida-
do" del padre de Fuente la Peña. — Sátira política. — Fr. Gerundio de Campazas,
las Noches lúgubres, de Cadalso; las cartas de Abelardo y Eloísa. — Extracto de
un índice de papeles prohibidos del año 1812. — Unas breves consideraciones so-
bre la Constitución y los constitucionalistas. — El sí de las niñas y otros libros
de la Inquisición de Barcelona. — El edicto del año 1815 de don Francisco Ja-
vier Mier y Campillo. — Género pornográfico. — Algunos libros extranjeros.
LA elaboración y redacción de los Indices Expurgatorios constitu-
yen la expresión indiscutible de la extraordinaria actividad inte-
lectual y del examen censorio a que hubieron de estar consagrados
aquel conjunto de hombres de letras, seleccionados de todos los rin-
cones de la Península por el Santo Oficio para llenar misión tan de-
licada y de tanta responsabilidad como era la de valorar doctrinas teo-
lógicas, sistemas políticos y morales y creaciones literarias... Cumple,
por tanto, reseñar estos aspectos eruditos puntualizando obras y au-
tores, matices y orientaciones, tendencias espirituales; en una palabra,
— lOI —
MIGUBL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
discriminándose así el oro de ley y las perlas preciosas de la hetero-
doxia larvada y replegada muchas veces in altare sancto. Tarea tan
singular merece ser destacada, por ir en ella contenido un conspectus
generalis o panorama de la ciencia ibérica y de la cultura europea
con detalles muy significativos y notoriamente interesantes para el ser-
vicio de la crítica moderna en su función de precisar valoraciones
doctas y cuasi definitivas... ¿Opresión del pensamiento? ¿Intransigen-
cia española y fanatismo religioso...? El tema es delicado y la expo-
sición ha de ser completa en sus aspectos fundamentales.
Del año 1609 son las primeras referencias inéditas que he reco-
gido sobre denuncias y críticas contra la Tragicomedia de Calixto y
Melibea, publicada por vez primera en 1499, y una de las obras más
clásicas de la literatura española. El argumento de la obra lo declara,
como es sabido, su mismo autor, con estas palabras: "Calixto, de
noble linaje, de claro ingenio, de gentil disposición, de linda crianza,
dotado de muchas gracias, de estado mediano, fué preso en el amor
de Melibea, mujer moza muy generosa, de alta y serenísima sangre,
sublimada en próspero estado, una sola heredera a su padre Pleberio
y su muy amada ; por solicitud del pungido Calixto, vencido el casto
propósito della, interveniendo Celestina, mala y astuta mujer, con dos
sirvientes del vencido Calixto, engañados y por éste tornados deslea-
les, presa su fidelidad con anzuelo de codicia y de deleite, vinieron
los amantes y los que los ministraron en amargo y desastrado fin."
No es de nuestra incumbencia entretenernos en desnatar las mil
preciosidades de obra de tan cabal ingenio y poesía, donde hasta las
impurezas están veladas y desdibujadas por una categoría estética y
por una belleza ideal, infrecuentes dentro del realismo dramático y
de lo popular y castizo. En su aspecto moral, que es el que nos inte-
resa, viene bien recordar el dicho de Cervantes sobre La Celestina:
Libro, en mi entender, divi-
si encubriera más lo huma-
Pues la Inquisición española dejó circular franca la edición de la
obra del judío Rojas, pese a las salvedades morales que se derivan
— 102 — '
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
lógicamente de su lectura. Sabemos que en la villa de Cabra presen-
taba una denuncia sobre el mencionado libro el Corregidor de aquella
ciudad. Tacha en el acto séptimo unas lineas dignas, al parecer, de
ser corregidas. Dirigiéndose Celestina a una mujer, le dice: "i'or
hermosa te tenía hasta agora, viendo lo que todos podían ver, pero
agora te digo que no ay en la ciudad tres cuerpos tales como el tuyo
en quanto yo conozco, ni parece que ayas quince años. ¡ O quién fuera
hombre y tanta parte alcanzara de ti para go^ar de tal vista ! Por
Dios, pecado harías en no dar parte destas gracias a todos los que
bien te quieren, que no te las dejó Dios para que pasasen en balde
por el frescor de tu jubentud, debajo de seis dobleces de paño y lien-
go." En 1609 se siguen criticando y censurando pasajes varios de La
Celestina. Desde Almería, el Comisario del Santo Oficio manifestaba
que el autor de tal obra introducía en escena a un mancebo "liviano"
que se expresaba en estos términos : "Los ángeles del cielo no tienen
tanta gloria en presencia de Dios como él en presencia de su amiga."
Dice, sin embargo, el Comisario del Santo Oficio que el garzón apa-
rece allí como apasionado y fuera de sí (i). Del Indice Expurgatorio
de 1747 resulta que se manda expurgar la Tragicomedia de Calixto
y Melibea y que se corrija eji cualquiera otra lengua. Fundamental-
mente, se mandaron expurgar los pasajes aludidos con otros varios
en las ediciones de Sevilla, en 1539 y 1599; en las de Salamanca,
1558 y 1570 ; en las de Alcalá, años 1536, 1569 y 1591, y en la de
Madrid del año 1601, como resulta del Expurgatorio de 1707 y del
año mencionado 1747 (2).
En el mismo año 1609, el Licenciado Alonso Berbegal, catedrá-
tico en la ciudad de Vélez, denunciaba dos coplas entre las "trescien-
tas" de Juan de Mena, publicadas con anterioridad a La Celestina, y
conocidas por el Laberintho (1444), o alegoría que consta, como reza
el subtítulo, de trescientas estrofas. Se tildan como inconvenientes la
copla 96, que comienza "cesárea", y la 97, que principia, "si tal te-
rremoto nos sobreviniere" (3).
(1) A. H. N. Inq., leg. 4.468.
(2) A. H. N. Inq., leg. 4.483.
(3) A. H. N. Inq., leg. 4.467.
— 103 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A
De la misma época es la censura contra el Spccnluni vitce hu-
mance, compuesto también en el siglo xv por Don Rodrigo, Obispo
de Zamora y luego de Calahorra, y dedicado al Pontífice Paulo II.
La obra se había impreso, según creo, por el año 1473, y en el se-
gundo libro del tratado, capítulo XIII y siguientes, fustigaba el Obis-
po a los clérigos, comenzando desde los Deanes y discurriendo por
todas las dignidades, canónigos y simples sacerdotes, imputándoles di-
versos vicios. En los papeles inquisitoriales se lee enjuiciando la obra:
"modo de dezir menos modesto de lo que a un prelado conviene" (4).
No quiero, como excepción, antes de pasar a exponer el desarro-
llo de la crítica valorativa del Santo Oficio, omitir dos nombres in-
signes : el del agustino Fr. Dionisio, como se le llama en los docu-
mentos de la época, o Fr. Dionisio Vázquez Vicario de la Orden de
-San Agustín en España, excelso orador y catedrático de Teología po-
sitiva en Alcalá, y el del celebérrimo Alonso de Valdés.
Figura el primero en las Asambleas erasmianas de Valladolid de
1527, y en Archivo Agustiniano he dado a conocer una epístola del
Emperador, preocupado por las andanzas del fraile agustino. Se trata
de un "renacentista" español perseguido por supuesto delito de here-
jía, que hemos de creer, dados los antecedentes religiosos de Vázquez,
se reduciría a las clásicas sospechas de heterodoxia, motivadas, como
en el caso del Doctor Juan de Vergara, por los criterios científicos y
el espíritu renacentista del Catedrático de Alcalá. Parece ser que el
agustino apeló a Roma, alcanzando de la Ciudad Eterna letras inhi-
bitorias. El Emperador ordena que se estudie el caso y se obedezca,
de haber razones justificantes y, de lo contrario, se solicite del Pon-
tífice el remedio oportuno: "Yo he seydo informado que nuestro muy
santo padre por falsa relación que a Su Santidad fué hecha por parte
del fray Dionisio, frayle de la Orden de San Agustín, cometió su cau-
sa criminal que ante vos pende sobre el delicio de la herejía apostasia
a ciertos juezes de la Corte Romana, los quales diz que han dado
carta inhibitoria para vosotros en la dicha razón..." El proceso con-
tra Fr. Dionisio \'ázquez no ha sido aún exhumado, y conviene ano-
(4) A. H. N Inq., leg. 4.467.
— 104 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
tar estas referencias por la importancia del encartado y por su signi-
ficación intelectual. El dato aportado por nosotros es de 1510, y por
el texto se desprende que el fraile agustino, al verse comprometido,
intentó soslayar la acción inquisitorial española con uno de los clási-
c(js recursos a la curia romana (5).
Por el testamento de Valdés, publicado por el P. Zarco Cuevas,
sabemos que Alfonso de Valdés no extremó sus opiniones arribando
definitivamente al protestantismo, sino encajando íntimamente con las
libertades erasmianas. El testamento ordena, además de las mandas
pias, la celebración de mil misas, dato que excluye categóricamente al
testador de la disidencia luterana.
El Diálogo de Lactancio y un arcediano, editado en 1528, y al
(|ue llamó don Marcelino "tesoro de lengua", había de estar sujeto a
las censuras inquisitoriales, conocido su espíritu, y aquel realismo
crudo con que Valdés expone sus libres ideas erasmianas. A pesar
de las acusaciones recibidas, el inquisidor Manrique había protegido
la obra, pero en el año en que moría Valdés (1532) se llevaba a cabo
la censura del Diálogo, encomendándola, entre otros, al Maestro Pe-
dro Oliverio. Pese a la benevolencia del censor, opina éste que tal
libro no debe correr con libertad, para evitar el escándalo de los in-
doctos con novedades que no respondían a las tradiciones nacionales
y a las doctrinas antiguas.
Con anterioridad, en el año 1531, había enviado desde Murcia sus
calificaciones el Doctor Vélez, donde se acusaba a Valdés como neto
erasmista. La censura del inquisidor murciano no es muy extensa,
pero si muy sabrosa e interesante. Destaca las libertades de Valdés
acerca de las observancias de la Iglesia. Valdés escribía que las bulas
no se daban sino al que da dineros, olvidado de su aplicación a pías
V santas obras. Sobre las indulgencias declaraba Valdés que siempre
holgó de caminar por el camino real, y no por los atajos, denomina-
ción que aplicaba a jubileos e indulgencias, afirmando que confiaba
(S) Vid. Miguel de la Pinta Llórente: "Documentos históricos" (textos
históricos y literarios), en Archivo Agustiniano, septiembre-octubre de 1952,
páginas 381 -394-
— 105 —
MIGUEL DE LA FINTA LLORENTE, O. S. A
solamente en Jesucristo. Tocan otros capítulos al patrimonio de la
Iglesia. Sobre él escribe Valdés que fue gentil invención llamar pa-
trimonio de San Pedro a las ciudades, villas y lugares poseídos por
el Pontífice, siguiendo el espíritu de Lorenzo Valla cuando éste figu-
raba como secretario del Rey de Aragón. Se acusaban también entre
los dichos de Valdcs ideas muy sospechosas, sobre los alumbrados \
la Inquisición, sobre las insignias episcopales, sobre la virginidad,
"que causa grandes enfermedades en el cuerpo )• mayores, y más re-
zias, en el ánima, y avn quasi generales". Otro tema — exigencia en
un erasmista — aludía a los religiosos, a los que llama "lobos que per-
siguen y asustan". Habla Valdés de los "diversos hábitos". Burla de
los cartujos, "porque los que dcllos no son eclesiásticos o del coro
traben barba en lugar de cilicio, y como personas que están en el
desierto, ymitando a sant Juan Baptista". Los frailes mantienen la
superstición, escribe Valdés, con otras especies escandalosas.
El Diálogo llegado a la Inquisición procedía del canónigo Valdés,
hermano de Alfonso, que estaba "muy penado y con mucho senti-
miento por le aver tomado este libro". También se le había quitado
el Diálogo de doctrina christiana, impreso en Alcalá. El Diálogo de
Laclando lo había recibido el canónigo del extranjero, enviado por
Alfonso para que lo "guardase" (6).
Una nutrida correspondencia y una abundante documentación se
ha conservado entre los viejos papeles sobre la Historia Pontifical y
Católica, de Gonzalo de Illescas, sobre los Comentarios al Evangelio
de San Juan, de Juan Wild, universalmente conocido con el nombre
de Juan Fero, y sobre autor y escritor tan curioso como Pedro Ramu.-^.
La Historia Pontifical de Illescas se había publicado en Due-
ñas (1565). En el mes de abril de 1568, el Comisario Francisco San-
cho escribía desde Salamanca al Consejo. Por esas letras, sabemos
que se le había escogido para la censura del libro de Illescas, in-
corporando al examen de la obra al Padre Maestro Fr. Gaspar de
Torres y al Maestro León de Castro, justificando la elección de éste
de esta guisa: "por ser muy vniuersal. y de mucha y varia lectión,
(6) A. H. N. Inq.. leg. 4.520.
— 106 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ansí en la hystoria, como en otra qualquiera cosa". Según las infor-
maciones de Sancho, por aquella fecha se habían ya censurado varios
cuadernos que había visto el mismo Dbctor Illescas al pasar por Sa-
lamanca, camino de su tierra. Las referencias del mismo Comisario
Sancho avisaban de la muerte de Gaspar de Portonaris y de la re-
ciente impresión de la primera parte de la Historia Pontifical, rema-
tada por el hijo del fallecido impresor, precisando que la edición no
contenía cosa que ofendiese a nadie "que estuviese libre de pasión".
Sancho valoraba la obra como muy buena y declaraba a la Suprema
haber puesto en la corrección la máxima diligencia. Pero, según no-
ticias del mes de junio del mismo año, la Historia Pontifical no circu- ,
ló por las advertencias del Consejo, insistiendo en la corrección del
texto, que preocupaba, por lo visto, extraordinariamente a los inqui-
sidores. Pese a las informaciones del i8 de marzo de haber acabado
Andrés de Portonaris la impresión de la primera parte, no había tal
cosa, hasta el extremo de que por el mes de junio se seguían reci-
biendo del Consejo Supremo "apuntamientos" y "advertencias" que
deberían servir de norma a los censores del libro de Illescas. Una de
las preocupaciones de aquéllos fue recoger la Historia — las dos par-
tes— • de la impresión de Dueñas, cosa que todavía preocupaba por el
mes de julio, habiéndose ausentado por entonces uno de los califica-
dores, Fr. Gaspar de Torres, por la urgencia de un viaje a Compos-
tela. Con fecha i6 de noviembre, daba, por fin, cuenta Francisco San-
cho de la impresión de la primera parte de la Pontifical, corregida con
escrupulosa diligencia, según las normas preestablecidas : "Andrea de
Portonaria, impresor de la Historia Pontifical, dará a V. Alte<;a con
ésta la Primera Parte desta historia, la qual se a enmendado con cui-
dado e diligencia deuida, con comunicación del padre maestro fra\*
Gaspar de Torres, y del maestro León de Castro, y de otros en su
falta ; y esto conforme a las instrucciones de V. Alte(^a a mandado
enbiar, y también se a tenido quenta con otras cosas que an parecido
se deuían notar para que quedase la lectura sana y sin ocasión de mal
para el vulgo, y van las planas rrubrícadas de mi mano, ansí de lo
que estaua impreso antes que viniese el mandato de V. Alteqa, como
de lo que después se imprimió, para que conforme a las enmiendas
— 107 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cjue en este se an hecho vaya esta segunda impresión. A se trabajado
lo que se a podido, aunque no tanto como se deue al servicio de
V. Alteza" (7).
Sin embargo de preocupaciones tan singulares tomadas por parte
del Consejo en la censura del libro de Illescas, tan estimable como
fuente de valor informativo, es curioso contrastar que las principales
causas para intervenir la circulación de la Historia Pontifical residían
en la exposición de Illescas sobre los asuntos de Inglaterra, informa-
ción que podía "molestar" a los ingleses. Como se trata de un epi-
sodio donde hasta se emplea la mesura y la discreción diplomática,
voy a consignar aquí los pasajes tachados de la Historia Pontifical
que no debían leer los lectores españoles. Se califican por los inqui-
sidores como "infamias" (?) contra la serenísima Reina de Inglaterra.
"Fol 272. Con estas y otras palabras pestilenciales pensó el pér-
fido Luthero engañar entonces al desuenturado Re)' Henrico, pero lo
que no pudo él hazer cuando el Rey estaua sin passión, hízolo el De-
monio, cegándole después con los negros amores de su dama Anna
Bolonia.
"Fol. 277. El año de treynta y dos comienzó el desuenturado Rey
Henrico VIII de Inglaterra a desmandarse contra la santa yglesia.
Entonzes hizo aquel abominable repudio della santa doña Catalina su
muger.
"Fol. 278. En este mesmo tiempo padecieron martirio Juan Fi-
shero. Obispo Roff, y Thomás More, cárcel, por mano del pérfido Rey
Henrico de Inglaterra.
"Fol. 317. Concertaron su liga y confederación contra el Empe-
rador metiendo consigo en ella el Rey de Inglaterra, que ya andaba
fraguando el abominable repudio, que poco después hizo de la Sere-
nísima Rejna doña Catalina, su legítima muger.
"Fol. 359. Es de sauer que estando el desuenturado Rey Henrico
casado con la Serenísima Reyna doña Catalina, contentóse dellos ne-
gros amores de su dama Anna Bolonia. El suceso deste adulterino
(7) A. H. N. Inq., leg. 3.189.
— 108 —
1.A INQUISICION y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
matrimonio de Anna Bolonia veremoslo adelante oy día está aquel
Reyno muy más perdido que nunca estuvo.
"Fol. 372. El Rey de Inglaterra por otra parte (con estar rebelde
a la iglesia) es persona no más de auer occasión para iunctarse con
el francés contra su capital enemigo el Emperador, a quien particu-
larmente auía oíYendido en el abominable repudio de su muger.
"Fol. 385. Toda la primera parte del párrafo 4 infamoso contra
la Serenísima Reyna y Regno de Inglaterra, la qual por ser tan largo
la dexo de escriuir.
"Fol. 424. Parecía cosa indecente que vn príncipe christiano hu-
uiese querido hazer paz con vn hereje apóstata y rebelde a los man-
damientos de la yglesia, y oluidar tan presto el atrocissimo tratamien-
to della santa Reyna doña Catalina, su tya.
"Fol. 450. Luthero quedará en el fuego del infierno para siempre,
adonde le accompagnará su amigo el Rey Henrico octano, que murió
diez y ocho días antes que él de vna enfermedad suzia y enojosa,
como la que merescía morir, quien por hartar su carne quiso negar
tan maliciosamente a Christo y rebellarse contra su yglesia.
"Fol. 472. La gran christiandad suya della doña María y del Re)'
nuestro Señor, su marido, bastaron a tener la ryenda a los ingleses,
para que no boluiesen como perros a su vómito, por lo qual Su Ma-
gestad se fué de aquella bárbara gente, y echó de si casi todos los
que al principio se le dieran ; puso en libertad a Madama Ysabella,
hermana suya, hyja del Rey Henrico y de su muger (o por mejor
decir) manceba Anna Bolonia. Esta es la que oy regna en Inglaterra
con no mejor fama de castidad que su madre, ni menos errada y
fuera del camino, en lo que toca a la fe, y religión de lo que vivió
su padre en los últimos años de su vida.
"Fol. 481. Succedió en su lugar de María Isabella, hermana suya,
que oy vive sin marido, y aun, según fama, sin mucha honestidad" (8).
En el año 1564 editaba el P. Domingo Soto unas Advertencias al
Comentario de "Juan Fero" sobre el Evangelio de San Juan. La obra
(8) Ibtdem.
— 109 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
de Fero habia corrido por la Península con libertad y sin interferen-
cias, no obstante censuras y críticas negativas y condenatorias. Los
rumores sobre su pretendida heterodoxia determinaron a Soto a es-
tudiar detenidamente el libro de Fero, que, aunque aprobado otrora
por él, había sido prohibido con anterioridad en la Sorbona. Las acu-
saciones contra Fero se concretaban en tacharle expresiones de carác-
ter protestante. Después de im examen detenido, Soto se vió obligado
a dar el alerta a los lectores, publicando sus Annotationcs in comen-
tarios Joannis Feri Moguntinensis super Evangclium Joannis per jra-
trem Dominicum Soto Scgobien. Theologum, Ordinis Prcedicatorum.
Ad lectores admonendos. La actitud sincera, impersonal y ortodoxa
del padre dominico motivó una desviación episódica, con la salida al
ruedo, para defender a Fero, de su compañero de hábito Fr. Miguel
de Medina, originándose con esta intervención unos trámites inquisi-
toriales, de los que dió cuenta hace ya muchos años el investigador
dominicano Fr. Vicente Beltrán de Heredia en las páginas de la re-
vista La Ciencia Tomista. Precisemos como curiosidad la participación
de Fr. Luis de León, de Martínez de Cantalapiedra y de Gaspar de
Grajal en las Juntas de Salamanca para valorar y aquilatar como cen-
sores la Apología del P. Fr. Miguel de Medina (9).
En el año 1 568, Francisco Sancho acusaba en unas letras las ór-
denes del Consejo sobre la corrección de los Comentarios de San Juan
y su Canónica escritas por Juan Fero, con la particularidad de que,
habidas en cuenta las censuras dadas en los años anteriores y vuelto
a estudiarse el caso con los catedráticos salmantinos, se llegase a una
fórmula consistente en que los Comentarios, despojados y limpios de
errores, se pudiesen imprimir sin ofensa de los "ánimos píos". Con la
intervención efectiva de varios correctores, avisaba Sancho que el
"Fero" quedaría limpio y exento de errores doctrinales juntamente
con el comentario a la Epístola ad romanos, según los deseos mani-
festados por el P. Fr. Miguel de Medina, que se había presentado en
Salamanca a los inquisidores con letras comendaticias de la Suprema.
El libro se enmendó, según la edición de Alcalá, y para su impresión.
^9) A. II. N. Inq.. leg. 3-i89.
— no —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
juntamente con el Comentario de San Juan y su Canónica, se despa-
charon por la Inquisición, con fecha ii de mayo de 1568, las perti-
nentes licencias, contándose, desde luego, con la del Consejo Real. En
el mes de octubre del mismo año se vuelven a tratar varias inciden-
cias que surgieron con motivo de la producción literaria de Juan Fero.
Así, se reciben nuevas acusaciones sobre los Comentarios de San
Juan, confundiéndolos manifiestamente con otro libro del autor sobre
el Evangelio de San Mateo, que se había impreso en Lyon en el
año 1559, vedado y recogido por la Inquisición, según las censuras
del comisario de Valladolid. Corregido por Fr. Miguel de Medina, se
editó la obra el año 1562 en Alcalá, permitiéndose su circulación y
lectura. En el año 1569, por orden del Consejo Supremo, tenían lu-
gar en Salamanca varias reuniones de la Facultad de Teología, des-
tacándose de ella como censores y calificadores del estudio de Juan
Fero sobre San Mateo los catedráticos Fr. Juan de Guevara, Fr. Luis
de León y el "sustituto" de la cátedra de Biblia, Gaspar de Grajal,
acompañados de Sancho y del P. Miguel de Medina. Se convino y
acordó, y así se cursaba a la Suprema, que, corregido el texto, y te-
niéndose en cuenta las tachas, se editasen dichas censuras en el mis-
mo libro, para aviso y comodidad de los lectores (10).
Son muy interesantes, para la redacción de un capítulo de la his-
toria del humanismo español, los textos inquisitoriales sobre la inter-
vención de las obras de Pedro Ramus. El episodio lo he recogido hace
años en mi libro En torno a hombres y problemas del Renacimiento
español (11), y bastaría recordar dos ilustres nombres españoles: el
protestante abulense Núñez Vela y García Matamoros, para recordar
aquí a un humanista del corte de Ramus, uno de los más feroces anti-
aristotelistas que registran las luchas de la cultura en el Continente, y
(10) A. II. N. Inq., ibídem, y P. Beltrán de Heredia, en "Domingo de
Soto, O. P. ; Juan Fero, y Miguel de Medina, O. F. M." (Ciencia Tomista,
año XXV, tomo XLVIII, julio a diciembre de 1933.)
(11) Cfr. Miguel de la Pinta en En torno a hombres y problemas del Re-
nacimiento español: "Una investigación inquisitorial sobre Pedro Ramus en
Salamanca", págs. 55-69, Madrid, 1944.
— ITI —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cuyo destino trágico le logró una definitiva popularidad por todos los
meridianos geográficos. Añádase a sus manías desaforadas contra el
Estagirita y a sus acerbas criticas contra los métodos clásicos em-
pleados en la enseñanza de la Retórica y de la Dialéctica, su apos-
tasía ortodoxa, y se explicarán adecuadamente las interferencias del
Santo Oficio. Sabemos cómo se mandan recoger todas las obras de
Pedro Ramus, "ansí en dialéctica, e philosophía, e retórica, como en
Sagrada Ecriptura y theología". Francisco Sancho avisaba al Consejo
haberse recogido, conforme los deseos manifestados, los libros del hu-
manista parisiense, cuya calidad se reducía, según apunta, a "dialéc-
tica, y aritmética, y philosophía, y animadversiones contra Aristóteles
y contra Cicerón, y gramática griega e latina, y annotationes, o es-
colios en las oraciones de Cicerón y retórica". Como se aprecia, no
figuraban en las librerías particulares españolas títulos de Sagrada
Escritura o Teología, reduciéndose la bibliografía ramista en la Pen-
ínsula a obras de carácter gramatical y humanista. De ello informa a
Madrid Sancho, congratulándose de la noticia ; pero consta cómo casi
a finales de aquel año de 1568 se insistía en el asunto de los libros
de Pedro Ramus, y el Comisario de Valladolid exponía su criterio al
Consejo en estas líneas muy significativas: "Ansí mesmo se an exi-
uido buen número de libros de las obras de Pedro Ramos, las quales
todas son de latinidad, retórica y lógica, 3." según relación de los que
los an visto en estas materias es singular y extremado, empero en
todos sus libros que por acá an andado, no ay cosa alguna que toque
a la sancta fe y religión christiana ; y lo más mal que tienen es ser de
tal autor, tan malo y tan hereje ; y por ser tal no es razón que los ca-
thólicos le auctorizen, ni se aprouechen de su doctrina, aunque quizá
quando los escriuió no era tan malo, como aora es. V. Alteqa mandará
lo que se deue hazer de todos estos libros." Los lectores españoles as-
piraban a que se les devolviesen los libros del humanista francés, toda
vez que no trataban materias religiosas, con la única condición de bo-
rrar en los mismos libros el nombre del autor, consideradas las preocu-
paciones religiosas. La investigación inquisitorial fué muy curiosa, pues
desfilaron delante de los inquisidores de Salamanca personajes como
León de Castro, el Brócense, Pedro Chacón y el IMaestro Navarro, sin
— 112 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
olvidar a Fuentidueñas, Cantalapiedra y el Maestro Miguel Venegas.
Sánchez de las Brozas declaró que poseía en su biblioteca las Geór-
gicas de Virgilio anotadas por el Maestro francés, y que le había en-
viado su "arte" de gramática, disconforme en algunos aspectos de las
normas preconizadas por aquél, con el autógrafo Franciscus Sancius
Brocensis Petro Ramo dono mittit. ¡ También la erudición tiene sus
delicias y su poesía, y bien están estas quisicosas históricas entre hom-
bres de tales medidas. Recuérdense los desplantes de Ramus, y las ge-
nialidades de nuestro profesor salmantino !
Como referencia curiosa para contrastar actitudes, doctrinas y orien-
taciones científicas, cumple anotar algunos detalles en torno del famoso
libro del Maestro León de Castro. Por el año 1570 había publicado>
Castro su libro sobre Isaías, editado en Salamanca ' en las prensas
de Matías Gast. Pese a las epístolas laudatorias del doctor Balbás, de
Gaspar Cardillo de Villalpando y del dominico Diego de Chaves, la.
obra fracasó ruidosamente, debido sin duda a su coste excesivo, dado
que alcanzaba una extensión de 1.021 páginas. León de Castro achacó,
sin prueba alguna, el fracaso a manejos inconfesables de Fr. Luis de
León, considerándole sobre todo como el responsable de que la cen-
sura hubiese retenido largo tiempo su libro. ¿ Qué criterios intelectuales
animaban al famoso antihebraizante, al energúmeno "aniñado y sus-
piciosísimo", contradictor sistemático del espíritu renacentista, de la'
crítica sabia y moderna ? Se conserva un precioso texto, sin fecha, diri-
gido al Consejo que no tiene desperdicio. En él recusa Castro a Fr. Luis
de León, a Cantalapiedra, Grajal y Bravo. Su obra la juzgaba el autor
como una "cadena de la interpretación de los doctores sagrados grie-
gos y latinos contra algunos escritores modernos, parte vedados por
V. Alteza en sus Expurgatorios, pero que andan en otras muchas
partes ; parte no vedados, que son hechos de flores de Rabinos, para
que por el sentido de los santos, comparado con el de los Rabies, se vea
nuestra verdad )■ la falsedad judáica". Así se explicaba aquel insigne
pedantón. inmortalizado por las luchas y controversias de Salamanca,
derivadas de la vanidad herida y de los criterios estáticos. A Fr. Diego
de Chaves le pareció el libro de Castro sobre Isaías obra de mucha
erudición, como efectivamente lo es, y añadía que era muy a pro-
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
pósito para convencer a los judíos de muchos errores. Se determinó
que la carta de aprobación de Chaves se imprimiese al principio del
libro (12).
De Fr. Luis de León no he registrado nunca entre las censuras re-
ferencias sobre su prosa y poesía, porque los "avisos" sobre la "Expo-
sición de Job", o "Los Nombres de Cristo" poco podrían significar. La
censura al libro de Job es laudatoria. Es del año 1594, y reza así:
"... E visto vna declaración del libro de Job, compuesta por el padre
Maestro fray Luis de León, cathedrático que fué de Sagrada Escritura
en la Vniuersidad de Salamanca, y parézeme en la forma de exponer,
y en su doctrina muy conforme con la de la Iglesia, >• de los Santos, y
de gran importancia para entender a Jol), y que así para el prouecho
vniuersal de la Yglesia será razón que se imprima, y no ande escon-
dida en poder de pocos". Así escribía honrando su talento el censor
real Juan Antonio Curiel, pero considerando que en la sexta regla
del Catálogo inquisitorial se prohibían las Biblias en lengua vulgar
con todas sus partes, se acuerda primero solicitar licencia del Consejo
de Inquisición.
Los Nombres de Cristo sufrieron una censura del inquisidor de
Córdoba don Alvaro de Palacios. La censura está fechada a 3 de octu-
bre de 1609, y el inquisidor cordobés precisa el concepto y opiniones
de Fr. Luis, opuestas manifiestamente a la manera de resolverse el pro-
Mema de los descendientes de judíos. Se expresaba así : "porque en
este discurso pica este padre al Santo Oficio de la Inquisición, porque
castiga con afrenta : culpa al Derecho porque haze infames a los nietos
de los penitenciados; reprehende al Rei de España, porque excluye de
los hábitos a los descendientes de éstos ; y, finalmente, llama error y
mal consejo al tener los confesos excluidos de las iglesias de los estatu-
tos i de los Colegios, y quiere que sean todos iguales, y que puedan en-
trar en las Inquisiciones, y este lenguaje común de todos, a quien toca
esta mala raza, y se opone todo esto a la nobleza >• a la sangre limpia,
y más a los santos tribunales de la Inquisición". El Padre Abad y el
(12) A. H. N. Inq., leg. 3-i89-
— 114 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Maestro Tiedra opinaron que se borrasen las expresiones de Fr. Luis
por parecerles temerarias, mientras los restantes calificadores mani-
festaron que podían pasar tales conceptos. ¿ Qué decir sobre materia tan
compleja y delicada? Parece ser que en los claustros salmanticenses en
la época de Fr. Luis y en otros muchos centros contaban un sano libe-
ralismo y criterio sobre el asunto que interesa a la censura inquisitorial,
según las líneas transcritas de don Alvaro de Palacios. En Salamanca
se prohibía el tratar y discutir la no exclusión de los descendientes de
judíos y moros de la vida oficial. La Inquisición, objetivamente con-
siderada, fué una defensa del espíritu y de la raza españolas; pero la-
mentemos aquellos de la limpieza y mala sangre, conceptos que pre-
conizan los sistemas de casta. Así, la sangre no contaminada valía más
que la capacidad. Claro está que la materia abraza aspectos muy con-
tradictorios, y sustancialmente constituye un verdadero problema muy
difícil de resolver, pero nunca podríamos, hombres cristianos y moder-
nos, defender el castigo extendido a generaciones de descendientes ino-
centes, que tenia vigencia en nuestra patria. Y conste que al redactar
estas líneas tenemos presente las razones del "estatuto" de limpieza
de Toledo, lo mismo que el criterio habido en la benemeritísima Or-
den de San Francisco, o en los estatutos redactados en las Indias, pres-
cindiendo ya de su aplicación estricta o de su abandono (13).
No figura en el Expurgatorio del Cardenal Rojas ningún pasaje
de la Primera Parte del Quijote, editada, como es sabido, en 1605.
Entre la publicación de las dos transcurrieron siete años, tiempo
más que suficiente para que corriera la obra cervantina por toda la
Península. Unicamente en el Indice expurgatorio del Cardenal Zapata
he visto incluida una brevísima referencia sobre el Quijote que dice
así: "segunda parte de Don Quijote, cap. 36, al medio, bórrese, las
obras de caridad que se hasen tibia y jloxamente no tienen mérito, ni
valen nada" . Con anterioridad, en 1624, se recoge en el Indice portu-
gués del obispo Mascareñas, inquisidor general de la nación vecina,
el nombre de Don Miguel de Cervantes, ordenando tachar en la Pri-
Í13) A. H. N. Inq., leg. 4.444.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
mera Parte de El Ingenioso Hidalgo algunos pasajes de los capítu-
los XIII, XIV, XVII, XX, XXVI y XXVIII. Téngase en cuenta que
los Catálogos de Portugal, como los romanos, carecían en España de
fuerza legal, y la nota reproducida del Cardenal Zapata es el único de-
talle concerniente al Quijote que hemos encontrado durante veintidós
años de investigaciones históricas.
Las varias notas sobre las actividades inquisitoriales en torno a la '
producción literaria de Don Francisco de Quevedo, cumbre española,
una especie de mastodonte literario, prez de nuestra casta y de nues-
tra tradición, son conocidas ya por la erudición de don Luis Astrana
Marín. Sea la primera puntualizar una denuncia, procedente de Al-
calá en 1626 sobre la Política de Dios, Gobierno de Cristo, que tuvo
eco en la Inquisición de Toledo. Se refiere el texto quevedesco a
Cristo, y decía asi : "y con ser acción natural, y forzosa y honesta
el dormir, no se dize jamás que durmió, porque es palabra escanda-
losa en el cuidado del príncipe, y sospechosa al cargo y ofificio real,
y la supieron guardar a la persona de Cristo este decoro los evan-
gelistas, y aunque él dijo, "yo duermo y mi corazón vela" anduvie-
ron tan corteses que no se acordaron desta pasión". El fraile de
Alcalá escribe de la proposición que sapit haeresi. En efecto, confe-
sando y reconociendo que Cristo es hombre perfecto — hofno perfec-
tus — adolecía de todos los defectos naturales : sueño, hambre, sed,
etcétera, sin bien, le negamos los defectos morales, impropios de la Di-
vinidad. Cita el denunciante otro pasaje de la misma obra, donde se
consignaban las palabras, "a San Pedro, su valido, su sucesor, porque
le quiso excusar los trabajos, y él buscaba el descanso". Pero como
el denunciante reconoce la proposición carece totalmente de calidad.
A 12 de enero de 1629 se remitía en Madrid a los calificadores del
convento de Santo Tomás el libro de los "Sueños", adjuntando la cen-
sura de la denuncia original. En 9 de julio se enviaban al Padre Luis
Torres, residente en el Colegio Imperial de la Compañía los "Sueños",
y la "Historia de la Vida del Buscón". En 1630 se califican en Ma-
drid por los dominicos la "Política de Dios, Gobierno de Cristo",
y el "Chitón de las Tarabillas". El Expurgatorio del año 1632 con-
dena y prohibe " Política de Dios, Gobierno de Cristo", y en la misma
— 116 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
fecha se entregaban todos los libros de Quevedo a la censura de los
frailes franciscanos (14).
Es interesantísima la referencia contenida en el Legajo 4.470 de
la sección "Inquisición" del Archivo Histórico Nacional. Está fechada
en 1Ó46 y se trata de unas letras de Don Juan Ponce de León al In-
quisidor General. Se alude a la prohibición del Buscón, y se añade que
sólo permiten de los libros que corren con el nombre de Ouevedo los
que éste reconocía únicamente como obras suyas. Quevedo se recono-
cía autor de la Vida de Santo Tomás de Villanueva, de la Defensa del
Patronato de Santiago, Juguetes de la niñez, La cuna y la Sepultura,
y de las traducciones de Rómulo, del Marqués de Virgilio Malvezzi ;
Vida devota de San Francisco de Sales, y Consolación de Séneca a Ga-
llón. Citados estos títulos, se añade la siguiente cláusula: "Todos los
demás libros y tratados impresos y manuscritos que corren en nombre
del dicho autor, se prohiben ; y siendo el Buscón vno de los que V. A.
no aprueba, por esta causa lo reprueba, a petición de su autor, el qual
no le reconoce por suyo" , texto por el que comprobamos cómo Que-
vedo rechazaba la paternidad de su hijo espiritual... La referencia era
ya conocida, pues la ha publicado el insigne Astrana Marín en su mag-
nífica edición de Don Francisco de Quevedo.
En 1627 se publicaban en Madrid, impresas por la Viuda de Luis
Sánchez, las Obras en verso del Homero español, recogidas por Juan
López de Vicuña, y dedicadas nada menos que al Inquisidor General
Don Antonio Zapata, para escudarse así con la dedicatoria : "encubrien-
do la indignidad de la Obra", escribe el calificador del Santo Oficio.
No podía faltar en este elenco de escritores el Cisne del Betis, Don
Luis de Góngora, poeta humanista. Monarca de la técnica y del color,
Musa castiza...
Dos censores intervinieron en el examen de las obras de Don Luis
de Góngora. La primera censura y calificación lleva el nombre del
Padre Juan de Pineda. La segunda va firmada por Fr. Fernando Ho-
rio, fraile de la Merced.
La primera tarea del Padre Juan de Pineda, antes de ofrecer a
(14) A. H. N. Inq., legs. 3.100, 4.444, 4.470 y 4.519.
— 117 —
MIGUEL UE LA FINTA LLORENTE, O. S. A.
los inquisidores un espécimen de los versos vitandos de Góngora, con-
sistió en redactar unas apreciaciones de conjunto sobre la obra del gran
poeta cordobés. He aquí algunos de sus juicios — los más esenciales —
justificando la obligación del expurgo: "... porque el dicho libro es
contra la honra y reputación del autor, y averio impreso y publicado
es averie hecho manifiesto agrauio, porque el autor, mirando pruden-
temente por su honra, no quiso ni permitió en su vida que sus obras
se imprimiesen, por lo mucho que desdecían de la tan dignidad y decen-
cia de su estado de sacerdote, prebendado de una tan santa y principal
iglesia de España, como la de Córdoba, y capellán de Su Majestad, a
los quales títulos repugnan, como cosas indecentíssimas, composiciones
y obras llenas de todo género de inmundicia, que pasando de burlas
y chocarrerías passan a pura lascivia y descompostura intolerable, y aun
picardías, que tal las juzgó el mismo autor, quando llamó a su Musa
"picaril", las quales son tan comunes y ordinarias en el dicho libro,
que a cada paso se ofrecen, y consta no auer querido ni permitido el
autor que se imprimiese, ni publicase, por lo qual el recopilador deste
libro dize en la oja 6 al lector: ''que la modestia del autor fué tanta
que viviendo llegó a ser el aborrecimiento y desesperación de los ver-
daderamente estudiosos, porque casi con pertinacia les defendió la fá-
cil y agradable comunicación de sus obras, de que gozaran, si las per-
mitiera a la estampa ; y así el mismo recopilador confiesa que a sido in-
modestia suya el auerlas impreso y publicado contra la vergüenza y
modestia del autor, que es don Litis de Góngora. el qual, ni en el título,
ni en otra parte del libro se lee, sino solo vna vez, en la Dedicatoria".
El P. Pineda pone después de manifiesto la infamia y la falta de re-
putación que se sigue en la publicación del libro, no sólo al autor cor-
dobés, sino a toda la clase sacerdotal, "el detrimento de la estimación
de la fe y costumbres de la Iglesia española", añade.
No satisfecho el P. Pineda con los juicios reproducidos, sigue
escribiendo, y declara la calidad moral de los versos de Góngora. No
le parece el libro completamente lascivo y deshonesto, pero deduce
la gravedad de la obra del alto prestigio conseguido por Góngora en el
género de las chanzas picantes y alegres, "... mas porque el autor solo
tuvo su famosa eminencia en lo lasciuo y pueril, verde }" picante, por
— ii8 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
esta sola materia y titulo es leído y buscado, como si desto solo es-
criuiera, y assí haze tanto daño, y se deue reputar como si ex-profeso
ouiera escrito de sola ella ; y es derechamente comprendido en la regla
séptima del Indice romano y de España, que condena y prohibe los li-
bros que tratan, cuentan y enseñan cosas lascivas, y en parte combida
a ellas y las aconseja". Son asi los versos de D. Luis de Góngora, con-
siderados como poesía contra las buenas costumbres, y tanto más per-
judicial como compuestos en romance, y adobados de chistes y rearan-
cilios ridículos, que hacían de este modo más apetitosa la golosina, ha-
ciéndose populares entre "doctos e indoctos, varones y mugeres, reli-
giosos y monjas, y todo estado". Atiende, sobre todo, Pineda, a que
Góngora picaba en todas las profesiones, diciendo mal de clérigos y
"bonetes", de frailes, de monjas, de jueces; de abogados, de la vida de
la Corte, de los títulos, de los casados y de las doncellas.
El juicio del censor de la Orden de la Merced está resumido en las
primeras líneas de su escrito, y se condensa asi : " Se alian muchas
proposiciones que totalmente son contra las buenas costumbres, obs-
cenas y deshonestas, indignas que se dediquen a tan gran príncipe — se
alude al Inquisidor General — ; otras, ofensivas de personas gravísimas ;
otras escandalosas ; otras, que son libellos infamatorios contra todos
los estados ; otras malsonantes, herróneas, temerarias, heréticas y sos-,
pechosas en la fe chatólica, por cuya causa deuen ser expurgadas del
dicho libro".
El expurgo de Pineda es extenso e interesante. Vamos a desnatar
las principales composiciones que el docto jesuíta extracta de la obra
total de Góngora. Entre los "sonetos amorosos" se apunta el 14, a
folio 18. Se intitula: "Al Sol porque salió estando con una dama." El
soneto ha sido, sin embargo, recogido en todas las antologías de Don
Luis, hasta la de Isabel y Juan Mille, aunque sin título alguno, como
las restantes composiciones gongorinas. Reza asi :
Ya besando unas manos cristalinas,
ya anudándome a un blanco y liso cuello,
ya esparciendo por él aquel cabello
que Amor sacó entre el oro de sus minas,
— 119 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
ya quebrando en aquellas perlas ¡inas
palabras dulces mil sin merccello,
ya cogiendo de cada labio bello
purpúreas rosas sin temor de espinas,
estaba, oh claro Sol, envidioso,
cuando tu luz, hiriéndome los ojos,
mató mi gloria, y acabó mi suerte.
Si el cielo ya no es menos poderoso,
porque no den los tuyos más enojos,
rayos, como a tu hijo, te den muerte.
Pineda le califica de "indecente".
Se tacha también éntre los "sonetos amorosos el 22 a folio 15,
Idolo bello, a quien humüde adoro. El censor escnbe ^^''^
ción de profanos poetas, que en boca de un ¡'¿ ^^^se
otras demasías, se haze más intolerable y menos digna ^
Figura también entre los "amorosos", tildado por el expurgo el «
nocido e incluido también en las ediciones posteriores sm y con cen
Ta eclesiástica, e intitulado en la edición de ^^^^l^^Zl^^^^^
.ripción de las partes de una dama que comienza, De pura honestiüa
""ttrX'Cnet^ satíricos" destaca Pineda el compuesto al túmu-
lo de Ecija en las honras de la Reina Doña Margarita. El jesuíta le
ontnde lomo uno de los escritos para los funerales que se^-eri ^aron
en Córdoba. Censura el primer verso del primer terceto dice mal de
Córdoba por el túmulo que hizo a las honras de la Reyna Dona
Córdoba (..r;p ,^ ^^^^ ^^^^ ^^^^ ,
7Td'LZ ecetos es mal consonante, y parece que condena
7tJ:¡^ cllZ^^'^norosj las lu.es junerales de los entierros
en medio de la lus del ..". Eos dos tercetos
son conocidos y registrados en las ediciones del poeta:
No des más cera al Sol, que es bobcría,
funeral avestruz, máquina alada,
i alimentes Gazetas en Europa.
nt
— 120 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Aguarda a la ciudad, que a mediodía,
si masse Duelo no en capirotada,
la servirá masse Bochorno en sopa.
La atención del censor se fija igualmente dentro de los "soné
tos satíricos", en el de Isabel de la Paz, también conocido de los
lectores. Le tilda de indecente desde el primer verso del segundo
cuarteto. Aquello "... de pajes fue orinal y de picados". Su férula
enjuiciadora nota también el soneto dedicado a don Francisco de
Ouevedo. Le considera como "muy picaril e inmundo". El soneto es
famoso y merece la pena de reproducirse:
Cierto poeta, en jorma peregrina
cuanto devota, se metió a romero -
con quien pudiera bien todo barbero
lavar la más llegada disciplina.
Era su benditísima esclavina,
en cuanto suya, de un hermoso cuero;
su báculo, timón del más zorrero
bajel, que desde el Faro de Cecina
a Brindis, sin hacer agua, navega.
Este sin landre claudicante Roque,
de una venera juntamente vano,
que en oro engasta, sancta insignia aloque,
a San Trago camina, donde llega;
que tanto anda el cojo como el sano.
Los célebres sonetos que tratan de la Corte — el 15, 16 y 17, a
folios 23 y 24 de la edición censurada — le merecen a Pineda el jui-
cio de que "pueden ofender, porque' son muy libres y claros". Se
acusa, entre los "satíricos", el conocido soneto dedicado a "una dama
cortesana" ¿las no piadosas martas ya te pones...?, de vocabulario
— 121 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
sucio y bajo, y donde el poeta nota a Italia del "pecado nefando".
Resta por señalar, finalmente, entre esta clase de sonetos, el registra-
do en el folio 23, soneto 13. Se intitula "A una dama que tuvo amis-
tad veintidós años con un caballero de el apellido La Cerda". Se cen-
sura con estas palabras: "Nota nombradamente el amancebamiento
de un caballero, y nota a la muger de beata, y mal amigada de 22
años, y en el último verso dize "a quatro amigas, quatro mili co-
ronas".
Entre las composiciones burlescas se apuntan cuatro sonetos :
folio 26, el soneto 2, que comienza "Piso las calles". Es suzio; nota
y señala a algunos particulares poetas ; folio 26, página 2, sone-
to 3, al Duque de Umena, nota a Francia de comedores y bebe-
dores, y también a Sus Altezas ; el soneto 4 afrenta a Jaén y a Bae(;a
de los pobres túmulos y honras reales que hizieron ; folio 29, página i ,
soneto 13, no habla bien del Presidente Manso, ni del alcalde Bravo."
Entre los sonetos burlescos se encontraba el compuesto con motivo
del viaje del Conde de Lemus y del Duque de Feria a Nápoles y a
Francia, respectivamente. .-Xlli escribía Góngora :
Con pocos libros libres (libres digo
de expurgacionesj passo y me poseo,
ya que el tiempo me pasa como higo.
No espero en mi verdad lo que no creo :
espero en mi consciencia lo que digo,
mi salvación, que es lo que más deseo.
Entre los "sonetos sacros" destaca el P. Pineda dos: el soneto
primero, folio 33, página 2. En él se compara la muerte y Pasión del
Señor con el frío y estrechez del Nacimiento. Escribía Góngora :
"... pero más fué nazer en tanto estrecho... no jué esta más hasaña,
o gran Dios mío? que más fué sudar sangre, que auer frío. "No bas-
ta — dice el P. Pineda — lo que desjiués en el último verso se quiso
declarar, y no está bien dicho, por ser cierto auer sido la muerte \'
passión la mayor, más gloriosa y preciosa hazaña de Nuestro Re-
demptor y Redención, y se deue enmendar." .Sobre el soneto cuarto
— 122 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
(folio 34, página i) discurre asi Pineda: "Dice que la naturaleza de
la Santísima Virgen fué incapaz de la limpieza de su Concepción,
aunque fué limpia, porque dize : "si ociosa, no asistió naturaleza, in-
capaz a la tuya, o gran Señora, Concepción limpia..., etc." no habla
bien, porque la naturaleza criada no es incapaz de los dones y bienes
sobrenaturales."
El Diálogo entre Coridón y otro lo inclu>'e con censura :
Cuán venerables que son,
cuán digno de reverencia,
las tocas de la apariencia,
el manto de la opinión.
Entre las mismas "décimas satíricas" incluye en el expurgo Pi-
neda la letrilla "A una oposición de un canonicato de la santa igle-
sia de Toledo que llevó el doctor Cámara" :
Cierto opositor, si no
el más valiente, el no menos,
votos personando ajenos,
él mismo se proveyó;
cúlpanle algunos, mas yo
siempre me he hecho entender,
que sabiendo había de ser
Cámara el canonicando,
se hizo cámara cuando
cuando pretendió mejor leer.
He aquí otras anotaciones sobre letrillas burlescas que consigna
el P. Pineda: "Pol. 67, letrilla I, comienza "Si en todo" etc., es
toda poco limpia, y nombra al Papa y al Pastor."
"Pol. 68, pág. T, letrilla 4. Comienza "Qiie lleva el señor Esgue-
va". Esto suzio y huele mal.
"Fol. 69, página 2, letrilla (jue comienza, "Mandadero es el ar-
— 123 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
quero", toda es dezir cosas indignas de monjas, frayles, bonetes,
zelos, etc.
"Fol. 70, página 1, letrilla 10, que comienza "Da bienes fortu-
na" dize, "a unos da encomiendas, a otros, sambenitos", no habla
bien, porque lo que se da por méritos o deméritos en materia de fee,
y en cuyo tribunal se mira tanto, no es bien notarlo por bienes, ca-
suales o de fortuna."
Restan todavía las composiciones que incluye el P. Pineda de los
romances : romances amorosos, romances líricos, romances satíricos,
romances burlescos. La censura es del mismo tipo que las anteriores
formuladas por el P. Pineda: censura de minucias, de menudencias,
de puntos y comas, tanto más singular cuanto sabemos cómo se es-
cribía en aquellos tiempos ; pero sobre esto daremos en el momento
oportuno nuestra opinión. Acusaremos únicamente las notas principa-
les de la calificación. Por ejemplo, advierte el padre jesuíta en el ro-
mance amoroso Dejad los libros ahora — señor licenciado Ortiz. Con-
dena la composición, y se refiere particularmente al final :
Vivid en sabrosos nudos,
en dulces trepas vivid,
siempre juntos, a pesar
de algún loco paladín.
Entresaca de los ■"romances líricos"" el dedicado al "'Castillo de
San Cervantes", reputándole como injurioso a los varones de Toledo:
Entre todas las mujeres
serás bendito, pues siendo
en el mirar atalaya,
eres piedra en el silencio.
I Entre los burlescos. Pineda incluye en su censura doctoral y gra-
ve el que comienza "Ahora que estoy despacio", recogiendo como
más graves los conceptos del poeta sobre el dedal y la aguja. Atien-
de especialmente a la décima "Dulce Musa picaril", escribiendo:
— 124 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
"Son picariles y suzias — las décimas — y malsonantes, porque dize
mal contra los doctos, porque se contienen, y les llama hereges de
bragueta que pudiendo yr a caballo, a pié se van al infierno; y si
entiende de los que se quedan en malos pensamientos y deseos, abs-
teniéndose de mala obra, no habla bien, porque es cierto que la mala
obra es peor, y añade nueva malicia, y es bueno abstenerse de ella,
y también a esto allude lo que dize luego "malaya el hombre que
quiere beuer en taza penada"; y luego "que no quiero beber justo
con melindres que me penen, más con vasijas que llenen la medida
de mi gusto". Lo mismo quando dize "que importa que el alma corúa
dos bocados de vn donayre, si el cuerpo queda en el ayre, como el
pernil de Mahoma" y luego se declara más en lo mismo. Dize mal
de monjas, de guardianes, de predicadores, de cuernos, y se descom-
pone con toda suerte de donzellas, solteras, casadas, viudas }• beatas."
El día i8 de enero de 1633 se reunía el Consejo Supremo, pre-
sidido por el Inquisidor General, e integrado por los Obispos de
Oviedo, Calahorra y Las Charcas, con el inquisidor Pacheco, acor-
dando que las obras de don Luis de Góngora se pudiesen imprimir
con el nombre verdadero del autor, pero ateniéndose en la impresión
a la censura del P. Juan de Pineda (15).
La censura inquisitorial sobre nuestros escritores místicos es tan
exigua e insignificante que apenas se pueden añadir nuevos textos
documentales a los ya reproducidos en mi libro La Inquisición espa-
ñola. Allí constan unas referencias inéditas sumamente curiosas sobre
Santa Teresa de Jesús. Los inquisidores de Sevilla consideraban la
doctrina de la gran escritora como "nueua y supersticiosa", acusando
veladamente la inculpación de "alumbrada". Permítasenos reproducir
el texto, muy fundamental: "En este Santo Officio se an recibido las
testificaciones que serán con ésta contra Theresa de Jhesús, fundado-
ra de algunos monasterios de las monjas descalzas del Carmen, y
contra Ysabel de Sant Hierónimo, profesa de la dicha Orden en vn
monasterio que nueuaniente an fundado en esta cibdad ; y por pare-
cer, según la (lualificación, doctrina nueua, superesticiosa, de enbus-
(15) A. H. X. Inq., leg. 4.467.
— 125 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tes, y semejante a la de los alumbrados de Estremadura, y que desta
qualidad se an recibido de muchos días a esta parte algunas y no
pocas testificaciones, nos a dado cuydado, y acordamos remitirlas a
V. S. para que mande lo que en ellas se deua hazer. El libro del que
el testigo haze mención tenemos relación que está en poder de fray
Domingo Yvañez, de la Orden de Santo Domingo, morador en el
monasterio de su Orden de Valladolid. Suplicamos a V . Sa. mande se
haga diligencia en aucrlo, y que se nos remita, porque auiéndose de
proceder en esta causa, será necesario tenerle por estar en él todo o
lo más de que se puede haser cargo a Theresa de Jhesús, que según
entendemos son embustes y engaños muy perjudiciales a la República
christiana. No procedimos a examinar los contextes por ser algunos
dellos cómplices, y los demás del mismo monasterio, y no poderse
hazer sin que viniese a noticias de las reas. V. Sa. mandará lo que
en todo es seruido que se haga, porque será gran seruicio a Nuestro
Señor remediar el daño que se podría seguir de semejante doctrina."
En 1576 se proseguían las diligencias: "y en examinar los contextes
en el negocio de Theresa de Jhesús, monja de la Orden del Carmen,
y hazer las demás diligencias que conegan para verlo con Ordinario
}■ Consultores, e ymbiarlo a V. Sa. sin executar lo acordado."
La Vida de la Santa había sido del agrado del Inquisidor Gene-
ral, y Quiroga la aprobó sin atenuaciones de ningún género. Son co-
nocidas, y en mi mencionado libro La Inquisición española reproduz-
co las magníficas líneas del P. Fr. Domingo Báñez, redactadas al
conocer las acusaciones presentadas contra la Santa en el Santo Ofi-
cio durante el año 1554. Dicen así: "Siempre he procedido con re-
cato en la examinación de esta relación de la oración y vida de esta
religiosa, y ninguno ha sido más incrédulo que yo en lo que toca a
sus visiones y buenos deseos suyos ; porque desto tengo gran expe-
riencia de su verdad, de su obediencia, penitencia, paciencia y caridad
con los que la persiguen, y otras virtudes... So)" de opinión que este
libro no deue ser mostrado a todos, sino solo a hombres de instruc-
ción y experiencia y discreción cristiana. Responde perfectamente al
propósito para que fué escrito, especialmente que las monjas den
cuenta del estado de su alma a quienes de ellas estén encargadas...
— 126 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
De una cosa estuy seguro, en cuanto el hombre puede estarlo, y es
que no es una engañadora" (i6).
San Ignacio de Loyola, lo mismo que la Doctora española, no fué
arrojado a los calabozos de la Inquisición ni penado con los clásicos
castigos del Santo Oficio. Unas brevísimas diligencias inquisitoriales
verificadas entre los dias 19 y 21 de noviembre de 1526 pusieron de
manifiesto su acendrada ortodoxia y sus castas costumbres. Algunas
humillaciones hubo de padecer, pero no precisamente motivadas por la
Inquisición española, sino por los padres dominicos de Salamanca (17).
Sobre el P. Fr. Luis de Granada hemos escrito así en nuestro
citado libro. La pretendida huida de Fr. Luis de Granada a Portu-
gal, sabedor de que la Inquisición intentaba prohibir sus Hbros es
imaginaria y novelesca. La verdad fué todo lo contrario. Enterado en
Lisboa de que se pretendía incluir en el Catálogo de libros prohibi-
dos (1599) ordenado por el Arzobispo de Sevilla e Inquisidor Gene-
ral, don Fernando de Valdés, sus libros De la Oración y la Guía de
pecadores, se apresuró a presentarse para defender su fama y su or-
todoxia. Cuando llegó se había entregado el Catálogo al impresor, y
nada podría hacerse. Todo se redujo a tachar algunas proposiciones
o frases de carácter equivoco que podían ser interpretadas errónea-
mente por protestantes y alumbrados. Fr. Luis de Granada, dándose
cuenta de la honradez con que se procedía, aceptó las correcciones,
escasísimas por cierto, sin que la Inquisición molestase a aquel in-
signe fraile (18). En realidad, los textos equívocos procedían de ne-
gligencias y equivocaciones — lo conocen bien todos los escritores —
de los cajistas.
Según copia fidedigna de los autos originales del expediente se-
guido por la Inquisición de Sevilla contra el Beato Juan de Avila,
dado recientemente a conocer por el jesuíta Camilo María Abad, re-
sulta cómo el Beato fue acusado a la Inquisición sevillana en el
año 1531. La causa se sustanció el 16 de junio de 1533, estando de-
(16) Vid. Miguel de la Pinta en La Inquisición española, págs. 371-373,
Madrid, 1948.
(17) Ibídem, pág. 371.
(18) Ibídem, págs. 373-374-
— 127 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
tenido el Maestro en la Inquisición probablemente desde 1532. A pe-
sar de las acusaciones y equívocos, el Beato se smceró debidamente,
exponiendo su doctrina, y ni se le impuso la mordaza para predicar
y escribir, reduciéndose todo a la obligación de dirigir su palabra en
los antiguos lugares con el fin de ilustrar con claridad su doctrina,
limpiándola de interpretaciones falsas y equivocadas (19)-
No merece la pena insistir, por ejemplo, en otros autores. En las
Cortes de Cádiz se dijo por un irresponsable, el presbítero gallego
Ruiz Padrón, que San José de Calasanz había sido también victinna
del furor inquisitorial. Ningún documento referente al fundador de
las Escuelas Pías he encontrado hasta la fecha; posiblemente exista,
y hemos de creer, con toda probabilidad, que se trataría, de existir,
de dimes y diretes resueltos con toda facilidad por el buen criterio,
la discreción y la santidad de aquel egregio varón.
¿Para qué insistir más en el tema? No constitu>-e mngun pro-
blema fundamental en estos episodios el nombre esclarecido de San
Francisco de Borja, lo mismo que el de Fr. Francisco de Osuna o
Fr Diego de Estella. Sobre éste escribían los inquisidores de Sevilla
al Consejo manifestando haberse recibido en aquella capital una can-
tidad considerable de sus libros sobre los Evangelios. Los calificado-
res sevillanos advirtieron, por lo visto, ciertas inconvemencias que
hicieron que el libro se retuviese. Estos eran populares en toda la
Península, y se vendían con un gran éxito en Salamanca y en Al-
calá Se ha extraviado la calificación adjunta que enviaban los inqui-
sidores al Consejo; pero es casi seguro, dada la historia de las edi-
ciones del fraile franciscano, que se trataba de los lunares tipográficos
que afeaban las impresiones del P. Granada.
De los seis Abecedarios escritos por el P. Fr. Francisco de Osu-
na, he visto tildados únicamente cuatro o cinco renglones de la pri-
mera parte. Esto es todo (20).
Ya nos hemos referido a algunas de las normas sobre la manera
de tratar y enjuiciar a autores graves considerados siempre como
(19) Ibídem, pág. 374-
(20) A. H. N. Inq., legs. 4-517 y -'-946.
— 128 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ortodoxos, y maestros cuyas doctrinas reportaron siempre beneficios
a los lectores. A ello he aludido exponiendo la historia externa de
los Indices expurgatorios. Fuera de las consideraciones habidas para
no incluir sus nombres en los Catálogos, se conservan algunas de las
censuras sobre estos autores, en su mayoría teólogos, moralistas y ca-
nonistas. Se delataron así algunas proposiciones del Maestro Fran-
cisco de Vitoria sobre la confesión y el óleo non benedicto in admi-
nistratione sacramenti Extremce Unctionis. Los reparos, sin embargo,
que pudieran hacerse al insigne Maestro sobre la Penitencia queda-
ban salvados, considerando el tiempo de la impresión de sus Relec-
tiones, anterior a la época tridentína. Con el P. Suárez acaeció un
episodio muy singular. El Decreto que ordenó quitar de las obras
del famoso jesuíta la opinión de que la confesión sacramental se
podía hacer por escrito al confesor estando ausente (confesión in
absencia) lo ejecutó en la Península el Nuncio, sin intervención al-
guna del Santo Oficio ; y parece que Sixto V, irritado de la Prag-
mática de España, publicada por el Consejo de Castilla el año 1586,
acerca de las "cortesías", por lo que afectaba a Cardenales y eclesiás-
ticos, determinó ponerla en el Indice de los libros prohibidos, con el
mandamiento de que su Nuncio ejecutase la publicación, que no llegó
a realizarse por la intervención a su tiempo de Felipe II, avisado por
nuestro embajador. Conde Olivares (21).
Los maldicientes y envidiosos no podían perdonar a Arias Mon-
tano y a su Políglota Regia. Era acusado que inducía a judaizar, .^e le
criticaron, entre otras, dos proposiciones. La primera consistía en afir-
mar que los "gentiles tuvieron ju.sticia". Pero no hablaba Arias Mon-
tano de la justicia- justificante, que no cuenta fuera de la comunidad
cristiana. Se refería el gran polígrafo exclusivamente a la justicia legaíy
es decir, al uso de las virtudes éticas y morales en cuanto se endere-
zan al bien común, dentro de la convivencia humana. La segunda pro-
posición criticada era perfectamente ortodoxa. Arias Montano fué
combatido en general, o por émulos, o por detractores retrasados, por
lo menos en Teología positiva. Le defendió con su cultura y sapientí-
(21) A. H. N. Inq., lib. 291.
— 129 —
9
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
simo criterio el humanista Pedro de Valencia en unas explicaciones
dadas en 1611, censurando la inclusión de Montano en el Expurga-
torio romano, cosa que molestó extraordinariamente a los españoles.
Como resumen de todos sus juicios el humanista de Zafra pudo escri-
bir: "en fin, toda la contienda de Arias Montano fué contra los escri-
tos de los Rabinos que hazen su fuerqa en dezir que no a ávido mu-
danqa en los hombres por Christo, ni exterior, ni interior, y que ningún
christiano ha tenido ni experimentado más en si que lo que tuvieran
los padres del Viejo Testamento, pero no lo que esperavan — Abraham
mortims cst, ct prophetcs, quomodo tu dicis — a lo menos, aunque uviese
excedido algo Arias Montano en esta porfía, seria por hervor de zelo
de la honrra de Christo, y no seria judaizar, ni rabinizar, como dizen
algunos, porque sabía hebreo" (22).
En la Inquisición de Valencia se preocuparon de Agustín Barbo-
sa y de su libro Thesaurus locorum commiinium... Se reputó siem-
pre al portugués Barbosa como autor católico y pío, según se po-
día comprobar por su doctísimo libro De officio Episcopi, y como tal
fué siempre estimado por Felipe IV, rey a la sazón de España y Por-
tugal, pero tuvo Barbosa la desgracia de tener por adicionadores de
su libro a algunos autores alemanes... Entre otras proposiciones se le
señaló Matrimonium non est res spiritualis ; multo minus sacramentum,
pero considerándola como proposición universal e indefinida, se la va-
loró como malsonante, e inductiva a error, y no como herética (23).
Además de las censuras formuladas sobre el Padre Suárez, se re-
dactaron notas varias sobre algunos otros escritores de la Compañía ;
como el P. Gabriel Vázquez, el famoso Tomás Sánchez y el P. Sal-
merón.
Acerca de los Comentarios sobre Santo Tomás, del P. Gabriel Váz-
([uez, se anota : "Están sembrados en muchas partes de doctrinas nueuas
en materias graves de dogmas \' costumbres ; y allende desto, es libre
este autor en condenar a los Santos Padres, empleando mucho trabajo
en probar que tuvieron errores, de los quales no fueron notados. En
(22) A. H. N. Inq., legs. 4.443 y 4.467.
(23) A. H. N. Inq., leg. 4.487.
— T30 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
esto parece que conuiene poner remedio, porque otros no se atrevan a
desacatar y poner nota en los anctos".
El célebre P. Tomás Sánchez, conocido universalmente por su
tratado del matrimonio, merece estas líneas : Tiene sentencias muy oca-
sionadas de malas costumbres en materia muy pegajosa, que es materia
de deshonestidad. Importa poner remedio, especialmente que ya en
Roma ha olido mal su doctrina, según de ella lo escriben.
Al jesuíta Salmerón se le nota por la "temeridad clara", y "per-
niciosa doctrina". Se refieren los calificadores a su doctrina sobre el
precepto evangélico de la corrección fraterna, doctrina, como es sabido,
sustentada también por Fr. Bernardino de x'Xrévalo (24).
El siglo XVII nos ofrece una etapa de actividad febril e intensa en
las tareas censorias que incumbían al Santo Oficio. Esa actividad
ha quedado reflejada, desde luego, en la publicación de los Catálogos,
pero resultará muy interesante trazar un bosquejo de esos trabajos
que reflejan un amplio panorama de cultura, por sumarse en ellos las
más variadas modalidades del hombre de letras, y de la ciencia, ya
oficial y universitaria, ya independiente, antitradicional y heterodoxa.
En 1621 se entregaba al calificador Miranda el "Discurso de la
Vida del Rey D. Felipe 11", remitido por el tribunal de Zaragoza. En
22 de mayo se atendía en la Corte para su calificación la denuncia en-
viada por el distrito de Cuenca del libro del P. Valderrama, de la Or-
den de San Agustín, sobre los sermones de Adviento. En 1624 se le
remitían al P. Pedrosa las conclusiones denunciadas en Alcalá, y sus-
tentadas en el Colegio de Santo Tomás, que trataban de correctione fra-
terna. En el mismo año se recogían las Coplas de la muerte, del célebre
Benito Ferrer, relajado por hereje, y a 25 de agosto de 1627 se envia-
ba al prior de Santo Tomás y demás calificadores de aquel convento,
un papel intitulado "Proposiciones verdaderas contra los Jacobitas en
defensa del Patronato de la santa Madre Teresa de Jesús". Sobre este
asunto cuenta una abundantísima bibliografía que se repite con mucha
frecuencia entre la documentación inquisitorial. En el año 1629 se le
confiaban al P. Pineda los dos libros intitulados Regla de la perfec-
(24) A. H. N. ínq., leg. 4.519.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
ción, en latín, con su correspondiente traducción en romance, com-
puesta por el doctor Bartolomé Leonardo de Argensola, canónigo de la
iglesia de Zaragoza, y las censuras sobre dichos trabajos, dadas en Al-
calá por el P. Pedro de Tapia. Por esta fecha encontramos el nombre
del Padre Maestro Fr. Hortensia Félix Paravicino, a quien se censura
su panegírico , pronunciado con motivo de las honras fúnebres del Rey
D. Felipe III, y el sermón predicado en las fiestas de Santa Ysabel,
Reina de Portugal. En 1630 se remitían al P. Fr. Francisco de So-
tomayor las denuncias redactadas por el P. Fr. José Vázquez de Mi-
randa, de los siguientes libros : Lecciones solemnes de don Joseph Pe-
llicer, y Quodlibetos, del Maestro Fr. Basilio Ponce de León, del Or-
den de San Agustín. De Pellicer se censuraba por la misma época la
Historia natural del Fénix, El Fénix y su historia natural (1630), con
poesías de Villamediana, Quevedo y otros autores.
Parece que por estas calendas se agudizaba la fiscalización inqui-
sitorial con intervenciones constantes. Se censura la Lu:: de la noche
obscura, del Doctor Don Antonio de Rojas. Los Premostratenses de-
nunciaban en el año 1634 las Repúblicas del Mundo, del agustino Geró-
nimo Román, y es muy curiosa y pintoresca la misiva dirigida al in-
quisidor Portocarrero por los frailes del Carmen que rezaba así: "Me-
morial de los carmelitas descalzos en que pretende probar pecan mor-
talmente los frayles que pretenden obispados, y los ministros que los
ayudan para ello." A 18 de marzo de 1648 remitió el Padre Ponce al
Tribunal las obras siguientes : Grande::as de la vida y muerte de
Christo, escrita por Don Francisco Durán Vives ; un Lexicón theolo-
gicum, y un tratado De Medicina, de Andrés Vesalio, incluyéndose el
De Astrologia, de Campanella. En este año figuran como prohibidos,
recogidos en el Archivo de la Suprema, las obras que a continuación
mencionamos de Carlos Molineo : De Excellentia Regni Francice, Fhi-
sica armónica, De lógica armónica y una Panacea philosophica. En
carta de 18 de enero del mismo año se enviaba al Consejo para su
censura el Espejo de consolación, de Fr. Juan de Dueñas, y el libro del
Marqués de Estepa sobre el Monte Santo de Granada, asunto que tan-
ta tinta hizo gastar a escritores e impresores del Reino. En el año
1649 recogemos entre los papeles inquisitoriales el nombre de Tirso de
— 132 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Molina. Se trataba del libro Deleitar aprovechando, y se insertaban en
la obra comedias varias; "El Colmenero divino", "Los hermanos pa-
recidos", y "No le arriendo la ganancia". No cesaron todavía en este
año las incautaciones de volúmenes. A 26 de noviembre pasaban al
archivo secreto del Consejo Supremo el Elucidariitm , del infortunado
Padre Poza, una Biblia castellana, dos tomos rotulados Migajas de los
Santos y Costumbres de todas las gentes, de Francisco Támara (25).
A principios del año 1651 el prior de los agustinos recoletos de la
Corte presenta ante los inquisidores un conjunto de libros provenien-
tes de la librería del Cardenal de Aragón. Algunos estaban recogidos
en los Indices expurgatorios ; otros, postulaban la censura y el examen.
Destaquemos entre ellos a autores, como Escalígero, Pedro Mexía, Ma-
quiavelo, Cornelio Agripa, Jordano Bruno, sin olvidar obras como el
Mercurio jesuítico, en su edición francesa. También se recibió en el
mismo año una carga de libros prohibidos procedentes de la Biblioteca
del Conde Duque de Olivares, llevada a la Inquisición por Don An-
tonio de Arguello. Predominan en el envío obras de humanistas hete-
rodoxos y lascivos, sin que cuenten entre ellos trabajos de calidad y
mérito. Se mencionan especialmente, entre otros, los Coloquios de
Erasmo, y el tomo 2 De aiixiliis, del P. Suárez. Más adelante hubo
nuevos ingresos de la Biblioteca del Conde Duque. Se citan entre esas
obras un Alcorán en latín (Se le acusaba al Conde Duque de usar
todas las noches al acostarse de semejante lectura), el tomo onceno
del Mercurio, francés, algunos horóscopos, un libcr psahnorum con
notas de Roberto Estéfano, una Biblia inglesa, una traslación de Eras-
mo de Evangelios y Epístolas, y unas "horas" en latín y francés. Me-
diado el año seguía preocupando en el Santo Oficio Fr. Hortensio Fé-
lix Paravicino. Interesan sus Oraciones evangélicas de Adviento y
Cuaresma. Simultáneamente ingresaban en la Inquisición volúmenes
varios de las librerías del Conde de Gondomar y Don Lorenzo Ramírez
de Prado. Entre ellos se encontraban la Biblia de Cipriano de Valera,
la Historia de Trento, de Pedro Suave, la República eclesiástica, de
hombre tan errante y aventurero como Marco Antonio de Dominis ;
^25) A. H. N. Inq.. lib. 1.350.
— 133 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
las Profecías, de "Nostradamus" y otros varios de influencia protes-
tante. A fines de año seguían llegando al Santo Oficio obras varias
y diferentes. Enumeremos algunos títulos de la librería del Conde de
Peñaranda, de Ramírez de Prado, y algunos autores heréticos de Filo-
sofía Natural. Incrementaron el acervo obras desglosadas de la biblio-
teca del Inquisidor General Don Diego de Arce, figurando en la nó-
mina una Dcjensa, del P. Poza, con otros tomos de la misma calidad.
El año 1673 interesaba en el Consejo la Censura de los Exercicios de
devoción, de Er. Rafael de Oñate, y en el mismo año se remitían ochen-
ta y cuatro libros que se sacaron de la librería de Eton Pedro Velas-'
co con la memoria correspondiente para apartar los prohibidos in totum
y expurgar los prohibidos doñee expiirgentur.
Entre las referencias que estamos extractando figura con fecha 16
de enero de 1674 la remisión a Don Antonio de Ayala de la Vida de
Nuestra Señora, por la Monja de Agreda. De la "memoria" redacta-
da por Ayala y Berganza, podemos indicar algunos títulos. En agosto
de 1673 la Inquisición de Zaragoza enviaba a la Corte El nigromántico,
de Sulpicio Severo, "dedicado a Don Quixote de la Mancha, tutor de
pupilos". Se prohibe in totum la Oración de contemplación y trato ja-
miliar con Dios, del trinitario Fr. Pedro Ponce de León, impreso en
Madrid el año 1673. En los últimos días del año anterior se había co-
menzado a calificar la Vida de Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hom-
bre, Maestro y Redentor del Mundo, escrita por Fr. Fernando de Val-
verde, natural de Lima, e impresa en Madrid por Francisco Nieto,
año 1669. Acabóse su calificación en 18 de abril de 1674, prohibiéndose
la lectura hasta su expurgación. En la Junta del día 18 de mayo de
1674 se comenzaron a leer los reparos del Padre Calificador Cisneros,
sobre las obras de sor María de Agreda, recibiéndose desde Zaragoza
censuras más o menos interesantes sobre los libros de dicha religiosa.
El Origen y continuación del Instituto y Religión Geronimiana, de
Fr. Hermenegildo de San Pablo, fué denunciado por el cronista bene-
dictino Gregorio de Argaíz (26).
No deben silenciarse las censuras puestas a dos singulares libros,
(26) Ibtdem.
— '34 —
LA IXQI ISICION y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
cada uno de ellos muy interesante dentro de su materia y doctrina. En
el año 1649 se remitieron desde Zaragoza los Diálogos, de León He-
breo. El Calificador Ponce León informaba así al Consejo: "Con ésta
remito a V. A. los Diálogos, de León Hebreo, traduzidos en romance
por Micer Carlos Aíontesa, vezino de Zaragoza, por estar prohibidos
por el Expurgatorio novísimo". Otro censor, Fr. Francisco de Ocaña,
expresaba en esta forma su criterio sobre la obra: "... y la mezcla que
haze de cosas fabulosas con dibinas y scriptura sagrada parésceme ser
difícil reducirlo a leyenda provechosa y doctrina del todo llana, sana
y sigura, y para edificación de la fe". Estrictamente puede exponerse
que las censuras sobre los Diálogos fueron escasísimas e insignifican-
tes, como en casi todos los libros de verdadera importancia. En 31 de
agosto de 1676 se concedía licencia a Fr. Antonio de Fuente Lapeña,
religioso capuchino, para que pudiese llevar consigo a Italia, tres doce-
nas de su famosísimo libro El ente dilucidado, editado en aquel año,
>■ que llevaba por subtítulo "Discurso vnico novísimo que muestra ay en
naturaleza animales irracionales invisibles y quáles sean". Se trata de
un libro verdaderamente peregrino e interesantísimo. La obra salió in-
denne de las calificaciones, considerándola sin errores teológicos ; y
entre doctrinas tan pintorescas, y tan desbordantes, sólo se fijaron los
hombres de la Inquisición en la siguiente. Tratando el padre capuchino
de la Concepción de Nuestro Señor Jesucristo, decía: "Lo tercero, por-
que muchos authores han sido de sentir que Christo nuestro bien, no
fué concebido en el vtero, sino en el corazón de la Virgen Santísima,
Señora nuestra. Luego, porque el vtero no es absolutamente necesario
para la Concepción de la prole, ergo, etc." (27).
Hubo una modalidad literaria, donde el ingenio español floreció
siempre con lozanía y viveza muy características. A trechos, esta
Musa está asistida por donaires de buena ley ; a ranchos, por el espíri-
tu del vejamen, la jácara mordiente y las facecías sangrientas y plebe-
yas. La Inquisición española recogió papeles y coplas, unas veces sim-
plemente desvergonzados, y otras, atentatorias contra la autoridad civil
(27) A. H. N. Jnq., legs. 4.470 y 4.421.
— —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
o eclesiástica. Hubo de esta clase ejemplos muy expresivos, }' en ellos
se conjuga la chanza y la burla, la irrisión y la ironía.
El año 1791 se había publicado los Hechos del Duende, o el Duende
en Palacio. Se fustigaba el mal gobierno de Felipe V, de la Reina Doña
Ysabel (La Parmesana), conocida luego por la Reina Madre, las Mal-
dades, del Cardenal Molina y del Alinistro Patiño. ¿Sois covachuelista?
— Sí, por la f/racia de Patiño. — ¿Quantos Patinas hay? — En el man-
dar muchos, pero en dejarse engañar uno solo, lleno de ignorancia y
crasitud. Y así se continuaba, ridiculizando los diálogos catequísticos.
Refiriéndose al que había de ser más tarde Carlos III se escribe esta
estrofa :
En el año 1663 recogía la Inquisición un "papel", donde con abu-
so de la Sagrada Escritura, y con motivo de la enfermedad del Carde-
nal Sandoval y Rojas, se satirizaba a los amigos del prelado, intervi-
niendo con "oportunidad" en el coro la representación popular:
Sicilia y Nápoles dos
Reynos son del helio Infante;
y en los dos años adelante
serán suyos?, sabe Dios (28).
Su Eminencia :
Parce mihi, Domine, nihil enim sunt Dies tne'i.
El Vicario:
Quis est homo, quia magnificas eumf
Aut quid apponis erga euiii cor tuuni?
D . Diego d k
Vera :
Qui jaciam tihi, o custos horninum?
F.cce nunc in pulvere dorminiam, et si mane me
quaesieris non suhsistam.
El Pueblo :
Ouis potuit faceré mundum de inmundo conceptum
semine^ Xonnc tu quis cst?
(28) A. H. N. Inq., leg. 4.464.
136 —
LA INQI'ISICION y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
El desconsuelo
DE Avala, Pe-
D R o S A Y EL
Veedor :
Cogitationes mece disipatce aunt, quia verba
iniquorum prevaluerunt super nos.
L A DESESPERA -
CIÓN DE MAN-
RIQUE:
Injernus domus mea est.
Escudero :
Patentiam meani quis considerat?
Todos :
Réquiem aeternan dona ei, Domine et lux-
perpetua luceat ei (29).
También se prohibió in totum la Anatomia Europa, clasificado en
el mismo estilo que los anteriores, y compuesto con gran intención sa-
tírica y fino sentido al contemplar el panorama político europeo. Se
ponía en boca de la Triple Liga : Antequani gallus cantet, ter me nega-
bis. Francia se expresaba así : Rcddite que siint Caesaris, Caesari, et
quce sunt Dei, Deo. España respondía : Si consilium hoc, aut opus ex
Dea est, non potcritis destrucre illud, mientras el Emperador senten-
ciaba : Lavit maniis coram populo, y en este estilo se prosigue resu-
miendo Turquía la situación, y sentenciado : saluteni ex inimis nostris,
sentencia tan verdadera en las luchas políticas... Del mismo género
podríamos señalar aquí la Passio Domini Philipi, secundum Don Luis
de Haro, que corría por la Península hacia el año 1659, quizá la pie-
za más intencionada y de más gracia y sal de las escritas por aquellos
tiempos (30).
Olvidemos para siempre obras como el Abecedario Evangélico
y Mesa transfigurada, del Descalzo Fr. José de la Asunción, los cinco
tomos de Novelas históricas y aventuras galantes, trágicas y cómicas,
o las Anécdotas Jesuíticas, repletas de proposiciones desvergonzadas,
(29) A. H. N. Jnq., leg. 4.443.
(30) A. H. N. Inq., legs. 4.444 y 4.480.
— —
MIGUEL Dlí LA FINTA LLORRNTL.. O. S. A.
obscenísimas e injuriosas a la Compañía de Jesús y a la Iglesia, cen-
suradas y retenidas por el Santo Uficio.
Pocas obras de importancia he encontrado censuradas por la Inqui-
sición española a través de todo el siglo xviii. Se prohibieron las
Actas de los eruditos de Lipsia, según edicto del 15 de enero de 1750,
como igualmente el Arte de hurtar..., atribuido falsamente al P. Vieira,
y que no era otra cosa si no un ataque contra los rezos españoles, con
sentencias contumeliosas y dicterios jocosos. Del P. Vieira se tacharon
algunas frases de sus sermones, }• según edicto del año ij/ó, se in-
tervenía la traducción de sus sermones de la impresión del año 1764,
mandándose borrar en los folios 105 y 113 las expresiones de que Je-
sucristo adoró al Demonio y a Judas, por ser malsonantes, y enten-
didas literalmente blasfemas. ¿ Cómo no iban a ser prohibidos por el
Santo Oficio los "papeles" de aquel peregrino racionero de San Sal-
vador de Zaragoza, don José Boneta, editor de las Gracias de la Gracia,
.saladas ayudezas de los Santos.' No se podía hacer mejor servicio a la
cultura religiosa... Sabida es la .significación del Gerundio de Campa-
bas, aparecido con el nombre de Francisco Lobón de Salazar, e impre-
so en Madrid en la imprenta de Gabriel Ramírez, en el año 1758, y
que motivó tantas controversias ajenas al pensamiento del saladísi-
mo P. Isla, }• con derivaciones muy desagradables y de otro tipo y corte
que las que se propuso al escribirle el célebre ingenioso jesuíta. Esto
fué lo que determinó a la Inquisición española a que se recogiese la
obra, y por ello se escribían en el edicto del 26 de mayo de 1760 estas
líneas: "Porque con motivo de la historia del Fr. Gerundio, se han di-
vulgado varios papeles impresos y manuscritos en favor e impugnación
de ella, excitando turbaciones entre las familias religiosas, con escanda'' >
de la piedad christiana, se prohiben igualmente todos los dichos pape-
les, y se manda que en adelante, bajo la pena de excomunión mayor, \
otras al arbitrio del Santo Oficio, ninguna persona se atreba a escribir
en pro, y ni contra dicha obra." Pero, pese a todas las medidas inqui.':i-
toriales, el libro, que alcanzó extraordinaria fortuna, circuló subrepti-
ciamente de mano en mano, haciendo las delicias de los hombres <le
buen gusto y de los amantes del decoro de la cátedra sagrada, dado el
bien que podía reportar su lectura como lección crítica en provecho de
- 138 -
LA IXQi ISICJON y LOS I'ROnLEMAS DE LA CULTURA
la oratoria nacional, l'i'. Gerundio, sin embargo, seguía en los años pos-
teriores intervenido oñcialmente, y a cada momento se reproducían epi-
sodios como el siguiente que paso a relatar. En el año 1816 don Fran-
cisco Antonio López de Orea exponia a la Inquisición que en 1813»
previo el parecer de personas doctas y timoratas, había reimpreso el Ge-
rundio de Campazas, advirtiéndole que podría ser perfectamente "co-
tidiana su lectura en el refectorio de las Comunidades", pero que man-
dada recoger dicha reimpresión, presentaba en el Santo Oficio diez
}' seis paquetes de ejemplares. El librero indicaba como causa proba-
ble de la entrega de la obra el mal uso y la equivocada inteligencia que
se hacía de los textos sagrados y las jocosidades del autor, que im-
pedían la distinción entre las sales y la sátira, obscureciéndose el ob-
jeto del autor, pero que estaba dispuesto a desembolso, sufragando los
gastos de una expurgación y con la obligación de anteponer la nota
que le placiese al Santo Oficio. £1 Inquisidor Fiscal informó que dicho
librero retenia y vendía, ordinariamente, libros prohibidos y obscení-
simos, y que en lo referente al Gerundio seguía vigente su prohibición,
que había sido quebrantada con la reimpresión de López de Orea, y
que en ningún caso se podía acceder a su solicitud, sin que previas las
diligencias de derecho, el Inquisidor alzase la prohibición de la obra
del P. Isla con las notas o enmiendas de su agrado (31).
En varios distritos inquisitoriales he visto censuradas las Noches
lúgubres, de Cadalso. La referencia que apunto aquí se refiere a uno
de los envíos al Consejo Supremo, y está fechada a 27 de aliril
de 181 8.: "Dixeron se proiba en primer edicto el folleto intitulado
Noches lúgubres, compuestas por el Coronel don José Cadalso, e im-
presas en esta Corte, en la Imprenta de Repullés, año 181 5, por con-
tener proposiciones malsonantes y ofensivas a ios oídos piadosos, sien-
do de la aprobación de .S. A." Un auténtico romántico — y de que
estilo en este caso — tenía que acobardar a los sesudos varones ecle-
siásticos. En el mismo año se prohibieron también en primer edicto
las "Poesías" de don Manuel José Quintana, prohibición perfectamen-
te explicable dentro fie a(|uel aml)¡cnte. Las Cartas de Eloísa y Abc-
(31) A. H. N. Inq., leg. 4.495.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
lardo se hallaban vedadas por edicto de i6 de enero de 1756. Hubo
abundantes traducciones. Una del inglés al castellano por don Juan
Maury )' Castañeda. Otro ejemplar dió a luz don Francisco de Toxar,
en 1796, con el retrato de Eloísa. Se imprimió en Salamanca en 1792.
El fiscal de la Inquisición reputaba las Cartas "como deshaogos de
la lujuria, capaces de poner el sello a toda perversidad" (?).
He aquí un extracto del Indice de los libros y "papeles de mala
doctrina" (?) impresos en Madrid desde agosto de 1812:
"Las Gazetas de Madrid desde 17 de agosto hasta 29 de octubre
de 181 2, compuestas por Don Bernardo Tarrino.
"Cartas del amigo de la Constitución, por Don José Hernández,
capellán mayor del Refugio.
"Ynsinuación patriótica sobre la necesidad de extinguir los frayles.
"Segunda insinuación patriótica contra los frailes.
"Incompatibilidad de la libertad española con el restablecimiento
de la Inquisición, por Ingenuo Tostado.
"Diccionario crítico-burlesco de Gallardo.
"Discurso de Mexía sobre la libertad de la Imprenta.
"Pan y Toros.
"Felicitación del Ayuntamiento de Madrid a las Cortes por la
abolición de la Inquisición.
"El pueblo desengañado. Respuesta al clero vindicado.
"Escape de los liberales de la chamusquina que les preparaba el
Filósofo Rancio.
"Espejo de serviles y liberales.
"Os rogos de un gallego.
"Marica constitucional.
"Carta de un religioso español (el P. Santander) sobre el abuso
del Poder.
"Segundo aviso a los chisperos.
"Bosquejo de la revolución de España, por Martínez de la Rosa.
"Breve ensayo sobre el fanatismo.
"Seguidillas a la entrada de la Regencia.
"Elogio fúnebre del Dr. Don Eugenio de la Peña.
"Discursos de Ruiz Padrón }• Villanueva contra la Inquisición.
— 140 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
"Fr. Lucas (comedia).
"Las Religiosas de Canibray" (32).
Como los títulos revelan se trata de una literatura chabacana,
donde se alian con el anticlericalismo y la "euforia" democrática to-
das las nuevas ideas que durante todo el siglo xviii contribuyen al
proceso de desnacionalización, al tránsito del liberalismo doctrinario y
del galdosianismo espeso, lo mismo en política que en materia religio-
sa. ¿No se acuerdan mis lectores de toda aquella bazofia ideológica?
En la Constitución vio la gente española la salvación para el progre-
so de su patria, y ¡con qué candor lo afirmaban aquellos buenos es-
pañoles! Un "español ingenuo" se dirigía a sus compatriotas, desde
un periódico de Reus, por el año 1814, encareciendo la Constitución,
el "grande libro español", escribiendo que este "libro inmortal" iba
a sepultar a Napoleón y a sus secuaces "en el profundo de la nada,
in saeciila saeculorum". Villacampa, gobernador a la sazón de Ma-
drid, se expresó delante de los padres de la patria en el sentido de
que si los "malvados" osasen intentar la disolución de la represen-
tación nacional, despedazando las santas páginas de la Constitución
española, habían primero de empaparlas en la sangre del General Vi-
llacampa y de sus colaboradores, para que la nación no se viese otra
vez presa de tiranos ni teatro afrentoso de degradación y despotis-
mo (sic). Un poeta "democrático" cantaba en el mes de abril de 1814
las excelencias del "libro inmortal":
Salve, libro divino;
salve, libro inmortal, código santo;
consuelo peregrino
del cielo sacrosanto,
que de España enjxigó el amargo llanto.
Por los mismos días, otro demócrata que firmaba sus artículos
con el seudónimo El Canonista de Río-Gordo hablaba de los orga-
nistas metidos a escritores y de los frailes lustrosos "que siembran
(32) A. H. N., leg. 4.449.
— 141 —
MIGUEL DE LA PIXTA LLORANTE, O. S. A.
la anarquía con sus mamarrachos". El vocabulario manejado por los
hijos de la libertad y las atrocidades de los nuevos españoles "incor-
porados" a la cultura europea, a los nuevos métodos políticos impor-
tados de nuestra vecina Francia, superan con creces las más amplias
aspiraciones de modernidad, de constitucionalidad y de libertad de
conciencia. En la Caseta de la Cortina escribía otro "patriota", por
el año 1813, hablando de la ruina del castillo del Patriarca y del de
Pilatos, de Tarragona: "Observemos que los franceses, nuestros opre-
sores, por un trastorno de ideas, han apartado de nuestra vida aque-
llos promontorios de feudalismo, los calabozos en donde han gemido
nuestros padres, y en donde nosotros hemos hecho resonar aquellas
bóvedas con los sacudimientos que dábamos a las cadenas.'"
Sólo el sonrojo en las mejillas y la vergüenza en el alma acusa-
rían la emoción de un buen español lector de estas inmundicias ideo-
lógicas, condimentadas con una bazofia literaria y unas patrañas nau-
seabundas asentadas en la calumnia más desvergonzada y dolorosa,
por tratarse del desprestigio de nuestra Patria, de su magnífica his-
toria y tradición. Hemos sido los españoles los que hemos contribuido
más y mejor a la deshonra del país. El Obispo Las Casas divulgó
por el mundo la pretendida ferocidad y crueldad de la gente ibérica
en América. Juan Antonio Llórente deduce en su famosa Historia de
la Inquisición la intolerancia y el fanatismo de nuestra comunidad
peninsular. ¿ Qué de particular tuvo que el Santo Oficio publicase
edicto tras edicto con la condenación de semejante literatura, de en-
gendros literarios de tal calidad...?
Una de las liltimas censuras, y más curiosas, se refiere a El sí
de las niñas, por Imarco Cclenio. A 22 de abril se buscaba en Bar-
celona a Imarco Celenio, por auto firmado en aquella Inquisición. No
se le encontró. Se creyó fuese por la equivocación del nombre, pues
figuraba en el expediente como don Leandro Moratín. Se rectifica
la equivocación a 19 de agosto de 181 8, consignando se llama el autor
de la comedia don Leandro Fernández de Moratín, antiguo secreta-
rio de la interpretación de lenguas en la Corte, y desplazado a Fran-
cia con las tropas de aquella nación, aunque había regresado a la
Península. En el mes de mayo de aquel año se encontraba, efecti-
— 142 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
vamente, Moratín en Barcelona, aunque posteriormente volvió a in-
ternarse en tierra francesa.
El Inquisidor fiscal, enterado del dictamen y censura de los pa-
dres de la Compañía Juan José Tolrá y Francisco Javier Bauzas,
fué de parecer que se prohibiese la lectura y representación de la co-
media moratiniana. Los inquisidores ratificaron la opinión del fiscal,
y en el Consejo, a 9 de noviembre de 1819, se dictaba el auto que si-
gue: "Prohíbase en primer edicto, por ser contraria al respeto que
merecen, y con que deben ser tratadas las cosas santas y pertene-
cientes al culto religioso ; por indecorosa y ofensiva al estado eclesiás-
tico, y por injuriosa a la cristiana y pía educación de las niñas en
los conventos de religiosas." Pero conviene precisar un episodio. Como
Moratín se encontrase fuera de su patria y no pudiera defenderse, se
nombró por la Inquisición defensor de oficio, recayendo en el padre
Fr. Rafael Muñoz, calificador del Santo Oficio. Tal censor suscribe
el siguiente juicio sobre El sí de las niñas: "No se opone a la moral,
ni a las costumbres públicas." Manifiesta que el autor sólo se pro-
pone agradar e instruir, empleando para ello todas las reglas que
prescribe el arte para unir lo bueno y útil con lo divertido, logrando,
efectivamente, "instruir y agradar", sin menoscabo de los deberes re-
ligiosos. Los regalos de las monjas, "rosarios, lignum-crucis", etc.,
llamados en la comedia "chucherías", no es — escribe el censor — por-
que realmente lo sean, ni era ésa la intención del autor, sino poner
de relieve el lenguaje de las gentes fatuas. Salva el padre calificador
frases de Don Diego: "Tropecé con el rector de Málaga y el doctor
Padilla, y hasta que me han hartado de bollos y chocolate", y las de
Doña Irene nombrando a las monjas "Circuncisión", "Trinidad",
"Angustias", etc. Son dignas de reproducirse las líneas finales de la
censura: "Primero, esta comedia se imprimió el año 1805, y se im-
primió con todas las licencias necesarias, a lo menos existiendo de
hecho el Santo Oficio ; en aquel tiempo no se habría concedido su
pase, sin una seguridad de su buena moral, a lo menos, así debió ser.
Si se prohibe ahora, sin haberle añadido nada su autor se sigue, por
una consecuencia forzosa : o a que no hay motivo ahora para su pro-
hibición ; o que si lo hay, este mismo existió en un principio, debiendo
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
el Tribunal haberlo conocido en su primera representación al público,
avisando los revisores el efecto que producía en los espectadores. Cua-
lesquier miembro desta disyuntiva que se admita, es contra el honor,
buen nombre, y recto proceder del Santo Oficio, pues en un caso se
le acusa de culpable en esta omisión, y en el otro se le puede argüir
de nimiamente escrupuloso en asuntos de transcendencia. Según las
censuras que esta comedia ha merecido, se ve que la primera después
de un maduro exámen, que con algunas supresiones V. S. I. puede
permitir su representación por ser argumento bastante instructivo. La
segunda censura, dice abiertamente que se debe prohibir. Habiendo
como efectivamente hay diferencia igual en ambas censuras, el señor
Moratín tiene un derecho de posesión que no se le debe alterar, según
las reglas establecidas en el Derecho. Además, esta prohibición iría
directamente contra los intereses y buena fama de don Leandro Fer-
nández de Moratín, el qual si halla expatriado de España, es por asun-
tos puramente políticos, que no están sujetos al juicio de V. S. L" (33).
Refiriéndonos precisamente a la Inquisición de Barcelona, quede
constancia de que por entonces figuran reiteradamente recogidos y
sujetos a censuras el Fray Gerundio, Retrato de los jesuítas formado
al natural, publicado en Madrid por Gabriel Ramírez, e Instrucción
a los Príncipes sobre la Política de los PP. Jesuítas, editado igual-
mente en Madrid por Pantaleón Aznar (1768), repletos de calumnias
y atrocidades, como era uso y estilo. Pero ¿para qué volver a recor-
dar aquella morralla literaria ? ¿ Para qué recordar la Frailada del
fraile, Duende de los cafés, la Defensa del ped., La cuchilla del te-
rror, Banderilla al Filósofo Rancio, el Aviso a los gallegos, la Au-
rora mallorquina, Batería para los frailes. El Concisón de Cádiz o el
Manifiesto de don Simón Bergaño y Villegas?
El motivo y la causa que determinaron la pululación de abortos
de esta clase están resumidos en unas letras publicadas en el año 181 5
por el entonces Inquisidor General don Francisco Javier Mier y Cam-
pillo, quien escribía así: "Sabed que a nuestra noticia ha llegado, y
a toda España es bien notorio que entre los males que nos trajo la
(33) A. H. N. Inq., leg. 4.484.
— 144 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
invasión enemiga en 1808, y la ausencia y cautividad de nuestro ama-
do Monarca, no lia sido el menor la libertad de pensar y escribir con
tal desafuero que por el espacio de cinco años se vió nuestra piadosa
y católica nación inundar de folletos, periódicos, papeles volantes, y
escritos perversos que andalian en manos de todos con ruina de sus
almas. Abolido el Santo Oficio en las provincias sojuzgadas por el
impío tirano, y en las libres entorpecido primeramente en sus fun-
ciones, y después extinguido de hecho, no alcanzando los clamores y
el celo de los Reverendos Obispos a contener tan grave mal, no hubo
dique que represara a los ingenios libres y amantes de novedades, y
el desenfreno de escribir, autorizado por la libertad de imprenta llegó
a tal extremo, que no solo se publicaban diariamente escritos en todo
sentido pernicioso, y sí también se imprimieron obras ya antes jus-
tamente condenadas por el Santo Oficio, y algunas que lo estaban
por el juicio de toda la Iglesia" (34).
Ni que decir tiene que adrede no nos hemos referido a compo-
siciones literarias caracterizadas por las chanzas verdes y la lascivia
picante y bochornosa. Fué género literario perseguido sistemática-
mente por la autoridad inquisitorial, y a través de los primeros años
del siglo XIX se prohibían, entre otras menos populares, pero sí tan
libidinosas, las coplas Un día con Perico..., Confesión de la niña, Pe^
rico y Juanita y la Canción del taranlarerá, sin olvidar coplas de otro
género, como las recogidas Coplas sin pies ni cabeza motivadas por la
prohibición del Arzobispo de Granada a las mujeres de no entrar en
las iglesias con trajes deshonestos, suceso del año 1800, y que se ta-
charon de obscenas y provocativas.
Fuera de teología, filosofía o moral, sin olvidar los estudios bí-
blicos, apenas si se atendió a la producción extranjera, y aun en las
obras de carácter literario, con sus acostumbradas licencias, ya en ma-
teria de concupiscencia, ya en libertades y críticas mordientes contra
la autoridad eclesiástica, fueron muy escasos los libros prohibidos, re-
teniéndose de ordinario hasta haberse verificado una discreta censura,
que en la mayoría de los casos se reducía a tachar unos cuantos ren-
(34) A. II. N. Inq., leg. 4.501.
— 145 —
10
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
glones que nunca empecían a la belleza e importancia de las obras.
En 1625 se atendió a las traducciones españolas del Bocaccio. La
Caída de Príncipes fue el primer tratado del autor italiano que se
tradujo en España. Pedro López de Ayala lo había empezado, coro-
nándose la versión por don Alonso de Cartagena, Obispo de Burgos,
hacia el año 1422. Se tachó el pasaje donde el Bocaccio hablaba de
los Pontífices, pasaje tan conocido, que no merecería ser reproducido
de no ser por la rareza de la traducción y los quilates de la prosa :
"Empero pensando agora cómo los apostólicos padres sanctos de este
nuestro tiempo están muy mucho desviados de las costumbres y ma-
neras de los que en el tiempo antiguo pasaron, los quales con lágri-
mas y devotas oraciones toda su vida componían, y las virtudes de
los cielos por sus devotas oraciones se movían, creo agora que las
mitras que tenían los otros, estos presentes mudaron en hielmos y
los báculos pastorales en danzas, y las santas vestiduras en lorigas.
E empachanse oy contra las libertades y franquezas de los inocentes,
andando ayuntando huestes y asonadas, y alargarse en derramamiento
de la sangre de sus christianos, y diziendo que todo esto hazen por
ensalmar el estado de la sancta madre yglesia, no parando mientes, ni
se acordando de aquella palabra que dixo N. Señor quando dezía:
"el mi reyno no es deste mundo" ; y veo los tales querer ocupar todo
el señorío del mundo, por la qual razón me arredré de hablar, ni pen-
sar en tales cosas, entendiendo que la obra que sobre tal materia hi-
ziese, sería más escarnio que virtuosa. Empero avm en esto tal come-
diendo a quien presentaría la tal obra, si la hiziese, pensé una vez de
la mostrar al Emperador que oy reyna. Empero luego pensé no ser
bien hecho, entendiendo que muchos hechos muy granados, que otros
de sus antecesores hizieran, eran ya por él olvidados, e veyéndolo ocu-
pado en grandes combites, y muy criminosos comeres de muy pre-
ciosos vinos y manjares, pasando su tiempo, estando como hombre
frío, asentado en las nieues deseladas de Italia para librar y desen-
volver los pleitos y querellas de los querellosos" (35).
El Dante estaba expurgado en italiano por el Expurgatorio del
(35) A. H. A. Inq., leg. 4.472.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
año 1632. En España se le hicieron unos insignificantes comentarios
por el año 1634 (36).
Los Caracteres de La Bruyere interesaron en la Peninsula hacia
1750. Se los consideró inconvenientes por la sátira y los dichos inju-
riosos y denigrativos contra Inocencio II, contra la Compañía y, en
general, contra los directores de espíritus y predicadores católicos (sicj.
Las historias e historietas referentes a Port-Royal, donde se ul-
trajaba al Pontífice y se renovaban los errores de Jansenio y Ques-
nel, fueron, naturalmente, prohibidas. No podíamos olvidar la famosa
e insustancial obra del "abate" (sicJ Raynal. Su Histoire Philoso-
phique et politique des Etablissements dans les deux Indes se había
prohibido por una disposición de 1779. La obra, sin consistencia do-
cumental, sin crítica elevada y justa, alcanzó, como es sabido, noto-
riedad y extensa fama. Nada puede, sin embargo, salvarla, no obs-
tante reconocer ciertas buenas condiciones en la gente española. Sus
ataques a la Iglesia, el veneno derramado y las calumnias trenzadas
contra los monarcas españoles, contra la Inquisición, contra nuestros
colonizadores en América y, en general, contra nuestra Patria, hicie-
ron de todo punto imposible su circulación. Del célebre Masson de
Morvilliers se recogió su obra Abrégé Elementairc de la Geographie
vniuerselle de l'Espagne, et du Portugal. Se prohibió in totum por su
carácter tendencioso y sus proposiciones de carácter herético. Unas
Recherches philosophiques sur les Americains, impresas en Londres
(1771), y de cierta popularidad, se prohibieron igualmente por sus
proposiciones sapientes haeresim.
En la segunda mitad del siglo xvii se incluyen en los edictos
varias obras francesas. La Inquisición de Valladolid censuró la His-
toire du Chevalier des Grieux et de Mmon Lescaut, anotada en el
edicto público de mayo de 1789. La misma Inquisición trataba por
esta época de la censura y calificación de los Dialogue entre Louis XIV ,
Roí de France, et Charles VI, seizienne Empereur de la Maison d'Au-
triche. Se había impreso en Utrecht en 1742. Se tratan en ella cosas
diversas. Da el autor como condenado al Fundador de la Compañía, in-
(.^6) A. H. N. Inq., leg. 4.444.
— 14; —
1
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
sulta la memoria de Inocencio XI, satiriza y ridiculiza escandalosa-
mente la canonización de los Santos, y ataca el dogma de la predesti-
nación. No satisfecho el autor con tamañas atrocidades, declaraba ile-
gítimo y espurio a Luis XIV, manchando la fama de su ilustre ma-
dre Doña Ana de Austria, haciéndole hijo del Cardenal Richelieu, a
la vez que sostenía obstinadamente que la condenación de Molinos y
de sus errores por Inocencio XI se debió únicamente a la presión de
Luis XIV, holgándose de vindicar así las doctrinas quietistas. La Vas-
coniana, publicada en París, en casa de Michel Brunet (1710), y que
no era otra cosa sino un tejido basto de chistes, cuentecillos y agude-
zas, atribuidos a los gascones, fué enjuiciada como perjudicial a las
buenas costumbres. Por el año 1787 se prohibían las poesías latinas
de Bernardo Moneta, injuriosas al sacerdocio )• a los monasterios, y
opuestas a las sanas costumbres. La edición de Moneta se había reco-
gido en una antología de poetas griegos y latinos, publicada en Franc-
fort, en 1743.
Las obras publicadas contra España fueron muchas. Recuérdese
el librito intitulado Frater hispanicus, impreso en Londres (1735) y
prohibido in totum. Por el año 1785 se editaba en las prensas de Ams-
terdan Potrait de Fhilippe II, Roi d'Espagne, par Mercier, auteur du
Tablean de Paris, du Potrait des Rois de France, dii Bonnet de Nuit.
Se vedó también su lectura por Decreto del Consejo de 31 de agosto de
1791. El libro encaja perfectamente dentro de la leyenda negra, carac-
terizando su autor a Felipe II por el despotismo, "terrible y supersti-
cioso". Después de Tiberio — escribía el escritor francés — jamás tirano
alguno se ha visto sentado sobre el trono. Arremete, además, contra la
Inquisición, exaltando las excelencias de Ysabel de Inglaterra. En el
año 1792 se delataron Les liaisons dangereux, cartas impresas en
Amsterdan en 1782. Los principales personajes que figuran en la so-
ciedad que describe — ocho o diez personas — son exponentes de la
salacidad y corrupción sexual más extremada y escandalosa. ¿ Se po-
día consentir la circulación por la Península de las historias y corres-
pondencias de la Marquesa de Mentevil y del Vizconde de Valmont,
capaces de enrojecer a un cabo...? Todavía se encuentran en nuestros
días lectoras de Les liaison dangereux, publicadas por el Patronage de
— 148 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
L'Association Guillaume Budé" . (Societe des Bolles Lettres. París.
Se trata de un texto preparado por Eduardo Alaynal.)
A fines del siglo xviii se seguían interviniendo muchas lecturas
francesas. Así estaban veladas La revolution de Paris, La Constitution
de Paris (lygi), Droits dii homme, en response au attaque de Mr. Burk
sur la revolution francaise. En el último Expurgatorio se había prohi-
bido el Encomium Morice, de Erasmo, traducido al francés, L'Eloge de
la folie. La prohibición sobre los libros consagrados de alguna manera
a la revolución francesa fué general y sin excepciones.
— 149 —
CAPITULO IV
Significación del renacimiento bíblico en España en la segunda mitad del si-
glo XVI. — El proceso criminal contra los biblistas salmantinos. — Declaraciones
de Fr. Bartolomé de Medina, Fr. Domingo Báñez, Fr. Juan de Santa Cruz,
Francisco Cerralvo de Alarcón, León de Castro, Fernández de Salazar y
Bachiller Pedro Rodríguez. — Diecisiete proposiciones achacadas a los hebraís-
tas Fr. Luis de León, Martínez de Cantalapiedra y Gaspar de Grajal, pre-
sentadas en el Consejo de la Suprema por el padre Pedro Fernández, do-
minico.— Parecer de los inquisidores de Valladolid. — L^na advertencia del Co-
misario Francisco Sancho. — Prisión de los hebraístas. — Una obra magistral
del Maestro Martín Martínez de Cantalapiedra: Libri decem hypotyposcon...- —
Su significación científica. — Exposición doctrinal de los biblistas españoles. — El
hebraísmo : la V'ulgata y la interpretación de los santos. — Precursores de la
moderna exégesis. — Dos opiniones de los dominicos Arce y Domingo Báñez.- —
.\mplitud de la Teología positiva : sus ciencias auxiliares, y principalmente el
estudio de la Teología escolástica. — La cultura patrística. — Valoración crítica
del movimiento. — Altura científica de algunos teólogos calificadores. — El pro-
blema histórico. — Las Juntas de Salamanca. — Textos de los procesos crimina-
les.—Diferencias de criterios científicos y las competencias a cátedras. — Las ac-
N mi libro La Inquisición española he condensado, en líneas ge-
t / nerales, y con las siguientes palabras, la significación del movi-
miento intelectual que he de exponer circunstanciadamente en este
capítulo para solaz y deleite de los hombres cultos: "El conocimien-
to de las lenguas antiguas y la reacción más o menos violenta contra
el espíritu y procedimientos del peripatetismo escolástico de los si-
glos medios, contribuyen, poco a poco, a acelerar los comienzos de
una nueva edad intelectual, caracterizada por los grandes trabajos
tuaciones del dominico Fr. Bartolomé de Medina.
— '51 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
de investigación y de exégesis. La lucha intensa y enérgica contra
los escolásticos decadentes y contra los clérigos atrabiliarios y está-
ticos, iniciada por el Maestro Nebrija, da sus mejores frutos en la
segunda mitad del siglo xvi. No se extiende el nuevo espíritu en in-
geniosas alegorías, sino en una tendencia a esclarecer y depurar las
expresiones literales del sagrado texto bíblico. Se satisfacían las exi-
gencias de la crítica, y se solucionaban múltiples dificultades, con-
forme con los adelantos de la ciencia y de la crítica escrituraria. Una
honda agitación intelectual caracteriza esta época, que llena la se-
gunda mitad del Quinientos. Es una etapa histórica de investigación,
de controversia, de coordinación. Esta fiebre y actividad mental afec-
ta de una manera directa a la Biblia. No se merma, sin embargo, el
Dogma. Se preconiza una perfecta libertad de investigación, de acuer-
do con los principios y métodos de la ciencia, prescindiendo de las
restricciones de pequeños dogmatismos, y de !a discutible autoridad
de sistemas ya anticuados, o de escuelas que a la sazón no tenían nin-
guna razón de ser. Este espíritu incorporaba en la exégesis y en la
crítica moderna todas las novedades o adquisiciones de la ciencia.
Los grandes doctores habían dado el ejemplo de acumulación de todas
las ciencias profanas que podían esclarecer e iluminar las dificultades...
La exploración es soberbia. Todo lo domina un hecho : la creación de
un método. Se abandonan las pretendidas verdades y se dedica el
hombre de letras al estudio lingüístico, y a las comparaciones valora-
tivas. .'^e avanza de observación en observación. En lugar de empezar
por la síntesis se empieza por el análisis. El instrumento se ha encon-
trado ; el método se consolida y se amplía el campo de la ciencia. En la
Historia, en la crítica, el estudio de los hechos, del medio, de los
sentidos textuales, reemplazaba las viejas reglas escolásticas dentro
del estudio de la Teología positiva" fi).
El día 17 del mes de diciembre de 1571 declaraba el padre do-
minico Fr. Bartolomé de Medina ante el Comisario de la Inquisición
en Salamanca, Francisco Sancho, su inquietud por un pretendido
(i) Vid. Miguel de la Pinta en La /nquisición esf>nñoln. págs. .^:í^i-347.
Madrid, 1948.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
espíritu reformista que se habia, por lo visto, iniciado en Salamanca,
con escándalo de los doctos de aquella Universidad, arca dorada de la
ortodoxia, como Madre insigne de teólogos que aun hoy siguen y
continuarán iluminando la eterna tradición de la verdad y de la fe.
Estas fueron sus palabras: "y que entiende que en esta Universidad
ai mucho afecto a cosas nuehas, y sí poco a la antigüedad de la religión
y fe nuestra, y dixo que esto es lo prencipal que se deue remediar" (2).
Concluía Fr Bartolomé de Medina con estas frases su testificación
contra los Maestros Martín Martínez de Cantalapiedra, Gaspar de
Grajal y Fr. Luis de León, catedráticos los tres en la Atenas salman-
tina, y perennemente vinculados a la Historia de nuestra ciencia y
de nuestro humanismo, como magníficos exponentes, dentro de la
tradición científica ortodoxa, del ímpetu especulativo de nuestras gen-
tes universitarias.
Fr. Luis de León asociaba sangre judía y esencias iberas. El
Maestro Gaspar de Grajal procedía de castas alienígenas desposadas
con la Fe, y él destacó siempre como sacerdote ejemplar y hombre
de bonísima condición nativa. Martínez de Cantalapiedra, pese a acu-
saciones que intentaron manchar su raza, era originario de la más
castiza tierra castellana : Salamanca y Valladolid. Los tres son los
personajes del drama que hemos de exponer, respondiendo a los más
exigentes cánones de la objetividad histórica. Su importancia la dedu-
cirá el lector con sólo advertir que acaecía en los primeros años de la
segunda mitad del siglo xvi, es decir, mucho antes que el espíritu
crítico moderno alumbrase la exégesis, que debía rebasar el estrecho
círculo en que los hombres del Renacimiento pretendían en general
encerrarla, aportándose en la empresa frutos de la más alta cultura
europea, como que se anticipaba muy eruditamente a la ciencia filoló-
gica, una creación por completo moderna.
.A. dos de diciembre del año 1571 había presentado en el Consejo
(2) Procesos inquisitoriales contra los hebraístas de Salamanca: Gaspar
de Grajal, Martínc;: de Cantalapiedra y Fr. Luis de León. I. — Gaspar de Gra-
jal. — Estudio y transcrii)c¡ón paleográfica por Miguel de la Pinta Lloren-
te, O. S. A., pág. 10. — Del Archivo Agustiniano. Madrid. Monasterio de El
Escorial, 1935.
— —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Supremo de la Inquisición, el P. Fr. Pedro l-'ernández, de la Orden
de Santo Domingo, un papel que incluía 17 proposiciones sospecho-
sas, "que no les parecía buen lenguaje" a los PP. Domingo Báñez
)' Fr. Bartolomé de Medina. Dichas proposiciones habían sido reco-
gidas en Salamanca por varios conductos, y se achacaban a los ca-
tedráticos Ga.spar de Grajal, Fr. Luis de León y M&rtínez de Can-
talapiedra. En el mismo mes dieron comienzo las diligencias para- ins-
truir el debido expediente que se iniciaba con la clásica información
abierta en Salamanca por el Comisario del Santo Oficio en aquella
ciudad, Francisco Sancho, y que había de motivar el famoso proceso
criminal contra los hebraístas aludidos.
Vamos a resumir brevemente los cargos presentados en la infor-
mación inquisitorial verificada en los últimos días del mes de diciem-
I)re de aquel año de 1571. Fr. Domingo Báñez confiesa haber oído al
Maestro Medina que habían acudido a él diferentes personas escan-
dalizadas de varias proposiciones sobre Sagrada Escritura, achaca-
das, como hemos indicado, a algunos profesores de aquella Universi-
dad. Apunta después concretamente el fraile dominico como autores
de la doctrina que agitaba a los estudiantes al Maestro Cantalapiedra,
catedrático de lengua hebrea, y al Maestro Gaspar de Grajal, susti-
tuto de la cátedra de Biblia. No precisa, sin embargo, Báñez la
opinión de ambos a dos catedráticos, escudándose con el P. Barto-
lomé de Medina, como más enterado del negocio. Sin embargo, de la
declaración de Báñez podemos recoger una referencia directa sobre
el Maestro Grajal. Manifiesta que dialogando con Grajal, y amo-
nestándole sobre una pretendida negación del sentido alegórico en la
Escritura, "respondió el dicho Maestro Grajal que no había sentido
alegórico, y replicándole este declarante que como decía San Pablo,
qucc siint per allcgoriam dicta, respondió que San Pablo abía hablado
impropiamente, concluyendo Báñez a la postre que Grajal se declaró
tan confusamente "que este declarante con ser hombre que a muchos
años que lehe teulugía, no le entendió bien, ni quedó satisfecho de su
opinión, antes le pareció a este declarante que daba a entender qucl
lugar que San Pablo traía en la epístola Ad Calatas, donde dice quce
sunt per allegoriam dicta, le traía San Pablo como por comparación
— 154 —
LA l.WQi lSlCION y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
o figura, de la manera que podríamos traher de otra cualquiera ys-
toria humana alguna comparación para declarar alguna doctrina, y no
porquel Espíritu Santo hubiese pretendido el sentido para que San
Pablo traía aquel lugar del Viejo Testamento; pero en esto no se
afirma determinadamente este declarante, porque como dicho tiene
abló confusamente el dicho Maestro Grajal" (3). Más concretas y deter-
minadas son las siguientes respuestas de Báñez : que Grajal le había
dicho que tenía como doscientos o trescientos lugares de la Sagrada
Escritura, corregidos de la Vulgata, y que se podía lograr una edición
bíblica mejor; y que según deposiciones de algunos estudiantes, afir-
maba Grajal o Martínez, o ambos a dos, que la Teología escolástica
dañaba e impedía el estudio de la positiva, añadiendo que según las
noticias llegadas a conocimiento del P. Fr. Bartolomé de Medina,
sostenía Cantalapiedra que el libro de los Cantares era literalmente
un carmen amatorium de Salomón a la hija de Faraón, Rey de Egip-
to, "y que todo lo demás que sobre aquel libro se decía era cosa
fútil y moralidades de pedricadores, o otras cosas semejantes a ésta" (4).
La declaración del P. Fr. Bartolomé de JVIiedina es como sigue.
Después de hacer responsable a Grajal de sostener que la Teología
escolástica perjudicaba al entendimiento de las Sagradas Escrituras,
y que era menester consagrarse primero a los estudios escriturarios
que no a la Teología escolástica, testifica que Grajal le había dicho
"que los santos doctores comúnmente siguen los sentidos espirituales,
y no los literales, y la causa desto decía el dicho maestro Grajal que
hera porque heran fáciles, de donde parece que el sentido de las san-
tas escrituras no se a de sacar de los santos padres, pues sólo el sen-
tido literal ace fuerza". Medina exponía que según referencias de su
compañero de hábito Báñez, Grajal porfiaba que no había sentido
alegórico en la Escritura, y recordaba, conforme las versiones de los
alumnos universitarios, que Grajal y Martínez "se reían y mofaban
de las declaraciones de los Santos en algunos casos de la Escritura", en
especial de que se dedujera el misterio de la Santísima Trinidad del
(3) Ibídciii, i<ágs. 6-7.
(4) Ib'tdem.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
salmo, "henedicat nos Deus, Deus noster, del verso verbo Domini
jirmati sunt, y de in principio creavit Deus'\ Pero quizás la testifica-
ción más interesante de Medina sea asegurar que los dos Maestros
Grajal }■ Martínez seguían en sus exposiciones la exégesis de judíos
y rabinos, sin hacer mención de la de los Santos, de suerte "que el
dicho Maestro Grajal dixo a este declarante que abía leydo en su cá-
tedra los salmos de David vno o dos años, y que en la dicha lectura lo
común seguía la esplicación de los Rabinos, porque los Santos no le
contentaban, porque seguían moralidades". Y después de inculpar
a Martínez de la misma tacha, Bartolomé de Medina incluye con los
dos Maestros ya acusados, Grajal y Martínez, el nombre de Fr. Luis
de León, expresándose de esta guisa : "ytem, declaro que en esta
universidad algunos maestros, señaladamente Grajal y Martínez, y
fray Luis de León, en sus pareceres y disputas quitan alguna autoridad
a la edición Vulgata, diciendo que puede aqer otra mejor, y que tiene
hartas falsedades" (5).
Por la misma fecha se presentaba ante Francisco Sancho un monje
Jerónimo salmantino, Fr. Juan de Santa Cruz, el cual, respondiendo al
interrogatorio, recuerda que cierto día visitando el P. Bartolomé de
Medina su monasterio llevó un papel que contenía muchas proposi-
ciones, entre las cuales se acordaba de las siguientes: "que en la ydición
Vulgata aprobada por el Concilio Tridentíno abía errores, avnque no
perniciosos en materia de fe ; y otra, que de los Santos no se podía
saber la Escritura en sentido literal; y ésta dixo que se la había oydo
al maestro Grajal, el qual dixo quel dicho maestro Grajal le abía di-
cho que la sacaría presto ympresa ; y decía quel sentido literal se ha de
saber de los Rabinos, y otra que la teulugía escolástica impide el en-
tender la Escritura". Es digno de anotarse cómo preguntándole el
padre dominico a Fr. Juan de Santa Cruz qué juicio formaba de tales
proposiciones, el monje jerónimo advierte "que heran cosas muy es-
candalosas, y dinas de ser, corregidas, y que mirasen por la onrra
desta universidad", expresándose acerca de la obligación de denun-
ciarlo con estas palabras: "so pena de pecado mortal".
(5) Ibídem, págs. 9-10.
- 156 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Francisco Cerralvo de Alarcón, colegial de Cañizares, depuso en
aquel mes de diciembre con las siguientes informaciones. Se refiere
en primer lugar a la cátedra de hebreo, a la que asistía como alumno
del Maestro Martinez de Cantalapiedra. Consigna que la lengua he-
brea es muy equívoca, y que pende mucho del que la explica dar un
sentido u otro, "y que muchas beces es diberso de lo que suena la
edición Vulgata, lo qual lehe el Maestro Martín Martínez en la Uni-
versidad de Salamanca". Como en el caso de alguno de los testifican-
tes anteriores, Alarcón precisa que sus informaciones no eran direc-
tas y personales, sino referencias concretas del P. Bartolomé de Me-
dina. Así, por ejejmplo, manifiesta "que el maestro Medina dixo a
este que declara que el Maestro Martínez abía dicho, o comentado a
leher los Cantares que sentendian a la letra de Salomón a la hija de
Faraón, y que este declarante no se lo oyó decir al dicho Martínez,
estando leiendo su lección ordinaria. Dixo: "anme dicho que se dice
que yo dixe que declarando lo de los Cantares, que sentendian a la
letra de Salomón a la hija de Faraón ; yo no lo dixe, pero aunque lo
dixera, no fuera tan malo que Batablo lo dice". Precisa luego Alarcón
sobre haber oído al Maestro Grajal que contaban muchos lugares es-
criturarios, cuyo sentido literal no se habían entendido hasta la fecha,
)• que estudiados por hombres de letras, competentes y cultos, podrían
dejar atrás las interpretaciones y exégesis de los Santos, "porque avn-
que huniversalmente en las Escrituras ellos entiendan, más enpero en
algún lugar en particular puede vno haber trabajado mucho más, y
ansí entendello mejor". Pero no obstante la declaración sobre el
tema, Alarcón la amplía en términos muy curiosos: "mas se acuerda
que los dos maestros Martínez y Grajal dicen esta proposición, que
ay muchos lugares que hacen dificultad por estar mal trasladados, que
si se trasladasen conforme a la verdad y propiedad, e bien, estarían
muy claros }■ llanos, lo qual oyó este declarante decir a los dichos maes-
tros, y a este tenor dixo aber 03-'do a los sobredichos otras proposicio-
nes que aora no se acuerda dellas, de las quales a oydo murmurar" , y
a renglón seguido estampa con una singular sinceridad y honradez,
que entiende, sin embargo, "que los que murmuran dellas es por no
entender tanto esta facultad, y no ser aficionados a este estudio de len-
— 157 —
MIGUEL DE LA FINTA LLORENTE, O. S. A.
guas y traslaciones" . "Se reitera después la información sobre la ver-
sión leoniana del Cantar, y se vuelve a insistir en las explicaciones de
Grajal y Martínez sobre el conocimiento del hebreo para el mayor
y mejor entendimiento de los textos bíblicos, en contra de muchas
de las interpretaciones de los Santos, que no conocieron el hebreo,
conclu}'endo con la opinión de los dos hebraístas que se podría lograr
en la Yglesia una versión mejor que la existente" (6).
La misma fecha que Alarcón, declaraba en Salamanca el Maes-
tro León de Castro, catedrático de prima en la Universidad, y perso-
nalidad muy excepcional en el afjaire de los hebraístas. Se refirió en
primer lugar a la clásica obra de Martínez de Cantalapiedra Hypoty-
poscon Tlieologicarum..., manifestando que en ella habla proposicio-
nes que él reputaba por erróneas y por heréticas, especialmente di-
sertando sobre lugares de Sagrada Escritura. Refiriéndose a Grajal
consignaba que el Maestro sostenía, según referencias, "que los San-
tos no ponen el sentido literal a la Escritura, y que el sentido literal
se debe buscar de los Rabís, o así palabras semejantes que ban a esta
sentencia...; de judío y Rabís son el sentido literal de la Escritura
berdadera, parece ques decir que los Santos an mentido, quando las an
llamado siempre patrañas de biejas, mentiras y semejantes mentiras,
y desatinos, porque si es sentido literal la ynterpretación del Raby
no son desatinos y mentiras de biejas". Otrosí, León de Castro alu-
de inmediatamente a Fr. Luis de León, considerándole como apasio-
nado defensor de semejantes teorías. Torna luego a acusar al Maestro
Grajal como expositor en sus lecciones de las exégesis rabínicas y
judías, con menosprecio de las de los Santos, precisando que los tres
catedráticos profesaban conjuntamente parecidas doctrinas, es decir,
"que se pueden traher explicaciones d'Escríturas nuebas no contra
la explicación de los Santos, sino praetcr, pero que aquel praeter le
parece sufisticado" ; y remata su deposición marcando así sus últimas
alusiones: "que este declarante oyó decir a los dichos ^laestros Mar-
tínez y Grajal que muchas cosas en la translación Vulgata están mal
trasladadas... e que es común dicho del Maestro Grajal quel sentido
(6) Ibídem, págs. 10-13.
- 158 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
de la Escritura es muy fácil, y que los Santos por eso no se detienen
en él, ny lo declaran, y esto declaró, y es lo que dice acordarse" (7).
El dia 29 declararon los dos últimos testigos de aquel año : Fer-
nández de Salazar, pupilo del Maestro León de Castro, y el Bachiller
Pedro Rodríguez, de la Facultad de Teología. Fernández de Salazar
hace referencia a Grajal con estas palabras : "que oyendo este declarante
los salmos del dicho Maestro Graja!, le pareció mal que siguiese tanto
a los Rabies por ahutores ; e trató vna vez sobre si el sentido literal
avia de ser de Cristo o de David, de otras ystorias de la Sagrada Es-
critura, y en figura solamente de Cristo, la qual disputa a este decla-
rante no contentó, avnque no la tuvo por herrónea ; y en particular
declarando lugares d'Escritura parece a este declarante que difiere de
las reglas universales, que en la tal disputa propuso..." Del ]\Iaestro
Martínez de Cantalapiedra recordaba el deponente ante el Comisario
de Salamanca su aserto de ser el Cantar de los Cantares la historia
de los amores entre Salomón y una hija del Rey de Egipto ; y men-
ciona el nombre de Fr. Luis de León con motivo de referirse a su
versión de los Cantares, "muy tenida y estimada" ... "que hera muy
buena", declarando Fr. Luis en ella "todos aquellos requiebros en
español".
Del Bachiller Rodríguez poco tenemos que extractar que no sea
conocido ; pero la gravedad de las imputaciones — gravedad originada
del sentido literal de las testificaciones — urge que sea subrayada, por
destacarse frecuentemente matices y estilos muy personales y nece-
sarios para enjuiciar luego con crítica cabal actitudes intelectuales tan
interesantes y criterios científicos tan sustanciosos. Rodríguez, des-
pués de apuntar el nombre de Fr. Luis de León como autor de la
proposición Canticum Canticorum ad litteram intelligitur proprie de
Salomone ad suam uxorem, hace hincapié en la posición de Martínez
y Grajal, presentándonos, además, un texto curiosísimo, atañedero al
Maestro Sánchez de las Brozas y que, como de tal personalidad, no
desdeñaremos darle cabida en estas páginas : "Que a oydo el Maes-
tro Grajal susodicho, que trayendo en su lectura sentidos alegóricos,
(7) Ibidem, págs. 14-16.
— —
MIGUEL ÜE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
mostrava por señal vn poquito menospreciarles, y burlar dellos, e
de los pedricadores vn poquito ansí ; y más dixo que en tiempos pa-
sados le parece a este declarante que oyó decir al dicho maestro Gra-
jal que la tculugía hescolástica no era cosa tal, e desdeñada vn po-
quito della, y le paresce que ogaño se a enmendado de esto ; y que
del maestro Martínez, que dicho tiene, tiene más cirtidumbre que la
desdeñó, dando así como mangonada de la tehulugía hescolástica" (8).
Con fecha 20 de enero de 1572, el Comisario Francisco Sancho
comunicaba a los señores del Consejo haberse censurado las 17 pro-
posiciones enviadas a Salamanca desde Madrid —proposiciones pre-
sentadas, como hemos precisado, por el P. Pedro Fernández — , ha-
biendo intervenido en la censura, conjuntamente con el Comisario sal-
mantino, el Maestro León de Castro y el dominico Fr. Mancio del
Corpus Christi. Dichas proposiciones rezaban así textualmente :
"i. — 'Canticum Canticorum est carmen amatorium Salomis ad
filiam Pharaonis, et contrarium docere este futile.
"2. — Canticum Canticorum potest legi et explicari sermone vulgari.
"3. — Conmuniter et ordinarie explicantur sanctae Scripturae se-
cundum explicationem Rabbinorum, rejectis vel neglectis Sanctorum
explicatíonibus.
"4. — Non est respectus ñeque afectus ad antiquitatem, sed ad nova
dogmata et particulares sententias.
"5. — Non est inconveniens asserere quod Patres antiqui qui lim-
guam haebream non calluerunt, veram intelligentiam Sanctarum Scrip-
turarum non habuerint.
"6. — Non est inconveniens adducere explicationes Scripturae con-
tra explicationes omnium Sanctorum.
(8) Ihídem, págs. 16-20. El texto sobre el Brócense es como sigue: "Y este
declarante dixo que puede aber año y medio que le dixeron no se acuerda
quien, que el maestro Sánchez, catedrático de Retórica en este estudio e huni-
uersidad, avia dicho quen la Biblia avía boberías, y este declarante se lo pre-
guntó, y se declaró quél los entendía de algunas cosas tomadas a la letra, y e.ste
declarante dixo que no lo tubiese ansí, y el dicho Sánchez respondió a este de-
clarante, que ansí como este declarante, lo entendía él, y con esto se despidió
del." (Ibídem.)
— 160 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
'7. — Aft'irmant quídam cum juramento multa loca Scripturae sa-
crae non esse adhuc in Ecclesia intellecta et gloriantur solos ea intel-
ligere.
''8. — Irridentur explicationes Sanctorum, v. g., irridentur expli-
catio illius loci, Génesis, primo: "in principio creavit Deus coelum et
terram", ad probandum misterium Trinitatis. Et illud, "verbo Domi-
ni coeli firmati sunt, et spiritu", etc. Et illud, "benedicat nos Deus^
Deus'noster". Item illud, "signatum est super nos...", ad ostenden-
dum lumen rationis naturalis. Et illud, "in lumine tuo videbimus lu-
men", ad ostentendum lumen gloriae. Et illud, "anima mea in ma-
nibus meis semper", ad ostendendum liberum arbitrium. Et illud,
"gratiam et gloriam dabit Dominus", ad ostendendum Deum esse
aucthorem gratiae et gloriae supernaturalis.
"9. — Ouotiescunque adducuntur explicationes Sanctorum contra
ea quae leguntur, habentur pro nihilo, et referuntur ad allegorias ; et
quidam aucthor habet in ore hoc proverbium "el sabio alegorim",
quando adducuntur sententiae Patrum.
"10. — Quando explicantur sacrae scripturae secundum explicationes
Rabbinorum dicunt alia esse superedificandam et superedificata ad ar-
bitrium cujusque, et pertinere ad ignaros praedicatores...
"11. — Non est sensus allegoricus in Scripturis.
"12. — Doctrina scholastica nocet ad intelligentiam Sanctarmrr
Scripturarum.
"13. — Melior translatio potest haberi Scripturae ea quae nunc est
in Ecclesia.
"14. — Haec translatio quam habet Ecclesia continet multa falsa,
sed non in iis quae pertinet ad fidem, ñeque ad mores.
"15. — In Veteri Testamento non est promissio vitae aeternae.
"16. — Sancti Patres conmuniter explicant Scripturas in sensu
allegorico, et ideo veritas fidei ex scriptis Sanctorum probari non
potest.
"17. — Sensus literalis est perfacilis, et ideo Sancti Patres in eo
non inmorantur."
El día 29 de enero se presentaba un nuevo informe, suscrito por
los doctores Frechilla y Juan Gutiérrez, los cuales enterados de la
— 161 —
II
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
"qualidad" de las personas que profesaban las célebres proposiciones,
opinaron que podía procederse contra Grajal y Martínez, tildándoles
de sospechosos de herejía. Los inquisidores valliscíletanos procedieron,
en consecuencia, vistos todos los pareceres, a votación. El Comisario
Sancho condena las proposiciones como heréticas, erróneas, escanda-
losas y malsonantes, y textualmente añade: "Y por solo decillas, in-
clu>'en en sí pertinacia, y por ser personas que enseñan, se podría
seguir y rreparable daño en las cosas de religión en aquella univer-
sidad, y en estos Reynos, pues de todos ellos ocurren allí a ser en-
señados, y por andar el tiempo tan peligroso en las cosas de religión,
y no auer ya por nuestros pecados Reynos con religión, si no son
estos de España, y las cosas que han apuntado los maestros Grajal y
Martínez son cosas de la escuela de Luihero, y las de Grajal, apuntan
c esto, y a judayzar" , pareciéndole oportuna la prisión de dichos Grajal
y Martínez (9).
El inquisidor Guijano de Mercado opinó también como justo y
razonable el encarcelamiento de los Maestros, suscribiendo el mismo
parecer los doctores Realiego y Frechilla, inclinándose con voto más
humano y blando el doctor Juan Gutiérrez, quien mantuvo la opinión
de que fuesen los acusados recluidos en un monasterio, sin comuni-
cación entre ellos, y se continuase así la causa (10).
Conviene advertir que con fecha 9 de enero había informado a
Madrid Francisco Sancho en el sentido de que las proposiciones en-
viadas a Salamanca para su calificación le parecían ciertamente de
grave calidad, pero que de la probanza verificada —pese a ello, ya
ha visto el lector su voto— se podía conjeturar, dato importantísimo,
una realidad muy digna de tenerse en cuenta: la de que se dudaba
de la paternidad de las proposiciones tal como se encontraban enun-
ciadas, "y de las que parecen que han querido affirmar, no consta
del todo, ni con probanza cierta y bastante, cómo y en qué sentido
las han afirmado", y, así, deducía lógicamente la necesidad de una
más "cumplida" probanza, la cual se iniciaba a dieciocho días del mes
(9) Ibídem, pág- 31 •
O o) Ibídem.
— 162 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
de febrero, manteniéndose abierta la información hasta mediados del
mes siguiente de marzo.
Es precisamente en este mes cuando el Comisario de Salamanca
se decidió resueltamente, examinadas con Mancio las declaraciones de
los testificantes, a unir e incorporar el nombre de Fr. Luis de León
al de sus comprofesores Grajal y Martínez, y ello lo significa en ren-
glones memorables y dignos de tenerse en cuenta para el enjuicia-
miento de estos lances. Escribe de Fr. Luis de León como cargo que
juzgaba como verdaderas las interpretaciones judías sobre la Escri-
tura, y que prefería a Vatablo, Pagnino y otros rabinos a la edición
Vulgata y al sentido fijado a veces por los santos. Según dichos y
referencias, la doctrina del fraile agustino era cosa "perniciosísima a
la Religión", y da ocasión a que los cristianos no tengan confianga
en los dichos de los santos, y que puedan apegarse a los escriptores
hebreos y rabinos, y apartarse de lo que la Iglesia tiene por cierto,
como lo es de lo que los santos alumbrados por el Espíritu Santo
tienen, "y a mi parecer todos los libros ebreos y griegos no tubieron,
ni tienen la certidumbre que la edición Bulgata..." (ii). Ello, unido al
conocimiento de que Fr. Luis pertenecía a familia conversa, le pare-
ce exigir la prisión del insigne catedrático agustino.
Así efectivamente se verificaba. A las seis de la tarde del 27 de
marzo se arrestaba a Fr. Luis de León. La prisión de Cantalapiedra
acaecía el mismo día, habiéndose redactado el mandamiento sobre la
prisión de Grajal con unos días de antelación, el 20 de aquel mes del
año 1572. Recibidos los tres catedráticos en los calabozos inquisito-
riales de Valladolid, se inicia una serie de audiencias que resumen
estos procesos criminales, y que son prueba indiciaría de los puntos
que vamos a perfilar a través de esta exposición doctrinal, basándo-
nos, como es lógico, en los textos y referencias de los catedráticos
perseguidos y encarcelados.
Ya en mi libro sobre el proceso del Maestro Martín Martínez de
Cantalapiedra he procurado desnatar algunos de los conceptos funda-
mentales del eximio hebraísta, que forzosamente hemos de reprodu-
(11) Ibídem, págs. 9O-91.
— 163 —
MIGUBL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cir en estas páginas. Obra esencial para precisar sus criterios inte-
lectuales es el libro editado por el Maestro, resumen de su ingenio
privilegiado y exponente de su abrumadora cultura lingüistica y pa-
trística, amén de las doctísimas exposiciones de su proceso inquisito-
rial. La obra apareció en el año 1565, )• su referencia bibliográfica es
amplía y sonora: Libri decem Hypotyposeon Theologicum... (12).
Se trata de una introducción extensa al estudio de la Sagrada Escri-
tura, de imponderable valor y calidad. Se ventilan en ella desde las
cuestiones de pura estilística hasta los puntos más discutidos y más
oscuros de Arqueología y exégesis bíblica. Pero no se crea, pese a
sus normas innovadoras y a sus reglas críticas, basadas en la tradi-
ción de la gran literatura patrística, donde se sumaban la Arqueolo-
gía bíblica, la estilística, la crítica filológica y gramatical, que marcan
el peso científico del autor, fecundo humanista y sapientísimo teólogo,
que Cantalapíedra desdeñaba las aportaciones de la tradición ortodo-
xa de la escuela. No desdeñaba así el Maestro, como los fanáticos
seguidores del literalísmo bíblico, los demás sentidos. Con el históri-
co y literal, admitía el sentido tropológlco, referente a las costumbres;
el místico, conocido también con el nombre de especulativo contem-
plativo, derivándose de éste el alegórico, referido a Cristo }• a su
Iglesia, y el anagógico, aplicado a la Iglesia triunfante.
Fundamentalmente, como buen hebraízante, defendía Cantalapie-
(12) "Libri decem Hypotyposeon Theologicarum sive regularum ad intelli-
gendum scrituras divinas in duas partes distributi. Quarum prior quze octo
libros complectitur, aliquot conmunes ad scripturarum exactam iiitelligentiani
spectantes, adeo enucleate tractat, ut nihil amplius ,aut possit aut debaeat de-
siderari. Posterior, quae duobus voluminibus clauditur, duas Regulas Quinqua-
genas continet quas non inútiles, illis theologis qui sacris Bibliorum mysteriis
initiantur, re ipsa cognoces. Nunc primo summa cura ac diligentia elaborati
et multorum locorum nova interpretatione, quae tan antiquos quan recentiores
fefellerant, insigniti. A Martino Martini Cantapetrensi sacrae theologiae ma-
gistro, ac primo, post CCC annos a Salmanticensi Academia condita, sacrorum
Bibliorum in tribus linguis Primario ad perpetuo interprete a Joe. Bracamon-
tio Avílense viro admodum Illustri Academias prsefecto (quem virum Recto-
rem post tot Rectores poteris appelare) ad id munus obeundum coóptate elum-
brati. Salmanticae, excudebat Joan Maria a Terranova. Anno. M.D.LV."
— • 164 —
LA INQUISICION ¥ LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
dra que los textos hebreos no estaban corrompidos ; pero ello no le
hacía despreciar la versión tradicional, siendo, por tanto, muy ejem-
plar su criterio sobre los textos originales y sus relaciones con las
restantes ediciones bíblicas. La antigua sentencia multo purior ma-
nare credenda jontis unda quam rivi es norma fija y base de partida
en la orientación intelectual. Pero su ortodoxia y su respeto por la
tradición le hacen apoyar su exégesis en la sentencia del hermeneuta
alejandrino: "verum oportet id quod in usu est atque in ecclesiis le-
gitur exponere, ct quod in haehreis codicibiis invenitur non prae-
terire" .
En torno de estas materias escribe desde su cárcel el i6 de mayo
1573' si bien con anterioridad había tratado el tema respondiendo
a las acusaciones. Consigna Cantalapiedra que entre algunos intelec-
tuales la Biblia hebraica era peor que el Alcorán de Mahoma, y se
expresa con estas palabras, refiriéndose al cargo que se le hacía sobre
los santos: "... a procurado esto el Demonio... para si podía yo po-
ner alguna piedra en el edificio de la Iglesia, no la pusiese, sino que
abscondiese mi talento en el sudario. En lo qual pudieran los que
mandan dar aviso, si uían que auía algún exceso. Porque como ay Bi-
blia latina en la Iglesia, también la aj' hebrea. Item, hierran estos en
querer que entendamos que an leydo sanctos, y nunca los vieron, sino
en el calendario ; yo que he leydo algo en ellos, sí los cito, piensan
que traigo noucdades, y si lo son, no tengo yo la culpa, antes merece
mi hierro ser perdonado, y ansí dixo San Hierónimo que más quería
herrar con Orígenes que acertar con otros" (13). En la misma ale-
gación que estamos extractando torna a aludir a las cuestiones he-
braicas, narrando episodios de su vida universitaria que se refieren
concretamente a que lej'endo Gallo el libro de Job le instaron para
(|ue, así como el fraile dominico interpretaba el texto alegóricamente,
lo explicase él conforme al sentido literal, hasta que se le rogó por
influencia de Gallo que no leyese lo que aquél leía, debido a las dis-
(13) Vid. Miguel de la Pinta en Proceso criminal contra el hebraísta sal-
mantino Martín Martínec de Cantalapiedra, pág. 200. Instituto Arias Mon-
tano (C. S. I. C). Madrid-Barcelona, 1946.
— 165 —
MIGVUL DE LA I'ÍÁTA LLORENTE, O. 6". A.
crepancias surgidas entre ambas lecturas, que ponían al Maestro Gallo
en un aprieto. El texto merece ser reproducido: "... leyendo el Obis-
po Gallo a Job, pidiéronme que pues él le>a el allegoría, que yo les
leyese el sentido literal,, y que desta manera quedaría bien interpre-
tado ; y viendo que le cogía en muchas cosas que no entendía bien,
hiqo con el rector, que es Obispo de Pamplona agora, que lo leyese
lo que él; sábelo esto Juan del Caño, canónigo de León."
La acusación formulada contra los hebraístas sobre no citar o des-
preciar a los santos, si era inexacta, por lo que se refería al Canta-
pretense, el cargo adquiría categoría de acusación cínica y desvergon-
zada. La obra maestra del hebraísta salmantino estaba cuajada de u
riqueza doctrinal patrística no sólo abundante, sino verdaderamente
abrumadora. Pero los aspectos fundamentales de este prol)lema inte-
lectual se concentran, como el lector habrá advertido, en torno del
hebraísmo. La fórmula del problema podría expresarse como la plan-
teó con anterioridad el Maestro Nebrija: cada vez que entre los ma-
nuscritos latinos del Nuevo Testamento se precisan y anotan varian-
tes, ha de recurrirse a los manuscritos griegos ; en el caso de regis-
trarse diferencias y variantes textuales entre los manuscritos latinos
y los manuscritos griegos del Antiguo Testamento, es exigencia inte-
lectual recurrir a las fuentes originales y primitivas. Cantalapiedra
precisaba las obligaciones de su profesión académica, que no eran pre-
cisamente las de un simple escolástico, sino las de un catedrático de
hebreo, las de un profesor de la cátedra de tres lenguas : hebreo, cal-
deo y árabe. Se expresaba así: "En lo demás es lengua y tracto della,
porque esso se pretiende. Vatablo hiqo lo mesmo, porque profesaba
lo mesmo que yo, y está aprouado por el Consejo... Ynstituyeron los
pontífices passados la cáthedra de lenguas para que se supiessen los
origínales." La Vulgata discordaba, efectivamente, del texto hebreo.
Cantalapiedra afirmaba que se trataba de diferencias "en la superfi-
cie", las cuales — escribía — se entenderían más claramente atendien-
do al original, y robustecía su criterio con autoridades eclesiásticas y
el peso de la Sede Apostólica, consignando que la Iglesia conservaba
intactos e incorruptos los originales hebreos. Sostenía el docto huma-
nista que podía lograrse una translación mejor que la Vulgata, dado
— i66 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
que la generosidad de Dios "non est abreviata", y que asi como
"después de los 70 dió ésta que tenemos, podrá dar lo que le pare-
ciere, porque teniendo originales puede ir la Iglesia a ellos, para cuan-
do uuiere necesidad, como es precepto de los Santos y de los decretos
de los Pontífices ; y también, como decía Fr. Francisco de Victoria,
el concilio no aprobó la Biblia de tal impresor, sino aquella que se
hallase ser conforme a los sanctos y originales hebreos, y assí se verá
de quatro años a esta parte auerse admitido muchas varias lectiones,
y assí siempre buscan las Biblias postreras" (14). Reconocía Cántala-
piedra las variantes y diferencias derivadas del estudio de los origi-
nales y su rareza y sorpresas, puestas en contraste y en comparación
valorativa con la lectura e interpretaciones de los textos latinos; "Que
la lengua hebrea sea equívoca, yo no tengo la culpa; pídanlo a Dios
que lo hiqo ; y assí lo dice San Hierónimo en las prophetías, quando
cita las Exaplas, y San Theodoreto, y los rabulistas, y transladadores
del hebreo, tanto que la conjunción et tiene 20 significaciones, como
prueuo en el libro 8, ca. 9, por autoridades de sanctos, y ansí en los
demás, de do paresce que puede auer varias interpretaciones en los
lugares obscuros, y assí manda la Iglesia que se lea el hebreo en las
Uniuersidades, para ocurrir a los originales" (15).
Como es lógico suponer, existía entre los tres hebraizantes una
(14) Ibídem, pág. 214. Torna Cantalapiedra a expresarse sobre el mismo
tema en su "exposición" del mes de septiembre del año 1574: "En lo que es
questión de possible no ay en que se fatigar mucho, pues no podemos poner
límites a Dios, ni a la Iglesia, y así se dice en el ca. significaníi: De electi:
romanae ecclesiac concilia nullaiii Icgeni praefixerunt ; y así mudó los breuia-
rios poco a, y Dios dio la ley uieja imperfecta. Después siguiéronse los pro-
phetas que traen doctrina más perfecta. Después uino la nueua ley mucho más,
Y aun en ella ay leche y sólido cibo ; en la Iglesia griega uuo seis editiones ;
en la latina, antes de San Hierónimo uuo otra, y los santos cada uno hace su
translación, y así en los tiempos aduenideros podrá la Iglesia hacerlo, si la
paresciere, si no con todo esso es uerdad, " De spiritu et littera, ca., I : multa
in scriptura dicuntur possc jieri, quorum deest cxanplus: naiu transiré cantelum
per foramen acus dixit Dominus esset possibile; lamen nunquani facliini est..."
(Ibídem, pág. 260.)
(15) Ibídem, pág. 212.
— 167 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
perfecta coincidencia en los puntos nodales de la doctrina profesada
en sus respectivas cátedras en torno a los problemas bíblicos, plan-
teados por las exigencias del estudio de las fuentes originales de los
textos sagrados. El Maestro Gaspar de Grajal enseñaba en la Escri-
tura dos sentidos : el literal y el místico, dividiendo éste en alegórico,
anagógico y tropolúgico. En las respuestas a las acusaciones del fiscal
del Santo Oficio, Diego de Haedo, se hacía eco del cargo tercero, re-
ferente a la edición Vulgata, que rezaba así: "Ytem, que el susodicho
ha afirmado y dicho que la edición Bulgata tenía hartas falsedades, y
aquél tenía como docientos o trecientos lugares corregidos de la Sa-
grada Scriptura, que estaban herrados en la dicha edición Bulgata, y
que bien se podía hacer otra edición mejor." Grajal no reputaba ha-
berse expresado con inconveniencias en torno a la proposición aducida
l)or el fiscal. Señalaba el Maestro en las Biblias de uso corriente la
existencia de muchos textos corrompidos o "depravados" debido a la
incuria lihrariorum, o scribarum quorundam inscitia. No desesperaba
de poder imprimir por su cuenta una Biblia "correctísima", y tenía
puestas sus esperanzas en la edición en que entonces se trabajaba en
Amberes, bajo el mecenazgo del Rey de España. Sobre las dificulta-
des que se le argüían para ver colmados sus deseos con la impresión
de un texto bíblico más cuidado y científico, manifestaba que él pre-
tendía realizar una epanorthosis o corrección del Antiguo Testamento,
a la manera del minorita Nicolás Zegero, aportando en cada pasaje la
razón de la lectura.
Pero, por encima de estas y otras declaraciones queda constancia
del pensamiento genuino de los hebraístas. Ni menosprecio de la edi-
ción Vulgata, ni menosprecio de los santos. Grajal en su respuesta a
las proposiciones seleccionadas entre las testificaciones formuladas con-
tra él en el proceso (1574) insiste en anotar estrictamente, "que en la
Bulgata edición ay algunos lugares que se podrían trasladar mejor, que
acen escuridad por estar escuramente trasladados". De la acusación
puesta contra los catedráticos salmantinos podía deducirse que se
negaba por ellos en la Sagitada Escritura el sentido alegórico. A ello
contestaba con mucha lógica el Maestro Grajal: "ítem, que el mismo
testigo... depone que yo dezía que los santos exponen moralidades;
— 168 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
pues quien concede sentidos morales no niega sentidos allegóricos",
y a renglón seguido escribía: "... me acusa yo auer dicho que los
santos doctores comúnmente siguen los sentidos spirituales, y no los
literales; pues quien dize esto, cómo puede dezir que niego sentidos?;
pues lo mismo es decir sentido spiritual que allegórico, tomándole por
género", y como género lo dividían en alegórico, anagógico y moral.
Tema y cuestión tan interesante y capital le hacen ampliar al
Maestro de Salamanca sus ideas en una exposición que no tiene des-
l)erdicio, y que exterioriza su ciencia y su buen sentido. Escribía así
(írajal: "y si me replicaren quel testigo quinze, en el capítulo 2, dize
ijue trayendo en mi lectura sentidos allegóricos mostraba por señal
un poquito de menospreciarlos y burlar dellos, y de los predicadores vn
jjoquito ansí; y en el capítulo 6, que dezia "son boberias, vaj-a con
J^ios", digo lo primero lo que depone de mí el testigo 5, capítulo 2,
(¿ue no soy amigo para en la escuela de muchas allegorías, sino del
.-cntido de la letra y del espíritu, scilicet, allegórico, como le declaran
los doctores granes, y no como lo hazen algunos, que todos son mora-
lidades ; lo 2 digo que me era menester que el testigo declarase qué
allegorías eran las que dixe ser beberías, porque muchas podría yo
dezir que he leydo y oydo a varias gentes, cuyos nombres no quiero
declarar, de los quales con razón lo pude dezir, pues vemos quám sin
consideración y ad libitum dizen lo que se les antoja, sin mirar si
concierta o no lo que dizen, y dan que reyr a los doctos, y indignación,
pues sin ningún arte ni fundamento tratan una cosa tan alta, como es
dar sentidos espirituales a la Sagrada Scriptura. Reprehende San
Agustín a los que todo lo que dize Sant Pablo (De regenda uxore)
lo explican por allegorías, y lo mismo Theophilato, la. ad Timotheum.
Ouién no se reyrá de las alegorías de Orígenes en lo del parayso, del
(iual dize San Jherónimo", somnia sua volebat esse sacramenta Eccle-
sice"?; quién no se indignará de las de Cayetano y de otras, pues de
esta manera quitan la fuerza a la Scriptura, y hazen que no parezca
cosa cierta en ella, sino de acá para allá la buelban y rebuelban, y como
dize San Jerónimo, "superba anhnositate Scripturas detorquent ad
sensus quos sibi fingunt" ? ; y el mismo San Jerónimo se reprehende
a sí mismo que siendo mozo scribió sobre Abdías en sentido spiri-
— . 169 —
MIGUEL DE LA PLWTA LLORENTE, O. S. .-/
tual, no entendiendo el literal, et mirabatur libruni illuiit invenisse lec-
torem. De esta manera leemos que los prisciliauistas defendían sus
errores, explicando por allegorias todas las Escripturas, y agora los
anabaptistas, todo quanto tratan de la Escritura es por allegorias en
el libro Homiliarunt, hornilla 23. Sería nunca acabar citar los docto-
res que esto reprehenden, pero si las allegorias son conforme a las
reglas que los sanctos dan, no solamente no se rejrá el que fuere
cuerdo dellas, más antes las verá ser graciosísimas y dulcíssimas, y
de mucha utilidad, y de grande erudición, y de mucho espíritu, y era
razón, que pues yo solo leya la Scriptura en Salamanca, donde ay per-
sonas y a abido que ussan mal de ¡a Scriptura desta manera, abisase
algunas vezes a los estudiantes, y les enseñase quán lexos yha aquello
de lo que les cunplía, y enseñarles que las más cosas que los tales fin-
gen son boberías, y principalmente colorando ellos su pecado con dezir
que ymitan a los sanctos, y que aquello es explicar la Scriptura como
los sanctos la explican, no guardando las reglas que los sanctos guar-
dan y mandan guardar ; y desta manera nos infaman quando dicen
([ue nos reymos y mofamos de los sanctos, siendo muy de otra ma-
nera..." (16).
En Fr. Luis de León encontramos expresados los mismos concep-
tos anteriormente expuestos, como doctrina sustentada por los Maes-
tros Martínez de Cantalapiedra y Gaspar de Grajal en torno a la
autoridad de la Vulgata. Fr. Luis reconocía la inenarrancia del in-
térprete en todo lo necesario, o que se rozase con la fe y las costumbres.
Se acusaba al fraile agustino haber afirmado textualmente la existen-
cia en el texto sagrado de muchas falsedades, a lo que respondía por
el mes de marzo de 1572 que, efectivamente, si se llamaban falsedades
a los pasajes corrompidos por copistas e impresores, le) •endose con gran-
des diferencias en unas y otras ediciones bíblicas, reconocía, con la garan-
tía y refrendo de hombres doctos y católicos, la existencia de muchas
e
(16) Vid. Procesos inquisitoriales contra los hebraístas de Salamanca:
Gaspar de Grajal, Martines de Cantalapiedra y Fr. Luis de León. I. — Gaspar
de Grajal. — Estudio y transcripción paleográfica por Miguel de la Pinta Lló-
rente, págs. 299-300. — Del Archivo Agustiniano. Madrid. Monasterio de ¡'I
Escorial, 1935.
LA IXQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
¡alscdadcs que impedían la comprensión auténtica y real del intér-
prete latino. Admitía Fr. Luis la coexistencia de plurales sentidos lite-
rales, sentencia y opinión común en Santo Tomás y San Agustín. La
"autenticidad" de la edición Vulgata declarada por el Concilio se
refería estrictamente, según él, a declarar la inexistencia de errores
y falsedades sustanciales, reputándola, por lo demás, en conjunto,
como la mejor entre las restantes traducciones, pero precisando cien-
tíficamente que los textos originales traducían con más rigor y rea-
lismo las materias dogmáticas, aventajando en textos y pasajes va-
rios a los de la edición Vulgata; y era doctrina fundamental en el
insigne catedrático, como hemos antes señalado, reconocer las varian-
tes de los códices de aquella translación que precisamente por eso en-
turbiaban y desnaturalizaban — falseándola y desfigurándola — la au-
téntica y genuina versión jeronimiana (17).
Todo ello, con matices y diferencias muy concretas, destacaban a
Fr. Luís como hebraizante y muy dado al texto hebraico, como refe-
rencia precisa para la interpretación exegética y los comentarios es-
criturísticos. En mi libro La Inquisición española he destacado tex-
tualmente algunos conceptos muy expresivos de Fr. Luis sobre el
tema, que viene bien reproducir, como completo de esta forzosamen-
te sintética exposición. xA.cerca de lo que él llamaba "falsedades" en
la Vulgata escribía estas palabras : "porque decir que las Biblias la-
tinas, por descuido de los escribientes y impresores en algunas partes
están diferentes unas de otras, que es una de las proposiciones nota-
das, vese por vista de ojos"; y añadía: "y otra proposición, que es
decir que el concilio no puede engañarse y alegar por Sagrada Es-
critura lo que no es, es cosa de fe, y ansí hay otras muchas". No so-
lamente admitía que la \'ulgata era infalible y verdadera en las cosas
sustanciales o de fe y costumbres, sino que afectaba a las restantes
cuestiones o materias, "por menudas y pequeñas que sean". En nin-
guna actividad intelectual podría prescindirse o desdeñarse el texto
Vulgato, es decir, su traslación. Ni en púlpitos, ni en controversias
doctrinales, ni en el canto, ni en las Escuelas ; pero no quería decir,.
(17) Doc. inéd., X, págs. 221-222.
— 171 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
sin embargo, que se registrasen en el texto aludido expresiones y
pasajes menos interesantes, corrompidos por copistas y sciolos, hasta
el punto de resultar dudosa y equívoca la lección sagrada, pudiendo
admitirse no haber tenido el intérprete latino la inspiración de todas
y cada una de las palabras. Resumía así sus puntos de vista como am-
pliación concreta de sus manifestaciones anteriores: "... una, que los
códices de la \'ulgata que tenemos están unos de otros diferentes en
muchos lugares ; otra, que esta diferencia nació del descuido o igno-
rancia de los escribientes o correctores ; la tercera, que en estos lu-
gares no está sincera y pura en estos libros la lición verdadera de
la Vulgata. De las tres cosas, la última se sigue de las dos primeras,
porque si los códices de la Vulgata están variados entre sí, y hay en
ellos lugares corrompidos por el descuido o ignorancia de los escri-
bientes, evidente cosa es que en los tales lugares no está pura la verda-
dera lición que puso el intérprete. Ansí que si hay mal en la sobredicha
proposición, todo él está en decir que hay variedad en los dichos có-
dices, en algunos lugares que están corrompidos por los escribientes,
lo cual si es falso, y yo lo levanto de mi cabeza, merece la nota que
me quisieren poner como mentiroso ; pero si passa ansí, y la prueba
dello no consiste en razones adelgazadas por el entendimiento, sino
en cosas que se tocan con las manos y veen por los ojos, ¿quién será
tan falso que dé nota de falso a lo que los ojos conocen por evidente?
Véanse las Biblias latinas, ansí las impresas, como las de mano an-
tiguas, veráse cómo están unas de otras diferentes en muchos
passos" (i8).
Contaban indiscutiblemente, según lo expuesto, dos actitudes o
maneras científicas de enfrentarse con estos complejos y delicados
problemas bíblicos. Descartadas exageraciones y extremosidades, vin-
culadas, por ejemplo, al nombre de Lorenzo Valla, o al clarísimo hu-
manista holandés, exageraciones y deficiencias de más o menos gra-
vedad, aplicadas a los problemas escriturarios, representaban otros,
verbi gracia, Bartolomé de Medina, León de Castro o Francisco San-
(i8) Doc. inéd., t. XI, págs. 57, 58, 59, do.
— ^172 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
"cho — no todos en el mismo grado — la tendencia antirrenacentista.
Apreciaban los textos hebreos como falseados y corrompidos por los
judíos, mientras los representantes del humanismo renacentista — zona
media y templada entre protestantes y antihebraizantes — resumían su
sentencia en haberse mantenido los originales hebreos fuera de cam-
bios accidentales y adjetivos, intactos, urgiendo por consiguiente di-
chos originales como ancha e indestructible base en la búsqueda de la
revelación genuína y auténtica.
Se apoyaba el planteamiento de exégesis tal en el profundo es-
tudio de las lenguas, en el análisis gramatical, y en el conocimiento
cabal del hebreo, con la añadidura, en el caso de los hebraístas, de
la teología escolástica, y la ensambladura de una amplia cultura his-
tórica, geográfica, cosmográfica y hasta geométrica. Esta integración
supervaloraba lo que hubiera podido quedar en un escueto movimien-
to de simples gramáticos y humanistas, a lo Valla o a lo Nebrija.
Así resultaban los catedráticos salmantinos precursores de la moder-
na exégesis, echándose los cimientos de una ciencia ortodoxa que
separándose de la escolástica decadente, suministraba nuevas ideas y
no hechos, dando a su obra un sentido de avance y de exactitud, ba-
sado todo en una singular erudición de la arqueología bíblica y de
las realidades históricas del pueblo hebreo, oscurecidas más de lo
justo y conveniente. Añadía precio en la criación del método, el aná-
lisis gramatical y filológico, las aportaciones de las lenguas antiguas.
¿ Qué circunstancias acompañaron a este respecto a los hebraizantes
en su proceso inquisitorial en torno, por ejemplo, del conocimiento
del hebreo, raíz y punto de partida para las controversias en aque-
llos debates? Cuentan entre los protocolos del Santo Oficio pasa-
jes que exteriorizan la profunda crisis y mediocridad. No hablare-
mos del Maestro León de Castro, en posesión de erudición variada
y extensa, ciertamente, pero de espíritu crítico pobre y menguado.
Aduzcamos un testimonio literal del P. Antonio de Arce, dominico,
censor de las proposiciones doctrinales de Fr. Luis de León, quien
se expresaba de esta guisa: "de los libros escritos en hebreo no puedo
decir, porque nunca lo estudié, aunque se me han ofrecido hartas y
buenas ocasiones, pareciendo hauía muchos que estudir y saber en latín,
— 1/3 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
según la vida y salud es corta" (19). Otra referencia inapreciable por
su valor nos la proporciona una declaración del "Brócense", respon-
diendo al interrogatorio en el proceso del Maestro Gaspar de Grajal :
"... dieron a Domingo Báñez cédula para que publicase qué se sabía
en leer la gramática hebrea, y el dicho jrai Domingo Iváñez dixo qué
era cosa muy inútil y dañosa, y que en ninguna manera hisiesen casso
della; y luego el mesnio dia entrando a leer su cátedra el maestro
Graxal, le dieron la misma cádula, y dijo a los o>'entes, que eran los
mismos que avían oydo al frai Yváñez, cuán necesaria era aquella
lengua para Scriptura, diciendo palabras ásperas de los que decían
lo contrario, que eran ynorantes e ydiotas los que dicen lo contra-
rio" (20). Otros textos podían ilustrar estos interesantísimos aspec-
tos que omitimos en gracia de la brevedad, pero en presencia de los
cuales aflora espontáneamente en los puntos de la pluma un interro-
gante : ¿ qué posibilidades de discusión, qué garantías y criterios cien-
tíficos podían asistir a los hebraizantes salmantinos de parte de jue-
ces y acusadores con estas revelaciones, indiciarías de la crisis que
revela este famoso "affaire" intelectual, crisis moral y crisis de cul-
tura ?
Para los hebraizantes resultaba fundamental }' básico esta orien-
tación intelectual de referencia continuada y sistemática a los origi-
nales hebreos, desde la vertiente filológica y gramatical. En ello con-
sistía su misión universitaria. Ya lo decía Cantalapiedra : "porque en
esto está la profesión de su cátedra". Pero su visión se extendía a
horizontes más vastos y a preparaciones intelectuales de más amplitud
que el estudio de las lenguas antiguas. Se inculpaba a los hebraístas
salmantinos, simultaneando con la cuestión hebrea, otros cargos, como
eran el desprecio de la Teología escolástica y de las tradiciones pa-
trísticas, acorazados exclusivamente con la triple lámina del huma-
nismo clásico. Fueron ciertamente inculpaciones gratuitas. Los textos
(19) Doc. inéd., t. X, págs. 118-119.
(20) Miguel de la Pinta, en F,n torno a hombres y problemas del Rena-
cimiento español, pág. 48.
— —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
cantan, y a pesar de que nuestros lectores conocen ya el estilo y las
medidas de los tres encartados, urge una breve exposición, como
parte integrante del problema que tratamos de dilucidar, de estos
claros-oscuros del proceso inquisitorial.
Fr. Luis de León postulaba para el estudio de la Sagrada Escri-
tura conocimientos extensos : una verdadera preparación intelectual :
"... y jamás traté, ni en público, ni en secreto, del abismo de saber
que Dios encerró en los libros de la Santa Escritura, que no dijese que
]>edía el que trataba de entenderla, que supiese todas las ciencias y
las historias y las artes mecánicas, cuanto más la theulugía escolásti-
ca, que es la verdadera introducción para ella." Fr. Luis reconocía
como necesarias para el estudio de las sagradas letras principalmente
ti cultivo de la Escolástica y las lenguas griega y hebrea. Es decir,
que junto a la exigencia de la labor humanística y gramatical se aso-
ciaba en el fraile agustino, como en sus comprofesores, la modalidad
teológica, el cultivo de la teología escolástica, y así podía dirigirse a
los inquisidores con estas expresiones: "pero véanse mis lecturas y
los lugares en ellas adonde declaro pasos de Escrituras que se ofre-
cen, y juzguen los hombres doctos y desapasionados, si los declaro
como gramático o como teólogo. El libro de los Cantares declaré y
profesé al principio dél, que declaraba solo la corteza de la letra y el
sonido de ella, porque sin entender primero aquella corteza, no se
atina bien con el sentido que allí pretende el Espíritu Santo, como de-
claré en otro lugar. Y con todo eso yo sé que los hombres sin pasión
juzgan que lo que se dice allí presume mediana noticia de muchas
cosas mayores que gramática ; lo cual sí este testigo no cree, haga la
prueba y saque a la luz su theulugía ; y sí no sabe gramática yo le
prestaré la mía para que la junte con ella y veamos lo que hace en la
declaración de alguno de los libros sagrados. Pero siempre fué muy
fácil el reprender lo ajeno, y muy dificultoso el hacer lo que no me-
rezca ser reprendido. Y ansí estos hombres hablan de lejos, y como
gente segura y libre : y yo como preso y ciego, aun no puedo ver
bien a quien respondo. Y crean vuestras mercedes que si a mí y a
estos nos partieran igualmente el sol, que en los oídos y en el juicio
de personas doctas y sin pasión que no entendieran, yo Ies mostrare
— 175 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
claramente que eran como agora cien años solian decir en Castilla :
"en poco scientes y en mucho arrogantes" (21).
No menos claras e interesantes son las declaraciones del Maes-
tro Grajal, respondiendo a la acusación, tantas veces repetida, de des-
deñar y negar el valor de los estudios escolásticos. Casi a mediados
del año 1572, manifestaba sin rebozo Grajal su posición sobre el car-
go aludido en las testificaciones. Es muy sabroso el texto del insigne
catedrático: "... porque yo probaré con más de mili testigos que en
todas las primeras lecciones de Sant Lucas, lo primero que abiso es
que la theulugia scholástica es la más necesaria cosa que ay para darse
a la Scriptura, y ansi a muchos pasantes que se aconsejan conmigo
cómo han de pasar, les abiso se dén mucho, primero al scholástico ; }'
ansy he leydo públicamente muchas materias de scholástico, y lo pasé
con suma diligencia, y pretendí cátedra de ello, como es notorio, y
siempre traté dello, como de cosa principalíssima para la Scriptura,
asistiendo a los actos, y presidiendo en ellos, y dando muestras en todo
lo que leo y escribo, de que lo sé tan bien como los que más presumen
dello; y allego por testigo a los más señores maestros de la uniuersi-
dad que ha siete o ocho annos que trato con ellos que se haga en la
universidad un estatuto, que los theólogos de primero y segundo año
no cursen en Biblia si no los dos años postreros, porque están inhábi-
les para ojrla sin saber siquiera un poco de scholástico, y creo que
abrá doctores juristas que se acuerden aberlo yo públicamente propues-
to en claustro pleno, y pídase juramento a don Juan de Almeyda, si
traté con él muchas veces que en el año de su Retorazgo hiziese saber
este estatuto, y lo mismo a don Sancho de Ahila en el suyo, donde se
verá ser falso lo que contra mí se depone en esta proposición ; y allego
también para ello, que yo tengo un sobrino mío theólogo en mi casa,
que se hace oganno bachiller en theología, el qual a oydo siempre sus
lecciones de scholástico con la diligencia posible, al qual pues yo podía
mandarle quitara que no lo oyera, y pídase juramento ansi a él como
a todos los demás de mi casa, si al darme cada día cuenta de las lec-
ciones, le pedí cuenta de la mía, si no siempre de las de scholástico.
(21) Doc. inéd., t. X, págs. 360-362.
— 176 —
L/l INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
como cosa que sabía yo era muy necesaria para quél fuese de veras le-
trado, y si fuera verdad lo que en esta proposición se dize, luzerá todo
al rebés" (22).
Los mismos métodos y criterios de cultura dirigían el espíritu y
la orientación del Maestro Martínez de Cantalapiedra. Cantalapiedra.
integraba, como sus compañeros, en el estudio de los textos bíblicos
el conocimiento general de artes y ciencias: "... dize que todas las
artes y ciencias son necesarias para entender la Sagrada Escritura,
como el arte del labrador, aritmética, la gramática, historia, filoso-
fía"; y refiriéndose a continuación a los. teólogos escolásticos, añadía:
"Pues de quien todas las artes dize esto, firmado de su nombre, y en
públicas lecciones, no es de creer que de lo escolástico dijese esto, en.
lo qual se graduó, y gastó muchos años, y gasta cada día para cosas
que se le ofreze..." (23). En las declaraciones del Maestro encontra-
mos repetidas veces alusiones a su cultura patrística, que era, en ver-
dad, excepcional y abrumadora. El se vanagloriaba de cinco mil re-
ferencias de autores consignadas en sus trabajos exegéticos. Cort
cierta gracia seca de castellano, reaccionaba contra la acusación de su
olvido de la tradición literaria de padres y escritores eclesiásticos:
"Dice que ay mucho affecto a cosas nueuas y poco a la antigüedad
de la religión y fé nuestra. En lo que escriño que está impreso y por
imprimir, bien se uee que no ay en España más antiquario que yo,.,
pues que no tiene Dios sancto que aya escripto en griego ni en latín
que no le cite, y tenga visto cien ueces, como es público en el Reyno,
en Yndias, y en Italia. En lo de la Biblia que leo, bien sabe que es
lo más antiguo que ay, y en ella que siguo authores christianos,. y
de mucha erudición y sanctidad, los cuales cité en el capítulo 3. Este-
testigo andaba a decir a los que hacían quotlibetos que todos los to-
maron de mi libro por ser de sanctos, que no me citasen, por estar
biuo" (24).
(22) Cfr. Procesos inquisitoriales contra los hebraístas..., págs. 117-118.
(23) Proceso criminal contra el hebraísta salmantino Martin Martínez de-
Cantalapiedra, pág. 195.
(24) Ibídem, pág. 210.
— —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
¿ Qué valoración podría formularse después de la exposición que
acabo de hacer a base de las referencias directas, desnatados algunos
de los aspectos esenciales del proceso inquisitorial abierto contra los
hebraístas? El estudio objetivo de los textos lleva al erudito y al hom-
bre de letras a destacar la importancia excepcional de estos tres es-
pañoles augustos, que representan entre las selecciones intelectuales
de la época la aportación renacentista más cabal a las ciencias bíblicas.
Téngase en cuenta que no se ventila un prol)lema cientíñco escueta-
mente de tipo humanístico, es decir, una colaboración desde el campo
puramente de la gramática y de la filología. Conviene insistir en ello.
La empresa era de más precio, de más amplitud y calidades. Se trata
de tres teólogos biblistas o escriturarios con teorías y concepciones
perfectamente determinadas, que, apocados por la tradición de los
padres griegos y latinos y por toda la escuela eclesiástica, integrada
en este caso, entre otros, por San Jerónimo, San Agustín, San Hi-
lario, Lirano, el Burgense y, como más recientes, Fr. Andrés de Vega,
Driedón, Lindano, los Maestros de Lovaina y Sixto Senense, repre-
sentaban la modernidad y el progreso científico, asistidos por una cul-
tura más clara, precisa y densa, hasta constituir la valoración penin-
sular más extraordinaria, dentro de la especialidad y del estilo, en la
segunda etapa de madurez de nuestro Renacimiento, y después de la
magistral renovación teológica que lleva al frente los nombres de fray
Francisco de Vitoria y Melchor Cano. Las exposiciones del ]\Iaestro
Gaspar de Grajal contenidas en su proceso inquisitorial evidencian su
categoría teológica y su entronque con la tradición eclesiástica dentro
de la disciplina y de la metodología más exigentes. Los profesionales
modernos enjuician a Fr. Luis de León, puesto en comparación va-
lorativa con Arias Montano, como superior en ciencia teológica y cul-
tura eclesiástica, descartada siempre la riqueza erudita rabínica del
polígrafo extremeño. ¿ Qué decir del Maestro Martín Martínez de
Cantalapiedra ? Débele la Atenas salmantina gloria perdurable y ho-
nor inmarcesible. Por España y por el mundo corre hoy su proceso,
editado por nosotros en el año 1946, y allí quedan patentizados su
genialidad, su talento crítico y su abrumadora erudición eclesiástica.
Obra de su madurez y de su plenitud mental fueron sus diez libros ^
- 178 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
de las Hypotyposeos, que le destacan como singular entre todos, y que
hoy pueden considerarse como una extensa y moderna propedéutica
bíblica, convirtiéndose asi el catedrático salmantino, con más razón
que Sixto Senense o Ricardo Simón, en padre de la llamada Intro-
ducción a las Sagradas Escrituras.
Cumple finalmente contrastar con la significación de este magnifico
renacimiento, la "altura" científica }' el buen criterio de los teólogos
calificadores, evidenciadas en algunas de sus apreciaciones sobre los
hebraístas. El Doctor Antonio de Arce, censurando en el proceso in-
quisitorial de Cantalapiedra las palabras de los renacentistas sobre la
vacuidad y distinciones inútiles que en ocasiones llegaron a consti-
tuir las características de cierto escolasticismo teológico, decía : "ar-
to más tiemi^o gastan estos humanistas y que tratan de lenguas en las
fábulas de los poetas y de sus Dioses falsos, y ritos, y historias de los
romanos, y en los sueños de los hebreos, haziendo tanto caso desto,
como si fueran las prophecías de Daniel, o las visiones de Ecechiel o
del Apocalipsis". Sobre la pretendida acusación de que los biblistas sos-
tenían la ininteligencia de los santos en el estudio de la Sagrada Es-
critura • — los catedráticos de Salamanca así lo entendían, pero con las
debidas limitaciones ya reproducidas — el Doctor Rodrigo Terán es-
cribía con esta puerilidad: "es proposición de gran arrogancia y va-
nidad que quiere atribuir a sí más sabiduría, como sean hombres pe-
cadores, que a los santos en quien hablaba Dios ; es novelero este señor
que tal dice, y amigo de nouedades, menospreciando las vejeces cató-
licas" (25); vejeces católicas que insertadas dentro de la auténtica tra-
dición de la ciencia eclesiástica, representaban precisamente el funda-
mento de toda la actividad intelectual de los escriturarios españoles.
¡Cuanto más antiguos más modernos!, consignaba Cantalapiedra, y
Fr. Luis de León en respuesta a uno de los cargos, se expresaba: "lo
que este testigo llama nuevo }• ageno de la antigüedad de nuestra reli-
gión, es lo antiguo della". ¡Ironías de la vida y de la cultura!
Descartada la exposición del problema doctrinal o científico de los
(25) Cf. Miguel de la Pinta en En torno a hombres y problemas del Re-
nacimiento español, pág. 52.
— 179 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
biblistas españoles, planteada tan agudamente con la aportación de
calidades tan preciosas de cultura y de entendimiento, resta trazar la
"pequeña historia" que determinó y produjo la prisión, es decir, la
pérdida de la libertad de tres personalidades españolas de tan escla-
recidos méritos intelectuales y de constitución humana tan cristiana y
castiza. Fr. Luis de León es lugar clásico y referencia permanente
como encarnación en la Península de valores de pureza y claridad in-
telectuales ; Martínez de Cantalapiedra destaca en el friso de nuestras
letras como creador de ciencia indígena y universal, adornado, ade-
más, de peculiaridades y características humanas que reflejan una
idiosincrasia del más subido precio, y el Maestro Gaspar de Grajal,
eminente profesor español, cultivador extraordinario de las ciencias
bíblicas, pero de menos quilates humanos, como romántico y débil.
En el año 1569 se inauguraban en la Universidad de Salamanca
unas celebérrimas Juntas de teólogos, a quienes se confiaba la revi-
sión y corrección de la Biblia de Vatablo, que pensaba editar el librero
de Salamanca Gaspar de Portonaris. Las integraban Bravo, Juan
Gallo, Guevara Muñoz, Fr. Luis de León, Martínez de Cantalapie-
dra, Grajal, León de Castro y, últimamente, el dominico Bartolomé de
Medina, llevando la responsabilidad de los debates el Decano Francisco
Sancho. Se inician, como decimos, el año 1569, y ellas iban a ser la
causa inmediata de la detención de los hebraístas salmantinos. Con-
tra ellos se levantaron, principalmente, el dominico Fr. Juan Gallo y
el catedrático León de Castro, representante de la reverencialidad más
apasionada por la versión de los setenta intérpretes y por la Vulgata,
y en radical oposición, por consiguiente, con los biblistas Grajal, Can-
talapiedra y Fr. Luis de León, del partido de la Biblia hebraica, es
decir, de los textos originales hebreos.
Pareceres tan disconformes y criterios tan dispares en hombres de
tal temple y cultura precipitarían las pasiones }' encenderían los odios
y las vehemencias de carácter. Cuentan múltiples pasajes en los pro-
cesos criminales donde se anotan y refieren las diferencias y los con-
trastes surgidos en aquellas pelazgas y debates. Las escenas y los
acontecimientos desagradables se fueron sucediendo conforme avan-
zaban las correcciones a la famosa Biblia, publicada por Roberto Es-
— 180 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
tienne. Cantalapiedra alude en una exposición del año 1573 al escán-
dalo suscitado por su actitud en las Juntas, deduciendo de los cargos
la injuria manifiesta que se hacía al Comisario de la Inquisición, Pre-
sidente nato de aquellas Asambleas, dado que Francisco Sancho no
había hecho ascos ni censurado lo allí determinado, pese a las iras y
a las vociferaciones del Maestro León de Castro: "En todas las Jun-
tas que se hicieron sobre la enmienda de la Biblia de Vatablo por la
facultad de theulugia de Salamanca, en que tanto se escandalizaron
estos pusillos, paresceme que al que se hace injuria notable es al señor
maestro Sancho. Porque siendo decano tan benemérito de la facultad,
es de creer haría su ofificio recta y santamente ; y que es de creer que
siendo Comisario también de la Inquisición, que si uiera cosas escan-
dalosas, pues tenía el mando y el palo luego no deuía de auer escán-
dalo. Principalmente que aj' estatuto en la universidad hecho por Su
Majestad, que dispone que si en alguna de las tales Congregaciones
sucediese algún escándalo, el Decano auerigue la verdad antes de aca-
barse la junta. No lo hizo, porque entendió que no auía que enmen-
dar, si no que eran opiniones que cada uno podía tener" (26).
El agustino Fr. Juan de Guevara, declarando entre las "defen-
sas" del Maestro Martín Martínez (año 1575), hace hincapié, con re-
ferencia a las Juntas para la corrección de Vatablo, en las "grandes
contiendas" habidas entre aquellos teólogos. En las "defensas" de
Fr. Luis de León se requiere la declaración explícita sobre las Jun-
tas, apuntándose así: "Item, si saben... que en las juntas de teólogos,
especialmente en las que se hicieron sobre la Biblia de Vatablo, había
tantas voces y confusión, ques cosa muy fácil antojársele al Maestro
León de Castro o a otro que oyó lo que nunca se dijo" (27).
La historia de aquellas asambleas nos ofrece, efectivamente, prue-
bas de semejantes afirmaciones, y se desarrollaron entre continuos
obstáculos por parte de León de Castro, Gallo y Medina, destacándo-
se entre todos el primero con sus impertinencias, nacidas de su apa-
(26) Cf. Proceso criminal contra el hebraísta salmantino Martín Martines
de Cantalapiedra, pág. 228.
(27) Doc. inéd., XI, pág. 266.
— 181 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
sionamiento y destemplanzas de carácter. Sostenían él y Gallo, por
ejemplo, que en las enmiendas de Vatablo se procedía por métodos
muy secos, soslayándose aspectos de sustancia y entidad, a lo que res-
pondía Cantalapiedra que el Consejo había ordenado estudiar, no lo
que ellos postulaban, sino lo que la Biblia contenía: la "letra", aban-
donada como cosa humilde para vacar al estudio del "espíritu",
reduciendo Cantalapiedra los contrarios a una estricta unidad cuando
afirmaba que los santos "pusieron la perfectión, y Batablo y otros el
fundamento para hedificarla" (28). Profesaba León de Castro que to-
dos los salmos se entendían literalmente de la persona de Cristo, con
lo cual no concordaba Fr. Luis de León, adjudicando unos salmos a
David, otros a Cristo, mientras otros los reputaba estrictamente como
"doctrinales". A los defensores de Vatablo, en el sentido ya comen-
tado, les motejaba Castro en sus constantes porfías de "judaizantes
y judíos". Los judaizantes y rabinos eran, naturalmente, Grajal, fray
Luis y Martínez de Cantalapiedra (29).
Fuera ya de las discrepancias doctrinales, fundamentales y básicas,
albergaba León de Castro en su espíritu una pasión de vanidad ofen-
dida. Nos referimos al fracaso de su libro sobre Isaías, publicado en
el año 1570, fracaso cuya causa hacía recaer en los Maestros Fr. Luis
de León y Cantalapiedra, cuando, en realidad, se debió exclusivamen-
te al excesivo coste del libro, que impidió su venta en los mercados
libreros de Medina y Ríoseco. Manías científicas, como se ve, y va-
nidad ofendida fueron creando en Castro resentimientos y complejos
muy sensibles. Fr. Luis habla de sus "desatinos" y le pinta como
"furioso puesto en disputa". En cierta ocasión, reunidos en las Jun-
tas, Fr. Luis le amenazó con hacer quemar su libro sobre Isaías,
donde Castro tenía puesta su vanidad, contestándole éste que le había
de hacer quemar, refiriéndose a su casta judía (30).
(28) Proceso criminal contra el hebraísta Martín Martines..., págs. 178-170.
(29) Cf. Procesos contra los hebraístas salmantinos..., pág. 344.
(30) "Iten, si conocen al maestro León de Castro, e si saben que antes y
al tiempo que juró y depuso en esta causa era y es enemigo capital del dich.)
maestro Fr. Luis de León por muchas causas : la primera, porque en una junta
de las que se hicieron sobre la Biblia de Vatablo el año 69, Fr. Luis de León
— 182 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
l'ero quizá la causa decisiva del famoso afjaire, expuesta ya por
nosotros en otras oportunidades, y que alentó las pasiones para arro-
jar en las cárceles a los biblistas salmantinos, fué la diferencia sur-
gida por las famosas "competencias a cátedras", que llenan no sola-
mente la historia de la Universidad de Salamanca, sino de otras
Universidades extranjeras, prez de la cultura católica. Los dominicos
dominaban, ¡y con qué justos y gloriosos títulos y méritos!, la ense-
ñanza escolástica de Salamanca. La incorporación a la Universidad
salmantina de otros valores e individualidades hizo surgir las luchas
y las controversias hasta crear ambientes apasionados y densos, donde
cuajaron con facilidad las desavenencias radicales y las antipatías in-
vencibles, alborotando los espíritus y agriando los caracteres hasta
trastocar la paz y perturbar las conciencias.
Ya en el año 1566, con motivo de la cátedra de Prima de Teo-
logía, se había enfrentado Fr. Luis de León con Fr. Bartolomé de
Medina, poniéndole pleito y logrando de la Corte una provisión don-
de se habla de "cierto Fray Bartolomé de Medina". Pese al apoyo
prestado por los dominicos al Maestro Rodríguez, ganaba también
Fr. Luis la cátedra de Santo Tomás, y en el año 1569 surgían nue-
vas desavenencias motivadas por el viaje de Fr. Juan Gallo a Roma.
Se trata, efectivamente, de un pequeño mundo de pasiones vigo-
rosas y recias, sostenidas por el honor corporativo y las tradiciones
de escuela. En mi estudio sobre el Maestro Martínez de Cantalapie-
dra he recogido un precioso texto del doctor Juan de Vergara, donde
el insigne humanista se refiere a estas luchas. Es interesante y suma-
riñó con el Maestro León de Castro, y le dijo que le había de hacer quemar
un libro que imprimía, y le retó de voz, y le dijo muchas veces que era úu
ruin hombre; y el maestro León de Castro le dijo a Fr. Luis que lo habría
de quemar a él" (Doc. inéd., XI, 255). También en otro jiasaje de Doc. iné-
dito (X, pág. 12, se alude al mismo episodio: "Y enojado de la porfía el dicho
Fr. Luis después le dijo a este declarante que le había de hacer quemar un
libro que imprimía sobre Exahías, y este declarante le respondió que con la
gracia de Dios ni él, ni su libro no prendería fuego, ni podía, que primero
prendería en sus orejas y linaje." Como se ve, el texto consignado es todavía
mucho más expresivo que el primero.
- 183 -
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
mente característico. Reza así: "... quanto más que muy notorio es,
señores, con quánta vehemencia y conspiración acostumbran los frai-
les en estas cosas de parcialidad que les tocan, juntarse en vn parecer
y ser todos a vna. En Salamanca vemos cada vez que se offresce
opposición de alguno dellos a cáthedra, que todos los de su orden se
conforman hiegn con él contra qualquiera otro por eminente que sea,
y quando faltando dellos oppositor quieren ayudar a vn estraño, don-
de va uno, allí van todos sin que falte voto" (31). Fr. Luis de León
recusa como calificadores de su doctrina a los padres dominicos de
San Esteban de Salamanca, "porque por razón de las competencias y
pretendencias que yo y este mi monasterio habemos tenido y tenemos
con ellos, no estarán tan desapasionados como conviene para juz-
gar" (32). Entre las preguntas señaladas en las "defensas" del fraile
agustino, se destaca singularmente, y con palabras muy expresivas, lo
mismo. Se consigna que los frailes dominicos son capitales enemigos
de Fr. Luis por las clásicas competencias y parcialidades. Y como
confirmando la especie, se recuerda la posesión de la cátedra de vís-
peras de teología ganada por los agustinos contra los padres predi-
cadores, y se repite lo que era sabido y popular en Salamanca entre
las gentes del "gremio": que Fr. Bartolomé de Medina era adversa-
rio notorio y apasionadísimo de Fr. Luis porque en las pretensiones
a cátedras universitarias "no tenía a quien temer sino al dicho fray
Luis de León". El mismo fraile agustino, en el pedimento autógrafo
del 7 de diciembre de 1574, escribía que se le quería quitar de en
medio — por parte de Medina — porque "yo so}' el mayor impedimen-
to que tiene en sus pretensiones de cáthedras" (33).
Medina representa, efectivamente, la máxima hostilidad contra sus
comprofesores de Salamanca, y es la figura capital entre todos los
adversarios y disconformes con los biblistas. De consuno, le distin-
guen los tres hebraístas como su perseguidor más contumaz e im-
(31) Cf. Proceso crivunal contra el hebraísta salvíautvto MarfV] Marthica
de Cantalapiedra..., pág.
(32) Doc. incd., X, pág. 100.
(33) Ibtdeni, XI, pág. 42.
— 184 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
portante. Por sus condiciones de equilibrio, de serenidad, amén de su
personalidad científica, fué considerado como el caudillo de la oposi-
ción. Esto lo ha reconocido hasta su hermano de hábito el P. Luis
Alonso Getino, y, aunque la apreciación es de un gran valor, como
formulada por un investigador de la hechura y tendencias del P. Ge-
tino, no empece para exponer aqui sucintamente la conducta seguida
por Medina y sus idas y venidas en el negocio de los tres catedráticos
de Salamanca. Por los procesos inquisitoriales, conocemos las denun-
cias de Fr. Bartolomé de Medina; pero antes de precisarlas concre-
tamente, veamos cómo los biblistas sabían a qué atenerse, deducién-
dose de sus declaraciones su exacta información sobre los manejos de
sus adversarios, sobre todo, de los del dominico Medina. En la res-
puesta de Grajal a la publicación de testigos, encontramos unos inte-
resantísimos pasajes acusando las actividades del P. Bartolomé de
Aíedina. Grajal no reputaba las acusaciones del fraile Medina perju-
diciales en su causa, dada su enemistad personal que serviría para
desvirtuarlas jurídicamente, atenta su conocida enemistad. Grajal acu-
sa sus noticias en una prosa grave. Apunta que Medina no le perju-
dica por ser hombre que le quería mal y procuraba infamarle por
todas las formas posibles. Añadía el bibhsta que Medina "andaba
juntando proposiciones, y mostrándolas a unos y a otros, y diziendo
que yo auía dicho lo que nunca dixe, fingiendo que estudiantes le yban
a dezir lo que nunca dixe, ni ellos lo digeron para que no me lo tor-
ziesen, conforme a las opiniones quél fingía de mí". Líneas adelante,
Grajal insistía en la gravedad de las declaraciones de Medina, decla-
raciones tan recias y "pesadas" que bastarían para determinar a las
autoridades inquisitoriales, sin más informaciones, a su detención. Al
odio de Medina y a su mala voluntad aluden reiteradamente los he-
braístas. Casi ya finalizada la respuesta de Grajal a los testigos,
escribe quizá las líneas más expresivas sobre el fraile dominico :
"... antes, si me es permitido, doy quexa del maestro Medina de que
hiziese libelo infamatorio contra de mí de proposiciones que yo no
dixe, y las mostrase ha unos y a otros para alborotar la universidad,
y con falsedades y mentiras engañase a vuestras mercedes, y me hi-
ziese prender, siendo testigo falso en este tribunal, y con falsedades
- 185 -
MIGUEL ÜE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
infamándome grauísimamente, e infamando la uniuersidad, infamando
el reyno de España, engañando a vuestras mercedes con sus melosas
palabras, so color de zelo de religión" (34).
En los primeros meses del año 1575, fecha de su muerte, retoma
Grajal a acusar a Medina como causante de svi prisión y desgracia :
"... Fr. Bartolomé de Medina, al qual no se debe dar crédito, por
ser mi enemigo, y haber sido el que me hizo prender, fingiendo cosas
de mí" (35). En el año anterior, en un interesante memorial, el ca-
tedrático de Escritura redactaba unas "tachas" contra León de Cas-
tro y Medina. Sobre éste se puntualizan una serie de preguntas, re-
sumiendo los cargos y motivos de la recusación. Luego de declarar
a Medina como a su capital adversario por ser amigo de Fr. Luis de
León, habiendo, por tanto, según Medina, de ajiidar "ofreziéndose
cátreda" a los agustinos contra los dominicos de San Esteban, con-
signa el Maestro como causas de la disidencia conocer Medina unas
referencias suyas sobre que pensaba contradecir al fraile dominico en
examen de licenciados y haberse opuesto de la misma manera Grajal,
en el claustro universitario, a la lectura de cátedra de Medina por la
ausencia de Gallo de Salamanca. Demanda, además, se interrogue al
Maestro Madrigal la causa de haberle dicho en alguna ocasión se
guardase de Fr. Bartolomé y Fr. Domingo Báñez, "que le querían
mal" (36). En el año 1575 declaraba Fr. Luis de León, en escritr»
autógrafo dirigido a los inquisidores, que Medina era enemigo suyo
y "andaba mouiendo escándalo en la Escuela". Frecuentemente, alu-
de Fr. Luis al "escándalo" producido por el Maestro dominicano en
Salamanca en torno de él y de sus dos compañeros universitarios, es-
cándalo que no derivaba de las novedades heterodoxas formuladas por
ellos, sino que consideraba como producto exclusivo de las "ruines
sospechas y ruines entrañas" de Medina. No olvida, como sus com-
pañeros, la colaboración prestada al dominico por T^eón de Castro.
(34) Cf. Procesos inquisitoriales contra los catedráticas hebraístas de Sn-
lamanca..., págs. 215-218.
(35) Ihídem, pág. 412.
(36) Ibídem, págs. 347-348.
— 186 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Escribe que Castro "se confederó con Medina y comenzaron a mover
escándalo en la escuela, y a inventar lo que han hecho" (37). Consi-
dera Fr. Luis a Medina como hombre "apasionado", pese a sus bue-
nas formas, tan antípodas de las exageraciones de León de Castro, y
no se recata en insistir que el fraile dominico le buscaba las vueltas
para comprometerle (38). Quizás el texto más concreto de Fr. Luis
sobre Medina sea el redactado para los interrogatorios de las "de-
fensas". En él Fr. Luis compendia el cargo principal y decisivo con-
tra el fraile dominico, incluyendo también a León de Castro y a otros
particulares enemigos suyos. Por lo que respecta a Medina, reza así :
"Item, si saben, etc., que el maestro fray Bartolomé de Medina, de
la orden de Sancto Domingo, hizo junta de estudiantes, y llamó mu-
chos a su celda, e inquirió dellos si habían oído o sabían algunas
cosas sospechosas en la fé o de mala doctrina del maestro fray Luis,
y de otros ciertos maestros, poniéndolos en escándalo, y tomándoles
firmas, y haziendo memoriales, y juramentándolos para que no le des-
cubriesen..." (39). No es menester precisar cómo Cantalapiedra ase-
guraba que las especies gratuitas achacadas a él )• a sus compañeros
las divulgaba en .Salamanca Bartolomé de Medina, y, con la recusa-
ción de éste, tachaba las testificaciones e informes de todos los domi-
nicos, poniendo como causa una radical enemistad originada de las
pretensiones a cátedras.
Pero no obstante haber reproducido, si bien someramente, la opi-
nión de los hebraístas en torno a las actividades de Fr. Bartolomé
de Medina, la más elemental exégesis histórica nos obliga a contras-
tar estas declaraciones, a fin de cuentas provenientes de los biblistas,
habiendo de recurrirse a fuentes históricas seguras y ajenas a los ban-
dos en lucha. El proceso inquisitorial conserva, afortunadamente, to-
das las testificaciones e informes secretos, desconocidos de entrambos
contendientes. La exploración de tales textos nos dará la medida de
las actividades de Fr. Bartolomé de Medina, y podremos comprobar
(37) Doc. inéd.. X, pág. 353.
(38) Ibídem, XI, pág. 260.
(39) Ibídcm. pág. 339.
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
la exactitud y veracidad de los pareceres de los hebraístas o el con-
fusionismo, desorientación o malicia de los reos, apuntando a intere-
ses particulares y pasiones personales inconfesables. Casi todas las
testificaciones contra los hebraístas están incluidas en el proceso de
Grajal, y de allí se desglosaron, incluyéndolas en los expedientes que
se siguieron inmediatamente a cada uno de ellos en particular.
A diecisiete días del mes de diciembre del año 1571, declara fray
Domingo Báñez que oyó decir al maestro Medina "que personas de
la huniuersidad de Salamanca le ahian venido a decir cómo abía en
la dicha ciudad y uniuersidad de Salamanca maestros en teulugia que
declarando las Sagradas Escrituras decían algunas proposiciones, de
las quales algunos de los oj-entes algo escandalizados benían a pre-
guntarle qué le parecían dellas... qué proposiciones fuesen éstas el
dicho maestro Medina las dirá más en particular''. Añade Báñez que
platicó con su compañero para ver la manera de denunciar las propo-
siciones atribuidas a los tres hebraístas. Según Medina advertía a
Báñez, dos de los estudiantes que habían acudido a él eran los bachi-
lleres Alarcón y Rodríguez, oyentes de Teología. En otra referencia
cuenta Báñez que "Fr. Bartolomé de Medina le mostró vn papel a
este declarante en que estaban escritas algunas de las proposiciones
malsonantes que decían algunos estudiantes aberlas oydo al maestro
Martínez, o al maestro Grajal, o a ambos dos..." (40). El jervónimo
Fr. Juan de Santa Cruz, conventual del monasterio de su Orden, ex-
tramuros de Salamanca, testifica ante el Comisario del Santo Oficio,
Francisco Sancho, que cierto día acudió a su monasterio el padre
Maestro Medina, "y mostró vn papel, donde traya escritas muclias
proposiciones, de las quales se le acuerdan que heran las siguientes :
que en la ydicíón Bulgata aprobada por el concilio Tridentino abía
errores, avnque no tan perniciosos en materia de fé ; y otra que de
los santos no se podía saber la Escritura en sentido literal, y ésta
dixo que dicho que la sacaría presto ympresa, y decía que la teulugia
escolástica impide el entender la Escritura ; y otra refiriendo vna opi-
(40) Cf. Procesos inquisitoriales contra los hebraístas de Salamanca. ... pá-
ginas 6-7.
— 188 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULI URA
nión de Santos que dice que de las palabras, in principio creavit
Deus... que de la Trinidad que de allí se saca, que no creía en ella,
lo qual todo dixo el dicho maestro Medina que el dicho maestro Gra-
jal decía preguntándole a este declarante que qué le parecía, y este
declarante le rrespondió, y dixo que heran cosas muy escandalosas y
dinas de ser corregidas, y que mirasen por la onrra desta universi-
dad; y preguntándole el dicho maestro Medina a este declarante qué
sí sentía que tenía obligación de denunciar deste negocio, le dixo que
si, so pena de pecado mortal..." (41).
En la declaración de Cerralvo de Alarcon se consignan más o me-
nos las mismas referencias sobre la importancia del papel de Medina.
Preguntado por los inquisidores si había escuchado al Maestro Gra-
jal la versión de que la Sagrada Escritura se debía explicar conforme
a la exégesis de los rabinos y judíos, abandonándose los comentarios
y explicaciones de los Santos, respondía en esta forma : "... que a
oydo dczir que el maestro Grajal lo ace ansí en su letura de Bliuia ;
enpero que este declarante a oydo discursos al dicho maestro Grajal,
pero que no lo a oydo, dixo, que no lo a adbertido, e que a quien oyó
decir que lo decía dicho maestro Grajal, era y fué al maestro Me-
dina, fray le dominico" (42).
Fuera de estas constantes alusiones a Medina, cuentan un con-
junto de testificaciones dictadas por discípulos que oyeron directa y
personalmente a los maestros biblistas, testificaciones de un valor con-
siderable por referirse a doctrinas sustentadas por los hebraístas, y
que hoy encajan unas dentro del más ortodoxo magisterio de la Igle-
sia y desfiguradas otras por las malas entendederas de los discípulos,
y que a través del proceso fueron expuestas con exactitud científica
y con la debida objetividad por los profesores salmantinos. Descar-
tadas semejantes aportaciones del proceso, campea en todas las restan-
tes una nota esencial: la constante referencia a Medina: "... e que
a quien oyó decir que lo decía el dicho maestro Grajal era e fué al
maestro Medina frayle dominico...; que lo que sabe e a oydo decir es
(41) Ibídem, págs. lo-ii.
(42) Ibídem, pág. 12.
— 189 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
qucl maestro Medina, frayle de la dicha casa y monesterio de San-
tistevan...; qué proposiciones fuesen éstas, el dicho maestro Medina
las dirá más en particular, y quiénes eran los estudiantes...; dixo que
lo que sabe es quel padre maestro Medina, jrayle dominico, jué vn
día al monesterio de San Gerónimo, antes del dia de Corpus Christi
pasado, y mostró vn papel, donde traya escritas muchas proposicio-
nes", ün estudio de conjunto del proceso inquisitorial arroja, efecti-
vamente, la responsabilidad máxima de Medina en el ajjaire de los
catedráticos de Salamanca, }• a él se achaca, principalmente, el des-
prestigio y la prisión de Grajal, Cantalapiedra y Fr. Luis de León.
Vale, por eso, repetir la frase del P. Getino, quien escribía en su
P^ida y procesos del Maestro Fray Luis de León: "Medina, desde
luego, fué mirado como el caudillo verdadero de la oposición.'"
^Ampliamente podríamos seguir exponiendo esta historia, pero nues-
tra misión está sometida a límites precisos y a dimensiones muy con-
cretas por la hechura obligada de este libro. Diríamos únicamente
que si los hebraístas pudieron desorientarse al plantear los problemas
escriturarios, actitud que, desde luego, no constituía, ni mucho me-
nos, ningún delito, y sí obligada exigencia espiritual, cabría, empero,
señalar en ella falta de prudencia por atraerse así la hostilidad de los
rezagados y de los émulos, que nunca perdonan..., y por causas tan
desemejantes. Sintéticamente, podríamos resumir este pleito en varias
fórmulas. Una de ellas la he concretado así en mi libro sobre el Maes-
tro Martín Martínez de Cantalapiedra: "La controversia de la que
dependió en España el estancamiento de los altos estudios eclesiásti-
cos (los escriturarios, se entiende) tuvo por causa y origen, entre
otras, las inquietudes y la falta de humildad de unos hombres que en
manera alguna consintieron se destacasen junto a ellos valores de in-
teligencia y de cultura que pudiesen superar a los suyos."
¿A qué se redujo el papel del P. Medina y con qué características
se señala entre los actores de esta dramática historia? Respondiendo
a unas "notas críticas" sobre mi libro del Maestro Martínez de Can-
talapiedra, suscritas por el P. Beltrán de Heredia y publicadas en La
Ciencia Tomista, he procurado acusar así las actividades y los perfi-
les del célebre y famoso dominico. En el estudio de los protocolos
— 190 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
inquisitoriales, se destaca su figura como el enemigo más contumaz
y peligroso que tuvo Fr. Luis de León. El fraile agustino nos habla
de sus "ruines entrañas" y de sus testificaciones calumniosas. Pero
el aspecto que le inmortalizará ante la posteridad siempre que se es-
tudie este famoso afjaire será su actitud de "guardián celoso" de la
ortodoxia en Salamanca. Fr. Luis se refiere a su "santísimo" celo,
a su "extraordinario celo religioso". Nos lo pinta así, sarcásticamen-
te, como una especie de sota-Mariana, hostilizando toda nueva apor-
tación, toda novedad intelectual, a título de oposición a las santas tra-
diciones y a la "antigüedad de la religión y fé nuestra". Manifiesta
Medina en su primera declaración que los tres hebraístas son afectos
siempre a novedades (?). Esto ha sido el estilo de los mesurados y
sesudos enfrente del ímpetu creador, con la consiguiente fermentación
espiritual. Cuando alguno de los hebraístas quiso sincerarse y cam-
biar impresiones con Medina, en vista de los rumores y del escándalo
que se propalaba, Medina procuró tranquilizarle con "blanduras".
Después sucedió todo lo que el lector conoce... Pero preguntamos,
¿pudo Fr. Bartolomé de Medina sospechar con sinceridad de la orto-
doxia de sus compañeros universitarios? (43).
(43) Cf. Archivo Agustiniano, 1950, págs. 53-66 y 189-204.
— 191 —
CAPITULO V
Literatura piadosa en el siglo xvii. — La oratoria sagrada— Literatura teoló-
gica e histórica de las escuelas. — Dicterios contra Pablo Segneri. — Diferencias
y luchas. — En torno del dogma de la Inmaculada Concepción. — Decadencia dt
la literatura piadosa : características y modalidades. — La actividad censoria del
Santo Oficio. — Prohibiciones y tachas. — El buen criterio inquisitorial. — La ram-
plonería crítica de las escuelas. — La influencia extranjera: su razón y sus
exageraciones. — Ne quid nimis. — La sana dirección espiritual.
xiGEN las características de este trabajo exponer, siquiera sinté-
ticamente, algunas de las modalidades literarias que integran el
movimiento de nuestras letras piadosas a raíz del siglo xvii, afecta-
das muy sensiblemente por la decadencia y la ramplonería, y consi-
guientemente tocadas de esterilidad para todo lo que entrañase vida
interior, dirección de espíritu o sencillamente piedad o devoción.
La castiza tradición de nuestra oratoria sagrada se trunca por
aquellas calendas, pese a excepciones limitadísimas, y sin alcanzar
ninguna excelencia notoria. Antítesis, sutilezas pedestres y asociacio-
nes mitológico-bíblicas con alegorías y retruécanos. Recuérdese la eru-
dición de polianteas y calepinos, donde se revuelven los dioses clási -
cos con las vírgenes cristianas y los doctores de la Iglesia.
Las chocarrerías se extreman imponderablemente. He aquí un
ejemplo. Se compara la Magdalena a un limón podrido : "Este limón
tiene dos caras : la una, fresca y bella y de buen olor ; la otra, hedion-
da y podrida. Si tú, pues, miras la Magdalena por el lado enmohecido
y hediondo, la hallarás enredando, retozando y saltando con la juven-
— 193 —
13
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tud hebraica de Jerusalén, que iba a comprar a su casa los pecados a
dinero contante" (i).
La mezcla sacro-profana llega a ser tan absurda que el P. Fabián
López, de la Compañía, escribe, haciendo su elogio, que sólo podría
precisar sus características valiéndose de comparaciones valorativas
como las modas en trajes y vestidos: "Ni sé con qué explicarme sino
con los trages, que si hoy se pusiera uno unos afollados con su es-
carcela, una gorra niilanesa y una capa a media espalda con capilla,
le tirarían con tronchos de coles." Anota el padre jesuíta con satis-
facción la abundancia de predicadores que sólo con el lenguaje "en-
tretienen y encantan a los más espabilados ingenios y dan pasto a los
linajudos de la cultura". Cuentan sólo galanterías y modernidades,
acusándose los predicadores por la palabra "crespa" y atildada;
censurando los sermones de su compañero de sotana Hernando de
Aguilera, no se libra de incidir en las mismas presuntuosidades lite-
rarias, criticando en el pulpito la ausencia de agudezas, el lenguaje
común y las llanezas del predicador (2).
¿Dónde habían ido a parar los maestros de la elocuencia, de aque-
lla elocuencia encendida española, viril y sacra, de los agustinos Val-
derrama, Farfán, Fonseca y Fr. Dionisio, el de Alcalá?
Por el año 1791 recogía el Santo Oficio un libelo intitulado La
sabiduría y la locura en el púlpito, ataque chabacano e injurioso con-
tra todos los predicadores de España. La vena satírica nacional siem-
pre floreció lozana y vivaz, aunque desbordando muchas veces, por la
pendiente de la soflama anticlerical, venenosa e injusta. El autor es-
cribe que, en vez de predicadores, tenemos "rábulas, charlatanes, pa-
pagayos, delirantes y vocingleros". Dígase, en verdad, que la deca-
dencia era flagrante ; pero aquella ola de mal gusto, de chabacanería, de
charlatanismo, se extendió lo mismo que en España por otros países ;
y en medio del depravado gusto y de la sacrilega depravación de los
profanadores de la cátedra del Espíritu Santo, por aquellos años los
(1) A. H. N. Inq., leg. 4.509.
(2) Cfr. R. A. B. y M., núm. 4 (1900), págs. 149-751-
— —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
pulpitos españoles escucharon la palabra piadosa de Bocanegra, Aldao,
Gallo, Michelena, a los PP. Garcés y Hernández, dominicos, y a los
PP. Dutari y Calatayud, jesuítas, sin llegar a citar aquí el nombre más
moderno de Fr. Diego de Cádiz.
¿ Qué de particular había en prohibir escritos y libros, ya de carác-
ter doctrinal o histórico, con los que las Escuelas se hostilizaban con
la violencia notoria y tradicional? La caridad brillaba por su au-
sencia — también se acusaba de ordinario el buen gusto y la fina crí-
tica— : Recordemos, por ejemplo, el Arynamentario Histórico Theoló-
gico del Carmelo, donde se ataca con la acostumbrada pasión a Pape-
brochio y Heinicio ; o la conocida Innocencia Vindicata, en la que re-
firiéndose el autor al insigne Pablo Segneri le regalaba con frases de
este tono: "hombre de desmesurado arrojo", "de pocas obligaciones",
"sin cara, soberbio y atrevido", "infamador", "engañador", "volun-
tario calumniador", "hombre dexado de la mano de Dios", "que ca-
lumnia con modo propíssimo del Demonio", "necio o poco honesto",
"a cuyo lado se ponen los herejes anabaptistas". ¿No recuerda el lector
erudito los servicios rendidos por el ilustre jesuíta a la Iglesia con sus
sermones, libros y campaña contra Molinos? A los padres Carmelitas
les era entonces lo mismo una vez que se discutía doctísimamente }'
con suma prudencia la antigüedad del Carmen y sucesión de EHas (3).
Aquellas luchas fueron siempre feroces. Evoquemos las diferencias
entre jesuítas y dominicos. Para éstos, los jesuítas no son más que
émulos de los tomistas. Les motejan de "envidiosos de la gloria de
San Agustín y Santo Tomás, se les considera como hombres calumnia-
dores de muchas e intolerables maneras : multíplices ct non ferendas
sellólas thomistícas ah adversariis impactas calumnias; acusadores
falsos e injuriosos; que sin vergüenza acusan e improperan: "invere-
cunde arguere modernos thomistas, iisque improperare", que infaman
gravemente a toda la escuela tomista, al mismo Sumo Pontífice y al
Maestro Báñez, levantándole a éste haberse revelado contra el Doctor
Angélico, y conspirado con Calvino ; que censuran la setencia de la
(3) A. H. N. Inq., leg. 4.461.
— ^95 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
gracia per se eficaz, como dogma herético, sed etiam ut haereticuin
traducere non verentur, y así otras gracias y lindezas (4).
Quizá el suceso más interesante a través de muchas generaciones
fué el tema de las controversias sobre la Concepción Inmaculada. Se
publicaban y reeditaban constantemente, fuera de los libros y trata-
dos doctrinales, Cadenas de oro, para alabar la pureza de María, flo-
reciendo por todas partes copleros que popularizaban la Concepción,
como aquel Martín Ximénez, que publicaba sus versos en Zaragoza
por el año 1619 :
El que diga que se peca
quitando de Vos pecado
quedará descomulgado (5).
Las disputas y pelamesas extendidas por toda la Península adqui-
rieron un carácter agudísimo en Mallorca durante el siglo xvii, edi-
tándose láminas injuriosas contra los dominicos (6).
El 24 de ma>'o de 1622, el Papa Gregorio XV, oído el parecer
del Colegio Cardenalicio, imponía silencio a las polémicas que conti-
nuamente se suscitaban sobre el Misterio de la Concepción hasta ser
definido. Las controversias — escribía el Pontífice — sólo deparan es-
cándalos, pesadumbres y disensiones. Hubo en esta producción teo-
lógica y literaria incidentes muy peregrinos. En ocasiones los defen-
sores o adversarios del Misterio pertenecían a las tradiciones del mal
gusto, y se editaban títulos tan chabacanos que merecen reproducirse
para solaz de cultos e indoctos. He aquí uno de ellos : "Soplos en de-
fensa de la pura Concepción de Nuestra Señora la Virgen María con-
tra algunos átomos que se han lebantado y opuesto aquestos días al
Sol de la verdad, por Fr. Pedro de la Concepción, religioso mínimo,
entre los menores el menor." El libro salió de las prensas de Zarago-
(4) A. H. N Inq., leg. 4.458. (Vid. Verus thomistarum Trivnphus... Ganda
vise, ex Typog. Joannis Eton, 1725.)
(5) A. H. N. Inq., leg. 4.451.
(6) A. H. N. Inq., leg. 3.736.
— 196 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
za el año 1662, siendo su editor Bernardo Nogués, y afortunadamen-
te vemos cómo el autor reconoce su insuficiencia y exigüidad confe-
sándose "mínimo, entre los menores el menor" (7).
Pese en general a las discrepancias dominicas, la devoción espa-
ñola respetaba y creía en el Misterio. Sabemos que en un convento de
monjas de Falencia se llegó a quemar la imagen de Santo Tomás, y
las coplillas sobre el tema se popularizaban, aun dentro de la chaba-
canería y de la plebej'ez.
Anteriormente nos hemos referido a la decadencia de la oratoria
sagrada puesta en la picota del ridículo y de la burla en el saladísimo
libro del P. Isla, decadencia que motivó prohibiciones a granel de
panegíricos y sermones morales por parte del Santo Oficio. Simul-
taneando con aquella postración que se acusa ya en plena evolución
y desarrollo en el gran siglo del barroco español con sus extravagan-
cias en los procedimientos expresivos, y con sus exageraciones sim-
bólicas en el arte de la elocución, por una parte ; y por otra, los enér-
gicos contrastes del realismo impresionante de nuestros imagineros,
donde llega a sacrificarse la plástica a la expresión vehemente, en-
turbiado por la turbamulta de efigies de palo rebozadas de damascos
y terciopelos, se acusó en nuestro país un profundo marasmo que in-
tentó paralizar y entorpecer la irradiación y los alientos de la honda
y fervorosa piedad española, desviándola a zonas de ordinariez, incul-
tura y fanatismo bochornoso, estimulado por amplias minorías de
clérigos sin levadura teológica y bíblica, y preconizadoras de la vigen-
cia de una devoción aldeana en el más estricto sentido peyorativo del
vocablo, sumiendo a las gentes sencillas en un ambiente de milagrerías,
trampantojos, ilusiones y absurdas creencias, donde mal podían flo-
recer los caminos de la virtud y de la vida interior alumbrados siem-
pre por la sabia dirección espiritual, el buen gusto y la sólida doctrina.
En una "Oración apologética", redactada en pleno siglo xviii, se
refleja adecuadamente aquella crisis, fruto de la ignorancia y de la
despreocupación, y que llegó a penetrar en los duros acantilados de
(7) A. H. N Inq., leg. 4.454.
MIGUEL DE LA FINTA LLORENTE, O. S. A.
una parte considerable de la opinión española, con menoscabo de nues-
tro sentimiento religioso. El texto reza asi: "los santurrones han
llenado el mundo de patrañas rediculas, de milagros increíbles y de
visiones, que contradicen a la terrible majestad del mismo Dios. En
ellas vemos a Cristo alumbrando con un candil para echar una monja
el pan en el horno; tirando naranjitas a otra desde el Sagrario; pro-
bando las ollas de la cocina, y jugando con un fraile hasta serle im-
portuno ; en ellas vemos un legito reuniendo milagrosamente una bo-
tella quebrada, sin más fin que consolar a un muchacho, a quien se
cayó al salir de la taberna ; a otros, convirtiendo unas cubas de agua
en vino para beberlo la Comunidad, y a otro resucitando un pollinejo
que había nacido muerto, porque no lo sintiera el hermano de la
Orden. En ellas vemos a un hombre muerto de muchos años conser-
var viva la lengua hasta confesar sus culpas ; a otro tirarse de un
balcón, y caer sin incomodidad a la calle por ir al rosario, y un voraz
incendio apagarse sin más que echar un escapulario de estameña ; en
ellas vemos a la Virgen María sacar su virginal pecho para dar leche
a un monje : a los Angeles en hábito de frailes cantar maitines porque
en el convento dormían, y a los santos más humildes degollando a
los que no eran afectos a su religión" (8).
El pasaje ha de entenderse con su mica salis, pero la realidad
superaba los casos expuestos, dado que el estilo ordinario estaba cor-
tado por el mismo patrón. Que en España contaban clérigos doctos
y sabios, y que entre ellos figuraban los inquisidores, "fanáticos e ig-
norantes" es innegable. La Inquisición española persiguió sistemáti-
camente esta literatura religiosa, producida por el abandono del Sa-
grado Texto, fuente de nuestras creencias, mientras las antigüedades
eclesiásticas yacían bajo la lápida de las Decretales y de los abusos
furtivamente introducidos. ; Podríamos afirmar que durante muchos
años para grandes sectores la piedad cristiana y la capacidad nacional
se midieron por los abortos literarios de la época }' por la valentía
(8) Cfr. "Oración Apologética que en defensa del estado floreciente de i'----
paña dixo en la Plaza de Madrid". — No se publicó el tal manuscrito por .su>
insolencias, en medio de indiscutibles verdades.
— 198 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
de Romero o Costillares, héroes del matadero sevillano, que entran-
do en lid con un toro, le pasaban de los cuernos a la cola?
La actividad censoria del Santo Oficio se multiplicó, no cejando
en su lucha denodada contra laicos y clérigos, autores de aquellas pa-
parruchas, milagrerías y ordinarieces que invadían el ruedo ibérico.
Es decir, que no se trata de perseguir a heterodoxos, racionalistas o
descreídos, que ésta era, al parecer de las gentes, la función esencial
de los tribunales inquisitoriales. Lo mismo se perseguía al protes-
tante "dogmatizante", al volteriano contumaz y escandaloso que al
Obispo heresiarca, a la monja "ilusa" o al piadoso autor de nove-
narios pedestres y de "gozos" ridículos y chabacanos.
He aquí una muestra erudita de esta fiscalización : Por la regla
octava del nuevo expurgatorio, adonde se prohibían libros u oracio-
nes supersticiosos, se recogieron por el año 1620 las llamadas "mi-
sas de San Agustín". Eran cinco: de la Natividad de Nuestra Seño-
ña, de la Anunciación, de la Visitación, de la Purificación y de la
Asunción. Se recomendaban como reveladas a San Agustín por la
Virgen. Celebrados los dichos sacrificios, si alguna persona se encon-
traba en tribulaciones de pobreza, prisiones u otras necesidades, se
veía libre de estos trabajos, lo mismo que si estuviesen en tierras
lueñes o estuviesen muertas, se sabría de ellas. Las misas se celebra-
ban arreo con Gloria y Credo, y al final de cada misa se recitaban los
cuatro evangelios. Sépase como apostilla de esta referencia, que una
de dichas misas, la de la Visitación de Nuestra Señora, no existia
en tiempo de San Agustín, amén de la ceremonia supersticiosa de los
cuatro evangelios, y del Gloria y Credo, condición sine qua non, ade-
más de poder precisar que en múltiples ocasiones dicha celebración
iría contra los fueros de la gallofa. El censor del Santo Oficio escribe
que puestas en circulación olían a misas "de pane lucrando" (9).
En el año 1629 se recogía la Historia de la Religión prof ética del
Carmen, compuesta por un religioso carmelita descalzo, e impresa en
Madrid. Entre otras afirmaciones, consignaba el autor: "la vocación
profética fué más favorecida del Espíritu Santo que la vocación apos-
(9) A. H. N. Inq., leg. 4.467.
199 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tólica" (fol. 26); "la fundación de la Orden del Carmen es de dere-
cho divino, y las demás religiones no tienen sino aprobación humana"
(fol. 155); "Elias es más santo que los apóstoles" (fol. 231); "ven-
drá Elias como juez supremo, y con judicatura superior a la de los
Apóstoles" (10).
En el año 1662 se seguían unos autos por la Inquisición de Tole-
do, en razón de unos villancicos que se cantaban en la Capilla Real
de las Descalzas de Madrid. Puede imaginarse el lector erudito el es-
tilo por la muestra :
Mundi novi mundi novi,
lleguen señoras, lleguen, siñores.
Verán cosis novis,
r galanis, coriosis
e maravillosis.
Lleguen todos a este parti,
lleguen, verán por un cuarti
misteria maravillosa
e invenciones primorosas,
con mucha curiositate,
noche de nativitate,
de Diu nosfro siñori. (11).
También en las Descalzas de Madrid se cantaba un diálogo con
referencias a la visita del santo sepulcro, repleto de chanzas. Comen-
zaba en estos términos :
Madrugaron tres Marías
una mañana de Pascua,
que las mujeres madrugan
siempre por salir de casa.
(10) A. H. N. Inq., leg. 4-478.
(11) A. H. N. Inq., leg. 4.444-
— 200 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
A los ángeles las tres
como a sacerdotes tratan,
porque estaban con estolas,
mas yo digo que eran albas (12).
Son también de este tiempo unas coplas en memoria de los Dolo-
res de la Virgen, y en ellas se versificaba por este estilo, poniendo en
labios de Nuestra Señora :
Pecador, si a mis dolores
quieres tener devoción,
yo te haré dos mil favores,
y pondré mi intercesión
a javor de tus errores (13).
En los "Loores en alabanza del B. P. y Místico Doctor San Juan
de la Cruz, Compañero y Coadjutor de la gloriosa Madre Santa Te-
resa de Jesús en la fundación de su sagrada Reforma", se leía :
De tu madre padre fuiste,
pues de nuevo la formaste;
sus hijos multiplicastes
cuando en cinta la pusistes.
Su antiguo honor la volviste,
siendo Padre, Hijo y Amante.
Se trataba sencillamente de manifestar el aumento que en sus hi-
ios tuvo la Religión del Carmen en la reforma de San Juan de la Cruz.
En otros versos se habla de la Confirmación bajo el concepto de
sacramento, y continúa el autor bajo la misma metáfora y sentido di-
ciendo "llevó el Diablo el bofetón, siendo tú allí el confirmado"; y
(12) A. H. N. Inq. (Ibídem).
(13) A. H. N. Inq., leg. 4.474.
— 201 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
bajo esta consideración resultaba para los inquisidores la proposición
"falsa, errónea, temeraria, y sapiens haeresim" , pues sin apoyo ni
fundamento se dice que el sacerdocio pasó a ser Confirmación, siendo
artículo de fe que son dos sacramentos. Contiene, además, un abuso
sacrilegio de la ceremonia practicada en la Confirmación. Dése cuen-
ta el lector de la expresión indecente que la copla manifiesta para
explicar el florecimiento \' multiplicación de los carmelitas reformados.
Tu sacerdocio sagrado
pasó a ser conjirmación;
llevó el Diablo el bofetón
siendo tú allí el confirmado.
Mucho es que se ha disgustado,
pues tu gracia es su picante (14).
En la "Carta de perpetua esclavitud a la Santísima Trinidad",
publicada en Granada, se empleaban expresiones macarrónicas y pro-
pias solas de la Divinidad: "quisiera ser eterno para haberte servido
sin principio de tiempo"... "quisiera ser inmenso para servirte en todo
lugar..."; "quisiera ser infinito para hacerte servicios de valor infi-
nito..." Se trataba de frases hiperbólicas conocidas, pero empleadas
fuera de modo y medida. El capuchino censor de la Inquisición se
expresa en el sentido "que las hermandades o cofradías que las usan
no tienen otra mira que el sacar limosnas". Eran frases hipotéticas, y
en realidad de verdad no ofrecían nada contra la ortodoxia. Recuér-
dense las conocidas expresiones: "Señor, si yo fuera Dios y Tú Agus-
tín, dejara yo de ser Dios para que Tú lo fueras." Y esta otra: "Se-
ñor, si yo fuera Dios y Tú, Francisco, dejara yo de ser Dios porque
Tú lo fueras" (15). En el "Novenario espiritual de San Lorenzo", dis-
puesto por Fr. Antonio Arbiol e impreso en Zaragoza (1765), se leía:
"Los viernes con gran victoria — transportáis en vuestra palma — a
(14) A. H. N. Inq., leg. 4.478.
(15) A. H. N. Inq., leg. 4.465.
— 202 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
vuestras devotas almas — del Purgatorio a la Gloria" (i6). Se trata,
como se ve, de expresiones que inducen a vana confianza. Se expur-
ga una frase de la "Novena y Exercicio de la Reyna de los Angeles
y Madre de Dios María Santísima, que celebrando el misterio de
su Concepción en gracia en el primer instante de su sagrada anima-
ción dispuso un hijo suyo, y del Seráfico Padre San Francisco en hon-
ra de su Inmaculada Concepción, a quien con cordial afecto consa-
gra estos annuales reverentes cultos su religiosísima Comunidad del
Señor San Pedro de Alcántara, de Santa Cruz de Tenerife, como
a singular Abogada y patrona de su sagrada religión". Nada menos
que esto es la portada de la novenita, y ya deducirá el lector el tono
literario del padre franciscano. La frase expurgada decía hablando
de las excelencias de la Virgen, "reconciliadora única de las enemista-
des con Dios" (17). Por inducir a superstición, a causa de los mila-
gros — milagrerías. — allí refutados, se interviene y descalifica la His-
toria panegírica de la Aparición y milagros de María Santísima del
Tremedal, por el Doctor D. Francisco Lorente (1798). Por supers-
ticiosa }■ falsa quedó prohibida la "Carta escrita por María Santísima
a los de la ciudad de Mexina" (1788). En el año 1803 se abría expe-
diente contra unas "Reflexiones que Christobal Mordaza, sacristán
del Canto, hace al señor fiscal del Obispado de Avila sobre un pedi-
mento que dió motivo a un despacho de vereda, en que se manda que
todos los sacristanes se presenten a examen dentro de quince días".
Tales son las burlas y las ordinarieces del papelucho, que el censor se
limita a decir: "este sacristán Christobal de la Mordaza merecía que
se le pusiese una en su lengua". En el año 1806 se denunciaba en
la Inquisición una estúpida "Oración que fué hallada en el sepulcro
de Nuestro Señor Jesucristo." Se mandó ipso jacto recoger. Comen-
zaba: "Sabed, mis queridas hijas, que los soldados que me prendieron
fueron 201. Que me llevaron preso, 25. Dieronme en la boca 30 pu-
ñaladas. Quando preso, dos soldados dieronme 1 10 empellones para
levantarme ; 80 golpes dieronme en la boca ; 1 50 en el pecho y 5670
(16) A. H. N. Inq., leg. 4-483.
(17) A. H. N. Inq., leg. 4.465.
— 203 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
azotes me dieron amarrado a una columna. Quedaron en mi cuerpo
loi llagas y 1600 abujeros mortales. Cai con la santa Cruz 3 veces,
y la sangre que derramé fueron 30.670 gotas." Como verá el lector,
la doctrina se presentaba como errónea y supersticiosa, mejor dicho, se
trata de un documento perfectamente apócrifo (18). La Devoción al
Santísimo Cristo de la Expiación, impreso en 181 6, se subtitulaba
"Copia de una Relación que fué aliada en el Santo Sepulcro de N. S.
Jesucristo, la qual tiene el Santo Pontífice en su oratorio y el Rey Fe-
lipe IV en una lámina de plata". Después de reproducir con más o me-
nos exactitud las referencias de la Oración del sepulcro..., añade: "la
persona que rezare siete Padre nuestros, )" siete Ave Marías por es-
pacio de 12 años hasta que cumpla el número de gotas que derramó
Cristo en la Cruz, se le conceden cinco gracias ; la primera, remisión
de todos sus pecados ; la segunda, será libre de las penas del Purgato-
rio; la tercera, que si muriese antes de cumplir los 12 años, será como
si lo hubiera cumplido...", y asi siguen las patrañas y las zafiedades
que la Inquisición anhela desterrar (19). En este tiempo se había im-
preso en Cádiz la Novena deprecatoria a la Santísima Virgen María
de la Merced. Fue recogida por el Santo Oficio. La oración para el
día séptimo de la novena rezaba así: "Ternísima y sobre manera cui-
dadosa de tus hijos perseguidos, que los libertas de la muerte a fuer-
za de prodigios, como lo hicieste en la villa de Utiel con un devoto
de tu santo Escapulario que acometido de un trabucazo a boca de
cañón, no hizo el tiro más efecto en su pecho que haber dexado las
señales en el Santo Escapulario, cayendo a sus piés tres balas, y que-
dando sano tu devoto..." En el día anterior de la "novena" se re-
lata otro sucedido en la ciudad de Portovelo con un hombre devoto
del Escapulario, "que haviendo pasado desta vida a la eternidad sin
el Bautismo culpablemente, hallándose en el tribunal vino justamen-
te condenado, Tu, poderosísima Madre, con tus ruegos impediste el
formidable decreto, y reduciéndole otra vez a la vida para que con-
siguiere la gracia de el Bautismo, dentro de hora y media le condu-
(18) A. H. N. Inq., leg. 4.474.
(19) A. H. N. Inq., leg. 4.489.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
xiste a la Gloria..." (20). El prior de la Merced de Barcelona es-
cribió por el año 1818 el siguiente gozo en honor de su Patrona:
"Vuestra imagen sin igual que ese convento venera — es copia en quien
reverbera — todo el bello original — ■ copia pero aun tan leal — que vues-
tras gracias colora", donde para exaltar a la imagen llegaba a depri-
mir el original. Que todo el bello original reverbere en la santa ima-
gen parece, efectivamente, demasiada hipérbole (21).
Quiero desnatar dos ejemplos típicos de esta clase de literatura
en la modalidad de "villancicos", como resumen de este género de
entretenimientos piadosos que hacían las delicias de muchos de nues-
tros abuelos. No se llegaron a cantar en nuestros templos por la in-
tervención fiscal del Santo Oficio. En el año 1818 se recogieron unos
"villancicos" de Navidad compuestos para la insigne catedral de Cór-
doba. Se llamaba en ellos a Eva "tarasca" y "golosaza". Escribe el
autor de la desnudez y pobreza del Niño, y expone como causa ;
Tubo de ello la culpa
cierta tarasca
que quiso ser señora,
siendo criada.
Sólo por un antojo,
la golosaza
ha dado que rascarnos
muy buena sarna.
Y añadía luego :
Era dama sin peso,
bien adornada,
pero por una pera
perdió su gala.
(20) A. H. N. Inq., ibidem.
(21) A. H. N. Inq., leg. 4.492.
— 20? —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Con la pera al marido,
que era un Juan Lanas
me lo volvió camueso
la gran taimada.
Como Adán tiene el mundo
mil papanatas;
pero yo a éstos les llamo
papa manzana (22).
Tales "villancicos" ponían en ridículo el Misterio. Se llama a
Cristo "molinerito" y "moledor". Nuestra redención la compara el
autor a un "molino", y, como el lector habrá notado, se llama a Adán
Juan Lanas y "camueso", con otras expresiones ridiculas y mortifi-
cantes.
Estas perpetraciones y atentados contra el buen gusto, la reveren-
cia de los misterios sagrados y la buena doctrina fueron constantes
hasta muy entrado el siglo xix. Son famosos los villancicos compues-
tos para la Colegial de Antequera en el año 1816. He aquí el reci-
tado del Patán:
Patán: Decidme, Xiño hermoso,
sin andar por rodeos.
Es verdad lo que diz, que
en galanteos
desde el Cielo bajaste a
ser Esposo,
que la Esposa la hiciste,
y que es de barro?
Pues si yo no me marro,
ansí nos lo asigura
el pae Cura,
y según me magino
el Cura no va juera de camino.
(22) A. H. N. Inq., leg. 4.469.
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Vo no me opongo que
aquesto sea;
mas la Esposa, jiñor,
es pobre y fea.
Sobre ser jorrorosa y su
pobreza,
también tiene un chichón
en la cabeza,
que le jizo por arrancarle el moño,
allá en tiempo de Adán, algún demoño.
Se le calificó por burlesco e indecoroso a la majestad del templo
y sus augustas funciones (23).
Es incontrovertible el buen sentido y el celo religioso sano e in-
teligente que movió las decisiones de la Inquisición española, consa-
grada a retirar del mercado librero la bazofia y los guisotes espesos
de una literatura piadosa que en España se acusó en los buenos tiem-
pos por la exquisitez y la finura. ¿ Quién no recuerda alguna de las
preciosidades literarias, villancicos y letrillas donde el buen gusto, la
ternura, las sandungas y las gracias son ornato y flor de nuestros
mejores ingenios? Si la Inquisición ataba corto a piscatores y ana-
listas, autores de lunarios con predicciones, chistes y gracias inadmi-
sibles, véase cómo eran perseguidos los romanceros y coplistas de bajo
vuelo, especializados en chocarrerías más o menos heterodoxas, aten-
tatorias contra el buen gusto y la genuina piedad.
La decadencia nacional en los aspectos que acabamos de esbozar,
como en otros, se debió a una elaboración lenta, pero sistemática y
coherente. El enmohecimiento del espíritu, el aristotelismo de baran-
dilla — ^así se motejaron los estudios de la época, con sus secuelas trá-
gicas, para el renacimiento de nuestras aulas — , producirían a la larga
la mediocridad y la ramplonería junto con la ausencia del espíritu crí-
tico. Se sutiliza sobre la distinción entre la Lógica docente y la Ló-
gica lítente, y sobre las distinciones abusivas de materialiter y for-
(23) A. H. N. hiq., leg. 4-5i8.
— 207 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
maliter, simpliciter y secundum quid, y otras expresiones ejusdem
furjuris. Las disertaciones sobre la equipolencia o las conversiones de
los silogismos per contrapositionem, las cualidades ocultas, la forma
sustancial o la naturaleza angélica llenan los cursos escolásticos, o,
a lo menos, digámoslo con más propiedad, informa este espiritu los
ambientes académicos.
Nada tiene de particular que los racionalistas y los hombres mo-
dernos cultivadores de otros métodos y procedimientos, apasionados
por la cultura francesa, y más o menos antiespañoles, escribiesen en
los términos que consigna El Observador (discurso sexto) : "¿ Para
qué sirven las apologías? Los extranjeros no creerán a los apologis-
tas, por mucho que alaben a nuestros sabios, mientras no les presen-
ten obras dignas de aprobación. ¿ Cuáles son los historiadores que
opondremos a Mably, Condillac, Millot y Raynal? ¿Qué son nuestros
políticos en comparación de Mably, Condillac, Montesquieu y, espe-
cialmente, de Mirabeau y de Mercier de la Riviére? ¿Qué es la Arau-
cana respecto de la Henriada? ¿Y quién compara a Calderón con
Moliere? ¿Qué hombre prefiere la Poética de Luzán a la de Mar-
montel ni las novelas de doña María de Zayas a los cuentos morales?
Seguramente ni Masdeu ni Llampillas son capaces de llenar el hueco
de tantos grandes hombres." El autor del pasaje sutiliza hasta ex-
tremar la argumentación, aunque digamos que se trataba de una re-
acción espontánea ante el ambiente español. Pero para El Observador,
sometidos a análisis y examen las comedias y los autos sacramenta-
les de Calderón, las de Lope — aun incluidas las seis que no pecaron
contra el arte gravemente — , con la Gatomaqiiia y la Mosquea, se re-
duce todo a "ayre deflogistizado". ¿Qué hubiera dicho conociendo y
citando El Cordonazo de San Francisco, las Controversias entre je-
suítas y jansenistas o la Metrificatio invectivalis contra studia moder-
norum?
El Corresponsal del Censor reputaba por estéril toda lucha contra
el florecimiento de novenas, gozos, trisagios y otras devociones infor-
madas por el espíritu que hemos acusado. "Clame Muratori en su
verdadera devoción — escribía — ; grite Juan Bautista Thiers en sus
supersticiones ; cánsese la Santa Inquisición en sus repetidas censu-
— 208 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ras ; ello ha de ser, y ha de haber teólogos de beatas que promuevan
y den curso a lo que se procura justamente desterrar" (24). Es cier-
to que no podían censurarse devociones nuevas, inspiradas por la ver-
dadera piedad, el celo de la gloria de Dios y el bien de las almas.
Entre la balumba de novenas y septenarios heridos de esterilidad,
hablan de abrirse camino expresiones auténticas de fervor religioso,
pudiéndose citar como ejemplo la letanía del Dulce Nombre de Jesús,
muy hostilizada en sus principios, como popularizada entre la multi-
tud de nuevas devociones, que sin cesar se sucedían, disputándose la
eficacia y la modernidad. ¿ Qué criterio suscribir en la cuestión ? ¿ Po-
drían descalificarse los nuevos escritos? En manera alguna, siempre
que se dictasen dentro del verdadero espíritu, del decoro y de la sen-
cillez agradable y fina. El doctísimo Feijoo lo expone así: "No hay
que pensar que algún autor moderno no nos ha de mostrar algún
camino del Cielo distinto de aquel cnyo itinerario nos pusieron por
extenso los Santos Padres y los hombres sabios de los pasados si-
glos" (25). Por otra parte, pese a la ignorancia, madre de la supers-
tición, nunca pudieron creer los inventores de patrañas y milagrerías
que éstas pasasen impunemente con todos como prodigios de devo-
ción y como irreprimible fomento de la piedad cristiana (26).
(24) Cfr. Bl Corresponsal del Censor, carta XXIV, págs. 398-399.
(25) Cfr. Theat. Crtt., tomo II, disc. VI, núm. 25.
(26) Para ampliar la exposición de este capítulo, resta exponer algunas de-
las modalidades que presentó la extraordinaria proliferación literaria, en torno-
siempre de los motivos religiosos, ya desvirtuando la genuina piedad, como he-
mos expuesto brevemente en el capítulo, ya presentando otros matices, más o
menos interesantes. La Inquisición recogió toda esta literatura. Como expresión
literaria, basada en los textos sagrados y cosas eclesiásticas, se hicieron famo-
sas entre el genus irritabile vatum algunas producciones, intervenidas por eí
Santo Oficio, como abusos y remedos de la literatura eclesiástica. Constituye
éste un capítulo muy sabroso y picante de la historia de la época, donde la
vena del ingenio se acusa con lozanía e inspiración. Merecen estas quisicosas
un recuerdo que vamos a dedicarlas, como apostilla del capítulo.
El 22 de agosto de 1787 se publicaba en el Correo de Madrid la glosa latina
del Te Deum, que no es otra cosa sino una burla ridicula y extravagante, sa-
tirizando al P. Arcos, escritor capuchino, ligero y superficial. La oración final
rezaba así, refiriéndose a los eruditos chirles y ebenes : "O pater omnium fran-
— 209 —
'4
MIGUEL DE LA PLNTA LLORENTE, O. S. A.
ciscanorum honor et luminare magnum scieiitiarum. Tuis auge operibus. sa-
pientium numerum, et siciit de te discimus, quod in te liabemus (iii alio non
facile leperiendiim) ex te et propter te, ad acumen omnium scil)ilium perve-
niamus et inter eruditorum violetae numerum mereamur in xternuni gratulari."
El Te Deutn llevaba al frente la referencia personal del Padre capuchino :
"Hymnus metncus in mirabilis et ingeniosi voluminis Revereiidissimi Patris
Fr. Francisci de los Arcos laudcm, gloriam teternanque sui nominis nionumen-
tum. " He aquí algunos de los versículos:
Te Patrcm mcmorahilem laiidamus
Te litteraruni decus coit¡ilemur
Te oiiinis facultatis magistrum vencratur
Tibi librum magnificum debemus
Tibi universitates gloriam parant
Tu invenisti, quod alii non potuerunt
Tu spinum ventre natum reperisti,
Tu masculum ex crure rejers factum
Et per singulos dies te canemus.
Laus tibi, Pater, quia nos ita docui^ti.
Estos abusos e imitaciones de la literatura y liturgias sagradas estuvieron
en boga y fueron muy abundantes. Se hizo famoso con anterioridad a la circu-
lación del Te Deum del P. Arcos, el Te Deum al profeta Elias, cuyo autor
no he podido identificar, y escrito en vista de las exageraciones carmelitanas,
vindicando su antigüedad y excelencias. No sin gracia y zumba, el versificador
escribía :
Tu Patris adoptivus est jiliiis.
Tu ad liberandum a sceculo hominen Virgini ordinem instituís
Precursor Christi crederis csse ventiirus.
Dentro de estas actividades aplicadas a la sátira y a jocosidades más o
menos admisibles, se recogió por el Santo Oficio toda composición donde se
mezclase lo sagrado con lo profano, empleando las palabras y frases de la Sa-
grada Escritura ad scurrilia. Se prohibían por derecho divino y por Derecho
Canónico. Algunas de estas piezas fueron censuradas, en San Felipe el Real,
— 210 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
por el agustino Fr. Juan de Miranda. Se utilizaron ordinariamente en estas
composiciones poéticas el "Padre Nuestro" y los "Mandamientos". Como ejem-
plos de ambos motivos figuraron, entre otros, el Patcr Noster glosado contra
los devotos de monjas, y singularmente la "Relación jocosa de lop Mandamien-
tículos y protervia de la fe" (Granada, 1780), y los "Mandamientos burlescos
que un galán cantó a una dama, mostrándole el grande amor y cariño que le
tenía, y a la fin se halla una letra que dice: "si queréis comprar amores..."
Fué reimpreso por lo menos en Barcelona, en casa de Juan Centcne, y envia-
do, por medio de la Casa Piferrer, a Málaga y Cádiz. Ciertamente se trata
de un engendro despreciable.
Es excusado consignar la abundancia de papeles editados o manuscritos,
pero en constante circulación, poniendo en solfa a los "franceses", género
nacido por las diferencias con la gran nación vecina. Entre ellos podría selec-
cionarse, como muy típicos, el "Credo contra los malos franceses", puesto en
glosas, debido, según parece, a un reverendo padre capuchino. Se recogieron
todos los ejemplares. Presentaba expresiones que merecían nota censoria. Lla-
maba su autor a la Virgen "rosa impecable", entendida esta impecabilidad
por "esencia". Equivocación o yerro de imprenta era el decir "pues concebiste
por obra", en lugar de "pues concebido sois por obra".
La sátira y las chanzas tabernarias se aplicaron también a ridiculizar y
atacar, unas veces ferozmente, otras con sales urbanas y gracias áticas, a las
Corporaciones religiosas, contribuyendo a su descrédito y desdoro, aunque en
la mayoría de las ocasiones se trataba de panfletos, debidos a la mordacidad
literaria, ciertamente, pero sin encontrar eco ni popularizarse como obras de
ingenio y de lucha. El Santo Oficio se dió también prisa por retirar de la
circulación estos papeles. Fué muy popular el publicado contra los jesuítas,
versificado con bastante facilidad e ingenio. Se rotulaba así: "Versos mancos
de un discurso romo. Gozos cantaderos en la solemne función que la escuela
jesuíta y frayles de la Compañía celebraron en el mes de junio de 1746 en la
ciudad de Teruel, compuestos por el Maestro Rasga-Tripas, cocinero de es-
pioca, y puestos en solfa por el diextro Maestro de Capilla de la Catedral de
Batuecas, Don Zandín Glorioso, célebre músico de tetilla, que es un punto más
de solfa. Dedícalos un travesado ingenio al señor Presidente y Preste de la
Procesión Colegial Mayor de Bolonia y dignísimo canónigo de la Catedral de
Coria."
Pero la tarea fundamental de la Inquisición fué, como hemos tratado de
demostrar, la intervención y censura de las obras de devoción informadas por
el espíritu que hemos denunciado. Los vejámenes, las gracias gordas del anti-
clericalismo han florecido en todos los tiempos. ¿No recuerda el lector erudito
los versos de Westordo en el "Monumenta" de Francisco Walchio?: "Maiores
cum minoribus... ?" Pero aquí se trataba de aspectos esenciales de doctrina. No
descartamos la importancia relativa de las modalidades apuntadas como capí-
— 211 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tulos de una historia donde se derrama el talento y las chispas del ingenio,
dignos de ser empleados en menesteres más altos y dignos, rebajando el es-
píritu y las musas castizas. Pero la materia expuesta era más sustancial, pues-
to que prescindiendo del mal gusto, rozaba la ortodoxia y la pureza de la íe,
desorientando y rebajando a las almas crédulas y sencillas. Séame permitido,
para finalizar estas notas, estampar una refereircia erudita inédita que remate
las ya expuestas. En el año 1796 se recogía un Trisagio de la Santísima
Trinidad. En la primera y segunda copla se compara el Misterio a un convento
de tres frailes, mezclando ideas heréticas. Como no hay en el convento unidad
de naturaleza, tampoco en la Santísima Trinidad, y así, como cada fraile «s
parte del convento y los tres la componen, así cada persona es parte de un
Dios y las tres componen la Trinidad.
En la celestial Ciudad
donde siempre está de asiento
el Rey de la Majestad,
el más principal convento,
que es la santa Trinidad.
Aunque por su inmensa renta
éste entre los demás es
el de más nombre y más venta,
nunca han pasado de tres
los frailes que le sustentan.
Y así continúa el autor macarrónicamente hasta parecer dar a entender en
una quintilla que encarnaron las tres divinas personas.
CAPITULO VI
Los "inventarios" de intelectuales perseguidos, según Llórente. — Sentido de la
renovación de nuestra cultura en el siglo xviii. — Liiciadores del movimiento
escéptico en el jiglo de Luis XIV. — La influencia francesa. — 'Chocarrerías y de-
cadencia de la época. — Algunas ideas de los "regeneradores" del país. — El en-
ciclopedismo y )a Ilustración. — La inmoralidad y sentido irreligioso. — Apor-
taciones inéditas sobre los intelectuales del siglo y sus relaciones con la Inqui-
sición : D. José de Yeregui, D. Félix María de Samaniego, D. Tomás de Iriarte
y sus hermanos; D. Ramón de Salas, catedrático de Jurisprudencia de la Uni-
versidad de Salamanca, D. Manuel de Valbuena, D. José Iglesias de la Casa,
D. Nicolás Fernández de Moratín, Quintana. D. Juan Bautista de Arriaza, los
PP. Mohedanos. — Algunas referencias sobre D. Pablo de Olavide. Renito Bails,
D. Juan Bautista Muñoz y el P. Isla.
LA investigación científica y sistemática no suele defraudar, pese a
grandes dificultades, al exhumador contumaz de textos antiguos,
y así, podemos consignar la alta novedad que representa en el estu-
dio del siglo XVIII, y dentro de nuestro tema, este capítulo, dedicado
casi exclusivamente a aquella época de transición y de profunda cri-
sis humana.
Don Marcelino Menéndez y Pelayo dudó siempre de los famosos
catálogos o inventarios de ilustres perseguidos redactados por el ca-
nónigo Llórente, inventarios donde el infortunado clérigo, de tan des-
dichada memoria, acumula plurales nombres de excelencias y méritos
tan desemejantes. Cabe indicar que, conocida la personalidad moral y
las andanzas escandalosas del autor de la famosa Historia crítica de
la Inquisición de España, no se presta ciertamente a crítica ninguna
— 213 -n
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
el escepticismo de Mencndez y Pelayo. Pero cumple a la verdad
proclamar que la ma^or parte de los nombres recogidos por Lló-
rente tuvieron, efectivamente, que ver con la Inquisición española,
aunque hayan de contrastarse necesariamente pasajes varios del céle-
bre canónigo progresista que no responden a la rigurosa y estricta
realidad. Investigaciones reiteradas en los archivos secretos de la In-
quisición española, donde trabajamos desde hace veinte años, nos han
hecho llegar a conclusiones tan definitivas, y, como en todos nuestros
estudios procuramos hacer honor a la verdad — sin atender a matices
religiosos o políticos — y responder con toda exigencia a los cánones
de la objetividad histórica, quede constancia af|ui de nuestra verdad
y honradez.
Pero ¿qué representa nuestra tradición intelectual a través de toda
la centuria dieciochesca, qué perfiles tradicionales y españoles se acu-
san en la época, caracterizada en la Península, como en otras regio-
nes del Continente, por la degradación política, social e intelectual ?
Es clásica, entre núcleos intelectuales de ciertas tendencias, la valora-
ción que considera al siglo xviii como definitivo y crítico en el des-
arrollo del progreso y de la cultura de nuestro país por los intentos
y esfuerzos de readaptación al mundo moderno y a las corrientes eu-
ropeas. Parece ello innegable, sobre todo si se considera el floreci-
miento del espíritu crítico en medio de las últimas convulsiones del
escolasticismo teológico decadente y de las rutinas, que, sobrepuestas
y acumuladas, desnaturalizan las mejores esencias de nuestra tradi-
ción religiosa, tan ilustrada y viva en los antiguos y mejores años.
El criterio estrecho de teólogos y canonistas anticuados había coope-
rado de consuno en la postración nacional, y con mucha anterioridad
a los inicios del siglo xviii podría el hombre de letras precisar cier-
tos orígenes de la decadencia con datos muy concretos y expresivos.
; No recuerda el lector erudito la historieta, ejemplar en nuestro caso,
de la canalización del ^Manzanares y el Tajo? Proyectada la obra por
Felipe IV y examinada por una Junta de doctos teólogos, se respon-
dió al Rey con estas palabras: "Que si Dios hubiera querido que
ambos ríos fueran navegables, con un solo jiat lo hubiera realizado,
y que sería atentatorio a los derechos de la Providencia mejorar lo
— 214 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
que ella, por motivos inexcusables, había querido que quedase im-
perfecto."
En el año 1693 tenían vigencia en Oxford, en Cambridge y en
Londres los principios newtonianos, mientras el aristotelismo regía,
por ejemplo, en Francia, prohibiéndose las enseñanzas del cartesianis-
mo, por disposiciones de la Sorbona y del Rey. En la Península IIj€-
rica seguía manteniendo sus fuegos el aristotelismo, denominado "de
barandilla", con sus catastróficas consecuencias, alejado del realismo
y de las fuentes originarias, sin la ensambladura de ciencia concreta y
positiva.
Cabe, sin embargo, advertir que no se trataba en el caso español
de una simple influencia extranjera postulando renovación y libertad
con la adquisición de una nueva metodología y propedéutica, aplica-
das al juego de los valores en la función de la crítica racional y sabia,
sino de un trastrueque de los principios normativos religiosos que
hasta entonces perfilaron la estructura moral de la sociedad española.
La. relajación de las ideas teológicas y de la organización que estaba
relacionada con ellas, y que las sostenían, es el primer proceso para
hacer viables la futura realización o elaboración de un ideario antitra-
dicional, fundamentalmente irreligioso. La disolución protestante del
espíritu teológico constituye entre los antecedentes de esta pretendida
renovación la levadura más preciosa para el florecimiento de los ácidos
mordientes de la literatura licenciosa y anticlerical posterior. Así, el
hombre de letras de entonces se pregunta : ¿ Son las tradiciones sagra-
das históricamente verdaderas, y la doctrina cristiana divinamente ins-
pirada? Y sin discernir lo estrictamente dogmático de lo histórico,
disciplinar y adjetivo, se impugnan y confunden sensiblemente las fá-
bulas, las rutinas y las tradiciones piadosas antihistóricas, con las esen-
cias del Credo, conclu}*endo con el clásico grito de guerra de la Es-
cuela : Ecrassez l'tnfame.
Pero hemos de señalar, ante todo, con anterioridad a las especu-
laciones y desvergüenzas volterianas, a los verdaderos iniciadores del
movimiento escéptico e irreligioso en el gran siglo de Luis XIV. El
Discours sur le methode, de Descartes, y los Pensees, de Rayle, pu-
blicados, respectivamente, en 1637 y 1682, inauguran las primeras hos-
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
tilidades y los primeros atentados críticos contra los llamados prejui-
cios y la autoridad en materias de fe. Pese a los grandes dones de
ambos a dos, constituyen y representan sus aportaciones una respe-
table cooperación en la lucha contra la tradición ideológica clásica y
francesa. Lo demás vino de Inglaterra, patria de la Biblia y del De-
recho — licencia natural en un país como Inglaterra, que durante no-
venta años había estado empeñado en una violenta guerra civil, en un
cambio revolucionario de gobierno )• conducta — , asentándose luego el
movimiento innovador y antitradicional — la reacción contra la subor-
dinación de la parte intelectual a la parte moral del hombre — en la
labor demoledora de Voltaire con todas las asociaciones peyorativas
que se quieran. Se intenta establecer el espíritu analítico con la misión
estricta de disolver la síntesis medieval, la dogmática ortodoxa, ahu-
yentando de los valores vitales los más sólidos y sagrados. Por eso
se ha podido escribir que toda la obra anárquica de Voltaire se con-
vierte y rebaja a una mera y mordaz treta de disputas y controversias,
compuestas de falsos juicios, de valoraciones inaceptables, nutridas de
rencores y despreciables polémicas, pese a su nativo ingenio y a sus
grandes cualidades.
Consiguientemente con estas corrientes culturales y con esta aguda
crisis de espíritu, comenzó a florecer en los medios sociales europeos,
y dentro de la sociedad española, tan impermeable a modificaciones
de tipo moral, como sociedad enraizada en los cimientos basálticos de
las creencias seculares cristianas, un nuevo ejemplar de hombre medi-
tativo y escéptico... Fué la época de la superficialidad y la ligereza,
adobadas y encubiertas en el artificio literario y en los juegos frivolos.
Todas las manifestaciones de este espíritu llevan el sello y el toque
de la risa burlona y sardónica. No se trataba, ciertamente, de la iro-
nía filosófica o del frío análisis ; en los Triarte, por ejemplo, se llegaba
a las irreverencias más soeces y a la rechifla más burda de las cosas
santas y divinas. Así se pretendía arrumbar el clásico espíritu caste-
llano, con la advertencia de que los perfiles y excelencias que acom-
pañaban a los ingenios más castizos, dentro de estas influencias forá-
neas, son las chocarrerías y las gracias espesas conjugadas con las
audacias más osadas }• las libertades más mordaces y corrosivas. Mu-
— 216 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
chos de los "caballeritos de Azcoitia" y otros ingenios españoles es-
parcidos por las diferentes regiones peninsulares, pese a notorias cua-
lidades de curiosidad intelectual y de afanes de cultura y de progreso,
no pasan de la condición de señoritos de sociedad, caracterizados en-
tonces, como ahora, por la superficialidad y el espíritu banal y liviano.
En España las influencias francesas no transcendieron casi siempre,
dentro de ciertas zonas de cultura, del clásico anticlericalismo taber-
nario o enciclopedista.
En las modas, en los modos y maneras de pensar, las interferen-
cias alienígenas trabajaron con positiva eficacia en el ánimo y en el
espíritu de amplios sectores nacionales. Quintana escribía: "Comía-
mos, vestíamos y pensábamos a la francesa." Y el P. Isla consignaba
la tendencia en aquellos conocidos versos :
Yo conocí en Madrid una condesa
que aprendió a estornudar a la francesa.
"¿Qué quieren esos mamarrachos, que gustemos todavía de las
tonterías del siglo pasado?", se escribía a don Agustín Montiano en
26 de julio de 1754, por el Marqués de Valdeflores. En los últimos
años de la vida del poeta Iglesias abría, en Salamanca, Alegría y
Clemente su librería de obras exclusivamente francesas. Meléndez, For-
ner )• Cienfuegos, aunque interesantes escritores castellanos, eran afran-
cesados, como lectores empedernidos de los enciclopedistas, y no se
olvide la formación extranjera de Cadalso y su apasionada admira-
ción por los grandes clásicos franceses. Una de las obras que circuló
a principios de siglo con bastante fortuna, dentro de ciertos climas
españoles, fué el Diccionario histórico y crítico, de Bayle, con las con-
secuencias que podían derivarse de tal lectura.
Hemos, sin embargo, de insistir, como contraste, que, a pesar de
que el ingenio castizo, la rica erudición y el buen gusto se acusaban
en el país haciendo honor a la castiza tradición y a los ya casi extin-
guidos ecos renacentistas, eran excepciones notorias y muy limitadas,
dando la nota más sobresaliente el marasmo, la vulgaridad }' la cha-
pucería, precúsamente en el ambiente donde nunca debieron decaer el
— 217 —
MIGUEL ÜH LA l'LMA LLORENTE. Ü. A.
gusto, las buenas formas y las clásicas normas en el pensar y en el
decir. El Cabildo de Salamanca había hecho escri])ir a Gerardo Lobo
aquello de
Catacresis marmóreo de la gloria,
invitándole a escribir sobre la iglesia catedral un conjunto de meta-
toras: "De esta manera nuestra fábrica se pudiera decir que forma
con sus piedras un panegírico visible de su autor, el cabildo de la santa
Iglesia, imaginando las figuras del mármol como figuras de retórica,
hipérboles de bulto, alegorías, prosopopeyas, etc."
Hemos aludido a la decadencia de nuestra oratoria sagrada. Un
escritor de vena satírica, como el P. Isla — castigat ridendo mores — ,
ponía en solfa a los flamantes predicadores de la época, enjaretando
Fr. Gerundio piezas de este tenor, refiriéndose a la muerte de un es-
cribano: "Esta presentación sacro-lúgubre, este epidecio sacro-trágico,
este coluctuoso episodio y este panégeris escenático, se dirige a inmor-
talizar las memorias del que hizo inmortales a tantos con los rangos
cadmcos que, a impulsos del equilijcro pincel que estampa en cándido
lino triturado, sirviendo de colorido el otro licor de la verrugosa agalla
chupando en concáveos aéreos vasos de la leve madera pamvescia: ca-
lamus scribce velociter scribentis.'' El autor nos da la equivalencia
significativa. Así se llama "cándido lino triturado", al papel; "otro
licor de verrugosa agalla", la tinta; "cóncavos aéreos vasos", el tin-
tero; "aquilífero pincel", a la pluma.
En el siglo xviii se seguía disertando y discutiendo sobre los tér-
minos categorcmáticos y syncategoremáticos, sobre la partícula non,
tomada en la oración neganter o infinitanter, o sobre las promociones
físicas y decretos predeterminantes.
Bodrios literarios de tal estilo, guisotes tan espesos y bazofia tan
despreciable y vergonzosa exigían, efectivamente, en los espíritus finos
y en las naturalezas intelectuales bien dotadas, una enérgica reacción,
una hostilidad cuasi sistemática para defender el patrimonio hispánico,
tan esquilmado por el filisteísmo intelectual. Ciencia positiva y talento
crítico acumula en su obra el P. Feijoo ; Cerdá y Rico exhuma textos
— 218
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
valiosos de la tradición nacional ; l'^orner defiende la tradición cien-
tífica peninsular, y no olvidemos a los PP. Andrés y Lampillas, y
al doctísimo Mayans y Sisear. Pero, pese a todas las ponderaciones, y
sin rebajar en un ápice lo castizo y nacional del siglo, el siglo presenta
una profunda crisis. Don Marcelino Menéndez y Pelayo recordaba
sus dos grandes calamidades : el jansenismo y el regalismo, y hacia
memoria de la anulación y ruina de nuestras libertades provinciales.
Bastaría evocar los nombres de Aranda, Urquijo, Moñino o Campo-
manes para apreciar adecuadamente que la reacción cuaja sustancial-
mente en la campaña contra la tradición religiosa nacional. Esto fué
todo, y ello fructificaría más tarde escindiendo la unidad de los espa-
ñoles, sin concretarse a renovar el ambiente intelectual de la Penínsu-
la, seleccionando las aportaciones positivas extrañas que tan bien en-
cajarían como mantillo fecundo para el florecimiento de una nueva
edad, donde se vitalizase lo nativo y genuino degenerado, sin menos-
cabo y merma de nuestro genio y peculiaridades históricas. Así, lo que
pudo ser un gran siglo se convierte en una ofensiva contra los valo-
res religiosos del país que alcanzaría su máximo desarrollo en el siglo
siguiente.
La investigación }• el estudio de los textos de la época nos llevan
a estas conclusiones, sin sutilezas ni hipercríticas. Los regeneradores
del país y los arbitristas están conformes en sostener que la restau-
ración nacional depende fundamentalmente de la lucha contra la Igle-
sia, y no precisamente del entronque con la antigua tradición integrada
por los hombres de la Iglesia española, a quienes debimos entonces
la modernidad y la cultura. Se podrían condensar las aspiraciones de
los intelectuales del siglo para hacer revivir a la nación en este ideario
programático, que alcanza hasta la primera mitad del siglo xix : me-
nosprecio del clero regular y secular; del primado de jurisdicción en
el Papa ; de la inmunidad de la Iglesia y del Tribunal de la Inquisi-
ción, considerado como un Tribunal de injusticias, en cuyos calabozos
se oprimía la verdad. La reforma nacional por parte de muchos rega-
listas se resumía en la supresión o extinción de capellanías, beneficios
simples, préstamos, prestameras, colegiatas, etc., reputando a los cléri-
gos, no sólo como inútiles, sino perjudiciales a la Iglesia y al Estado^
— 219 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
debiendo sujetarse todo a la potestad de las autoridades seculares.
Simultanea lógicamente con este anticlericalismo aldeano una lite-
ratura enciclopedista y licenciosa con gracias verdes y espesas, inge-
niosas, unas, y escuetas bellaquerías, otras. En el ambiente social se
embotan los mejores aceros de la ortodoxia y de la piedad, reflejadas
tantos siglos en nuestras familias, lozaneando un materialismo y unas
libertades de expresión que acusan intensamente la época, subrayán-
dose la laxitud moral y el ateísmo descubierto y flagrante. Epigramas
como éste de Fernández Rojas evidenciarían las audacias del ambien-
te y las cínicas desenvolturas. Rojas escribía en la España de Carlos III :
Trabajos tiene el mundo
Muy extraños y atroces:
El Rey, desasosiegos ;
El Príncipe, embaidores ;
El privado, lisonjas;
El ministro, traiciones;
El Papa, su conciencia;
El Cardenal, amores;
El obispo, sus pajes;
El cura, sus pasiones;
El mercader, naufragios ;
El soldado, los choques;
El labrador, mal tiempo;
El ciudadano, el porte;
El pobre, su pobreza ;
El rico, sus doblones ;
Y aún tengo yo más penas
Que todos estos hombres...
Me preguntas ¿que tengo?
Soy cuerdo, fraile y joven.
No cuentan en nuestro país la golosina y el aderezo de la litera-
tura secreta: memorias y correspondencias confidenciales, reveladoras
de la cultura social más desnatada, donde aflora y sutiliza el ingenio
— 220 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
valorando con precisión episodios y personalidades. Ya hemos escrito
en otra ocasión que en nuestra tierra, y contando con el realismo in-
génito de la raza, hubiera producido abundantes frutos del más castizo
veduño. No se ha parado mientes por eso, ni se conocen debidamente
estas realidades históricas del siglo xviii, ofreciéndose, sin embargo,
al investigador de aquellas calendas una cantera documental del más
vivo interés y de la ma>'or trascendencia que idearse pueda. A ello
pensamos dedicar algunos futuros estudios, siempre instructivos, como
que se trata de ilustrar nuestro sentimiento religioso en época tan ca-
racterística por la transición histórica y la aguda crisis moral, tal como
se perfila el siglo xviii. El enciclopedismo se extendió por toda la
Península, sobre todo entre los intelectuales y entre familias de rancio
abolengo y de clásicos abolorios, a pesar de excepciones que indiscu-
tiblemente cuentan. Su influencia alcanza luego a la clase del tipo
medio español: médicos, comerciantes, profesores, en general tan lea-
les a las antiguas normas y a las organizaciones tradicionales. Los
españoles del siglo xviii designaban a esta clase con los nombres de
herejes, apóstatas, materialistas o ateístas. Se trata, simplemente, del
clásico descreído o librepensador.
No podemos ni debemos excusarnos de consignar en estas páginas
algún caso ejemplar que rubrique nuestras informaciones eruditas so-
bre aquella aristocracia herida por las lecturas y el contagio de las
ideas del país fronterizo. Podíamos referirnos al Conde de Clavijo. Se
cuenta que, comiendo con unos invitados — que son precisamente los
testificantes—, dijo que aborrecía tanto la música, que ni al cielo que-
ría ir "por no oiría", y que no quería ganar el cielo porque allí no
habría más que frailes, monjas y clérigos. Añadió Qavijo, durante la
comida, que el lugar deseado por él sería siempre el infierno, pues allí
se encontraría con hombres grandes. Los testigos reputan las especies
como una simple bufonada. A su deudo don Cristóbal de Cañaveral,
Caballero Maestrante de Granada y Marqués de Boganap, se le había
desterrado al castillo de Santa Bárbara por pertenecer a la sociedad
da la Bella Unión, creada en la Corte por los años 1777 y 1778. El
noble granadino adolecía de los defectos corrientes en la clase de per-
sonas que estamos criticando : sociedades secretas, retención de libros
— 221 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
irreligiosos e inmorales, estampas livianas y grabados licenciosos. Son
curiosos a este respecto los datos siguientes. Se le oyó leer en cierta
ocasión unas poesías castellanas sumamente deshonestas, "contando en
los versos con la mayor viveza todo cuanto puede acontecer y acon-
tece en el hombre y en la mujer en un lance de fornicación". Poseía
pinturas obscenas y tendenciosas, importadas de Francia: "Le mostró
al testigo un retrato de unos cinco dedos de largo y seis de ancho,
■de papel de marca o cartoncillo, donde aparecían divujados y pintados
vn religioso enfermo en la cama, )' a la cavecera de ella una monja
haciéndole visita, pero habiendo mobido cierto resorte que tenía el
retrato apareció la monja... y soltando el resorte se bolbió a quedar
la estampa en la misma postura que antes."
Puede darse cuenta el lector por los textos reproducidos que en la
mayor parte de las veces los enciclopedistas españoles no pasaban de la
categoría de libertinos, desvergonzados y audaces, que éstos eran casi
siempre los frutos de la investigación científica (?), ya sobre las Sagra-
das Letras, sobre la Dogmática ortodoxa, o en general sobre la cultura,
enfrente de las vejeces y antigüedades católicas (?). Todo se reduce
a proposiciones del jaez de las expuestas, que se reproducen cons-
tantemente en los documentos antiguos españoles, y entre ellas — to-
das cortadas por el mismo patrón — quede aquí constancia de las mante-
nidas por los dos aristócratas citados, el Conde de Clavijo y el Marqués
de Boganaya, y como testimonio de lo que se pretendía introducir en la
Península para desterrar de ella nuestro espíritu estático y rezagado.
He aquí la materia de las conversaciones sostenidas comiendo a la mesa
del gobernador de Alicante : "vertieron varias proposiciones contra la
religión christiana, dudando y disputando sobre pasajes y verdades de
la Sagrada Escritura, sentando que ésta se contradecía en varios luga-
res y que los expositores la interpretaban a su modo, y contra el verda-
dero sentido, que por eso no se permitía en España traducirla en lengua
vulgar, para que las gentes no se instruyesen, y tenernos, como nos tie-
nen, hechos unos ignorantes ; que no era así en Francia, donde hasta las
mujeres estaban instruidas ; que también oyó el testigo al reo, o a Cla-
vijo, que por qué no se había de venerar el excremento de los Santos,
de que infirió el testigo que hablaría con desprecio de la veneración de
— 222 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
las reliquias de los Santos ; que también hace memoria haver oído ha-
blar a los dos (aunque más a Clavijo) con libertad y desberguenza de
todo género de torpezas, y que no havía cosa mejor que fornicar; que
no había cosa como estar separado de su muger, porque las mugeres
propias enfadan ; y que no había cosa como los co para fornicar, y
libertarse de males, que en Francia o Barcelona se vendían, y el reo
tuvo algunos en su poder; que es moda permitir los maridos que sus
mugeres vivan con cortejos, y lo procuraban impedir los frailes y cléri-
gos". Así encajó en muchas mentes españolas el espíritu de la Ilustra-
ción, que se reducía, como el lector ha podido precisar, a retención de
libros infames, papeles obscenos y pinturas livianas, que esto valía,
por lo visto, mucho más que el oro de nuestras tradiciones españolas
y de nuestra regia y espléndida cultura (i).
Sobre Don José de Yeregui, maestro de los Infantes Don Gabriel
y Don Antonio de Borbón, escribió así don Juan Antonio Llórente en
el tomo IV de su Historia crítica de la Inquisición de España (pági-
nas 314-35): "Don José de Yeregui, presbítero secular, doctor en teo-
logía y cánones, natural de Vergara, de Guipúzcoa, maestro de los In-
fantes Don Gabriel y Don Antonio de Borbón, caballero de la Real
Orden de Carlos III, autor de un catecismo, }• capaz de serlo de mu-
chas obras buenas de teología y disciplina eclesiástica por su grande
ciencia, fué delatado tres veces a la Inquisición de Corte, como hereje
jansenista por ciertos clérigos y frailes ignorantes del partido jesuítico.
Se le asignó, año 1792, la villa de Madrid por cárcel, que duró medio
año ; satisfizo a todos los cargos, de modo que los inquisidores de Cor-
te le absolvieron de la instancia. En el Consejo había contrarios que
deseaban decretase solamente suspensión del proceso ; y las intrigas se
multiplicaron de manera que verosímilmente prevalecieran si no por
haber fallecido entonces mismo el inquisidor general Rubín de Ceva-
llos, obispo de Jaén, y nombrándose luego para sucesor a Don Manuel
Abad y la Sierra, arzolñspo de Selimbria, cuyas opiniones eran confor-
mes con las de Yeregui, a quien por fin se dió testimonio de haber
sido absuelto, y puesto en libertad."
(i) Archivo Histórico Nacional (Inquisición), leg. 3.736.
— 223 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Se han conservado entre la documentación inquisitorial las infor-
maciones de naturaleza, legitimidad y limpieza de sangre de don José
Miguel de Yeregui. Arrancaba su casta de Guipúzcoa y Navarra, sien-
do su padre arquitecto de profesión en el país norteño, con intervencio-
nes más tarde en algunas obras del Real Palacio. No obstante sus deu-
das y aventuras con el Santo Oficio, éste prescindió de los registros in-
quisitoriales, donde menudeaba su nombre, para conferirle el nombra-
miento de Oficial de sus tribunales (2). De los registros resultaba la exis-
tencia de una "sumaria" en el año 1783 por proposiciones }' ocultación
de libros prohibidos. En el año 1785 se le forma expediente por frases
atrevidas y desenvueltas y, finalmente, en Granada y en Toledo se le
había empapelado por el mismo delito de las proposiciones y dichos,
nada conformes con el estado de cristiano y su calidad sacerdotal. Yere-
gui —conviene precisar el dato — fué en Madrid uno de los asistentes
a la tertulia de la condesa de Montijo, dato interesante para apoyar el
juicio sobre su carácter y preocupaciones.
El día 6 de abril del año 1783 acusaba a Don José Miguel de Ye-
regui el canónigo del Sacro Monte, Don Juan Molina, en informe parti-
cular, dirigido al tribunal de Granada. Por tratarse de testigos singula-
res — un pariente del acusado, una criada joven, y sin criterio, y un
capitán que testifica haber estado muy contadas veces en las pláticas <ie
Yeregui — se acordó por las autoridades de buscar los antecedentes de
Yeregui, según la documentación de los archivos secretos. De las inves-
tigaciones practicadas resultaba tener Yeregui pendiente en la Inqui-
sición de Corte un expediente sobre ideas muy personales en torno al
culto de las imágenes de la Virgen, y sobre retención de libros prohi-
bidos. Por el año 1787 residía Yeregui en Cadalso, y de allí partía en
el mes de julio otra declaración del padre guardián de los franciscanos,
remitiendo al inquisidor general el informe sobre una consulta solicita-
da por la vecina de aquella villa, María Teresa Díaz. Practicadas las
diligencias de estilo, contrastaba por orden de la Suprema la referencia
un franciscano descalzo, Fr. Mateo Püertollano, ratificándose en sus
dichos la mujer. Cuéntase que teniendo esta señora a su nieto enfermo.
(2) Archivo Histórico Nacional (Intiuisicióii), leg. 3.271.
•— 224 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
y encomendando su salud al Patriarca San José, poniéndole una vela en
la mesilla de noche, el doctor Yeregui, burlón y escéptico, se expresó
en estos términos: "Yo estaba en quitar a vuestra merced esas ridicu-
leces espirituales, que vuestra merced tiene, por ser cosa que importa
poco". La testificación se amplía con aspectos muy interesantes que ayu-
darán a perfilar los rasgos más sobresalientes de la personalidad de
Don José de Yeregui. He aquí algunos detalles concretos : "que estan-
do dicho reo en casa de la declarante se ofreció ablar de las misas, y
dixo aquél que si él lo huviera de disponer, todas las misas havían de
ser mayores, a lo que le replicó Leocadio Hernández, de oficio vidrie-
ro: "pues entonces para qué queríamos tantos curas". Fr. Mateo Puer-
tollano consigna no haber advertido en Yeregui cosa contraria a la fe,
pero que "quando ha rezado el Rosario en la parroquia no responde,
al fin del Padre Nuestro y Ave María, la palabra "Jesús", lo que exe-
cutan lo mismo los niños de su escuela, y el maestro que tiene en su
casa el reo; que el primer día que vio esto dicho Portollano volvió la
cabeza y dixo que respondieran "Amén Jesús", pero notó los días si-
guientes que lexos de hacer lo que les mandaba, levantaban más la voz
acompañada de la de su maestro, y se recalcan en el "amén", sin
añadir "Jesús", lo que le causó novedad".
En el mes de agosto del año 1787 se había recibido en el tribuiKiI
del Santo Oficio una carta, fechada en Toledo, donde testificaba con-
tra Yeregui una vecina de la villa de Membrillo, Francisca Antonia
Lozano. Había servido a nuestro clérigo en Cadalso, y pone contra él
los siguientes cargos: "le oyó repugnar en los finales del Padre Nues-
tro y Ave María el "amén Jesús", diciendo que el "Jesús" era supér-
fluo, respecto a que la oración acaba en el "amén" ; quería también
que fuese Dios solo a quien se orase, y se reía de las novenas y rezos
a los santos, diciendo que si muchos de los que se adoran en los altares
huvieran venido en estos tiempos, no lograran el culto ; que también
decía que la Misa se había de traducir en romance para que todos la
entendiesen...; que también estaba mal con la oración del "Alabado"
por seguirse con igual culto (que decía) "y la pura Concepción", cosa
que ha causado tantos argumentos, y está en opiniones ; y decir que San
Joaquín y Santa Ana eran padres que el vulgo había dado a María
— 225 —
»5
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Santísima, lo que no subcedla con San Joseph, que ese era quien venía
de la Casa de David, fué la causa de su mayor escándalo en la expo-
nente, pues, aunque lo sea como lo dice, como la Yglesia los declara
por padres de María, y nos manda que por tales los reverenciemos, no
nos queda que dudar; lo mismo siento acerca de la pureza de su Con-
cepción, pues el tener la Yglesia esa oración para alavarla y confesarla
es la opinión más segura que puedo encontrar para seguirla".
La investigación erudita desapasionada nos obliga a destacar los
claros-oscuros de la naturaleza intelectual de Yeregui, y así debemos
desnatar, junto a sus audacias y desembarazos, más o menos condena-
bles, sus buenas cualidades. Por los protocolos inquisitoriales, y según
referencias, parece ser que el clérigo liberal era hombre de cierta vida
interior, como dado a las buenas letras. Era asi varón alejado de diver-
siones, de fiestas de toros, de bailes y comedias, y como intelectual se-
guía orientaciones muy sabias y seguras. Sobre la Sagrada Escritura opi-
naba de esta manera: "que la Biblia había de ser el estudio principal
de toda clase de gentes y sexos, debiendo estar en lengua común, y se
pudiera aprender cada uno la lengua hebrea solo para este fin, que es
la propia, para entenderla". Pero parece indubitable que Yeregui era
hombre "largo" en el hablar, y así sus geniahdades — algunas de ellas
son estrictamente repeticiones de ideas y conceptos de los humanistas
heterodoxos del siglo xvi — le condenaban, además del escándalo pro-
movido en el ambiente de piedad sincera donde le tocaba vivir. Era
hostil a los frailes y exagerado e imprudente en sus dichos. Se contaba
que platicando en la sacristía de la parroquia de Cadalso soltó la especie
siguiente : "que sin embargo que este arzobispado (de Toledo), en pun-
to a literatura era lo más florido de España, en punto a costumbres era
el más perdido". Sus imprudencias eran constantes y notorias. Una de
sus expresiones fue "que nada aprovecha la oración si no es del alma, y
que son vanas y vacías de fruto las oraciones ruidosas ; que debe orarse
a Dios con el corazón fijado en El, sin mover los labios con tanto es-
trépito, porque Dios sólo quiere corazones", expresión de sentido du-
bitativo, según el comentario o escolio respectivo, pero de todas formas
quede constancia de las inconveniencias habituales de Yeregui con el
consiguiente escándalo que hemos precisado. Profesaba que debía ha-
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
her solamente una imagen de la Virgen y otra de Jesús Crucificado, y
se dirigía a los niños delante de una estatua de la Virgen diciéndoles :
"éste es un pedazo de palo; (dixo tocando al mismo altar) vosotros
sois mejores que esta imagen, porque tenéis un alma racional".
Un capítulo de las trabacuentas de Yeregui con la Inquisición es-
pañola fué el referente al uso y lectura de libros prohibidos. Eran los
tiempos en que el reo ejercía el cargo de maestro de matemáticas de
los pajes del Rey. Retenía entre otros volúmenes un Catecismo de la
doctrina italiano, en su versión francesa, abundante y variada literatura
jansenista, el Compendio de la Historia Eclesiástica de Racine, las
■"Provinciales" de Pascal, recordando Yeregui a este respecto la apro-
bación del célebre P. Concina sobre las últimas catorce epístolas del es-
critor francés, y las Instituciones Teológicas de Juenín, prohibidas a
la sazón, como incluidas dentro de la bibliografía jansenista. Sobre la
retención de esta clase de literatura testifica un tal D. José Casimiro,
clérigo de menores, que con motivo de declarar Yeregui sus escrúpulos
por la lectura de libros prohibidos, le dijo Yeregui en cierta ocasión
que él había tenido los mismos reparos, pero que les había resuelto dis-
curriendo que la ley injusta no es ley, ni debe ser obedecida. De vuelta
Yeregui de un viaje a tierras portuguesas, se le daba por cárcel la Corte
y sus arrabales, mientras se le seguían los cargos. Consta, sin embargo,
cómo el día 21 de noviembre del año 1792 se sinceraba delante de los
tribunales inquisitoriales, en audiencia solicitada por él, haciendo cons-
tar su ortodoxia y respeto a la Iglesia : "y protestaba de nuevo su catho-
lícismo, sus sentimientos, conforme a los de nuestra santa madre la
Iglesia, su obediencia y sumisión a las Bulas y Breves Apostólicos. Y
assí mismo protesto que si en toda su causa se hallase alguna proposi-
ción, expresión, palabra o hecho que no se conforme con estos senti-
mientos, debía atribuirse a equivocación, o mala explicación, pues re-
petía que estaba pronto a enmendarla, corregirla y explicarla, porque
sus sentimientos quiere que sean conformes a los de la Iglesia y fé ca-
thólica, y estaba pronto a derramar con su sangre, suplicando última-
mente al tribunal que si hubiese tenido algún defecto en las audiencias,
se lo disimulase, pues siempre ha sido y era respetuoso al Santo Oficio,
mirándole con la veneración debida, y obedecido, y estaba pronto a obe-
— 227 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
decer sus preceptos, y confiaba y creía firmemente le haría justicia con
gracia y no con rigor".
Huelga comentar, consignados ya los cargos puestos a Don José
Miguel de Yeregui, la índole y calidad de las proposiciones que se le
achacaban. No todas tienen la misma calificación y la misma calidad teo-
lógica, no todas ofrecen la misma censura áspera, entendidas con crite-
rio sano, )• dándolas un sentido inteligente, pero la Inquisición de en-
tonces — pese a su indiscutible decadencia, entregada en ocasiones a la
influencia política, y heridos muchos de sus miembros de los defectos
que tenían precisamente que ser combatidos — no echó en saco roto las
responsabilidades de Yeregui, y aunque se sobreseyó la causa, y se en-
terraron los expedientes, en el Santo Oficio se le reputaba como hom-
bre peligroso en materias de fe, sospechoso de nestorianismo y nova-
cianismo, con perfiles jansenistas, además del delito de la retención
de libros prohibidos y heterodoxos (3).
Son conocidos los principales rasgos biográficos del célebre fabu-
lista Don Félix María de Samaniego. En el año 1866 publicaba en Vi-
toria Don Eustaquio Fernández de Navarrete su libro Obras inéditas
o poco conocidas del insigne fabulista D. Félix de Samaniego, precedi-
das de una biografía del autor. Había nacido Samaniego en la villa de
La Guardia (1745) y era sobrino del famoso Conde de Peñaflorida, uno
de los fundadores de la Sociedad Vascongada y autor de la colección
de fábulas que han popularizado su nombre en toda la Península. Fué
de ingenio castizo, y en pláticas y conversaciones cobró fama rui-
dosa por las gracias chispeantes, la malicia intelectual y los donaires
de dudosa ley, como entreverados de jocosidades que honran muy poco
su clara estirpe y solar. En unas décimas se describía así Samaniego :
Según probable opinión
soy en el ingenio, zorra,
en parlería, cotorra,
en el tamaño, gorrión,
en la viveza, ratón.
(3) Ibídent.
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
y, aunque de todo blasone,
siempre en duda se me pone
que especie de cosa soy ;
y por esta deuda, estoy
casado suh conditione.
Todos sus biógrafos convienen en denunciar los estragos que la
influencia francesa causaron en su dorada juventud, y que determina-
ron las características espirituales que definen su ingenio y sus gus-
tos: "Samaniego había pasado en Francia algunos años de su primera
juventud. Las ideas que allí a la sazón preponderaban habían amen-
guado en su ánimo el santo tesoro de las tradiciones morales de su
patria. Se hizo hombre despreocupado a la manera de aquellos tiem-
pos de turbación. Sus poesías líricas se resienten de esta tendencia,
paralizadora de la inspiración alta y fervorosa. Se hizo cínico al
estilo de Lafontaine. a quien con predilección había estudiado, y escri-
bió también cuentos obscenos, sembrados de epigramáticas agudezas,
pero de tan escabrosa índole que ha sido imposible darlas a la es-
tampa" (4). Se trata concretamente del clásico escritor licencioso de-
dicado a adobar y aderezar viandas y platos espesos con exceso de
sal y pimienta.
Llórente recoge su nombre en el capítulo XXV de su Historia
critica..., consagrado a tratar "De los literatos que han padecido por
causa de la Inquisición". Escribe que Samaniego fué procesado por la
Inquisición de Logroño por sospechar había adoptado los principios
de la moderna filosofía y por el uso de libros prohibidos. Don Mar-
celino Menéndez y Pelayo incluye en los Heterodoxos la referencia,
también estampada por Llórente, de que enterado el fabulista del pe-
ligro que corría, acudió precipitadamente a la Corte, buscando el favor
y la protección del Ministro de Gracia y Justicia, Don Eugenio Lla-
guno, quien puesto al habla con Abad y la Sierra, inquisidor general,
arreglaba el negocio de Samaniego, liberándole de las molestias del
Santo Oficio, si bien es cierta la vigencia de una tradición oral, no
(4) Archivo Histórico Nacional (Inquisición), leg. 3.729.
— 229 —
MIGUEL UH LA Fh\TA LLORENTE, O. S. A.
probada históricamente, que asegura un breve ostracismo o reclusión
del poeta en un convento de carmelitas, enclavado entre Bilbao y
l'ortugalete. lí^^sta aquí las referencias conocidas sobre Samaniego
en sus relaciones con la Inquisición.
La aseveración de Llórente es históricamente cierta. Pero no pue-
de decirse que Samaniego padeciese vejaciones en el sentido literal
de esta palabra. Entre la documentación inquisitorial, tan espigada
por mi, he topado con unas modestísimas alegaciones fiscales inéditas,
pertenecientes al distrito inquisitorial de Logroño, y si bien atestigua
el texto erudito haber sido Samaniego delatado, la intervención y el
valimiento político interfirieron las acusaciones hasta el punto de vo-
tarse su expediente a "suspensión". Es decir, que se archivase, sin
proseguirse en las investigaciones. E^to fué todo.
Partió la acusación, presentada en once de marzo del año 1793,
de Don José María la Barreda, hacendado y vecino de Bilbao, quien
declaraba ante el Comisario de aquella población haber visto en la casa
de Bilbao de Samaniego — la casa era propiedad de su suegro — li-
bros de Rousseau, la Historia de las Indias del abate Raynal, con al-
gunos otros volúmenes semejantes.
Los informes del Comisario de Bilbao al tribunal de Logroño fue-
ron favorables. Notificaba que mientras Samaniego residió en Bilbao
no se le notó nada condenable en materias religiosas. Pero en Logro-
ño no había noticias de habérsele concedido a Samaniego licencias de
leer libros prohibidos. Se libró consiguientemente comisión al Comisa-
rio de La Guardia, D. Gabriel Sáenz de San Pedro, para que entre-
vistándose con el acusado solicitase de él la entrega de los libros pro-
hibidos. Según el informe secreto del Comisario, Samaniego se ex-
presó en el sentido de que los libros de Rousseau y la Historia de
Reynal los había enviado a Logroño a su cuñado, Don Felipe Salce-
do, y que esperaba los hubiese éste entregado al Santo Oficio, como
efectivamente así había sucedido.
Hay en la sumaria contra Samaniego dos rasgos que evidencian
adecuadamente su mentalidad refractaria a ciertas ideas y tradiciones,
hostilidad probablemente originada ante la visión de una España deca-
dente y desvalorizada por todos los menguantes... Se le tilda de hacer
— 230 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
befa y chacota del Santo Oficio, extendiendo el famoso dicho de com-
ponerse la Inquisición de "un Cristo, dos candeleros y tres majade-
ros", atribuyéndola la decadencia peninsular, y se precisa su actitud
antitradicional,' concretada en el espíritu anticlerical, refiriéndose que
paseando en La Guardia, en compañía de un padre capuchino y cierto
clérigo huido de Francia, tomó Samaniego sus hábitos diciendo: "este
vestido y éste hacen mucho mal en España".
No obstante tales y tan crudas expresiones de anticlericalisnio,
el cura párroco de La Guardia abonó la conducta y las preocupaciones
cristianas de su feligrés, mientras el valimiento poHtico y la paren-
tela ilustre resolvían las discusiones de la Inquisición con Samanie-
go. Como en tantas otras vidas, aún más borrascosas y aventureras,
el fabulista murió cristianamente, encargando al presbítero que le asis-
tió en sus postrimerías que quemase sus papeles. Una vez más se re-
petía :
Oh Dieu de moni herceau, sois le Dieii de ma tambe (5).
Siempre que se cita a Don Tomás de Iriarte suelen evocar los
historiadores y biógrafos la figura de su tío, Don Juan de Iriarte,
claro y fervoroso humanista, entroncado en el más puro clasicismo
latino, y adornado de gracias muy áticas y de Musas muy donairosas
y festivas, como lo acreditan algunas de sus composiciones. Así versificó
la clasificación de las lenguas, según el concepto español :
Silbido es la lengua inglesa,
es suspiro, la italiana,
canto armonioso, la hispana,
conversación, la francesa,
y rebuzno, la alemana.
También compuso unos versos al Viernes Santo, aludiendo al
ruido )• al tumulto callejero de la Villa y Corte :
(5) Archh-o Histórico Nacional (Inquisición), Icg. 3.729.
— 231 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Campanas callan y coches,
todo está quieto en Madrid,
que sólo hoy que muere Cristo
se puede en Madrid vivir.
Originario el linaje de los Iriarte del norte de España, habían na-
cido los miembros de esta familia en Canarias, destacándose en primer
lugar Don Juan de Iriarte, padrino y valedor de sus sobrinos. Eran
éstos Fr. Juan Tomás Iriarte, dominico y lector en La Orotava ; D. José
de Iriarte, residente en Puerto de la Cruz ; D. Domingo de Iriarte,
que alcanzó nuestra representación diplomática en París ; D. Bernardo,
que después de conseguir la secretaría de la Legación de Parma, in-
gresaba en 1758 en el Despacho de Estado para pasar luego a Ingla-
terra, como secretario de nuestra Embajada, volviendo más tarde a la
Península, en calidad de oficial de la Secretaría de Estado y del Des-
pacho. Resta, finalmente, D. Tomás de Iriarte, a quien hemos de refe-
rirnos en estas páginas.
En el tomo IV de su Historia crítica de la Inquisición, Llórente
se refiere a D. Tomás de Iriarte con estas palabras: "... fué procesado
en la Inquisición de Corte, en los últimos años del reinado de Car-
los III, por sospechoso de los errores de los falsos filósofos modernos ;
se le asignó la Corte por cárcel, con obligación de presentarse en la
sala cuando se le avisara ; se prosiguió su proceso en secreto ; dió sa-
tisfacción a los cargos ; pero los inquisidores creyeron que no era com-
pleta, por lo que le declararon sospechoso con sospecha leve ; abjuró, y
se le absolvió en el tribunal a puerta cerrada, sin asistencia de perso-
nas de afuera, con penitencia secreta y suave, de manera que pocos su-
pieron en la Corte su proceso".
En el año 1897 publicó D. Emilio Cotarelo una obra magistral so-
bre "Iriarte y su época". Se trata de una valiosa aportación erudita y
literaria sobre los méritos de D. Tomás de Iriarte y sobre el ambiente
de su siglo. Las informaciones de Cotarelo nada nuevo añadían a las
referencias de Llórente, tan concisas y escuetas. Pero quiso la buena
forttma que encontrase D. Julián Paz y Espeso en el Archivo General
de Simancas nada menos que la sentencia fulminada por la Inquisición
— 232 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
contra el fabulista canario, sentencia que copiada y enviada gentilmen-
te por el archivero de Simancas al señor Cotarelo, daba éste a conocer
el año 1900 en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Por ella
sabemos que se pronunció el fallo el día 11 del mes de agosto del año
1779, asistiendo personalmente los inquisidores de Corte, D. José Escal-
zo y D. Bernardo Loigorri. Era a la sazón Iriarte traductor o intérprete
de la Secretaría de Estado y archivero del Consejo de Guerra. Se des-
taca en los protocolos seguirse causa al reo por proposiciones y uso de
obras intervenidas. La sentencia inquisitorial reza asi: "Dijeron que a
este sujeto, en la posada del señor más antiguo, presente éste y un se-
cretario del Secreto, se lea su sentencia sin mérito, adjure de levi, sea
absuelto ad cautelam, gravemente reprehendido, advertido y conmi-
nado, haga unos ejercicios espirituales por el tiempo de quince días,
¡)udiéndolo ejecutar sin nota, y a lo menos por el de ocho, con la persona
docta que s'e le señalase, la qual le instruya y fortifique en los miste-
rios y dogmas de nuestra santa fé católica, y al fin de ellos, una con-
fesión general. Que por el tiempo de dos años ayune todos los viernes,
y rece en los sábados una parte del rosario a Nuestra Señora, y un
Credo, los domingos, haciendo los actos de fé, esperanza y caridad ; y
lea cada dia media hora en la Guía de pecadores, de Fr. Luis de Gra-
nada, u otro libro espiritual, y reteniéndosele las licencias de leer libros
j^rohibidos, se le haga entender el grave delito que cometería de se arro-
jar a leerlos, no sólo por la contravención a los mandatos del Santo
Oficio, sino es por el particular daño que causará a su alma, y que en
caso de contravención será castigado con todo rigor de derecho, y antes
de ejecutarse se remita a los señores del Consejo; y lo rubricaron, de
que certifico".
Confrontando ambos textos : el de la sentencia reproducida, y el
de Llórente, se comprueba la endeblez de la referencia de este último,
en la que apenas si se concreta y determina el fallo inquisitorial. Los
inquisidores de Corte se expresan en el sentido de que el reo había incu-
rrido en dichos atrevidos e inconvenientes — "proposiciones" — , amén
de la retención de obras incluidas en el Indice. Según los dociunentos
inquisitoriales esto es lo que cuenta estrictamente, y lo que sabemos,
conforme las informaciones eruditas de los archivos de la Inquisición.
— 233 —
MIGUBL Üli LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Es por eso sumamente curioso leer en la Ilisluria de los heterodoxos
españoles, cómo D. Marcelino resuelve el lance de Iriarte con el
Santo Oficio, estampando la versión de haberse debido exclusivamen-
te a la fábula del escritor canario, titulada La barca de Simón, que cir-
culó manuscrita hasta ser publicada en El Conciso, de Cádiz, en los
años de la primera etapa constitucional. La fábula, reproducida por
Don Marcelino, y coleccionada por Mendivil y Silvela en Burdeos
(año 1819), dice asi :
Tuvo Simón una barca
No más que de pescador,
y no más que como barca,
A sus hijos la dejó.
Más ellos tanto pescaron
E hicieron tanto doblón.
Que ya tuvieron a menos
No mandar buque mayor.
La barca pasó a jabeque,
Luego a fragata pasó:
De aquí a navio de guerra,
Y asustó con su cañón.
Más ya roto y viejo el casco
üe tormentas que sufrió.
Se va pudriendo en el puerto.
¡Lo que va de ayer a hoy!
Mil veces lo han carenado,
Y al cabo será mejor
Desechadle, y contentarnos
Con la barca de Simón.
Bastaría, efectivamente, esta poesía, de corte genuinamente licen-
cioso, para haber tenido el autor sus dimes y diretes con el Santo
Oficio, pero como advertíamos, y a pesar de la afirmación de Menén-
dez y Pelaj'o, no sabemos en qué fundamentos estriba la aserción de
que dicha fábula constituya la pieza capital del proceso seguido contra
— 234 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Iriarte. Conocidas las tendencias intelectuales de algunas de las mi-
norías que bullen por aquellas calendas en la Península, eran suñcien-
tes las licencias ordinarias en la expresii^n y los dicharachos verdes e
irreligiosos que esmaltaban los diálogos y las pláticas corrientes en las
tertulias literarias y en las reuniones sociales de la época para verse
complicado en la Inquisición española. Diríamos así que La barca de
Simón sería en este caso uno de tantos cargos que podían esgrimirse
contra D. Tomás de Iriarte, y nada más.
Pero nuestras investigaciones en torno al tema han sido afortuna-
das. Pocfemos así revelar la existencia de un proceso inédito hasta la
fecha, abierto contra el hermano más distinguido del fabulista, Don
Bernardo de Iriarte, y donde también se conjuga el nombre del fabu-
lista. La pieza documental ofrece el más vivo interés, y es ejemplar y
valiosísima en los intentos de reflejar características de la época, sir-
viendo, además, para conocer con toda objetividad a algunos de los
miembros de la familia Iriarte. Veámoslo.
La primera sumaria abierta contra D. Bernardo de Iriarte es del
mes de abril del año 1774, y en ella se registra, según las testificacio-
nes, el nombre de su hermano, el fabulista, a quien se formaba igual-
mente proceso por el año 1776. Pásmese el lector de la referencia que
vamos a consignar. He anotado entre los hermanos Iriarte el nombre de
uno de ellos, Fr. Juan Tomás de Iriarte, fraile dominico, residente en
\j3l Orotava, y lector allí, en su convento dominicano. Era éste hom-
bre de gran piedad y de muy delicada conciencia. Su condición religio-
sa y su estrechez y austeridad le obligaron a denunciar en la Inqui-
sición la aguda crisis espiritual que atravesaban sus hermanos D. Ber-
nardo y D. Tomás, en unas testificaciones sumamente reveladoras.
Cuenta Fr. Juan Tomás Iriarte que residiendo en Madrid poco más
de un año (i 771 -1772) tuvo ocasión de comprobar las libertades de
expresión y el espíritu irreligioso, traducidos en la chacota más mor-
dicante y cínica, empleadas por sus hermanos al disertar sobre cosas
religiosas y sagradas. Los textos cantan y cuentan, y es lo que nos
interesa. Helos aquí, extractados de las alegaciones fiscales, y según
la versión de Fr. Juan de Iriarte y de otros testigos de excepción.
Refiere así el fraile dominico: "... que un día que no acuerda quaí
— -'35 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
fué comiendo con sus tres hermanos, comenzó el D. Thomás a dispu-
tar con el exponente contra la verdad de la Escritura, y de la religión
católica, y le ayudaba Don Bernardo, reo de esta sumaria, aunque
éste no con tanta acrimonia; que otro día en El Escorial llegando el
exponente a decir misa, le dixo el reo sonriyéndose "que si se había
comido ya el cordero entero con pies o patas"; que en otra ocasión
ablando en Madrid del Cardenal Patriarca, que era su amigo, dijo el
reo que no le echaba la bendición, como hacían los Obispos, porque
bien sabía que él no quería, o no hacía caso de aquellas bendiciones ;
que en El Escorial estando allí el exponente se represento una co-
media o saínete, en que un musulmán echaba como una especie de
bendición, que le pareció al exponente que hera hacer burla de la ab-
solución sacramental, de lo que solo podría dar noticia Don Joseph
Clavijo, director de los reales teatros, el qual parece al exponente que
le dixo que este reo (D. Bernardo) la había traducido, )' que él había
quitado muchas cosas; y contándole una vez lo que afligía al expo-
nente que sus hermanos disputasen con él de religión, le respondió
que este reo era muy raro; y finalmente, que lo que más le mueve
a dudar de la fé de este reo y de su hermano Don Thomás era que
nunca le oyó decir que aquello era por hablar, ni nunca le oyó ablar
a favor de la fé católica". En epístola de Fr. Tomás de Triarte fe-
chada en el mismo mes de abril, y dirigida a los inquisidores, se en-
riquecen más estas referencias. Según el declarante, don Bernardo
ponía en tela de juicio la obligación de la continencia, expresándose de
esta guisa: "¿Para qué nos dió Dios esta naturaleza o para qué nos
hizo así?" Declara, además, que don Bernardo no era tan afecto como
don Tomás a disputar en materia de religión, "a. lo que muchas veces
lo provocaba el exponente por ver si eran ciertas sus sospechas". No
podía faltar en expediente de esta clase la soflama contra el Santo
Oficio. De ello nos informa un don José Antonio de Rojas, chileno
y capitán de milicias en su tierra, el cual declara en el mes de mayo
de 1777: "... que habría cosa de dos años que concurrieron con Don
Bernardo y Don Tomás Yriarte a solas, les oyó a entrambos hablar
con libertinaje y con aire de superioridad, afirmando que la ignoran-
cia de España no venía de otra causa que del Tribunal de Ynquisi-
— 236 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
ción, sobre cuyo asunto se habló también otras veces, pero no acuer-
da del tiempo, ni de más circunstancias".
Es interesantísimo, como apreciará el lector, extractar rigurosa-
mente la sustancia de este expediente inquisitorial, por revelar el
conjunto de ideas que constituían las preocupaciones de cierto tipo
intelectual en familias y hombres de distinción, influidas por la lite-
ratura licenciosa, escéptica y enciclopedista de la época. Los Iriarte
eran conspicuos en la Corte y en la sociedad madrileña, y habían res-
pondido ventajosamente con su talento y personalidad a la protección
creciente de su tio don Juan y demás valedores. Ello postula y urge
una exposición detallada de las testificaciones pronunciadas en los tri-
bunales del Santo Oficio.
En el año 1777 declaraba Fr. Félix de la Guardia, boticario ma-
)'or de la Comunidad de los frailes jerónimos de El Escorial, y se
refiere a don Bernardo de Iriarte con estas palabras: "... que habría
como cinco o seis años, poco más o menos, estando en tiempo de
jornada, por el mes de noviembre, entró en la botica del Monasterio
Don Bernardo de Iriarte, con motivo de esperar al médico Sobral, y
abiendo trabado conversación con el declarante, preguntándole que si
entendía francés, y respondiendo el declarante que si era de su facul-
tad, que sí, sacó el reo un libro en octavo, en pasta, en idioma fran-
cés, y se lo alargó, y abriéndolo el declarante, viendo que trataba del
onanismo, al ver título tan desonesto, se lo volvió con prontitud, di-
ciendo que semejantes libros se debían quemar, y el reo se lo guardó
en el bolsillo, riyéndose, diciendo que no enseñaba cosas malas, antes
bien precavía los males que acarrea a la naturaleza y al estado el
vicio de las poluciones voluntarias ; y después añadió qvie por eso él
llevaba ya 36 señoras de título arriba pasadas a cuchillo, a cuya ex-
presión se levantó el declarante, y le dijo: "mejor fuera que se ala-
bara vuestra merced de haber ayunado quarenta días." Al final del
diálogo añade el monje jerónimo en su testificación que Iriarte dijo:
"que qué hombre de juicio no era deísta", a que repuso el declarante
que mucho mejor era ser católico apostólico romano". El estilo, como
se aprecia, prosigue en el mismo tono y la misma constante, extre-
mándose la nota de inmoralidad y escepticismo, entreverado con ras-
— 237 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
gos de cinismo y desahogos de la peor ley. No perdonaba don Ber-
nardo de Iriarte, en sus expansiones de incredulidad, ni a la misma
Madre de Dios, según declara Fr. Diego de Cisneros, bibliotecario de
la librería escurialense. Después de manifestar Iriarte que era mate-
rialista puro, despreciando, consiguientemente, los misterios de la fe
católica, especialmente el de la vida eterna e inmortalidad del alma,
se expresó así, con estas palabras, estando reunidos con otros caba-
lleros y departiendo en la Real Biblioteca: "... que poco después to-
caron las oraciones, y ya se habían incorporado el declarante y el reo
con otros varios sujetos que había en la Biblioteca para rezar, y es-
taban todos rezando, quando el reo comenzó a blasfemar del misterio
de la Encarnación, según conceptuó el declarante, aunque sólo le oyó,
como en tono de desprecio estas palabras: "el chiquillo que salió por
el augero", u otras semejantes, de modo que según el declarante com-
prendió que el tiro de su blasfemia con aquella especie de chiste, fué con-
tra María Santísima, dando a entender que no pudo haber concebido
sino por obra de varón". La referencia a Voltaire es obligada en esta
clase de procesos, y aquí también tenía forzosamente que reflejarse
categóricamente. El bibliotecario de El Escorial testifica, "que no sabe
si fué en la misma u en otra ocasión le manifestó el reo una carta
que dijo ser de Don Nicolás Azara, Ministro de Su Majestad en
Roma, en que le persuadía que a toda costa comprase el Diccionario
filosófico de Voltaire, libro abominable, añadiéndole esta expresión :
"éste será tu felicidad", y también le enseñó el libro intitulado "L'Es-
prit^', forrado en papel blanco con un rótulo por fuera que decía
"Combate espiritual". La declaración sobre Voltaire se enriquece con
notas muy curiosas y personales de la actividad literaria de don Ber-
nardo de Iriarte: "que el mismo reo dice públicamente haber escrito
una carta a Volter, en que aunque su asunto era defender a varios
escritores españoles de la crítica mordaz de aquel autor, pero al prin-
cipio de ella le hacía un elogio desmedido, publicándose por su ad-
miador, y diciéndole que así que salía a luz una obra suya la recibía con
mil aplausos, llevándola a que la leyesen sus amigos ; que el mismo
reo traduxo al español, una tragedia de Volter, intitulada el Tancre-
do, aunque ocultando el nombre de Volter con un prólogo o dedica-
— 238 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
íoria del mismo reo al genio tutelar de España, composición original
del reo, cuya expresión parece al declarante que nace de un principio
de ateísmo, como si España no tubiera otra divinidad de tutora del
Genio". Una expresión corriente en Iriarte para fustigar la tradicio-
nal prohibición de carnes en viernes era que no se convencería "que
por un pajarito que se coma en viernes ha de castigar Dios eterna-
mente".
Hay entre estas alegaciones fiscales, mezcladas con intemperancias,
libertades de expresión, rasgos tremendos de incredulidad y actitudes
marcadamente materialistas e irreligiosas, otros aspectos interesantes
y curiosos para enjuiciar ciertas manifestaciones de las ideas críticas
españolas aplicadas a ciertas expresiones artísticas, cuya moralidad o
inmoralidad es, desde luego, muy discutible, pero que, aun enjuiciadas
negativamente y con un concepto aldeano, conservan un valor inne-
gable para la valoración de épocas y costumbres. Valgan lo que va-
lieren, las referencias deben quedar recogidas en estas páginas, a título
de información veraz y objetiva. Así, Fr. Juan Núñez, bibliotecario
también de la librería filipina del Monasterio, informa a los inquisi-
dores "que ha notado que el reo es muy aficionado a pinturas, y le
ha ponderado varias vezes mucho la de una Susana que sale o entra
en el baño, pintura de Jordán, que le insiniio que la tenía en su casa
de Madrid". Sobre el mismo tema informaba también en los tribu-
nales del Santo Oficio, don Francisco Monsagrati y Escobar, presbí-
tero, y del Consejo Real, denunciando "que en casa de este reo, en
la sala principal, vió diferentes pinturas, }• entre otras una apaisada,
de una muger desnuda menor, que se figura natural, en postura de
estar como recostada, que eran las únicas señas que podía dar por
haber apartado con cuidado la vista, pero le parecía que era objeto
muí obsceno, y que según los mandatos del Santo Oficio no lo podía
tener ningún particular, por lo que lo participaba al tribunal en des-
cargo de su conciencia". En vista de la denuncia, se personó por or-
den de la Inquisición uno de sus miembros para verificar una explo-
ración de risu y poder contrastar así las informaciones recibidas. Se
reducían éstas a precisar que, efectivamente, en el gabinete contiguo
a la sala principal de la casa de Iriarte figuraba una Venus con el
— 239 ^
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cuerpo desnudo, excepto parte del vientre inferior y principio de los
muslos, y en actitud de estar enjugándose a la salida del baño. En la
sala colgaba una representación de la Caridad en figura de una madre
que abraza a sus hijos, cún el seno descubierto; pero advierte el in-
quisidor que la Venus del baño, una Susana, no descubría cosa obs-
cena. Registra, además, en ambas salas unas estatuas de yeso mode-
ladas por las de la Real Academia, destacándose entré ellas una Juno,
llamada de Cosme de Médicis, toda ella desnuda, pero "sin señal de
parte vergonzosa"; otra de Adonis, también un desnudo, "cubierto
con una hoja de parra hecha de yeso"; un gladiador moribundo, con
la misma cubierta, y, finalmente, dos estatuas de dos atletas, y cuya
postura no manifestaba más que dos cuerpos desnudos, al estilo de
!a Academia.
Sacado el extracto o Índice de las proposiciones contenidas en la
alegación fiscal, los inquisidores las reputaron como blasfemas, teme-
rarias, escandalosas, sapientes hacresim y heréticas, considerando al
reo como materialista y apóstata, vetándose, nemine discrepante, que
don Bernardo de Iriarte fuese reducido a cárceles secretas, con se-
cuestro de bienes e incautación de papeles y libros.
Es indiscutible que, desde el punto de vista inquisitorial, el Santo
Oficio estaba cargado de razón. Blasfemias tan soeces hubieran con-
ducido a los reos en otras circunstancias y en otros años, si no al que-
madero, sí a un presidio español o al trabajo de galeras. Pero, de-
cadente en España la Institución y mordidos por la incredulidad
políticos e intelectuales, amén de la laxitud eclesiástica de muchos de
los inquisidores de la época, don Bernardo de Iriarte siguió en sus
cargos políticos, como su hermano don Tomás, de quien se dice en
el expediente que acabamos de revelar, como queda anteriormente
consignado, que era más terco y audaz que su hermano don Bernar-
do, en tratando materias de religión y piedad. En el proceso se alude
igualmente a la actitud de incredulidad del Duque de Medinasidonia,
don Domingo Bernicer y don Nicolás de Azara (6).
(6) Archivo Histórico Nacional (Inquisición), leg. 3.736.
— 240 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Simpatizante y propagandista de la ideología y del radicalismo po-
líticos fué en su tiempo don Ramón de Salas, catedrático de Juris-
prudencia en la Universidad de Salamanca, y en cu}.a casa acostum-
braban reunirse para especular y discutir a sus anchas los secuaces
de la moderna filosofía y del "nuevo espíritu"'. En el tomo IV de la
obra de Llórente (págs. 300-303) se perfilan los rasgos de su perso-
nalidad y sus roces con el Santo Oficio. Pero será mejor estampar
las líneas que le consagra don Marcelino Menéndez Pelayo, sinteti-
zando el relato del canónigo riojano, para soslayar así su estilo, tan
chabano y tan pedestre. Escribía don Marcelino Menéndez Pelayo
sobre don Ramón de Salas: "Los afiliados del flamante filosofismo
solían reunirse y solazarse en casa del catedrático de Jurisprudencia
D. Ramón de Salas, a quien luego veremos figurar como propagador
de las teorías utilitarias de Benthan, y diputado en las Cortes del
año 20, siendo quizá uno de los autores del pro^'ecto de Código penal.
Su casa en Salamanca era de disipación y de juego. Aún no había
escrito sus Lecciones de derecho pilblico constitucional, pero pública-
mente se le tildaba de volteriano y descreído, por lo cual fué delatado
a la Inquisición en 1796. Confesó haber leído las obras de la mayor
parte de los corifeos del deísmo y del ateísmo en Francia, pero para
refutarlos ; y los inquisidores de entonces, que eran tan sospechosos
como él, no sólo le dieron por libre, sino que quisieron perseguir aL
dominico P. Poveda, que le había denunciado, y dar de este modo a-.
Salas una satisfacción pública. El P. Poveda no se dió por vencido,
e hizo que el proceso volviese a los calificadores hasta dos veces. Pero
los calificadores y el Consejo de la Suprema se empeñaron en decla-
rar inocente a Salas, a pesar de la opinión contraria del sapientísimo'
Arzobispo de Santiago, D. Felipe Vallejo, que había conocido el fon-
do de las doctrinas de Salas en varias discusiones que tuvo con él en
Salamanca. Tanto insistió y tan bien probó su intento, que el cate-
drático salmantino tuvo que abjurar de Icvi, fué absuelto ad cautelam,.
y desterrado de Salamanca y Madrid. Desde Guadalajara, a donde se
retiró, levantó formal queja a Carlos IV contra el Cardenal Loren-
zana, inquisidor general: pidió la revisión de las piezas del proceso-
y como los vientos eran favorables a sus ideas, logró un decreto (re-
— 24 T —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
dactado por Urquijo) en que se prohibía a los inquisidores prender a
nadie sin noticia del Rey. El Príncipe de la Paz se interpuso y el
decreto no llegó a publicarse" (7).
La referencia de don Marcelino está tomada estrictamente, como
advertíamos, de la versión de Llórente, y, como el lector apreciará,
no figura para nada en ella la exposición de los cargos del proceso.
La investigación nos ha sido propicia, y, como en otros casos, hemos
topado en el Archivo Histórico Nacional con las alegaciones fiscales
contra don Ramón de Salas, inéditas hasta la fecha, y de ellas vamos
a dar cumplida razón.
Las primeras acusaciones contra el doctor Salas fueron oficiadas
al Gobernador del Consejo de la Universidad salmantina por el
año 1795. Intervinieron en la delación los maestros y catedráticos
Pérez, Aluñoz, García de Santa María, Herrero y Sánchez. Coinci-
dían en asegurar que desde diez años a aquella fecha se estaban pro-
pagando en la Universidad máximas perniciosas, cuya extensión e in-
fluencia era preciso atajar. Por lo visto, y según las noticias que en-
contramos entre los documentos inquisitoriales, ya por los años 1787
)' 1790 se habían dirigido algunos catedráticos salmantinos al censor
regio, don Vicente Fernández de Ocampo, contando también con la
participación del secretario de Gracia y Justicia, motejando la con-
ducta y doctrina del doctor don Ramón de Salas. Las preocupaciones
de varios miembros universitarios, que se extendieron a verificar una
extensa información sobre el origen, causas y avances de la corrup-
ción moral de los profesores de aquel centro de cultura, habían resul-
tado infructuosas hasta el año 1795; pero se hacía constar como voz
pública y rumor constante que el doctor Salas y el Colegio de Filo-
sofía tenían perdida la Universidad, "cuya extinción (la del Colegio)
convendría, y que al doctor Salas se le confiriese a paraje donde pue-
da mejorar sus ideas y no causar perjuicio". Es curioso, sin embargo,
constatar cómo en las declaraciones del año 1795 no se estampan con-
cretamente acusaciones o cargos particulares ; todas las declaraciones
(7) Marcelino Meiiéndez Pelayo en Heterodoxos..., tomo III, págs. ¿45-^46.
— 242 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
consisten en sostener, sin precisión alguna, que es pública voz y fama
que la conducta de don Ramón de Salas era pésima en punto de re-
ligión y costumbres, achacándosele, como única excepción positiva en
las testificaciones, la paternidad de unos Diálogos de A B C y de una
Oración apologética y exhortación al pueblo español, dirigida a mo-
verle para que vindique sus derechos contra el abuso de la potestad
real, que había aparecido en Salamanca en el curso escolástico de
1793 a 1794 (8).
Recorridos los registros de la Inquisición en el año 1787, resul-
taba Salas testificado en los tribunales de Zaragoza, Llerena, Logroño
y Valladolid. Quizá sea la sumaria del distrito de Valladolid la más
interesante y completa por condensar todos los cargos y alegaciones
presentados contra el doctor salmantino.
Conviene considerar, ante todo, que don Ramón de Salas, de pro-
fesión abogado y catedrático de Instituciones civiles en la Universi-
dad de Salamanca, era natural de Belchite, en el reino de Aragón.
En 23 de noviembre del año 1786, el racionerio penitenciario de aque-
lla villa, mosén Miguel Agud, delataba a Salas en la Inquisición de
Zaragoza exponiendo su ligereza, pues residiendo — dice — el catedrá-
tico en Belchite durante el estío de 1785, se había mostrado dema-
siado expresivo en el hablar, pudiendo ocasionar perjuicios en los au-
ditorios timoratos y sencillos (9). En una segunda declaración tomada
al mismo lector poco tiempo después, se manifestaba el clérigo ara-
gonés en el sentido de estar un poco dudoso si había tratado Salas
(8) Archivo Histórico Nacional (Inquisición), leg. 3.730.
(9) "... exponiendo en cumplimiento de su obligación y celo por la más
puntual observancia de nuestra santa fé cathólica, y evitar los prejuicios que
puedan ocasionarse a las almas sencillas o poco cautas, que D. Ramón Salas
y Cortés, doctor y abogado en Salamanca con motivo de haberse hallado en
Belchite el verano anterior manifestó en algunas conversaciones, a titulo de
tener licencias de leer libros prohibidos, hechos y razones que se contenían en
ellos, con poca o ninguna reflexión del daño que pudiera ocasionar ; y que el
tener licencia para leerlos, no es tenerla para promulgar lo que contienen, y lo
hacía presente por los fines dichos, y sosegar su conciencia" (A. H. N. Inq..
legajo 3730).
— 243 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
heréticamente las cuestiones de la creación del alma racional y de la
producción de las criaturas.
El médico de Belchite, Francisco Roche, relata también en los tri-
bunales de Zaragoza haber oído disertar al reo sobre la creación
del mundo y del hombre, y que le oyó decir textualmente "que creía
como buen católico la existencia de Dios y la creación del mundo y
del hombre, pero que no se ofrecía al entendimiento razón quadrada
que le convenciera ; y que quantos habían tomado la pluma para im-
pugnar la doctrina de los filósofos modernos habían escrito con flo-
xedad, y citaba a Cevallos y a Rodríguez, y que no sabe, ni a oydo
más el testigo" (lo). El pensamiento de Salas sobre el asunto se re-
mató con esta expresión: que de la misma manera que la Yliada de
Homero se había formado de cierta convinación de letras, asi el mun-
do se había formado de cierta convinación de átomos. Se motejaba
así a Salas de "travieso" y "arrojado" por el Comisario aragonés,
quien declaraba, por otra parte, que durante las vacaciones pasadas en
Belchite durante el verano, Salas no frecuentó los sacramentos, aunque
sí oyó misa los días festivos, comportándose como buen cristiano en
la iglesia.
Un, aspecto interesante de las alegaciones contra Salas alude a
la paternidad de ciertos "Diálogos" literarios. Testifica en el cargo
don Francisco de Elejaga, natural de Bilbao, cuya deposición reza así :
"que en casa de este reo en Salamanca habría un año leyó el mismo
reo, su autor, un quaderno de "Diálogos", y como no le gustaban no
puso atención, pues le desagradaron por cierto tono y libertad con que,
en lo poco que atendió, juzgaba de las cosas y de las personas, aunque
no puede asegurar recayese esta libertad sobre materias de religión, ni
deshonestas, sino satíricas". INIás amplia y más esclarecedora fué la
testificación de don Juan López Guardamuro, teniente del regimiento
de Granada, estante a la sazón en Cádiz, y otrora destinado en Sala-
manca, donde había conocido al doctor Salas. Consta literalmente su
exposición con estas palabras : "que con motivo de haber estado de
(lo) Ibíd.
— 244 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
vandera en Salamanca, como dos años, y llegado a Cádiz en julio de
92, tenía conocimiento con este reo, y visitaba a su muger, Doña Ma-
ría Angela Tordesilla, y una hermana de ésta; en varias ocasiones so-
lía entrar el reo, y leer un manuscrito que decía haberlo escrito él,
llevando siempre en el bolsillo un libro pequeño que aseguraba ser de
Juan Jacobo Rousseau, que para él no había otro que mereciera mayor
concepto, pues lo estimaba más que a Sati Pablo, y creía más bien la
doctrina de aquél que la de éste, haciendo otros elogios de dicho Rous-
seau... ; que en una de las ocasiones en que leía el reo dicho manuscrito,
y decía que apreciaba más la doctrina de Rousseau que la de San Pa-
blo, porque era el hombre que había sabido más, que lo ponía siempre
sobre su cabeza, y lo llevaba en el bolsillo". Replicándole uno de los
contertulios que obraba mal en proferir semejantes expresiones "por-
que tendría que sentir", respondió el reo con desprecio, "que le fueran
a él a argüir, que respondería, y haría ver que era verdad lo que de-
cía ; que el testigo no ponía la mayor atención quando leía el reo
dicho manuscrito, y no puede expresar sus particulares ; solo en con-
fuso, que puede decir que hablaba contra la Religión y el Estado ; que
el reo hablaba con formalidad y en su cabal juicio, y se conocía que se ad-
hería interiormente a dichas máximas. Que al principio como que el
reo hablaba muy bien, y tiene talento, lo tenía el testigo por un orácu-
lo, pero después de oirle dichas expresiones, y su prurito en proferirlas
formó juicio que estaba pervertido en nuestra Religión... Que según
se va reconviniendo al testigo hace memoria que los manuscritos que
el reo leía eran "Diálogos", y sus títulos chocantes, aunque no puede
expresarlos por no acordarse, y que se reducían a hacer burla y escar-
nio de los Santos Padres, y un total desprecio de las santas escriptu-
ras. y contra el Estado, según le parece".
No todas las informaciones coinciden en asegurar la paternidad de
estos "Diálogos" a don Ramón de Salas, ni todos los testigos eran ad-
misibles por ser alguno de ellos enemigo declarado del jurisconsulto
salmantino, pero parece indiscutible que Salas no era hombre discreto
en la expresión de sus ideas modernas. Fueran o no suyos los "Diálo-
gos" — corrían dos manuscritos, uno de ellos de contenido ortodoxo, y
el otro mordicante y enciclopedista — voy a reproducir el índice de ma-
— 245 —
MIGUEL DE LA FL\TA LLORENTE, O. S. A.
terias, sumamente aj^etitoso y estimulante para toda naturaleza inte-
lectual.
Eran trece Diálogos y abarcaban las siguientes materias :
1. — ^Sobre Hobbes, Grocio y Montesquieu.
2. — Sobre el alma.
3. — Si el hombre ha nacido malo o hijo del Diablo.
4. — De la ley natural y de la curiosidad.
5. — De los modos de perder y de conservar la libertad, y de la
teocracia.
6. — De los tres gobiernos y de mil errores de los antiguos.
7. — Que la Europa moderna es mejor que la Europa antigua.
8. — De los siervos del cuerpo.
9. — De los siervos del espíritu.
10. — Sobre la Religión.
11. — ^Del derecho de la guerra.
12. — Del Código de la perfidia.
13. — De las leyes fundamentales.
El detenido estudio de los protocolos inquisitoriales en la causa
criminal contra Salas arroja un balance que podíamos traducir así.
Don Ramón de Salas quizá no perdió nunca la fe, pero la mengua de
su crédito estuvo apoyada en indiscutibles inconveniencias. Junto a los
vicios de la deshonestidad y del juego, cosas públicas en Salamanca, y
que mermaron su reputación, habían mellado también su espíritu las
novedades literarias foráneas, que él adobaba en las pláticas con dis-
cípulos y admir.-i.dores con innegable donaire y gracejo. Podíamos ha-
I)lar, por ejemplo, de sus contactos con ingenios tan averiados, como
el heresiarca don José Marchena, notado por proposiciones en la In-
quisición de Valladolíd, o con el Ministro Urquijo, dispuesto siempre
a ser su valedor en las circunstancias críticas.
Enterado Salas de que el Santo Oficio le husmeaba volteriano y
afrancesado, y que en Valladolíd se había estimado la necesidad de ha-
cerle ingresar en cárceles secretas, desapareció de Salamanca con estas
— 246 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
circunstancias que se apuntan en las alegaciones fiscales: "pidió el reo
un caballo a otro Doctor, pretextando que iba a una boda, y salió fugi-
tivo, como lo evidencia el hecho de salir a caballo, quando no puede, por
cierta causa, si no andar en ruedas". Salas se dirigió primero a Alba
de Tormes, donde estuvo oculto veinticuatro horas ; partió luego para
Segovia, dirigiéndose más tarde a la X^illa y Corte, donde fué detenido
por la Inquisición en su posada, sita en la calle de los Jardines.
Con fecha 25 de noviembre de 1796 se vió en el Consejo Supremo
la causa seguida en el tribunal de Corte contra el famoso catedrático
de Instituciones Civiles de Salamanca. La sentencia se conserva entre
los papeles del fiscal y la voy a reproducir integra para satisfacer la
curiosidad del lector. Reza asi: "Que a este reo en la Sala del Tribu-
nal, a puerta cerrada, presentes los ministros del secreto, y doce per-
sonas distinguidas de fuera, se le lea su sentencia con méritos, adjure
de levi, sea absuelto ad cautelam, gravemente reprendido, advertido y
cominado, desterrado de Madrid, Sitios Reales, Belchite, su patria, y de
Salamanca, por cuatro años, ocho leguas en contorno, cumpliendo
el primero recluso en un monasterio o convento que parezca mejor al
Tribunal, con respeto a su delicada salud, donde siga los actos de la
Comunidad, y haga el primer mes exercicios espirituales y confesión
general con un director sabio y celoso, que le desengañe y le ponga
en camino de salvación, ordenándole aquellas penitencias medicinales
y preservativas que estirne muy oportunas a su calidad, y estudie li-
bros de buena doctrina ; y que concluido el tiempo de su reclusión avi-
se el lugar de su residencia para que el Tribunal a quien tocare vele su
conducta y operaciones ; y se le prevenga en lo sucesivo escuse conver-
saciones sospechosas en materia de religión, procurando reparar el es-
cándelo que ha dado. Que se le alce el secuestro de sus bienes y pa-
peles" (10).
Gozaba don Ramón de Salas de una precaria salud, y a través de
toda su reclusión hubo de estar sometido a las pesadumbres corporales,
y bajo el examen de médicos y cirujanos. Casi en los primeros días de
su prisión aludía a ello en el Tribunal el alcaide de cárceles de la In-
quisición de Corte. Por la referencia sabemos que Salas se quejaba de
calenturas y almorranas, estando retenido en el lecho con grandes
— 247 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
dolores. Los inquisidores ordenaron llamar al cirujano, y que se asis-
tiese a Salas con todo "esmero". Reconocido el reo por el galeno, ma-
nifestó éste ser el estado del preso de bastante consideración y peligro
por el sitio que ocupaba un tumor, derivado o producido por las almo-
rranas. Se le recetó una cataplasma para que se la pusiera tres veces
al día, comer, además, puchero de enfermo con refrescos diarios de
agua de naranja. El Tribunal de Corte advierte al alcaide se trate al
reo "con caridad" y quanto necesite", y se llame al médico las veces
que se repute oportuno y necesario (ii).
Unas investigaciones realizadas por nosotros en los libros de re-
gistros del tribunal de Madrid nos han proporcionado textos más am-
plios sobre el tema que tratamos. Por dichas referencias comproba-
mos la solicitud paternal con que fué tratado Salas por el Santo Ofi-
cio en sus dolencias y alifafes. A 23 de febrero de 1796 leemos la si-
guiente nota: "el tribunal de Corte procure se cuide y asista al reo
don Ramón de Salas y Cortés con la caridad que previenen las Ins-
trucciones del Santo Oficio, dándole todos los alivios posibles para el
restablecimiento de su salud, y no perdonando gasto en su curación".
En 22 de marzo del mismo año, el Consejo oficia a los inquisidores
de Corte dispongan se asista a don Ramón de Salas con la caridad que
hasta entonces, permitiéndole pasear por los corredores y bajar a la
Sala del Tribunal, aunque no se le permite comunicación alguna. El
día 15 de abril se anota en los registros que ínterin se prosigue la cau-
sa "se le procuren a Salas los auxilios posibles a su consuelo y dolen-
cias". Pero se llegó a mucho más. Pareció al médico de la Inquisición
de Corte necesarios, para apuntalar la salud del catedrático de Sala-
manca, unos baños medicinales, y conforme con aquella decisión se le
permite al reo acudir a las aguas minerales de Trillo, acompañado
como era lógico por dos ministros del Santo Oficio. El nueve de no-
viembre se seguía insistiendo por la Suprema en que se tratase al reo
con la misma asistencia puntual y caritativa que hasta aquel día (12).
Isfo podíamos abandonar el tema sin recoger en este estudio un
(11) JMd.
(12) A. H. N. Inq., lib. 665, íols. 45 r.-45 v. ; 46 r.-46 v. ; 49 V.-50 r. ; 51 r.-53.
— 248 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
nombre distinguido, el de don Manuel de Valbuena, autor de un clásico
y famoso Diccionario hispano latino, publicado el año 1793. Los rasgos
más salientes de su biografía se condensan con decir que había nacido
en Valladolid, alcanzando la plaza de subdirector y regente de los es-
tudios del Seminario de Nobles, y en la época de la francesada fué nom-
l)rado por la Junta Central de Sevilla jefe superior del Archivo de In-
dias, después de haber logrado ausentarse de Madrid, desentendiéndo-
se de los halagos del gobierno intruso.
Como buen humanista era un hombre estudioso y solitario, fre-
cuentando su trato escasísimas personas : en Madrid, don Eugenio Ta-
pia, redactor de la Gaceta, y don Esteban Rosell, maestro de baile del
Príncipe )• de los Infantes ; y en Sevilla gozaba de la amistad y con-
lianza de varios prebendados de aquella metropolitana. Incluyamos tam-
bién en Madrid a sus relaciones de compañerismo con los miembros
de la Real Academia, a la que pertenecía Valbuena con títulos muy
justos y merecidos.
Entre los protocolos inquisitoriales se conservan unas letras de su
esposa, doña Ramona Font, suplicando a la Inquisición de Corte se
sirviese permitir a su marido la salida de la prisión en la que llevaba
detenido seis meses, para restablecer su salud, con las seguridades que
se quisiesen. Valbuena frisaba en los sesenta y seis años, y padecía acha-
ques habituales de estómago. El día 24 de mayo de 181 5 informaba
e! inquisidor don Antonio Franseri la petición de la señora de Val-
buena con estas palabras : "con efecto, el citado don Manuel de Val-
buena padece im dolor habitual en la boca superior del estómago, in-
digestiones frecuentes, y suma inapetencia, con una hipocondría ner-
\'iosa que en el día se ha exacerbado sobremanera. Y no habiendo otros
remedios más eficaces para corregir estas dolencias que el exercicio a
caballo, y el aire libre del campo, somos de parecer que los debe poner
en execución lo más pronto posible, y precaver las malas consecuencias
que de lo contrario pueden resultar". ¿Inhumanidad inquisitorial?
¿ Crueldad española ?
También sabemos que conforme las instrucciones procesales se dió
permiso a doña Ramona Font para visitar a su marido detenido en
— 249 —
MIGUEL ÜB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cárceles secretas: "que trate y conferencie con su marido", leemos en
los documentos de la Inquisición de Corte.
Se imputaba a Valbuena el delito de conspirar contra la Monarquía
y la Iglesia. Era así responsable, dentro de estas acusaciones, de pro-
posiciones y de infidencias muy características, expresándonos en el
lenguaje del Santo Oficio. Se conservan las audiencias dadas a don
Manuel de Valbuena. En total fueron cinco, extendiéndose desde el
mes de marzo del año 1814 hasta abril del año siguiente.
Por la fecha del expediente y por las circunstancias históricas y
el ambiente espiritual de nuestro país podría lógicamente deducir el le-
yente erudito la sustancia de la causa inquisitorial de Valbuena; per »
como el proceso es ejemplar, no quiero dejar de estampar aquí algunas
preguntas de las audiencias que reflejan muy objetivamente las luchas
entre serviles y liberales, entre progresistas y hombres afincados en la
tradición, todo lo que representa, en una palabra, el conjunto de ideas
esparcidas por la Península en torno de la Constitución del año 181 2
y el retorno de Fernando VIL
He aquí un índice del sumario de la audiencia del veinte de di-
ciembre del año 1814:
"Se le hace cargo de que se tiene noticia que hablando de la per-
sona del Rey el señor don Fernando séptimo )' su gobierno decían (Val-
buena y sus amigos) que el rey es un tirano ; que ha engañado a la na-
ción ofreciendo juntar Cortes, y no lo ha cumplido. Diga y qué daño
o mal ha hecho con esto.
"Porque ha ofrecido hacer feHces a sus pueblos y ha executado
lo contrario, devolviendo los bienes nacionales a los frailes, por cuya
causa ha destruido el crédito público, y acarreado a los pueblos in-
mensos trabaxos, dejándolos sumergidos en la mayor miseria. Diga
y qué daño ha hecho a los pueblos, devolviendo a los frailes lo que era
SU)."0.
"Por haber provisto todas las plazas eclesiásticas que se hallaban
vacantes. Diga y qué daño ha hecho en haver dado a las yglesias y
culto divino los ministros del altar que le correspondían.
"Por haber devuelto los privilegios de señorío. Diga y qué daño, o
— 250 —
LA INQUISICIOA' V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
injusticia ha hecho en havcr dehuelto a cada dueño propio de ellos
los que eran suyos.
"Por haber restablecido las rentas provinciales. Diga y en qué
está el daño de esto.
"Por haber restablecido el horroroso tribunal de la Ynquisición.
Diga y qué daño o injusticia ha hecho en esto, y porque es horroroso
el tribunal de Ynquisición.
"Por haber mandado prender a los que le han defendido su Coro-
na, que han sido los Diputados de las pasadas Cortes extraordinarias
y ordinarias. Diga y quiénes son los que han mandado prender de dichas
Cortes, que han defendido la Corona.
"Por haver perseguido a todos los savios y escritores que han ilus-
trado a la nación. Diga y quiénes son estos savios y escritores perse-
guidos que han ilustrado a la nación.
"Y en una palabra, que no tiene derecho alguno al trono, pues la
renuncia de su padre el señor Carlos quarto fué violenta y tumultua-
ria. Diga en qué fué violenta y tumultuaria.
"Qué partió para Francia sin el consentimiento de la nación por
cuya causa han sido sacrificados tantos millares de españoles. Diga y
qué consentimiento pudo pedir de la nación haviendo sido engañado
y arrancado de ella violentamente.
"Que hablando del clero decía que estos infames Obispos mere-
cían estar haorcados para que hechasen bendiciones con los pies, pues
no hacen otra cosa que embrutecer a los pueblos, llenándolos de supers-
ticiones y consumir inumerables rentas de la nación. Diga y en qué em-
brutecen a los pueblos, y los llenan de supersticiones, y quáles son
éstas.
"Que lo mismo decía contra las corporaciones eclesiásticas, y los
cavildos, y últimamente contra todos los regulares, tratándolos de pan-
cistas, saltatumbas y otros dicterios.
"Y que si se verifica la reacción (así llamaban comúnmente la re-
volución a que conspiraban y restablecimiento del sistema constitucio-
nal) degollarían a esos infames canónigos, a los magistrados, que hay
hay actualmente, a los clérigos y frailes, y a todos los infames serviles
— 251 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
que están a favor del Rey )• de la Religión. Diga y por qué son infames
estando a favor del Rey y de la Religión" (13).
¿Para qué continuar? Los cargos enunciados denuncian escanda-
losamente la precaria vida nacional, es decir, el estiaje espiritual de
los españoles. No faltan en el interrogatorio las acusaciones de me-
nosprecio al Consejo de Castilla, a la Magistratura, a los Generales...,
a todas las representaciones del orden y de la vida jurídica, perfilán-
dose también la crónica más o menos desvergonzada y cruel contra
el Monarca y sus ministros Lardizabal y Villamil. En la Inquisición
(13) Uno de los cargos puestos contra Salas se refería a haber sostenido
la disolubilidad del vínculo matrimonial. Se estampa así la especie : " Concurrió
el reo a examinar un candidato al grado de Bachiller en Leyes, y como a más
antiguo de los examinadores le correspondía hacer ¡as preguntas sueltas. El
examinando defendía una ley que prescribe que siempre que en contrato de
compañía intervenga lesión o gravamen enorme de alguno de los socios, queda
rescindido por el mismo hecho; y el reo comenzó sus preguntas por ésta:
"con qué vínculo del matrimonio es disoluble y lícito el divorcio? "Nada me-
nos", respondió el examinando. "Si es tal, replicó Salas, Vm. defiende que in-
terviniendo lesión enorme de algunos de los socios, se rescinde por el mismo
hecho el contrato social; de esta clase es el contrato del matrimonio, y que
en él puede intervenir gravamen enorme de uno y aun de ambos consortes,
lo prueba el mío. Antes de casarme amaba a mi muger perdidamente; luego
que me casé la aborrecí y aborrezco como al Demonio. No puede darse mayor
gravamen que la unión de dos que se aborrecen mortalmente, con que mi con-
trato matrimonial está rescindido, y yo soy libre para pasar a otras nupcias".
Conviene advertir y precisar. Esta testificación está totalmente desfigurada, se-
gún la versión cíe D. Felipe Martin Igual, citado por el Maestro Herrero so-
bre el argumento del reo acerca de la disolubilidad del matrimonio, Martín
Igual era pasante de abogado en Madrid, y sin negar el episodio del examen,
lo explica en esta forma: "Es cierto que en uso de los ejercicios en que se
defendía principal o accesoriamente una ley relativa al contrato social preguntó
el reo al que exercitaba, los modos de acabarse la sociedad; que respondió el
exercitante a esta pregunta, y satisfecho el reo, preguntó de nuevo: "por la
voluntad de uno de los socios se acaba la sociedad"; Respondió el exercitante
que sí. Repuso el reo: "el matrimonio es un contrato social, luego por la
voluntad de uno de los cónyuges se disolverá." Respondió el exercitante que
no corre la misma paridad en el contrato de compañía que en el contrato
de matrimonio; y notando las diferencias de uno y otro contrato, quedó sa-
tisfecho y conforme el reo." Suun, cuique (Vid. A. H. N. Inq., leg. 3.730).
— 252 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
se sospechaba vehementemente de la masonería de Valbuena, que no se
llegó a probar. Este negó categóricamente todos los cargos, y la aventura
con la Inquisición se liquidó sin pronunciar fallo definitivo el Santo
Oficio. Resta sólo, como hemos precisado, la huella del anticlericalismo,
el odio a los curas y el incendio de las iglesias. En muchos sectores na-
cionales siguen vigentes en la actualidad las mismas fórmulas para la
regeneración nacional. El progreso ha sido considerable... aunándose
con la clásica y aldeana ignorancia el veneno de la demagogia, y la
ausencia trágica de responsabilidad cívica y de valores éticos y hu-
manos.
La documentación erudita que acabo de brindar en estas páginas
podría seguramente ser ampliada mediante un estudio más extenso,
a pesar de creer que hemos cuasi agotado las aportaciones inéditas más
interesantes para el estudio fundamental de nuestras letras en relación
con el tema que estamos desarrollando en este libro, con la adverten-
cia preliminar de advertir la imposibilidad de historiar ciertos episo-
dios de más o menos importancia por haber desaparecido la documen-
tación, ya en expolios memorables, ya en incendios y abandonos incon-
cebibles. Deseo finalizar este capítulo reseñando unos cuantos nombres
de autores españoles, de personalidad más o menos vigorosa, pero con
particularidades hasta la fecha inéditas, y muy características, que debo
dar a conocer a mis lectores.
Sea el primero don José Iglesias de la Casa, Cura de Carbajosa de
la Sagrada, músico, dibujante y escultor, autor de epigramas y letri-
llas muy populares, compuestas antes de ordenarse. Cejador y Frauca
alabó su agudeza de pensamiento y la soltura de su expresión. Cam-
pea en sus letras una gran pureza de lenguaje, y su ingenio castizo
le inmunizó de las modas extranjerizantes. Sus letrillas satíricas son
famosas. "¡Ay, amor, cómo me has puesto!" ha pasado a ser prover-
bio. Estuvo Iglesias enmarcado dentro de la tradición popular españo-
la, sin hacer concesiones a las modas de su tiempo, y es ciertamente
singular el caso de este poeta formado en Salamanca, y libre de las
corrientes afrancesadas, en las que navegaban casi todos los intelec-
tuales y poetas de entonces. ¿Quién no recuerda su ingenio festivo y
sus gracias chispeantes y castizas?
— 253 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Diz que la filosofía
De algún escolar no aprecio.
Que me debo dar de recio
A estudiar la algarabía
De tanta distinción fría
Que usa el sofístico bando;
Ya vo}-, que me estoy peinando.
Hostilizaba otras veces al eterno filisteo intelectual, al pedantón
graduado y con perfiles académicos, lo mismo que a los poetas chirles
y ebenes :
V es aquel señor graduado
Roja borla, blanco guante
Que nemine discrepante
Fué en Salamanca aprobado?
Pues, con su borla, su grado.
Cátedra, renta y dinero,
Es un grande majadero.
Sobre las obras de Iglesia hubo muchas denuncias en los tri-
bunales de la Inquisición. Su prohibición en Granada obedeció,
según el informe, a contener proposiciones "inductivas ad libi-
dinem, especialmente para los jóvenes de ambos sexos". Los pa-
dres calificadores juzgaban que a excepción de alguna que otra poe-
sía trabajada con decoro, sólo podían servir los versos de Iglesias
para excitar ideas sensuales y deseos torpes. Pero, sin embargo de
la demanda del fiscal solicitando su prohibición, ésta se desestimó en
Granada, remitiéndose el expediente para ulterior calificación a Ma-
drid. Aquí se acordaba su prohibición, oído el parecer de los censores
de Corte que insistieron en las mismas apreciaciones que sus com-
pañeros de Granada. El tribunal de Sevilla pretendió igual prohibi-
ción. Allí se habían examinado los romances jocosos del Cura de Car-
bajosa, y a instancia fiscal el tribunal decretaba también su prohibi-
ción. En la Inquisición de Valladolid se trataba por el año 1802 el
— 254 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
mismo negocio. Se comisionó al Lectoral de Salamanca para ordenar
a los editores de los versos de Iglesias suspendiesen la tercera edi-
ción anunciada que habría de someterse a las censuras y calificacio-
nes formuladas (14).
Don Nicolás Fernández de Moratín gozaba en la Inquisición es-
pañola de mala fama. En el famoso "Arte de las pu..." se aludía a él
en el último verso: "el dulce Moratín fué mi maestro"; y aunque
éste declaró en alguna ocasión haberlo compuesto su amigo el abo-
gado don José Hernández Vinuesa, en el Santo Oficio se recelaba
de Moratín como autor, aunque no pudo citársele en el tribunal por
ausencia del mismo Moratín, alejado entonces de la Corte (15).
En abril de 181 8 se comunicaba al inquisidor general de parte
del monarca haberse cursado las órdenes oportunas a la Real Im-
prenta para que entregase a los comisionados del Santo Oficio los
ejemplares que en ella existiesen de las poesías de don Manuel Quin-
tana. En el Santo Oficio se le tildaba simplemente de "antimonár-
quico". Cómo podrían tolerarse, decimos nosotros, aquellos títulos de
"bárbaros" y "malvados", aplicados por Quintana a nuestros gran-
des descubridores, consignando con toda desenvoltura aquello de los
tres siglos de opresión...? Pero se trataba sencillamente de conce-
siones a la gárrula declamación y a los lugares comunes de las nuevas
ideas (16).
El 18 de agosto de 1806 se remitió al tribunal de Corte la repre-
sentación hecha al Inquisidor general por don Juan Bautista de Arria-
za, teniente de fragata, y en aquella ocasión retirado de la Real Ar-
mada. Trataba el poeta de defender sus versos intitulados "Ensayos
poéticos". No he encontrado en mis investigaciones las censuras de
los calificadores, y sólo sabemos que se borraron unas treinta páginas
del libro de Arriaza (17).
Deseo consignar por lo anecdótico y pintoresco de las referen-
(14) A. H. N. Inq., leg. 3730.
(15) A. H. N. Inq., leg. 3.736.
(16) A. H. N. Inq., leg. 4.321.
(17) A. II. A. Inq., Icg. 665.
— 255 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
cias que estoy dando a conocer, una historieta sucedida a los famosos
padres Mohedanos, frailes franciscanos y autores de la Historia li-
teraria de España (1766-1791). Se les acusaba de introductores de
una nueva secta.
Se inició la causa por carta acusatoria, enviada al Inquisidor ge-
neral por Fr. Juan Pérez de Luque, en la que decía que delataba a los
padres Fr. Pedro y Fr. Rafael Rodríguez Mohedano, como creado-
res de una nueva secta herética. Las acusaciones eran recias. Según
ellas, los PP. Mohedanos habían establecido un gobierno "que dicen
— añade la referencia — es el mismo que el de los regulares expulsos".
Los Mohedanos, según la acusación, se comparaban el uno con Moi-
sés y el otro con Aarón. Los estatutos de la secta mandaban, al pa-
recer, fornicar, y concedían para ello licencia a sus sectarios. Según
los preceptos estatuidos, las mujeres debían ser comunes a todos, y
se obligaban al sigilo para evitar pruebas y testimonios de sus desequi-
librios y aberraciones. La secta se llamaba "Mohedánica", y a ella
se habían incorporado, según la acusación del P. Luque, muchos
frailes, estando extendida por Montefrío, y siendo allí muy popular.
Los "Mohedánicos" habían deshonrado a diferentes mujeres, contán-
dose entre éstas, dos hermanas del P. Luque.
La Inquisición española, verificada la prueba de testigos, recono-
ció que ninguno de ellos probaba los cargos particulares, y los suce-
sos de que eran presentados por contestes, suspendiéndose la sumaria.
Se trataba simplemente, como entre tantas otras historietas, de
frailes díscolos y descontentos con el gobierno de su Provincia re-
ligiosa, a la sazón dirigida por los PP. Mohedanos. Los cargos lle-
garon hasta la calumnia y la maledicencia más soeces. Fr. Juan de
Aullón, del convento de la Veracruz, de Jerez, indicaba, refiriéndose
a los padres Mohedanos, "que pocas veces les ha visto decir misa, ni
asistir al coro ; aun a lo preciso, les ha visto recogerse a la clausura
fuera de las horas regulares, acalorar y permitir en sus súbditos cosas
ilícitas y escandalosas, sin ponerlas remedio, aun repetidas cosas de
fuera".
Fr. Diego del Real, lector jubilado, y ex-definidor de aquella pro-
vincia andaluza, es el testigo que concretamente se refirió en sus de-
— 256 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
claraciones a la secta "Mohedánica". Dijo el fraile franciscano que
los PP. Mohedanos "se juzgaban con facultad de mandar fornicar, y
conceder licencia a los del mismo partido para su execución." Se mez-
claban en el asunto los clásicos despropósitos de alumbrados y mo-
linosistas.
Pero, como decimos, pese a todas estas barbaridades, el proble-
ma se resuelve con decir que todos los testigos de cargo estaban
conchabados para desprestigiar a sus superiores ; que aquellos albo-
rotos se debían exclusivamente a la envidia, a la clásica emulación y
espíritu de venganza, con características muy acusadas. Convenía, por
tanto, poner las cosas en su punto, desagraviando públicamente a los
PP. Mohedanos, y eso intenta el autor de este libro.
Es muy posible que los hermanos Mohedanos dijesen a Cristóbal
Ximénez Caro que se dejase "de devociones y santurronerías, y que
ya era menester civilizarse", entendiéndose el texto como lema contra
excesos }' ridiculeces de frailes "modorros", que diría el Brócense.
Al P. Plerrera, uno de los acusadores, se le reputa por "genio
díscolo, enredador, enemigo declarado de sus Superiores," sin poder
hacerse cargo de sus "recursos". Al P. Luque se le considera como
"loco y dementado". Estuvo siempre dominado — cuenta el médico
de su convento — por complejos raros, y era "pensativo, melancólico
y cogitabundo". En Montefrío, además, según testificaciones de per-
sonas muy solventes y enteradas, vecinas de la villa, nunca se había
conocido la secta "Mohedánica" ¡Cosas veredes...! (i8). ♦
Con regular frecuencia, aparece entre la documentación de la épo-
ca acusaciones contra el popularísimo don Pablo de Olavide, de quien
me he ocupado en mis libros La Inquisición española y Las cárceles
inquisitoriales españolas. Se le acusaba, entre otras cosas, de haber
proferido sentencias dudosas y heréticas, como decir "que al instante
que Dios acabó de criar el Mundo, tiró las llabes"; pero Olavide se
despachó para aclarar su expresión en el sentido de "que havía Dios
dexado oculto quanto pertenecía al Mundo y su providencia". Otro
cargo tocaba a que, con motivo de haber llevado preso a un soltero
(i8) A. H. N. Inq., leg. 3.730.
— 257 —
17
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
un comandante de Sierra Morena, por haberle sorprendido con una
mujer de estado honesto, Olavide, enterado, corrigió al comandante,
amonestándole que otra vez no hiciera semejante cosa, "sino que los
tapara con la capa", y se ordenó la libertad del preso. Una de las
expresiones corrientes en Olavide era decir que las obras más agra-
dables a Dios eran plantar un árbol, labrar un campo y tener un
hijo (19).
yuiero hacer constancia, finalmente, de dos nombres sometidos
también a responsabilidad por el Santo Oficio en esta época : el ma-
temático Benito Bails y el cronista de Indias don Juan Bautista Mu-
ñoz, aunque no sepamos el alcance de sus sumarias, con toda proba-
bilidad, sin trascendencia (20).
Olvidemos ciertos '"verdores" y "lozanías" del P. Isla que lleva-
ron su nombre a la Inquisición, en gracia de su ingenio, y evoque-
mos al varón insigne, superando a émulos y envidiosos con sotana o
cerquillo y edificando su vida interior en medio de las luchas y de
las injusticias humanas, todo muy por encima de sus miserias y de-
bilidades.
(19) A. H. N. Inq., leg. 3.271.
(30) A. H. N. Inq., libro 44.
CAPITULO VII
La Inquisición, explicación de todos nuestros males : texto de Menéndez y Pe-
layo. — La tradición literaria contra el Santo Oficio en España y en el extran-
jero: Montano, Mercier, la Enciclopedia, Raynal, Bernardino de Saint Fierre,
Leonard Gallois. — Influencias reformistas. — D. Francisco de Cabarrús y Ama-
dor de los Ríos. La Inquisición y nuestra dramaturgia. — La mentalidad de (jón-
gora y un texto sobre Quevedo. — La Inquisición y los textos literarios. — La
Inquisición y el arte de la elocuencia sagrada. — Algunos expurgos literarios :
Carlos Molineo, .Agripa, Charron, Montaigne y el Aretino. — Literatura teoló-
gica heterodoxa. — Fr. Diego de Estella, Antonio de Guevara, Luis de Molina
y León Hebreo.— El espíritu crítico heterodoxo y referencias sobre el Anti-
cristo.— El Obregón, de Espinel ; el Dioscórides, de Laguna, y el Examen, de
Huarte. — Censura contra el P. Las Casas. — Postración de nuestra cultura. —
Decadencia de nuestra literatura religiosa. — Los enciclopedistas. — La polémica
de la ciencia española. — La Inquisición y el florecimiento de la cultura nacio-
nal.— Un texto de D. Juan Valera. — ¿La censura inquisitorial, motivo de la
decadencia española? — Los hebraístas de Salamanca. — Normalidad jurídica del
proceso. — Limitaciones y tachas. — Censores y calificadores. — La rectitud de la
Inquisición. — La independencia científica frente a los ambientes universitarios
y las escuelas. — El dogmatismo, fenómeno general en Europa y en la Penín-
sula.— Los antagonismos y los vice-versas españoles. — La España negra. — La
documentación histórica. — Los intelectuales contemporáneos y los problemas de
la cultura y de la personalidad españoles.
ES indiscutible que la Inquisición española ha servido para expli-
car todos nuestros males y dolencias, y a ella se han achacado
nuestra decadencia y nuestros desastres. Ya don Marcelino Menéndez
y Pelayo se hacia eco en su tiempo de esta especie tendenciosa, y muy
donosamente escribía: "¿Por qué no había industria en España? Por
la Inquisición. ¿ Por qué había malas costumbres, como en todos tiem-
— 259 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
pos y países, excepto en la bienaventurada Arcadia de los políticos?
Por la Inquisición. ¿Por qué somos holgazanes los españoles? Por
la Inquisición. ¿ Por qué hay toros en España ? Por la Inquisición.
¿ Por qué duermen los españoles la siesta ? Por la Inquisición. ¿ Por
qué había malas posadas y malos caminos y malas comidas en Espa-
ña en tiempo de Mad. D'aulnoy? Por la Inquisición, por el fanatis-
mo, por la teocracia. Involuntariamente, recuerda uno cierta sátira la-
tina del siglo XVII. Adán y Eva pecaron aconsejados por los Jesuítas.
Caín mató a Abel porque Caín y Abel se confesaban con aquellos
padres" (i).
Cuenta una tradición articulada peninsular y extranjera, a través
de la cual podemos acusar la hostilidad sistemática contra el Santo
Oficio. En mis Cárceles inquisitoriales españolas he aludido insisten-
temente a la obra aparecida en Heídelberg (1567) suscrita por Rei-
naldo González Montano, Hbro sin responsabilidad intelectual, horro
de referencias fidedignas, mercancía preparada para la exportación y
el escándalo y atentatorio contra la dignidad y humanidad de los es-
pañoles. Todo es allí falso y venenoso, destilando las páginas de
Montano la ponzoña y la maledicencia más virulenta, y empleándose
como aderezo y aperitivo las sales de una fantasía vivaz y lozana con
éxito seguro para despertar la indignación de los leyentes europeos,
La obra de González Montano sirvió para proyectar en el Continen-
te la imagen de una España despótica y brutal, cuyo fanatismo e in-
temperancia acabaron con las libertades religiosas.
El clisé de la España estática y retardataria solicita preferente-
mente nuestra curiosidad y estudio, y a este aspecto fundamental
donde se conjugan los más sustanciales problemas de nuestra tradi-
ción histórica, hemos de dedicar estas páginas.
El mote de ima Inquisición oscurantista ha circulado por todoí
los meridianos geográficos, alcanzando singularmente a la Inquisiciór
española, pero sin excluir tampoco a la Inquisición romana. Estos
ataques y procacidades marcan una extensa y prolongada tradición li-
(i) Marcelino Mcnéiidez y Pelayo en La Ciencia Española, tomo I, pág. 102
Madrid, 1887.
— 260 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
teraria, cuajando en una abundante bibliografía, entre la que podemos
recordar como muy expresiva una obra publicada en Amsterdam por
Mr. Mercier, e intitulada Portrait de Fhilippe II, Roi d'Espagne. El
libro encaja perfectamente dentro de la "leyenda negra", caracteri-
zando su autor a Felipe II por el despotismo "terrible y supersticio-
so". Después de Tiberio —escribe el autor francés — , ningún tirano
como el monarca español se ha sentado en el trono ; y luego de arre-
meter contra la Inquisición española y de exaltar las excelencias (?)
de Isabel de Inglaterra, consigna cómo el Pontífice Pío V había he-
cho quemar por herejes a personalidades muy cultivadas, y entre ellas
al sabio "Paleario", cuyo crimen consistió en haber llamado a la In-
quisición puñal levantado sobre las gentes de letras. Efectivamente,
Paleario había sido sometido a proceso de herejía por el inquisidor
Angel de Cremona, en 1566, y condenado, en Roma, a 19 de octu-
bre de 1569 (2).
Toda la bibliografía antiespañola y antiinquisitorial está teñida y
entreverada de ideas semejantes a las de "Paleario". La Enciclope-
dia denominaba a los inquisidores como "cuadrillas de salteadores y
de matachines", estampándose en el tomo primero las siguientes lí-
neas referentes a la Inquisición: "... un tribunal janático, eterno obs-
táculo a los progresos del ingenio, a la cultura de las artes, a la in-
troducción de la felicidad" (3).
¿ Para qué recordar la obra de Ra3'nal o las líneas dedicadas al
Santo Oficio por Bernardino de Saint-Pierre en sus Estudios sobre
la Naturaleza? En ellos achaca a la Inquisición haber acabado con la
mitad de los pobladores de América durante nuestra dominación, y
haber tostado ( !) a las multitudes africanas, aplicando las mismas
apreciaciones a las actividades de la Inquisición portuguesa en las tie-
rras orientales. Remataba sus atrocidades el escritor francés añadien-
(2) "Portrait de Fhilippe II, R'oi d'Espagne, par Mercier, auteur du Ta-
hleau de Paris, du Portrait des Rois de France, du Bonnet de Nuit. Amster-
dam, 1785. (Prohibido por Decreto del Consejo de 31 de agosto de 1791.)
(3) Vid. tomo I de La Enciclopedia, art. /líber oni, pág. 238, columna 2,
disertando sobre los proyectos que se propuso el Cardenal Julio Alberoni, mien-
tras fué Ministro de España.
— 261 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
do textualmente que la Inquisición "no ha cesado de extender el te-
rror entre los países que le han dado el nacimiento, queriendo Dios,
por un acto de justicia universal, que los pueblos intolerantes — Es-
paña, Italia y Portugal — hallasen su castigo en los tribunales de su
intolerancia". Todas estas ideas, divulgadas por Bayle o por Leclerc,
tienen vigencia en toda Europa hasta la fecha de la publicación de
la obra de don Juan Antonio Llórente Historia crítica de la Inquisi-
ción, libro que alcanzó ruidosa notoriedad en todos los países euro-
peos. No adolece, ciertamente, la Historia del canónigo masón y
liberal de escasez de aportaciones eruditas muy considerables, sin
embargo de sus ideas tendenciosas y de sus tesis inadmisibles. La
obra de Llórente influyó positivamente en nuestro descrédito ante la
expectación y la pasión extranjeras, deduciéndose de las páginas es-
critas por el infortunado clérigo un brutal y rudimentario fanatismo
(¡ue venía a rubricar y consagrar todas las campañas anteriores con-
tra nuestra Patria y nuestras instituciones. Una obra escrita bajo la
influencia y el magisterio de Llórente fue la Historie abrcgée de l'In-
quisition d'Espagne, por Leonard Gallois, precedida de una noticia
biográfica del canónigo español y bien abastecida de calumnias con-
tra la honradez española en algunos de sus capítulos (4). Y para que
nada falte en este cuadro de negaciones y de críticas, recordemos la
censura antiinquisitoríal del doctísimo Mabillon, que a tantos podía
desorientar con su ciencia y sabiduría, siendo la causa el haber pro-
hibido la Inquisición española la lectura de los tomos de los Bolan-
dos, pertenecientes a los meses de marzo, abril y mayo, debido a no
aprobar aquellos sapientísimos investigadores las fábulas e historietas
ridiculas de la antigüedad carmelitana, motivo de exasperación y de
desagrado para algunos calificadores del Santo Oficio (5).
(4) "Histoire abrégée de L'Inquisition D'Espagne par Leonard Galloia,
précédée d'une notice sur la vie et les écrits de Lorente, et aumentée d'iirie
lettre de M. Grégoire, ancien evéque de Blois, a don Ramond-Joseh de Arce,
grand inquisiteur-général D'Espagne". La sexta edición se publicó en Paris en
el año 1828.
(5) Vid. Obras postumas de Mabillon, impresas en París en 1724, libro III,
folio 304.
— 262 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
El brote de las "nuevas" ideas europeas a partir de mediados del
siglo XVII, y que incrementan y refuerzan con extremada medida las
influencias reformistas, clásicas y conocidas en Europa, constituyen-
do interesantísimo capítulo de literatura heterodoxa y panfletaria,
afloró en la Península con las características de una erupción inva-
sora, y con los intentos de abolir toda institución tradicional, toda
sedimentación castiza, renegando de toda peculiaridad nativa y de
todo contacto con la vida tradicional española. Paralelamente con la
decadencia intelectual y social de España, se perfilan vigorosos los
extremismos ideológicos de los "modos" y "maneras" extranjerizan-
tes, con todas las asociaciones peyorativas que se quieran, por tra-
ducirse entre nosotros con las vehemencias y radicalismos notorios de
nuestro temperamento e idiosincrasia. ¿ Para qué recoger en estas pá-
ginas aquella broza "intelectual" — que nos avergüenza como espa-
ñoles— , aquellas vociferaciones tabernarias, expresión indiciaria de
nuestra crasa ignorancia, pero también de nuestra ingenuidad y can-
didez ?
Un modelo de campañas y ataques a la Casa de Austria, como
genitora de nuestra vida histórica, a raíz del siglo xvi hasta la época
que comentamos fué, dentro de ciertas exigencias intelectuales, el
Elogio de Carlos III, Rey de España y de las Indios, pronunciado
el 25 de julio de 1789 por don Francisco Cabarrús en la Sociedad
Económica de Madrid. Atacaba a aquella dinastía con estas palabras :
"Funesta al género humano que no sé porque fatalidad inspiró a nues-
tros padres un entusiasmo del cual aun no acabamos de convalecer ;
que convirtió en héroes a los españoles, pero siempre en perjuicio de
España ; que regó con nuestra sangre los vastos e infelices dominios
([ue poseía, y la que su insaciable y mal convinada ambición la hacia
apetecer que sobresaliendo solamente en la detestable ciencia de for-
jar cadenas, ató más fuertemente nuestras manos vencedoras, deján-
donos más esclavos que los mismos pueblos que vencimos." Concluía
Cabarrús tildando a los españoles de estólidos, ignorantes y fanáticos.
No era, sin embargo, grande la ciencia histórica y la cultura del autor
del Elogio de Carlos III. Tipo ejemplar de influencias antitnuliciona-
les, la ideología de Cabarrús no valía nada. Consistía, con más o
— 263 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
menos restricciones, en la filosofía o ideas de Espinosa, Bayle, Vol-
taire y Rousseau. Raynal (!) era su maestro predilecto. Abominaba
sin distingos del Escolasticismo, congratulándose de que el Monarca
español lo hubiese sustituido con el estudio de las matemáticas, De-
recho de Gentes y Economía Civil. Por lo demás, la pretendida pro-
hibición por parle de Carlos III del estudio de la Teología que señala
don Francisco Cabarrús, nosotros creemos que nunca existió. No lo
encontraríamos, pese a investigaciones y búsquedas, ni en los Archi-
vos del Consejo ni entre los papeles del Despacho. Carlos III, sin
embargo de las influencias conocidas, recomendaba el escolasticismo
tomista de nuestros buenos tiempos, renegando, eso sí, del llamado
"escolasticismo de barandilla".
Otra muestra de la misma ideología, pero dentro de la corriente
de la expresión literaria, caracterizada por las chocarrerías, el mal
gusto y las procacidades, tipo literario vigente en España, circulando
por todas nuestras provincias, ya en "gazetas", panfletos u hojas vo-
lantes, sería, por ejemplo, el folleto intitulado Grande revolution opc-
rcc a Madrid, capitale de l'Espagne, y donde su desdichado autor
simula en Madrid una revolución semejante a la francesa de 1789.
Los diaristas provincianos de fines del siglo xviii y principios del xix,
al enfrentarse con el tema inquisitorial, consignaban estas o parecidas
expresiones: "El horrendo tribunal de la Inquisición es el primer
blanco contra el que deben dirigirse todos nuestros escritores, )• la
Convención debe emplear todos sus esfuerzos para abolirle, como que
él es el apoyo más firme de los déspotas" (6).
Fué don José Amador de los Ríos, en sus Estudios históricos,
políticos y literarios sobre los judíos de España, editados el año 1848,
quien formulaba, apoyado en su gran erudición y cultura, la acusa-
ción contra el ."^anto Oficio, considerándolo como rémora del pensa-
miento nacional y como el obstáculo fundamental para la irradiación
de la cultura española. La Inquisición era para el famoso historiador
tribunal "funestamente famoso". Consigna que el pensamiento estuvo
(6) "De la Constitución fundamental de los libertadores del género huma-
no". Reimpreso en Mallorca, en la Imprenta de Felipe Guasp. Año 1814.
— 264 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
aherrojado tristemente en los calabozos del Santo Oficio", y, satisfe-
c!io de su abolición, estampa las siguientes líneas: "Derrotado ya
aquel peligroso y colosal enemigo que para bien de España no volve-
rá a asustarnos con sus terribles falanges" (7). Amador de los Ríos
reconocía las exigencias del establecimiento de la Inquisición, exigen-
cias de carácter político irrebatibles ; pero lamentaba su supervivencia
a través de nuestra historia, transcurridos ya los tiempos que habían
reclamado su existencia. Desde este momento, la Inquisición española
i-t' ofrece al historiador de nuestros judíos peninsulares "como un te-
rrible embarazo a la marcha filosófica del espíritu humano, y gravi-
tando sobre el corazón de los españoles como horrible pesadilla" (8).
No satisfizo, sin embargo. Amador de los Ríos sus preocupaciones
con juicios tan atrevidos y tan falsos, y más adelante, en las pági-
"■'S 515 y 516 de sus Estudios, endereza a sus lectores el siguiente
pasaje, comparable sólo a un trozo de endeble retórica de elocuencia
progresista — ¡ así se expresaban hombres, por otra parte, cultivados
y doctos! — : "La Inquisición — escribe — aspiró al verse triunfante
(tiempos de Felipe II) al dominio de las conciencias; quiso tener la
llave del entendimiento humano, y lanzó sus anatemas contra los que
no doblaban la cerviz a sus preceptos, abriendo sus calabozos para
cuantos osaban siquiera dudar de la legitimidad de su derecho. Así,
en aquel siglo venturoso para el nombre español, mientras volaban
las banderas castellanas de uno a otro confín de Europa ; mientras
las artes y las letras eran cultivadas por los más felices ingenios emu-
lando las glorias de Italia, apenas hubo un hombre ilustrado que no
se viera hundido en las cárceles del Santo Oficio, que no fuese vícti-
ma de la envidia y de la ojeriza de los inquisidores" (9). El párrafo
(7) Vid. Amador de los Ríos: Estudios históricos.... págs. 159-160.
(8) Ihídcm, pág. 173.
fg) Ibid., págs. 515-516. El mismo estilo usaba Prescott consignando y com-
parando a la Inquisición en su Historia del reinado de los Reyes Católicos (se-
.afunda parte, cap. XXVI) a la "mortífera niebla" sobre los frondosos verge-
les (?) de nuestra tierra castellana. El Santo Oficio contribuyó también, según
él, "a paralizar los brillantes progresos de la razón humana", sin embargo de
- 265 -
MIGUEL DE LA FINTA LLORENTE, O. S. A.
es hueco, antihistórico y precientífico, como toda esta literatura. Todo
es en ella blasfematorio y condenatorio ; pero en toda esta corriente
histórica no se aduce una referencia textual, un dato positivo, una
argumentación irrebatible. Cuando se brindan a los lectores informa-
ciones, son siempre materiales de derribo ; no cuentan para nada la
investigación científica y positiva, la exégesis fundamental, limpia de
desviaciones tendenciosas. Se trata exclusivamente de influencias acu-
muladas, originadas ya de la censura reformista, ya del liberalismo
racionalista y anticlerical. Nada más que esto.
Pero el problema es complejo y delicado, ofreciendo aspectos y
diferencias múltiples que han de destacarse en estas páginas.
La Inquisición española respetó toda nuestra gran corriente lite-
raria, incluyendo en ella, como es lógico, nuestra dramaturgia, nues-
tro gran teatro, prez de nuestra Patria y de nuestro genio. Las in-
terferencias inquisitoriales fueron tan insignificantes y menudas que
no hace al caso mencionarlas; pero cumple anotar un aspecto curioso
relacionado con esta materia. Una modalidad teatral consistió en la
copia y abundancia de comedias con tema religioso. Junto a las obras
magníficas e inspiradas, quiso florecer, como en el arte de la elocuen-
cia, un teatro, denominado "comedias a lo divino", donde se entre-
mezclaban las originalidades más di.sparatadas y donde, directa o in-
directamente, se ponían en solfa, por la chacota y las irreverencias,
las materias sagradas y religiosas. Podríamos escoger, por ejemplo,
un autor de ciertas calidades : Luis Vélez de Guevara, sin acumular
aquí títulos plurales, engendros y frutos de la mediocridad, del mal
gusto y de la falta de cultura. Los tres portentos del cielo, de Vélez
de Guevara, censurada por la Inquisición el año 1658, trataba de las
conversiones extraordinarias y milagrosas de Santa María Magdale-
na, San Pablo, San Dimas y el Buen Ladrón. El poeta describía a
San Pablo como galán de la Magdalena y perdido de amor por ella.
Añadía Vélez de Guevara en su fantasía que por la Magdalena sus-
reconocer, como Amador de los Ríos, su importancia y necesidad para fraguar
la unidad política española.
— 266 —
LA INQUISICIOX y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
tentó el Apóstol un torneo en Jerusalén (lo). En el año 1641 acor-
daba el Consejo se censurase este teatro "a lo divino", considerando
las indecencias y escándalos que resultaban de estas comedias, opues-
tas a la verdad de las Sagradas Escrituras. En aquel año se enco-
mendó la censura de estas piezas a don Francisco Zapata y Mendoza,
del Consejo de la Suprema. ¿Qué español de buen gusto y devoto de
nuestro teatro podria censurar semejante disposición inquisitorial?
En el año 1650 se redactaron unas Advertencias muy interesan-
tes sobre libros, versos y comedias de este estilo, que nos informan
sobre estos extremos. "Oy que se permiten comedias de materias
diuinas y espirituales, como los poetas legos no penetran tanto las
materias, y como por saborearlas las mezclan de episodios y lances
amorosos, está más sujeto el pueblo que las oye a ver tratar las cosas
divinas con indecencias lasciuas, en que se embuelben, y con dogmas
por mal entendidos, o mal declarados, falta del rigor de la verdad ca-
thólica, aunque el Real Consejo de Castilla suele poner reuisor, que
también me consta es lego, parece por ello que a V. A. le toca más.
Con el uso poético de equívocos y juegos de vocablos, los villancicos,
romances y otras poesías que se cantan en las fiestas, y publicidad de
las iglesias, se tratan las cosas diuinas con indecencia, mouiendo tal
vez con vejámenes a risa al pueblo, y escandalizando tal vez los oídos
piadosos con proposiciones malsonantes, aunque dichas sin mal celo
por la impericia de los poetas, pero sin excusarse el daño" (11).
En el capítulo III de este libro he destacado las intervenciones
inquisitoriales con la obra de dos insignes escritores : Luis de G'óngo-
ra y don Francisco de Quevedo. El comentario del P. Pineda y el
del fraile mercedario dan la medida del criterio moral y teológico de
ambos a dos calificadores. Mosotros hubiéramos sido más suaves y
benévolos, conforme el precepto horaciano ;
... Pictoribiis atque poetis
Quidlibet audendi semper fuit aequa potestas.
(10) A. H. A. Jiiquisicióii, leg. 4.480.
(11) A. /-/. .Y. Inquisición, leg. 4.470.
- 267 -
MIGUBL DB LA PIKTA LLORENTE. O. S. A.
La mentalidad de Góngora era ortodoxa y sana. Disculpemos en
el poeta las chanzas, alguna que otra bellaquería y desvergüenza, casi
todas adobadas por la virtud de la eutrapelia, con la cual él resuelve
muchas veces las jocosidades y los vejámenes. Ricas levaduras y mos-
tos los de esta poesía. Repleta de humanidades y de donaires, de la
cepa española más castiza, las obras de Góngora se divulgaron por
toda la Península, pese a la docta censura de Pineda, lo mismo que
aconteció con los libros de Quevedo. Ya sabemos que algunas de
las obras de Quevedo estaban notadas o prohibidas por el Expurga-
torio de 1640, lo qual no obstante an corrido siempre dichas obras,
no sé si a sido por permissión tácita (12). El fenómeno es estricta y
curiosamente español. Ea referencia, tan interesante, es de Fr. José
Méndez de San Juan, calificador del Santo Oficio por el año 1677.
La censura inquisitorial no proscribió de nuestra tierra las gra-
cias y las sales del ingenio nacional, traducidas frecuentemente en
un realismo crudo, en una expresión naturalista y en una prosa bron-
ca y desgarrada, pero animadas casi siempre por la inspiración y el
talento. Se leían en España lo mismo La lozana andaluza que La
Celestina. El Santo Oficio apenas si nota lunares y verifica expurgos
en la novela picaresca. Pero aún haj- más. La Inquisición respetó has-
ta las mismas censuras contra la clase propia, es decir, contra cléri-
gos y frailes, cultivándose libremente por poetas y novelistas un gé-
nero libre y desenvuelto, netamente anticlerical o nada reverente con
las gentes de manteo y tonsura. Los españoles pudieron saborear las
coplas de arte mayor de la Danza General:
gran renta tenía, e buen deanazgo
e mucho trigo en la mi panera,
respondiendo la Muerte a las expresiones del Deán:
Don rico avariento, deán muy ufano
que vuestros dineros trocastes en oro.
(12) A. H. -V. Inquisición, leg. 4.421.
— 268 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
a pobres e a viudas cerrastes la mano,
e mal dependistes el vuestro tesoro,
non quiero que estcdes ya más en el coro,
salid luego juera, sin otra pereza:
yo vos mostraré venir a pobreza.
Podemos precisar, por ejemplo, que el Cancionero General, ex-
purgado por la Inquisición, tolera las expresiones de uno de los ca-
balleros acompañantes de Felipe II en su viaje a Inglaterra, en las
que se querella de no encontrar mujer que le satisfaga :
Me veo morir ahora de penuria
en esta desleal isla maldita,
pues más a punto estoy que San Hilario,
tanto que no se iguala a mi lujuria
ni la de Fr. Alonso el carmelita,
ni aquella de Fr. Trece el trinitario (13).
Vale ciertamente la pena de exhumar textos literarios tan expre-
sivos y definitivos. ¿Es licito discutir la tolerancia y la humanidad
de una Inquisición española con métodos tan amplios, con estilos
humanos tan liberales y libérrimos?
En el arte de la elocuencia y de la predicación sagrada, la In-
quisición benefició extraordinariamente al país, interviniendo toda
mercancía averiada y contribuyendo, por ende, a sanear a la nación
de abusos del texto sagrado y descaradas engañifas, que, sobreponién-
dose a la verdadera piedad y a las exigencias de la crítica histórica
y del buen gusto, sumían a las gentes piadosas en las aguas corrom-
pidas del fanatismo }• de la ignorancia más crasa y despreciable. El
Santo Oficio prohibió esta literatura de falsos predicadores ignaros,
que sólo se preocupaban de peinar la retórica, atusar las voces y for-
mar un juego de ajedrez con las palabras. Ea prohibición se extendió
(13) Vid. Cancionero general. Amberes, por l\-lipc Xucio, a la enseña de
la cigüeña. MDÍ.XXIII, al folio cccLxxxir.
— 269 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
a toda clase de coplistas y romanceros, cultivadores de estilos litera-
rios de este jaez. El mal que comentamos se había extendido y arrai-
gado extraordinariamente por el país, alcanzando hasta las plazas pú-
blicas: "Los ciegos, ya en las oraciones que cantan o reqan, ya en
los pliegos de papel, que sin licencia imprimen y venden, llenan los
oídos de la gente vulgar, donde es mayor el peligro, de proposiciones
malsonantes, de milagros fingidos, de casos y patrañas, que tal vez
mueben a satisfacción de salvarse, a quien dixere tales y tales pala-
bras con superstición manifiesta" (14).
Los expurgos en las obras literarias fueron en realidad muy le-
ves y ligeros, alcanzando ordinariamente a algún renglón, o a algunas
palabras. Tratándose de libros importados la preocupación de los in-
quisidores se reflejaba casi exclusivamente en los libros teológicos, mi-
rándose con indiferencia a juristas, filósofos, músicos o médicos, de
no presentar éstos un carácter auténticamente heterodoxo, como en el
caso de Carlos Molineo, escritor de enseñanzas perniciosas. Llamaba
a los católicos "secta papistica", negaba el Primado de San Pedro y
de sus sucesores, defendiendo la misma potestad en los obispos que
en el Papa. Reputaba a éste como el "Anticristo" romano y valoraba
las doctrinas tomistas y escotistas como sofisticas y venenosas. En el
año 1648 figuraban recogidos en el Archivo de la Suprema los siguien-
tes libros de Molineo : De excellentia Regni Frangiae, la Física ar-
mónica y una Panacea philosophica (15). El mismo carácter podemos
registrar en una personalidad tan extravagante y en autor tan impío,
como lo fué Enrique Cornelio Agripa. De su ingenio tan indefinible
se decía en Europa: "Nullis hic parcit, contemnit, scit, ridet, irascitur,
insectatur ; ipse philosophus, doemon, heros, Deus et omnia." Agripa
hablaba sin pudor del misterio de la Encarnación, y su influencia en
ciertos cenáculos intelectuales fué tal, que todavía por el año 1803 se
traducía del latín al francés una de sus obras : De Vexcellence et supé-
riorité de la femme.
Seleccionando autores de calidad e ingenios esclarecidos, podíamos
(14) A. H. N. Inquisición, leg. 4.470.
(15) A. H. N. Inquisición, lib. 1.350.
— 270 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
apuntar tres nombres : el Aretino, Pedro Charrón y Montaigne. El
primero tuvo intervenida una parte considerable de su obra. No jwdían
pasar en la Inquisición inadvertidos el cinismo y la desvergüenza li-
cencio.sa del italiano. A Charron se le prohibe doñee expurgatur, habida
cuenta de su escepticismo de mayores medidas que el de su maestro
Montaigne, clasificado en la Inquisición con la misma censura que su
discípulo. La edición de Montaigne utilizada en el Santo Oficio fué
la de 1604, en París, y la de Charron, en la misma capital, año 1607.
En los primeros años del siglo xvii preocupaba en la Inquisición ro-
mana el libro de Bodino, De República. El célebre auditor Peña, de-
cano de la Rota, comentaba asi el caso desde la Ciudad Eterna: "Este
libro es irrespurgable. Induze mil males ; es muy proporcionado para
induzir indeuoción, para perder el respeto a la iglesia, i cosas, i perso-
nas eclesiásticas. En este Consejo de Inquisición [en Roma] donde
yo interuengo nunca se a abierto puerta para conceder la lición deste
libro, ni Su Santidad jamás a querido concederle a persona alguna de
qualquier qualidad; i asi tengo que no se puede hazer lo contrario."
En España no se trató a Bodino con este rigor, reduciéndose la labor
inquisitorial a la clásica expurgación y, por cierto, muy benévola (16).
Huelga referirnos a la literatura teológica heterodoxa, ya en el
aspecto especulativo, ya en el escuetamente crítico, literatura que in-
cumbía esencialmente a la Inquisición, como vértice y blanco de sus
actividades fundamentales. Con los reformistas, como Entero, Calvi-
no, etc., se prohibieron exégesis y comentos en griego y hebreo de
Escaligero, de Jordano Bruno y otros autores ejusden furfuris.
Los criterios expuestos — criterios generalmente muy benévolos y
transigentes — ■ en la expurgación y crítica de textos siguieron infor-
mando la misión de calificadores y censores en la crítica de nuestros
libros y autores. Algunas personalidades exigen siquiera unos ligeros
apuntamientos. Sea la primera la de Fr. Antonio de Guevara, obispo
(16) A. H. .V. Inquisición, leg. 4.517. En el año 1571 el Doctor .A^rcc iia-
bia censurado los libros De República, de Bodino. Con la expurgación hecha
se permitió que circulase. Las líneas o palabras tachadas fueron escasísimas.
(Conf. A. H. N. Inq., leg. 4.444.)
— 271 —
MIGUEL DB LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
de Mondoñeclo y hombre de fama europea. Se acusó a la Inquisición
su "Doctrina de religiosos y exercicios de virtuosos", por un conven-
tual de Córdoba. Se recomendó por los censores expurgar alguna.'j
frases equívocas. He de insistir en el "caso" de Fr. Diego de Estella.
Fué censurada su obra sobre San Lucas, publicada en Alcalá de líe-
nares (1578), pero la calificación quedó reducida a enmendar una serie
de pliegos, donde se habían deslizado erratas de cierta importancia.
Así lo acredita el guardián de Salamanca, Fr. Mateo de Salerno, en
el año 1580. El libro de Luis Molina, Concordia liberi arbitri..., se
prestó a grandes embestidas entre los hombres de la Escuela. El libro
había sido aprobado por la Inquisición de Portugal, presidida por el
Cardenal Alberto, y todavía por los años 1599 seguían las controver-
sias y las luchas encendidas contra el famoso jesuíta. Los Diálogos, de
León Hebreo, no podían satisfacer ni agradar a la mayoría de los in-
quisidores, debido a aquella serie de fábulas entreveradas con cosas
sagradas y divinas. Pese a la decantada corriente platoniana, ponde-
rada por algunos críticos e historiadores españoles, las aventuras co-
rridas por los Diálogos y las censuras a Ramus nos hacen pensar en
aspectos inéditos mu}- interesantes de las influencias clásicas en Es-
paña y de la virtualidad del Estagirita... (17).
Los siglos XVII y XVIII ofrecieron a la Inquisición española am-
plio campo para sus actividades censorias.
Incumbiendo a la Iglesia la defensa de su dogmática y la protec-
ción y seguridad de su disciplina, nada de particular que el Santo
Oficio hostilizase sistemáticamente, como lo había realizado anterior-
mente en plena Reforma, las ideas galicanas, tan esparcidas y divulga-
das por el Continente. Estas ideas son conocidas de todo hombre cul-
to. Se rechazaban las provisiones provenientes del Papa sin ejecutar-
las, despojando al Pontífice de todo derecho temporal, con la añadi-
dura de admitir y reconocer toda insolvencia con la Sede Apostólica
por razón de patrimonios, colaciones, presentaciones y negación de
diezmos anuales y pensiones. Como en los Días caniculares de Simón
Mayelo, la lucha contra la Iglesia, en la primera mitad del siglo xvii.
(17) A. H. N. Inquisición, legs. 4.470 y 4.521.
— 272 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
partía de un frente, armado no sólo de la meledicencia y de las proca-
cidades, sino con las aportaciones del espíritu crítico aplicado a la
historia romana. Apocados en un conjunto de referencias de tipo his-
tórico se derivan de las ideas religiosas y de las costumbres gentílicas
de Roma iniciativas, ceremonias, ritos y disciplinas católicas, y, aun-
que cuenten indiscutiblemente ciertas valoraciones formuladas — nada
habría en ello de particular — por los enemigos de la Iglesia, se desor-
bitaban tendenciosamente la invocación de los Santos, culto de las
imágenes, estructura y ornato de los templos, custodia angélica, lus-
tración con agua bendita, tonsura eclesiástica, abstinencia de ciertos
manjares, con toda clase de ritos y ceremonias.
Uno de los temas constantes en las supersticiones de la época fué
el tema del Anticristo. Se llegaron a señalar sus propiedades : patria,
padre, bautismo, padrino y madrina, años, lugar de su crianza, talle,,
fisonomía, noticia de lenguas, con otros absurdos y dislates, interve-
nidos, naturalmente, por la Inquisición. Según los Sucesos acontecidos
en el mundo desde 1622 hasta febrero del año 1624, el Anticristo ha-
bía nacido en Francia, de una judía, en el año 1606, siendo bautizado
en una "punta" del país. Los Sucesos, cuajados de predicciones
sensacionalistas, estampaban, mezclando con las supersticiones y des-
varios, informaciones sobre asuntos y negocios políticos, como, por
ejemplo, que la Congregación de Propaganda Fide era la causa de-
todos los alborotos de Alemania ; que la religión y la política se fun-
daban exclusivamente en razones de Estado, además de precisar la
exigencia de asociarse con Inglaterra, mediante casamiento, para cor-
tar la atilda de este país a holandeses y protestantes alemanes. Los
Sucesos concluían exponiendo la enemiga de los ingleses al casamien-
to (?), y consignaban textualmente que las "mugeres mozas más fá-
cilmente convierten un Salomón a su religión que no él a ellas" .
La censura inquisitorial de esta época sobre algunas de nuestras
obras literarias fué moderadísima. Se tacharon palabras contadísimas
en libros más o menos interesantes: el Ohregón, de Espinel; el Dios-
córides, de Laguna, y el Examen de ingenios, de Ruarte. La insigni-
ficante censura sobre la Pasión de Cristo, trovada por Diego de San
Pedro, se basó en los textos escriturarios, y carece de importancia.
— —
MIGUEL DE LA PLMTA LLORENTE, O. S. A.
Otra censura, y por cierto bencmeritisima, fué la presentada en Za-
ragoza (1660), después de otras muchas, por el P. Francisco Mingui-
jón sobre la célebre obra de Bartolomé de las Casas, y que reza así:
Este libro contiene vna relación de cosas mui terribles y jieras, guales
no se leen en las historias de otras naciones, y el autor dice de los
soldados españoles y pobladores de las Indias, y ministros del Rey Ca-
thólico. Parece se debían recoser estas narraciones por injuriosas a
la nación española, pues aunque juesen verdades y no encarecimientos
del Memorial, vastaua vna ves auerlas representado a la Magestad
Cathólica, o a sus maiores ministros para la enmienda, y no publicar-
las por todo el mundo, que de esto toman ocasión los enemigos de
España y los hereges para escribir que los españoles son fieros y crue-
les, como lo an hecho los olandeses en libros impresos en Amsterdam
y Cronuel en su Manifiesta" (18).
Un estudio atento y concienzudo de la época proyecta ante el
hombre de letras la lenta y trágica postración de nuestra cultura, que
se perfila concretamente en pleno siglo xviii, descontando, cierta-
mente, un conjunto de ilustres personalidades. Recogiendo la tradición
intelectual decadente y marchita de los hombres de la Escuela con
todas sus abigarradas sutilezas, y que precede y coexiste con la Ilus-
tración, proseguía campando a sus anchas en cátedras de universida-
des y conventos la "rutina", muerte de la verdadera y vivaz tradición
científica. Como en los albores del Renacimiento, y ante la estupe-
facción de humanistas y teólogos auténticos, las disertaciones con vi-
gencia se reducen a exposiciones doctas y magistrales sobre la equi-
polencia, o las conversiones de los silogismos. Los maestros profe-
saban las qualidades ocultas, la forma sustancial o la naturaleza angélica.
La reacción contraria extremista y decidida se refugiaba en la ver-
tiente extranjerizante, y, sin atender al sedimento castizo e indígena
— algunos lo recogieron — , juraban por los manes de Raynal, Mably,
Condorcet, Condillac, Montesquieu, o Mercier de la Riviére. Entre las
(18) A. H. N. Inq., leg. 4.4F0. Conforme a la censura del P. Minguijón
y otros, la cbra de Las Casas fué prohibida por la Inquisición de Zaragoza
a 3 de junio de 1660.
— 274 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
crisis más sensibles floreció — ya lo hemos advertido y comentado —
la pululación de una literatura piadosa, zafia y aldeana, que contribuyó
eficazmente a esparcir más, entre el pueblo sano y creyente, la igno-
rancia y, consiguientemente, las supersticiones más agresivas y es-
candalosas.
Los falsos e ignorantes "devotos" propalan las patrañas más ri-
diculas y exponen a la mofa y a la irrisión las doctrinas más santas y
las cosas más bellas. Se tenia entretanto en lamentable abandono el
estudio de las Sagradas Letras y se desconocían las antigüedades ecle-
siásticas, mientras predicadores y juristas descubrían el raro privile-
gio de ser letrados sin cultivar las letras.
Ignoro si llegó a publicarse la famosa y descocada Oración apo-
logética, que he tropezado manuscrita frecuentemente en mis investi-
gaciones, y a la que ya he aludido anteriormente. Su anónimo autor
presenta un cuadro de la España de su época, donde suavizadas as-
perezas y extremosidades con un cierto prurito anticlerical responde
a la objetividad histórica. "... una España sin industria, sin riquezas,
sin espíritu patriótico ; unos campos yermos y sin cultivo ; unos hom-
lires sucios y desaplicados ; unos pueblos miserables y sumergidos en
sus ruinas; unos ciudadanos, meros inquilinos de la ciudad...; una
España sin ciencia, sin instrucción y sin conocimiento ; un vulgo bes-
tial ; una nobleza que hace gala de su ignorancia ; unas escuelas sin
principios ; unas Universidades, fieles depositarías de las preocupacio-
nes de los siglos bárbaros ; unos maestros doctores del siglo y unos
premios destinados a los subditos del Emperador Justiniano y del Papa
Gregorio XIX." Y refiriéndose después el autor al aspecto religioso
que venimos comentando, escribía cómo se entretenían las almas de-
votas "con villancicos, gozos, arietas, de una composición tan seria y
unos conceptos tan elevados, que, sin entenderles nadie, hacen reir a
todos. Hasta los más recónditos y venerables misterios de la religión
se cantan por los ciegos a las puertas de los bodegones al agradable
y majestuoso compás de la guitarra. No hay esquinazo en que dejen
de venderse relaciones auténticas de milagros tan creíbles como las
transformaciones de Ovidio". Pero, como en los excesos de la pre-
dicación gerundiana, la Inquisición española se enfrentó decidida y
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
enérgica contra esta literatura seudopiadosa, siguiendo las normas tri-
dentinas sobre milagros y devociones. Queda ya constancia en este
libro del estilo macarrónico, de las desviaciones fundamentales y del
mal gusto de tales producciones, y, a pesar de encontrarse la misma
Institución inquisitorial decadente y maltrecha, superó aquella ola de
ordinariez, de ignorancia y de embrutecimiento (19).
La actividad censoria sobre libros extranjeros continuó como mi-
sión primordial de inquisidores y calificadores desde mediados del si-
glo XVII hasta casi la abolición del Santo Oficio, dado el gran mo-
vimiento intelectual europeo. Uno de los autores más intervenidos por
la autoridad eclesiástica fué Dionisio Diderot, alma de la Enciclopedia,
ateísta y hombre genial. Diderot rechazaba la distribución de los bie-
nes, desterraba toda jerarquía secular, hostilizaba la indisolubilidad
matrimonial, prohibiendo en su República religión y sacrificio, supe-
ditando la autoridad de los textos sagrados a la autoridad profana,
despreciando el magisterio de la Iglesia y las enseñanzas de los Santos
Padres. Se le censuró, lógicamente, el Ensayo sobre el mérito de la
virtud, los Pensamientos filosóficos y el Código de la naturaleza. ¿ Para
qué ensuciar estas páginas con el recuerdo de ciertas obras torpes y
escandalosas? También se censuraron pasajes enteros de las obras de
Mably, sobre todo, De los derechos y obligaciones del ciudadano.
A Mably se le aplicó el verso de Juvenal :
Acer et indomitus, libertatisque magister.
(19) No quiero dejar de registrar en estas notas una de las coplas popu-
lares de la época que cantaban los Hermanos de la Aurora:
Un devoto por ir al rosario
de una ventana se quiso arrojar,
y al decir "Dios te salve, María" ,
se encontró en el suelo sin hacerse mal.
La glosa de tal copie ja debida a los graciosos ridiculizaba así:
Un devoto por ir al rosario
de una ventana se quiso arrojar,
y al decir "Dios te salve, María",
se saltó los sesos sin hacerse mal.
- 276 -
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
y no solamente se le hicieron reparos, sino que también se incluyó en
las censuras el Elogio histórico de Alably, pronunciado en 1787 por
el Abate Brizard, en la Academia de Inscripciones y Bellas Artes.
Por su carácter herético, no obstante la erudición variada y pro-
funda, prohibía la Inquisición, el año 1756, las Actas de los eruditos
de Lipsia, siendo del mismo estilo y orientaciones las Antiqiiitates eccle-
siasticas, donde se criticaba la confesión sacramental, tildándola de
">*ugo romanesco". Les amours de Henri IV, Roi de France, los he
visto repetidamente prohibidos, y aparecieron en Amsterdan en 1754.
Leída la obrita, se comprueba que se trata de historietas escandalosas
y amores torpes, estando, por tanto, comprendida en la regla sépti-
ma del Expurgatorio. Las licencias de pensamiento y las libertades
exegéticas eran libérrimas y desorbitadas. A Mirabeau y a su pro-
>"ecto de igualdad se acomodaba el texto esurientes implevit honis, et
divites dimisit inanes. Una acción nada decente en que se explicaba
el fracaso de un proyecto se describía con un emisit spiritum. ¿ Para
qué continuar? El corte de todas estas obras es idéntico. Conforme a
su misión y al espíritu y exigencias de su establecimiento, la Inquisi-
ción española había de defender nuestro patrimonio espiritual conde-
nando una literatura de epilépticos, de sectarios y de maldicientes.
Porque lo mismo en Diderot que en Masson de Morvillers, no conde-
naba la Inquisición la ciencia, la cultura y el talento de teólogos, mo-
ralistas, pensadores, poetas y humanistas, sino las proposiciones im-
pías, escandalosas o sapientes haercsim.
Es indiscutiijle que la exposición que antecede responde estricta-
mente a la realidad histórica. Se nos podrían brindar seguramente
referencias más o menos interesantes, aspectos de más o menos en-
tidad, no recogidos por nosotros en este volumen, pero apoyado en
nuestras investigaciones sistemáticas puede el autor de este libro cons-
tatar el espíritu amplio y humano de la Inquisición española en sus
funciones censorias, hasta el punto de poder concluirse que el Santo
Oficio no prohibió libro verdaderamente importante, salvadas siempre
— 277 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
y defendidas, debe entenderse así, la ortodoxia y la pureza de la fe,
que era su cometido especial. Historietas varias, censuras y fiscaliza-
ciones plurales no desvirtuarían fundamentalmente las apreciaciones
generales que hemos trazado en estas páginas. No era incumbencia
nuestra, por ejemplo, incluir aquí el proceso dramático del Arzobispo
de Toledo, Fr. Bartolomé de Carranza, además de rehuir nuestro es-
píritu el estudio de las terribles miserias allí acumuladas.
En puridad de verdad, la tradición histórica que comentamos es
ésta, pese a abusos y excesos particulares. ¿ Cómo entonces explicar el
movimiento nacional adverso, encarnado, no solamente en las masas
progresistas, en los clubs revolucionarios y en las sociedades secretas,
sino en espíritus cultivados y de superior formación intelectual? Ya
conoce el erudito lector los juicios del historiador español Amador de
los Ríos. Don Manuel de la Revilla, agudo crítico y hombre muy dis-
tinguido en su tiempo, escribía del Santo Oficio con estas expresiones
que acusa don Marcelino Menéndez y Pelaj'o : "bárbara fiereza",
■'poder teocrático implacable y tenaz", "uniformidad de la muerte",
"calma de las tumbas", "tiranías de todo género", "siglo de hierro",
"opresión constante". No podía llegarse más allá en la crasa ignoran-
cia o en las tendencias sectarias. Si los hombres cultos y espiritual-
mente finos se expresaban de esta guisa, ¿ cómo iban a respirar la masa
gregaria, el vulgo espeso, sino renegando de frailes e inquisidores ?
La clásica y celebérrima polémica diecinuevecentista sobre la cien-
cia se inició, como es sabido, con motivo de haber estampado don Gu-
mersindo de Azcárate el siguiente párrafo : "según que, por ejemplo,
el Estado ampare o niegue la libertad de la ciencia, así la energía de un
pueblo mostrará más o menos su peculiar genialidad en este orden, y
podrá hasta darse el caso de que se ahogue por completo su actividad,
como ha sucedido en España durante tres siglos". Menéndez Pelayo
marginó inmediatamente: "sentencia más infundada, ni más en con-
tradicción con la verdad histórica, no se ha escrito en lo que va del
presente".
El señor Perojo, compañero en ideas y tendencias del señor De la
Revilla, e íncorpf)rado también en la polémica, acentuó aún más los
juicios condenatorios, escribiendo así: El Santo Oficio encontraba en
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
cada pensador ii hombre cientíjico un hereje contaminado con los sa-
crilegios que por el mundo se estaban propagando. Pero no se conten-
tó sólo con esto. Sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo arremetió
contra la Inquisición con estas palabras, que no tienen desperdicio :
"No hay más que recorrer las páginas del sangriento libro del martiro-
logio español, para advertir cómo al primer paso de un talento extraor-
dinario, a la primera creación de un espíritu reflexivo, acudía presuro-
sa la Inquisición a extinguir con el fuego de las hogueras toda su obra...
Cuántos hombres ilustres tuvieron que sucumbir... Larga sería la lista
de científicos que perecieron en las hogueras de la Inquisición.''^ Ya don
Juan Valera, estudiando el problema en donde le situaba el señor Pe-
rojo, resumía asi sus juicios e impresiones: "¿Fué la atroz crueldad
de la Inquisición la que atajó el vuelo de nuestro espíritu ahogando en
sangre nuestra cultura? Miradas imparcialmente las cosas, parece que
no. Pues qué, en los demás países no se atenazaba, no se quemaba viva
a la gente, no se daban tormentos horribles, no se condenaba a es-
pantosos suplicios a los que pensaban de otro modo que la mayoría?
La Inquisición de España era casi benigna y filantrópica comparada
con lo que en aquella edad durísima hacían tribunales y gobiernos
y pueblos en otras regiones, donde lejos de decaer, se han levan-
tado" (20).
Pero hay algo más que esto. Concretándonos escuetamente, no a
las sedicentes crueldades del Santo Oficio, tema ya ventilado en mi-
libro Las cárceles inquisitoriales españolas, sino al aspecto que plan-
tea el señor Perojo, es fuerza exponer los resultados obtenidos hasta
la fecha por la investigación histórica. La Inquisición española no
tostó en sus hogueras a ningún pensador, a ningún intelectual. La
afirmación reproducida, "larga sería la lista de científicos que perecie-
ron en las hogueras de la Inquisición", no era otra cosa que una
concesión a la galería... No existe, por fortuna, el "sangriento libro
del matirologio español". Ningún teólogo, ningún filósofo, ningún
(20) Conf. D Juan Valera en Del influjo de la Inquisición y del ianali.tmu
religioso en la decadencia de la literatura española, pát;. i.i.^iS c'c la- "Obras
completas", de \guilar, tomo III.
— -79 —
MIGUEL DH. LA FLNTA LLORENTE, O. S. A.
pensador, poeta, humanista o científico pereció entre las llamas in-
quisitoriales. En el siglo xvi se daba en Valladolid garrote vil al doc-
tor Cazalla, como propagandista del reformismo y no por la tacha
de predicador más o menos elocuente, )• las medidas — digámoslo cla-
ramente— son tan modestas que para nada tiene que figurar Cazalla
en la historia de nuestra ciencia y de nuestra literatura. Las listas de
Jos sabios españoles quedan reducidas a este balance : Cazalla ; y tales
eran las razones que asistían a los progresistas y anticlericales del
siglo XIX para deshonrar a su patria.
Otro aspecto del problema se refiere a presentar como causa de
nuestra decadencia y postración nacionales la ignorancia de los inqui-
sidores, pero ya sabemos que los que se encuentran al frente de la
Institución durante todo el siglo xvi y primeros años del xvii son
hombres de letras, graduados en todo linaje de ciencia. La máxima
autoridad y preponderancia de la Inquisición española en todos los
órdenes de la vida nacional se despliega a través de esa época : privi-
legios, excepciones jurídicas, procesos interesantísimos, influencia so-
cial, etc. Si admitimos que todos estos períodos históricos se carac-
terizan por un influjo positivo del Santo Oficio, es decir, que la vida
peninsular está bañada de fanatismo, y bajo la pesadumbre de las
fuerzas retardatarias, un hombre tan liberal y moderno como don
Juan Valera, escribe: "lo que nadie niega, lo que no puede ser asunto
de discusión es que la edad más floreciente de nuestra vida nacional,
así en preponderancia política y en poder militar, como en ciencias,
letras y artes, es la edad de mayor fervor católico, de la mayor into-
lerancia religiosa: los siglos xvi y xvii" (21). El texto es suficiente-
mente conocido para insistir en él. ¿ No sería adecilado recordar aquí
otra referencia, y en este caso de un francés? Hipólito Taine hacía
referencia al Quinientos español como de un momento extraño y su-
perior en la especie humana. Floreció la especulación, y ¡ en qué me-
dida! Se salva bajo el Santo Oficio la totalidad de nuestro teatro na-
cional. Nuestro ingenio sutiliza hasta alcanzar las metas más insospe-
chadas, lo mismo en el juego de los valores filosóficos o racionales
(21) Ibídeni, págs. 1. 130-1. 142.
— 280 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
que en las más remontadas cumbres de la ciencia de Dios. Estos son
los grandes valores de la tradición histórica de nuestro pueblo : la Crí-
tica general, el Derecho de Gentes, la Metafísica de Suárez, la Psico-
logía de Toledo y el mismo Humanismo renacentista. La obra es dis-
par y variadísima. En muchos de nuestros hombres se da y logra la
creación plena definitiva ; en otros, es fragmentaria y dispersa, pero
arrastrando en ocasiones larvadas la idea y la intuición geniales. Así
los españoles de la época enriquecen el arte dramático, la arqueología
bíblica, la estética, la literatura, la filosofía, y pasando por todas las
vertientes de la especulación sapiente llegan con su ingenio a inmor-
talizarse en la poesía y en el romance jacaresco.
Pero no incidamos en las clásicas y viejas apreciaciones. Las tesis
españolas se popularizaron después de la bulla y batahola de las Cor-
tes gaditanas, por las polémicas sobre la ciencia española de don Mar-
celino Menéndez y Pelayo y las lucubraciones de aquel gran cordo-
bés que se llamó don Juan Valera. Ambos Maestros, de procedencia y
formación tan desigual, llegaron, sin embargo, a curiosas coincidencias
en aspectos muy fundamentales. Don Marcelino arrancaba en sus va-
loraciones del estudio de nuestra tradición. Pero resultaba para los
hombres liberales de nuestra tierra un "neo", apegado a la casta, vin-
culado a los clérigos y a todos los lugares comunes de nuestra his-
toria. El gran escritor andaluz, si bien de formación clásica, estaba
bañado espiritualmente por el progreso de las libertades políticas, y
era hombre con todos los matices modernos.
Don Juan Valera no recurría a las crueldades del Santo Oficio,
ni al despotismo de la Casa de Austria, ni a su mal gobierno para ex-
plicar la decantada decadencia del pueblo español. Resumía así sus
puntos de vista: "fué una epidemia que inficcionó a la mayoría de la
nación, o a la parte más briosa y fuerte. Fué una fiebre de orgullo, un
delirio de soberbia que la prosperidad hizo brotar en los ánimos al
triunfar después de ocho siglos en la lucha contra los infieles. Nos
llenamos de desdén y de fanatismo a lo judaico. De aquí nuestro di-
vorcio y aislamiento del resto de Europa. La parte más ilustrada del
clero, los mismos inquisidores, los mismos reyes, más bien que im-
peler, tuvieron que refrenar la corriente de la intolerancia. Felipe II
— 281 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
tuvo que luchar contra la opinión pública para no expulsar a los mo-
riscos y dejar esta triste gloria a su hijo. Nos creímos el nuevo pue-
])lo de Dios ; confundimos la religión con el egoísmo patriótico ; nos
propusimos el dominio universal, sirviéndonos la cruz de enseña o de
lábaro para alcanzar el imperio. El gran movimiento de que ha nacido
la ciencia y la civilización moderna, y al cual dió España el primer
impulso, pasó sin que lo notásemos, merced al desdén ignorante y al
engreimiento fanático ; y cuando en el siglo xviii despertamos de
nuestros ensueños de ambición, nos encontramos muy atrás de la
Europa culta, sin poder alcanzarla, y obligados a seguirla, como a
remolque" (22). En nuestro libro La Inquisición española hemos alu-
dido a la unidad espiritual y a la conciencia colectiva de los españo-
les, descartando categóricamente la imagen de una Inquisición espa-
ñola intolerante en función de hostilizar y asfixiar a los núcleos es-
pañoles diferentes de la Península, entendiéndose por ellos los grupos
raciales ajenos a nuestra comunión religiosa. Don Juan V'alera así lo
estimaba, y hombre nada sospechoso, como don Américo Castro, con
su gran cultura y bagaje erudito ha escrito en torno del tema: "el
exterminio de los hebreos y su secuela, la Inquisición, no son fruto
de la intolerancia de los reyes, sino un gran capítulo en la tenaz de-
fensa del espíritu popular hispano" (23).
Pero cuenta un innegable problema que no puede soslayarse en
este estudio en torno de la Inquisición y la cultura. ¿ Puede hablarse
de decadencia española motivada por la censura inquisitorial, por la
llamada "opresión de los entendimientos?" La decadencia nacional
fué creciente y rápida. No teníamos, ciertamente, ya en el siglo xvii
personalidades católicas que parangonar con Bossuet y Fenelón. Mc-
néndez y Pelayo explicaba la universal decadencia como engendrada
por múltiples factores, y acusaba "la natural tendencia de las cosas
(22) Del influjo de la Inquisición..., tomo III, pág. 1.139 de la edirión >k'
Aguilar...
(23") Conf. Améiico Castro en Lo hispánico v el erasmismo. Los prólogos
al Quijote, págs. 60-61, Buenos Aires, 1942. Permítaseme puntualizar texto
tan precioso e interesante, que ya hemos recogido en mi referido libro La /■■-
quisición española, págs. 12-13.
— 282 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
humanas a descender así que llegan a la cumbre", sin atender funda-
mentalmente a la fiscalización opresora del Santo Oficio (24).
Quizás el episodio más expresivo de las relaciones entre la Inqui-
sición española y los intelectuales fué el proceso criminal abierto con-
tra los hebraizantes salmantinos, episodio, escribimos, el más expre-
sivo, y podemos añadir el más desgraciado, estudiando algunos as-
pectos de aquella causa. Pero, ante todo, ¿qué méritos no destacar en
aquel glorioso movimiento renacentista? Cabe a España alta gloriá
por haber recogido, mediante los hebraizantes, la antigua tradición
del hebreo bíblico, nunca perdida entre los judíos, e incrementada y
robustecida desde el siglo x por la enseñanza gramatical. Tuvieron
así vigencia entre los biblistas salmanticenses los métodos comparati-
vos que constituyen la base de la filología europea, y que conjugada con
la ciencia teológica marcan el progreso más radical y definitivo de la
exégesis. Hablamos, en definitiva, de una original creación española
que se anticipa al movimiento intelectual del siglo xvii, en el que
campean los nombres de Ricardo Simón, de los Cappel y de Moisés
Amyrault, dentro de diferencias más o menos fundamentales y carac-
terísticas. En España se frustraron las tentativas innovadoras de nues-
tros hebraístas por la persecución, pero no precisamente de la Inqui-
sición, aunque parecca paradoja, floreciendo en otros meridianos geo-
gráficos europeos la libertad científica y el renacimiento de los estu-
dios semíticos, desgraciadamente no dentro de los cauces ortodoxos y
dogmáticos preconizados por los métodos españoles. Pese a discre-
pancias y disconformidades, quede así constancia de la modernidad, de
la precisión y del genio de nuestros hebraístas.
La Inquisición nunca husmeó heterodoxos a Fr. Luis de León,^
a Martínez de Cantalapiedra o Gaspar de Grajal, ni se preocupó de
los tesoros de ciencia y sabiduría que poseían los insignes catedráticos.
Le podía interesar únicamente si en la ciencia de estos augustos es-
l)añoles se había deslizado la ponzoña heterodoxa. Dudó de su fe aí
verla puesta en entredicho por doctísimos catedráticos de Salamanca
(24) Vid. Marcelino Meiiéndez y Pelayo en í^a Ciencia española, tomo l^
página 16, Madrid, 1887.
— 283 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
que despertaron sus sospechas, y al ser requerida su autoridad, el
Santo Oficio no podía desentenderse de inquirir la realidad de aquel
ajjaire, dada su misión y responsabilidad, y la gravedad de las acu-
saciones. Se ponían en juego los textos sagrados con un conjunto de
densos problemas bíblicos del más vivo interés. Ahora bien : encarce-
lados los profesores de Salamanca nos interesa conocer únicamente
qué papel representó la Inquisición a través de este sensacional pro-
ceso criminal.
Jurídicamente, es decir, conforme a las Instrucciones procesales,
el triple proceso contra los biblistas se ajustó a las normas del Dere-
cho, sin que tengamos que censurar para nada las actuaciones inqui-
sitoriales. Pero no basta esto. El proceso revela una serie de limita-
ciones sensibles. En primer lugar, los procesados eran superiores a la
totalidad de censores y calificadores que habían de someter las doctri-
nas de los hebraístas una y otra vez a estudios dilatorios y laboriosos
para discernir escuetamente la ortodoxia o heterodoxia de las propo-
siciones. Se admitieron cuentos y testificaciones de estudiantes, de
escasas garantías en general, como gente moza y de medianas enten-
dederas, que en ocasiones se expresaban con estas o parecidas palabras :
"parece que el Maestro quería decir esto o lo otro..." Esta clase de
deposiciones ya las flagelaba en su tiempo Juan de Vergara en estos
términos: "por que deponen de palabras que oyeron muchos días y
años ha, las quales en caso negado que yo las oviera dicho, no se pu-
dieran tener en la memoria tan formal y expresamente como se dixe-
ron, porque en cosa de palabras desde a dos días que se digan, no se
pueden acordar puntualmente los que las oyeron, ni concertar del
todo en ellas, quanto más a cabo de tanto tiempo, en el qual avn en
hecho propio de dicho se presume oluido quanto más en el ajeno" (25).
En el proceso del doctor Vergara como en el de los hebraístas sal-
mantinos se presentaron testigos únicos y singulares que depusieron
de credulidad y por conjeturas, "e oydas de oydas", capítulo inte-
resantísimo en la crítica que estamos realizando, pues su ausencia
(25) Conf. A. H. N. Inq., Proceso contra el Dr. Juan de Vergara, leg. 223,
folio 291 V.
— 284 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
hubiera descargado considerablemente la causa de folios interminables,
y de cargos insostenibles. Otrosí, los protocolos inquisitoriales estu-
diados concienzudamente nos proporcionan una censura recia y con-
denatoria. Por razones profesionales, cátedras universitarias o con-
ventuales, se demoraron interminablemente las calificaciones de los
censores. En el proceso del Maestro Gaspar de Grajal hubo califica-
dor que retrasó doce meses la presentación de su dictamen, envene-
nándose mientras tanto la sangre del Maestro en la soledad de su
carcelería. Leemos como descargo que los retrasos son debidos, alguna
vez, a enfermedad del censor, pero preguntamos : ¿ no contaba en
España copia suficiente de calificadores que se hicieran cargo en esas
circunstancias de los "papeles" de los catedráticos? Las quejas de
Fr. Luis son continuas en este sentido. Todos estos males se hubieran
ciertamente obviado predominando entre los inquisidores los teólogos
sobre los juristas. Hubo casi siempre exceso de Derecho sobre Teo-
logía, y ello abría las puertas a equivocaciones muy características de
aquellos tribunales. El proceso de los hebraístas podría así haberse
reducido considerablemente. Pero no obstante las tachas que pun-
tualizamos, formulismos y limitaciones de la Institución, es innegable
que la Inquisición procedía con rectitud, sin odios ni fanatismos, y
así falló sentencia absolutoria, viéndose Fr. Luis de León y Canta-
lapiedra libres de la mácula herética, con el ansiado retorno a la do-
rada y renacentista Salamanca, y honrándose la memoria del Maestro
Gaspar de Grajal, fallecido en las cárceles inquisitoriales de Vallado-
lid antes de concluida y sentenciada su causa.
Urge consignar como elemento capital para la consecución de
una valoración justa y exacta que nunca se han caracterizado los gru-
pos y la mayorías por los criterios independientes, sino por las in-
fluencias corrientes universales y consagradas. Independizarse de fór-
mulas y de rutinas aceptadas, hostilizar enérgicamente y con bravura
los lugares comunes, las versiones tradicionales y los criterios cien-
tíficos al uso, representa y constitu^'e un raro privilegio, el privilegio
de las individualidades creadoras. Iniciar y extender métodos perso-
nales, aportar experiencias enriquecedoras, instaurar y proclamar una
nueva metodología crítica, con predominio del propio criterio racio-
— 285 -
MIGUEL DE LA FINTA LLORENTE, O. S. A.
nal, liberándose del yugo e influencias de capillas y cenáculos, esto no
ha sido perdonado en ningún tiempo antiguo o moderno por los me-
diocres enquistados en las prácticas e idearios vernaculares y corrien-
tes, sin hacer referencia, claro es, a los émulos y competidores.
Esta eterna historia de la mediocridad y de la emulación se repi-
tió una vez más con los hebraizantes salmantinos, como se ha repetido
en nuestros días con los innovadores modernos, lanzándose a la opi-
nión pública expectadora como crítica y censura contra los disidentes
las frases de los contradictores de nuestros biblistas: "doctrinas peli-
grosas", "modernidades escandalosas", "amigos de novedades". La
historia de la Humanidad es así la historia de la intolerancia y de las
intransigencias más radicales. Los hebraístas españoles no fueron
perseguidos por el Santo Oficio, sino por la lucha sin cuartel de ému-
los y competidores de los claustros universitarios de Salamanca, como
queda historiado en este libro, y a la Inquisición se acudió para per-
derles y deshonrarles con la acusación tremenda de la herejía, acusa-
ción cuya verdad competía averiguar a aquel tribunal. La Inquisición
careció, ciertamente, en el desdichado afjaire de hombres de altura
que advirtiesen la importancia de aquellas personalidades y las cali-
dades de sus doctrinas. Pero esto que puede significar una censura
quedaría desvirtuado con decir que ni a la Inquisición, ni a ninguna
otra Institución humana pueden exigírseles dones intelectuales que
sobrepasen el nivel común de la ciencia universitaria de su época. Ya
es bastante que entre clásicas torpezas, contrastadas las doctrinas, se
absolviese a los biblistas de la tremenda acusación, formulada por va-
rones muy sabios y acreditados por el prestigio y la responsabilidad
moral (26).
(26) Otra enérgica personalidad con sello independiente, y precisamente en
torno de los problemas bíblicos, fué Cayetano. Restaba cierta autoridad a los
textos de la Vuigata. Consigna Cayetano que no ofrecían garantías para fiarse
de ella, y repetidas veces estampa "superfluit", y otras añade "superfluit om-
nimo", "déficit", fuera de innumerables ocasiones en las que repite la palabra
"pro", significando que el texto debe precisar de otra manera. Puede el lector
erudito verificar estas referencias en el Comentario sobre San Mateo, donde
escribe: "quia Vulgata cditio totius Xovi Testamenti quandoque minus fida est.
— 286 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Estudiado concienzudamente el problema español, para nosotros
radican esencialmente las causas de nuestra decadencia intelectual en
un aspecto. Fundamentalmente, en el dogmatismo de las escuelas. Des-
l)renderse del musgo universitario costaba caro en aquellas épocas re-
cias, dogmáticas y apegadas a la tradición secular... Se momificaban
los ingenios en los ejercicios académicos de las escuelas y equipos
intelectuales, y la defección valía la nota de la herejía, el descrédito,
la impopularidad y... la Inquisición. El fenómeno no es exclus Wamen-
tc español, fué característica europea. ¿ No gustarían mis lectores re-
cordar las embestidas sangrientas, las polvaredas levantadas en torno
de textos escolásticos, de Maestros, de doctrinas, unas todavía con
vigencia, otras, arrumbadas y desvanecidas para siempre...? Las lu-
chas de escuela fueron más dramáticas en el Continente que en nues-
tra Península. En Europa se llegó al asesinato. La intolerancia y las
intransigencias asociadas aquí en España en casos particulares con las
envidias y competencias no llegaron a tanto, pero fueron suficientes
para amargar el espíritu y la sangre de hombres ortodoxos, católicos
a machamartillo, e ingenios de medidas y hechuras excepcionales. Bas-
taría una somera investigación para exponer casos e historias escolás-
ticpc, donde se refleja la intolerancia desmandada y la pasión intensa
et nos non intepretes, sed verum textum intendimus exponere, ideo adhibuimus
studium nostrum ut textus corrigeretur iuditio peritorum in utraque lingua.
Quod ubique facimus quando sententise diversitas esset ; ubi autem eadem est
sententia, pertransimus... Et ne oporteat millies repeleré, grsece sic habetur, no-
verint omnes mutationes fieri, apposita sola priepositione "pro" et superflua,
aut deficientia sigiiificari, superfluit aut déficit, subintelligendo semper "iuxta
textum grsecum." Se ha de notar que a quien sigue y estima Cayetano en la
corrección del texto del Testamento Nuevo es a Erasmo, como lo advierte
ya Martín del Río en el Proloquio III del Génesis. Sobre lo que interpreta
del Testamento Viejo viene a decir casi lo mismo, como lo declara el insigne
escritor en la "Prefacción" que hace de los salmos, diciendo que carecemos
del texto puro, aludiendo a la necesidad de recurrir a los Rabinos : "... iit cog-
noscatur ab ómnibus — escribe— quantum nobis deest puri textus hebraei in
Testamenti Veteris scripturis, et detur opera ad habendum purum textum..."
Téngase en cuenta la autoridad de Cayetano, considerado en su tiempo como
el más eximio teólogo escolástico, después de Santo Tomás.
- 287 -
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
y desbordada. Quizá lo intente yo algún día, pero no desaprovecharé
la oportunidad de reproducir aqui uno de los textos que tengo reco-
gidos. El 12 de febrero del año 1587 el Maestro dominicano Fr. Die-
go Rodríguez Lencina escribía al famoso Padre Chaves sobre los
jesuítas en estos términos: "... pero el negocio ques cerca de los tea-
tinos (jesuítas) es tan urgente que no sufre más callar sino dar boces
en pulpitos y plazas, porque en lo que hazen pareze que an tomado
a destajo derribar la doctrina sana de nuestro Santo Thomás, y dar
con ella al traste, y pretenden desacreditar esta escuela, y desacredi-
tar los maestros della... Dcxo otras cosas que no las sufre papel ni
aun pergamino" (27).
Si es innegable, por otra parte, que la Inquisición no arrojó en
(27) A. H. N. Inquisición, leg. 4.521. Como conviene puntualizar con exac-
titud temas y aspectos muy interesantes, no quiero dejar de consignar que los
desagravios inquisitoriales con los intelectuales no eran raros. Informada la
Inquisición de las sinrazones habidas con algún procesado o simplemente til-
dado con vejaciones y molestias, se apresuraba a testimoniar su error, dando
las satisfacciones que podía. Me he referido a ello ligeramente en mi libro La
Inquisición española. Merece la pena traer aquí el episodio acaecido con el fa-
mosísimo P. Diana con motivo de su sermón sobre Lucífero, condenado. Más
de doce años duiaron las amarguras sufridas por el padre jesuíta, y la verdad
se oscureció tanto en la lucha que le fué forzoso recurrir a los inquisidores
de Cerdeña, probando su recusación y las proposiciones vedadas con tan buena
lógica y ciencia, que el Inquisidor general, don Diego Arce y Reinoso, después
de castigar a diferentes personajes del Santo Oficio, anuló todas las diligencias
y autos con nuevo examen y Junta. El P. Diana fué honrado con el título
de Calificador de la Suprema, y considerados el escándalo recibido y los agra-
vios que habían cometido con el padre jesuíta, se redactó un decreto, a 19 de
diciembre de 1653, donde, entre otras cosas, se leen estas palabras: '"para que
así en los tiempos presentes, como en los venideros conste, y sea pública y no-
toria la inocencia del dicho padre Diana, y los que tuvieron noticia de este
suceso, y se escandalizaron de los procedimientos sobre su causa, reciban esta
pública satisfacción de dicha su inocencia, y de la cathólica doctrina de su
predicación evangélica, y sepan a un mismo tiempo cómo el Tribunal y Con-
sejo Supremo de la Santa Inquisición no solamente castiga a los delinquentes
contra la Fé convencidos, sino también que premia la inocencia de los incul-
pados, con satisfacción pública de sus conocidos agravios..." (Conf. A. T. N.
Inquisición, leg. 4.461.)
— 288 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
MIS hogueras a ningún sabio español, ni la interesaron nunca los pro-
blemas de la cultura, consagrada únicamente a su misión de proteger
la ortodoxia romana y el patrimonio religioso tradicional de las gen-
tes españolas, pudo ser causa sin quererlo de cierta paralización y
marasmo. Los tiempos eran recios. Las experiencias de los españole»
eran muy ricas. Los intelectuales sabían los peligros a que se expo-
nían en aquellas épocas tan cuajadas de feroces intransigencias, por
el riesgo de topar con los enanos y mediocres que se enfrentarían
inmediatamente con ellos al verles rehuir jurar in verbo Magistri. La
delación en los tribunales inquisitoriales era la forzada consecuencia
de las controversias, y las intervenciones del Santo Oficio con los
hombres de letras no fueron muy felices y satisfactorias, aunque siem-
pre fallase guiada por el sentimiento de la justicia y de la indepen-
dencia. En tales ambientes de rigidez científica y de predominio de
la ciencia oficial era exigencia cerrar los labios — el posui custodiavi
ori meo, lo repetía Martínez de Cantalapiedra — con el consiguiente
temor de enfrentarse después con la censura inquisitorial, informada
constantemente por los intelectuales de las sendas trilladas, y correr
el albur de unas jornadas angustiosas. La prudencia reclamaba la cau-
tela }' la flexibilidad para encajar con el ambiente, como aseguraba
el P. Mariana, recatando novedades y especulaciones.
Broncos y desgarrados los españoles y hombres de radicales an-
tagonismos, contrastes y diferencias, si creaban ambientes enrareci-
dos por inveteradas tradiciones, si modelaban costumbres y criterios
personalísimos, imposibles de superar por no ofrecer nuestra socie-
dad fisura alguna para invalidarlas, explayaban otras veces su fuerza
apasionada y creadora en fugas tremendas, en inspiraciones colectivas
o individuales, sorprendentes por la despreocupación y la libertad. Es-
paña defendió asi la soberanía popular, el tiranicidio, o el gobierno de-
mocrático, y se permitió todos los lujos en la vehemencia expresiva
para vejar a validos y administraciones. La Inquisición no paró mien-
tes en ello. Es decir, el Santo Oficio recogió exclusivamente lo que el
ambiente universitario y social le deparaban, viviendo su época, su
sensibilidad y su cultura. Las intransigencias españolas no fueron, re-
petimos, inquisitoriales, fueron españolas y europeas, y en la Penín-
— 289 —
•9
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
sula, las intolerancias y las intransigencias con relación a los pro-
blemas científicos y a los hombres de letras no significan apenas,
poniéndolas en comparación valorativa con las feroces y anárquicas
diferencias exteriores. Como episodio escueto de competencias y an-
tagonismos de escuela podríamos recoger aquí las luchas entre la Uni-
versidad y el Colegio de Francia, y las rivalidades entre la Facultad
de Medicina de París y la Academia de Medicina naciente, sin refe-
rirnos a asesinatos \' homicidios espantosos.
Pese a todos los aspectos consignados y referencias brindadas, la
crítica española y extranjera, con excepciones muy ejemplares, ha
hostilizado ferozmente a España como país retardatario, voluptuo-
samente sanguinario y opresor de los espíritus y de las inteligencias.
¡ La censura, las intransigencias esi)añolas gravitando sobre pensado-
res, humanistas, poetas, teólogos ! ¡ La España negra ! Pero una Es-
paña con existencia sólo en las mentes y en la fantasía de judíos, ma-
sones y protestantes, creada por las influencias disidentes, heterodo-
xas y sectarias, o por la más crasa ignorancia. Sabemos, además, que
muchas Direcciones de censura de Prensa modernas han anulado y
están anulando toda posibilidad de discusión en torno de la toleran-
cía en la vida política de los pueblos, y, especialmente, en torno de la
tolerancia en la Península Ibérica.
Hoy los Archivos "secretos" de la Inquisición española están
abiertos a todo hombre de estudio, y es notorio el valor objetivo de
tales documentos. Pero unas veces la ignorancia más escandalosa, y
otras, el espíritu antiespañol, siguen tejiendo los hilos de las fantasías
más truculentas e insidiosas. En Italia una Enciclopedia "católica"
moderna parangona los autos de fe con las corridas de toros, y en
un libro recientemente publicado, L'inqmsizione medioevale ed il pro-
ccsso inquisitorio, por Carlos Reviglío della Veneria, se alude a la
cruel mentalidad asiático-africana de nuestro pueblo. En Francia con-
tinúa exhibiéndose en las librerías La Inquisición de España, de Ed-
mundo Cazal, y en libros de autores de cierta responsabilidad se re-
cuerdan como "lema de estudio" unas letras redactadas por Riche-
lieu : avoir Dieu et la Vicrgc en la houche, la religión en apparence,
un chapelet en la ntain ef Ies seuls intcrets temporels aii coeur, esf la
— 290 —
LA INQUISICION V LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
premiére máxime de leur nation superbe: (L'Espagncj . ¿Podrían ne-
garse en ningún caso las grandes empresas históricas de España, y el
quijotismo de nuestra humanidad, lanzada a misiones de fracaso y
bancarrota, por representar la oposición irrevocable a toda transac-
ción antidogmática y a todo romanticismo intelectual heterodoxo?
— 291 —
INDICE
AnVKRTENCIA PRELIMINAR 7
Capítulo primero. — Misión fundamental del Santo Oficio. — Ortodoxia
y heterodoxia. — Un texto de don Marcelino Menéndez y Pelayo. —
Derechos de la autoridad civil y eclesiástica. — Primeras provisiones
de la Inquisición en materia de libros protestantes. — Quema de li-
bros heréticos. — Privilegios inhibitorios. — Algunos catálogos roma-
nos y edictos del Maestro del Sacro Palacio. — El Catálogo de Lovai-
na. — Edictos varios. — Catálogos de don Fernando de Valdés, e Indi-
ces de los años 1583 y 1584. — Biblias protestantes. — Visita de navios.
Colaboradores. — Dictamen del doctor Jerónimo de Zurita sobre las
obras literarias. — Humanistas y teólogos notados. — La Biblia de Va-
tablo de Valencia. — El P. Juan de Pineda y sus colaboradores sevi-
llanos.— Autores antiguos y graves. — Catálogos del Cardenal Sando-
val y Rojas. — La librería de San Lorenzo de El Escorial. — Reglas
preconizadas. — Independencia de los calificadores españoles. — Indice
del Maestro del Sacro Palacio. — Juntas del año 1629. — Opiniones del
P. Juan de Pineda. — "El Tostado", Eneas Silvio Piccolomini, don
Francisco de Quevedo. — Publicación del Catálogo de 1632. — Indices
de don Antonio de Sotomayor. — Otra vez don Francisco de Quevedo.
Junta de 1679. — ^Catálogos de los años 1707 y 1747. — Una opinión del
autor n
Capítulo II. — Doble significación del erasmismo. — Versiones españolas
de Erasmo. — Intervenciones de obras de Erasmo. — Algunas notas de
las Juntas de los expurgatorios. — Erasmistas españoles. — Las Asam-
bleas de Valladolid. — Materias doctrinales calificadas. — Algunos jui-
cios.— Clausura de las asambleas. — El doctor Juan de Vergara. — Su
actividad intelectual. — Familia del Doctor. — Acusación del fiscal del
Santo Oficio, de Toledo. — Respuestas de Vergara. — Aspectos de la
— 293 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE, O. S. A.
Págiuas
causa del Doctor. — Carácter y ijcrsonalidad de Vergara. — Respuestas
de Vergara a la publicación de testigos. — Trato dado a Ver-
gara en las cárceles inquisitoriales. — Sus valedores. — Aspectos ju-
rídicos del proceso. — Rechazo de probanza. — Alegatos del Doc-
tor.— Fallo y sentencia. — El benedictino Fr. Alonso de Virués. — Car-
gos contra Virués y su reclusión en el monasterio de San Benito,
de Valladolid. — Testifica el benedictino contra Vergara. — La perso-
nalidad humana y científica de Fr. José de Sigüenza. — Su reclusión
en La Sisla, de Toledo.— Los cargos contra el monje jerónimo y
sus comentarios y deposiciones. — Significación renacentista de Si-
güenza y pobreza intelectual de los monjes de El Escorial 59
Capítulo IIL — Historia interna de los expurgatorios. — La tragicomedia
de Calixto y Melibea. — Las Trescientas, de Juan de Mena. — El Spe-
culum znlcr Inimancc. — El P. Vázquez y Alonso de Valdés. — La His-
toria Pontifical, de Illescas. — El Jmn Fero. — Pedro Ramus. — León
de Castro y su libro sobre Isaías. — Fr. Luis de León. — El Quijote.
Don Francisco de Quevedo y don Luis de Góngora. — Escritores mís-
ticos : Santa Teresa, San Ignacio de Loyola, Fr. Luis de Granada,
el Beato Juan de Avila, Fr. Francisco de Osuna y Fr. Diego de
Estella. — Fr. Francisco de Vitoria y Arias Montano, Agustín Bar-
bosa, y i'otas sobre Suárez, Gabriel Vázquez, Tomás Sánchez y Sal-
merón.— Padre Valderrama, Leonardo de .Argensola, Gerónimo Ro-
mán y Tirso de Molina. — Censuras varias sobre humanistas. Fray
Hortensio Paravicino, León Hebreo, y El Ente dilucidado, del P. De
Fuente la Peña. — Sátira política. — Fray Gerundio de Campazas, las
Noches lúgubres, de Cadalso, y las Cartas de Abelardo y Eloísa.- —
Extracto de un Indice de papeles prohibidos del año 1812. — Unas
breves consideraciones sobre la Constitución y los constitucionalis-
tas. — El Si de las niñas y otros libros de la Inquisición de Barce-
lona.— El edicto del año 1815 de don Francisco Javier Mier y Cam-
pillo.— Género pornográfico. — Algunos libros extranjeros ■• loi
Capítulo IV. — Significación del renacimiento bíblico en España en la
segunda mitad del siglo xvi. — ^El proceso criminal contra los biblis-
tas salmantinos. — Declaraciones de Fr. Bartolomé de Medina, Fray
Domingo Báñez, Fr. Juan de Santa Cruz, Francisco Cerralvo de
Alarcón, León de Castro, Fernández de Salazar y Bachiller Pedro
Rodríguez. — Diecisiete proposiciones achacadas a los hebraístas Fray
Luis de León, Martínez de Cantalapiedra y Gaspar de Grajal, pre-
sentadas en el Consejo de la Suprema por el P. Pedro I'eniández,
— 294 —
LA INQUISICION Y LOS PROBLEMAS DE LA CULTURA
Páginas
dominico. — Parecer de los inquisidores de Valladolid. — Una adverten-
cia del Comisario Francisco Sancho. — Prisión de los hebraístas. — Una
obra magistral del Maestro Martín Martínez de Cantalapiedra : Libri
decem hypotyposeon... — Su significación científica. — Exposición doc-
trinal de los biblistas españoles. — El hebraísmo: la Vulgata y la in-
terpretación de los Santos. — Precursores de la moderna exégesis. —
Dos opiniones de los dominicos Arce y Domingo Báñez. — Amplitud
de la Teología positiva : sus ciencias auxiliares, y principalmente el
estudio de la Teología escolástica. — La cultura patrística. — Valora-
ción crítica del movimiento. — Altura científica de algunos teólogos
calificadores. — El problema histórico.— Las Juntas de Salamanca. —
Textos de los procesos criminales. — Diferencias de criterios científi-
cos y las competencias a cátedras. — Las actuaciones de Fr. Bartolo-
mé de Medina 151
Capítulo V. — Literatura piadosa desde el siglo xvii. — La oratoria sagra-
da.— Literatura teológica e histórica de las escuelas. — Dicterios con-
tra Pablo Segneri. — Diferencias y luchas. — En torno del dogma de la
Inmaculada Concepción. — Decadencia de la literatura piadosa : carac-
terísticas y modalidades. — La actividad censoria del Santo Oficio.
Prohibiciones y tachas. — El buen criterio inquisitorial. — La ramplone-
ría crítica de las escuelas. — La influencia extranjera: su razón y sus
exageraciones. — A^^ quid nimis. — La sana dirección espiritual 193
Capítulo VL — Los "inventarios" de intelectuales perseguidos, según Lló-
rente.— Sentido de la renovación de nuestra cultura en el siglo xviii.
Iniciadores del movimiento escéptico en el siglo de Luis XIV.- — La
influencia francesa. — Chocarrerías y decadencia de la época. — Algu-
nas ideas de los "regeneradores" del país. — El enciclopedismo y la
Ilustración.- — La inmoralidad y el sentido irreligioso. — Aportaciones
inéditas sobre los intelectuales del siglo y sus relaciones con la In-
quisición : don José de Yeregui, don Félix María de Samaniego, don
Tomás de Iriarte y sus hermanos ; don Ramón de Salas, catedrático
de Jurisprudencia de la Universidad de Salamanca ; don Manuel de
Valbuena, don José Iglesias de la Casa, don Nicolás Fernández de
Moratín, Quintana, don Juan Bautista de Arriaza, los PP. Moheda-
nos. — Algunas referencias sobre don Pablo de Olavide, Benito Bails,
don Juan Bautista Muñoz y el P. Isla 213
Capítulo VII. — La Inquisición, explicación de todos nuestros males : tex-
to de Menéndez y Pelayo. — La tradición literaria contra el Santo
— 295 —
MIGUEL DE LA PINTA LLORENTE. O. S. A.
Págiaai
Oficio en España y en el extranjero: Montano, Mercier, la Enciclo-
pedia, Raynal, Bernardino de Saint-Pierre, Leonard Gallois. — In-
fluencias reformistas. — Don Francisco de Cabarrús y Amador de los
Ríos. — La Inquisición y nuestra dramaturgia. — La mentalidad de
Góngora y un texto sobre Quevedo. — La Inquisición y los textos li-
terarios.— La Inquisición y el arte de la elocuencia sagrada. — Algu-
nos expurgos literarios : Carlos Molineo, Agripa, Charrón, Montaigne
y el Aretino. — Literatura teológica heterodoxa. — Fr. Diego de Este-
lia, Antonio de Guevara, Luis de Molina y León Hebreo. — El es-
píritu critico heterodoxo y referencias sobre el Anticristo.— El Obrc-
gón, de Espinel; el Dioscórides, de Laguna, y el Examen, de Huarte.
Censura contra el P. Las Casas. — Postración de nuestra cultura.—
Decadencia de nuestra literatura religiosa. — Los enciclopedistas. — La
polémica de la ciencia española. — La Inquisición y el florecimiento
de la cultura nacional. — Un texto de don Juan Valera. — ¿La censu-
ra inquisitorial, motivo de la decadencia española? — Los hebraístas
de Salamanca. — Normalidad jurídica del proceso. — Limitaciones y
tachas. — Censores y calificadores. — La rectitud de la Inquisición. — La
independencia científica frente a los ambientes universitarios y las
escuelas. — El dogmatismo, fenómeno general en Europa y en la Pen-
ínsula.— Los antagonismos y los viceversas españoles. — La España
negra. — La documentación histórica. — Los intelectuales contemporá-
neos y los problemas de la cultura y de la personalidad españoles... 259
— 296 —
presente obra i-La Inquisición española y los Problemas de la
cultura y de la intolerancia-» , del P. Miguel de la Pinta
Llórente, O. S. A., acabó de imprimirse en los talle-
res de Gráficas Valera, S. A., Libertad,
número 20 (Madrid), el día dieciseis
de julio de mil novecientos cin-
cuenta y tres. *■ Finito
libro, laus sit tibi
ChristoT.
Reservados todos los derechos
impreso en España